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Nuevos Cuentos Populares

Antonio de Trueba


Cuentos, colección


Prólogo

I

Esta es la novena colección de cuentos que doy á luz, puesto que la han precedido las que llevan estos nombres:

Cuentos de color de rosa.

Cuentos populares.

Cuentos campesinos.

Cuentos de varios colores.

Cuentos de vivos y muertos.

Narraciones populares.

Cuentos del hogar.

Cuentos de madres é hijos.

Todos estos libros pudieran llevar el título de cuentos populares, porque casi todos los cuentos de que se componen tienen el carácter popular por su fondo y forma, aunque no en todos proceda el pensamiento capital de la inventiva del pueblo.

En los respectivos prólogos he dicho casi todo lo que pienso acerca de este ramo literario en general, y acerca del procedimiento que empleo en su cultivo; pero, á pesar de esto, no me parece ocioso añadir aquí algo que allí falta ó debe ser aquí repetido.

No tengo gran derecho á quejarme de la acogida que el público ha dispensado á mis cuentos, puesto que algunas de sus colecciones han sido reimpresas repetidas veces, y no pocos cuentos míos corren en todos los idiomas literarios de Europa, á pesar de las grandes dificultades que ofrece su versión, cualquiera que sea la lengua en que se verifique, por la índole especial de la castellana y los modismos y frases populares y familiares que en ellos abundan y que desapareciendo, como es punto menos que indispensable que desaparezcan en la traducción, si ésta no ha de ser absurda, desaparecen casi toda la gracia y la expresión de los cuentos; pero debo decir que en España no se hace de los cuentos populares el aprecio que se hace en otros países, y singularmente en los del Norte de Europa, donde se recogen y se publican y se leen con avidez y delicia hasta las más inverosímiles é insulsas de estas creaciones de la fantasía y el espíritu popular.


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Dominio público
253 págs. / 7 horas, 23 minutos / 99 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Huerco

José Pedro Bellán


Cuentos, colección


Mi ruina

Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 71 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

De mi Cosecha

Norberto Torcal


Cuentos, colección


La negra honrilla

A Mr. Ernest Mérimée.


Poco á poco, con rumor de marea en descenso, el coloso de piedra y de ladrillo comenzó á vomitar por sus cien puertas como por otras tantas válvulas ó bocas abiertas á aquella compacta abigarrada muchedumbre que, ebria de sol, de sangre y de vino, hacía retemblar momentos antes las graderías de piedra del tendido con rugidos de fiera y convulsiones de epiléptico.

Ya el interior de la plaza iba quedando silencioso y vacío; los rayos del sol elevándose lentamente, iluminaban la parte más alta de las galerías de la plaza; por entre los arabescos arcos veíanse los huecos inmensos que el público dejaba al retirarse, y abajo en la movediza arena del ruedo, un largo rastro de sangre fresca y roja como recién brotada de la herida, señalaba aún el camino seguido por las mulillas en el arrastre del último toro.

Con los codos apoyados en la barrera y la cara entre las manos, Manolo Rílez, un buen novillero de rostro simpático, franca y noble mirada, chaqueta corta de alpaca y pantalón cedido, estallante en la cintura y amplio en la pierna, contemplaba distraídamente el desfile interminable de la gente.

Así pasó breve rato, y cuando la gritería y confusión de los primeros momentos comenzó á decrecer y apagarse, volvióse á Chavillo, que silencioso y reflexivo permanecía sentado á su vera, y con tono de guasa le dijo:

—Pero hombre, se te van á secar los sesos de tanto cavilar... ¿Piensas pasarte aquí la noche haciendo filosofías y almanaques?

Chavillo por toda respuesta se puso en pie y echó á andar seguido de Manolo. Juntos atravesaron el patio de caballos, donde no había más que dos viejos picadores, que con gran calor y entusiasmo comentaban los lances de la corrida de aquella tarde, y salieron fuera.


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Dominio público
99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 62 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

De mi Rincón

Francisco Acebal


Cuentos, colección


Un santo

Hacía muchos años que conocía yo á doña Jacoba, sin advertir en su porte cambio de importancia. Desde mi niñez la veía siempre la misma, las mismas arrugas, las mismas canas, conservando, no sé si por artes ocultas, décadas enteras, la misma falda de estameña, el corpiño con el escudo carmelita y la correa de charol pendiente á la cintura.

Aquel pasar los años sin tocar á Jacobita nos hacía pensar á los pocos lugareños de Pedralba que en su casa entrábamos en algo menos fugaz que la naturaleza humana. Yo experimentaba ante ella la impresión de tranquilidad, de vago sosiego que me infundían las imágenes de madera vieja puestas en los altares de la Colegiata, aunque en esta semejanza, debía de influir no poco, la veneración que me inspiraba la señora, el culto que en el corazón le rendía, por su vida de santa: santidad de antigua usanza, mansa, calladita, pero rígida, sin indulgencia, ni para el prójimo ni para sí misma.

Además, y este es el nudo fuerte que á ella me unía, doña Jacoba era la madre de mi amigo Ignacio. Su infancia y la mía estaban trabadas en la memoria como infancias hermanas, y si doña Jacobita se recreaba en evocar la niñez de su hijo, le era imposible apartar de su recuerdo el mío, que como planta parásita se enredaba entre sus memorias.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 94 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Noches de Estío

Pilar Pascual de Sanjuán


Cuentos infantiles, colección


Introducción

Marchaba el tren a todo vapor en una tarde serena y calurosa, por una de las líneas de la vía férrea del norte.

Ocupaba un departamento de primera un matrimonio con dos hijos de corta edad, uno de los cuales, el mayor, que era varón, daba muestras visibles de descontento; la niña dormía acurrucada en un ángulo del asiento, pero el ceño que conservaba su bello semblante también daba indicios de haberla sorprendido el sueño llorando, o por lo menos, malhumorada.

—No sé, Pepito, por qué habéis de estar tan disgustados, cuando a otros niños les gusta tanto el salir de Madrid, ver el mar, ver otros pueblos y nuevos objetos. En María, se comprende mejor porque es más chiquita, pero en ti que ya tienes once años no me lo explico —decía la madre.

—Es que yo no he llorado como María —contestó el que habían llamado Pepito.

—No faltaba más —replicó la señora.— ¿Y por qué habías de llorar? Harto mal hecho está el mostrarte tan apesadumbrado.

—Es que en Madrid nos divertíamos mucho y allí en el balneario nos fastidiaremos. Allí teníamos nuestros amigos, jugábamos todas las tardes en la plaza de Oriente, y si no salíamos, nos contaba cuentos la abuelita. Me gusta viajar pero echaré de menos todo eso que te he dicho.

—Los buenos niños —dijo el padre, interviniendo— nada echan de menos cuando están al lado de sus padres. Ya sabes que la dolencia que de algún tiempo a esta parte se ha apoderado de mí, sin ser grave, exige que tome baños de mar y así lo ha dispuesto el médico que me visita, hubiéramos podido dejaros con vuestra abuelita, que también os quiere mucho, pero no hemos querido privarnos de vuestra compañía. En el mundo, hijo mío, no estamos solamente para divertirnos, además que allí tampoco faltan diversiones.

—Ya me contó mi prima que las personas mayores tocan el piano, cantan y bailan, pero nosotros los pequeños...


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Dominio público
82 págs. / 2 horas, 24 minutos / 56 visitas.

Publicado el 30 de enero de 2023 por Edu Robsy.

Cuentos Pintorescos

Ángela Grassi


Cuentos, colección


La urna de oro

Fué en la gran ciudad de Lieja, centro de la activa industria flamenca, en donde sucedió lo que voy á referiros; en Lieja, la ciudad majestuosa y sombría al mismo tiempo, de calles angostas, dó no penetra el sol, de casas altísimas y negruzcas, pero de anchas plazas, de soberbios monumentos, de gigantescas torres; que se agrupa parte en el fértil llano, parte en anfiteatros sobre las primeras colinas del monte de San Walburg, y que se espeja á la vez en dos caudalosos ríos, el Mosa y el Vurthe, que multiplican cien y cien veces sus cúpulas en sus ondas temblorosas.

Ahora bien; en Lieja existe una grande y suntuosa iglesia, llamada de San Pablo, y en esta iglesia, aun hoy se admira una bellísima urna de oro, en donde están encerrados los despojos mortales de San Lamberlo, protector de la ciudad.

Y hé aquí la sencilla historia de esta urna maravillosa, tal cual la refieren los ancianos obreros, cuando por las noches se entregan al descanso, sentándose en torno de una enorme jarra de cerveza, que es su bebida favorita.

Era en 1049: agostábanse los postreros frutos del Otoño y la brisa se iba convirtiendo en cierzo, y tras el cierzo asomaban los rudos aquilones que quitan á los árboles sus postreras hojas; que arrebatan á la tierra sus postreras flores, que todo lo tronchan y aniquilan, preparando la entrada triunfal del caduco invierno, que viene envuelto en un manto de nieve; que trae adornada la frente con una diadema de hielos!

Era el primero de Noviembre, día de la fiesta de Todos los Santos; rayaba el alba, y las campanas de la ciudad tocaban melancólicamente el Angelus.

Ninguna luz brillaba en los cielos, ninguna luz brillaba en la tierra; los habitantes de Lieja dormían y no lo oyeron. Uno sólo lo oyó, y es que su lecho era de espinos, porque lo habían mullido los cuidados; es que la miseria, con su voz lúgubre, mecía su inquieto sueño.


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Dominio público
33 págs. / 58 minutos / 148 visitas.

Publicado el 27 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Dies Irae y Otros Relatos

Leónidas Andréiev


Colección, cuentos


Dies irae

Canto primero

I

Esta canción libre, consagrada a los días terribles de justicia y castigo, ha sido compuesta por mí, Jerónimo Pascaña, bandido siciliano, asesino, ladrón, facineroso.

La he compuesto como Dios me ha dado a entender, y he querido cantarla a voz en cuello, como se cantan las buenas canciones. Pero mi carcelero no me lo ha permitido. Mi carcelero tiene las orejas peludas, demasiado estrechas, y sólo las palabras injustas, pérfidas, que saben escurrirse como serpientes, pueden entrar en ellas. Y las palabras de mi canción marchan erguidas, tienen el pecho sólido, la espalda ancha, y, ¡voto a sanes!, desgarran las orejas peludas de mi carcelero.

—¡Si están cerradas sus orejas, busca otra entrada para tu canción, Jerónimo!—me he dicho amistosamente.

He meditado, he cavilado y he dado, a la postre, can una solución, pues Jerónimo no es tonto del todo. Y he aquí lo que he hecho: he tallado mi canción en una piedra, y he prendido fuego en su corazón yerto con mis arranques de cólera. Y cuando la piedra se ha animado y me ha mirado con ojos coléricos, la he cogido suavemente y la he colocado en el borde del muro de mi prisión.

¿Con qué objeto he hecho esto?... Lo he hecho en la esperanza de que no tardará otro temblor de tierra en derribar vuestra ciudad, no dejan de en pie ningún muro, y entonces mi piedra caerá en la cabeza a mi carcelero, y grabará, en sus sesos blandos como la cera, mi canción, como el sello del rey, como un nuevo y colérico mandamiento. Así, con mi canción grabada en los sesos, descenderá mi carcelero a la tumba.

¡Eh, carcelero! No me importa que cierres las orejas: ¡pasaré por tu cráneo!

II

Si para entonces vivo aún, ¡cómo me reiré!; si ya me he muerto, mis huesos danzarán en la sepultura. ¡Será una hermosa tarantela!


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Dominio público
119 págs. / 3 horas, 28 minutos / 134 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Color de Humo

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuentos, colección


Rip-Rip

Este cuento yo no lo vi, pero creo que lo soñé.

¡Qué cosas ven los ojos cuando están cerrados! Parece imposible que tengamos tanta gente y tantas cosas dentro... porque cuando los párpados caen, la mirada, como una señora que cierra su balcón, entra á ver lo que hay en su casa. Pues bien: esta casa mía, esta casa de la señora mirada que yo tengo, ó que me tiene, es un palacio, es una quinta, es una ciudad, es un mundo, es el universo...; pero un universo en el que siempre están presentes el presente, el pasado y el future. A juzgar por lo que miro cuando duermo, pienso para mí, y hasta para ustedes, mis lectores: ¡Jesús, qué de cosas han de ver los ciegos! Esos que siempre están dormidos, ¿qué verán? El amor es ciego, según cuentan. Y el amor es el único que ve á Dios.

¿De quién es la leyenda de Rip-Rip? Entiendo que la recogió Washington Irving para darle forma literaria en alguno de sus libros. Sé que hay una ópera cómica con el propio título y con el mismo argumento. Pero no he leído el cuento del novelador é historiador norteamericano, ni he oído la ópera... pero he visto á Rip-Rip.

Si no fuera pecaminosa la suposición, diría yo que Rip-Rip ha de haber sido hijo del monje Alfeo. Este monje era alemán, cachazudo, flemático, y hasta presumo que algo sordo; pasó cien años sin sentirlos, oyendo el canto de un pájaro. Rip-Rip fué menos yanqui, menos aficionado á músicas y más bebedor de whiskey, durmió durante muchos años.

Rip-Rip, el que yo vi, se durmió, no sé por qué, en alguna caverna en la que entró... quién sabe para qué.


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Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 202 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Para Mis Amigos

Silverio Lanza


Cuentos, colección


Prólogo

Si male loentus sum, testimonium perhibe de malo; si autem bene, cur me cedis?

(Palabras que N. S. Jesucristo dijo al sayón en casa de Anas.)


Hace más de un año fui procesado por la publicación de la novelita que lleva título de Ni en la vida ni en la muerte y es original de Silverio Lanza.

Pasé diez y seis días en la cárcel, y durante éstos recibí de mis amigos tantas atenciones y tan cariñosas que mi orgullo aún no las ha podido justificar.

Me atrevo á poner á Dios por testigo de que ya no me acuerdo de los malos tratamientos que sufrí y de las personas que me molestaron; ni olvidé porque despreciase con fatuidad necia, ni porque me fuese doloroso el recuerdo, sino, en suma, porque si el proceso se incoó con justicia, bien incoado está; y si no se hizo así —circunstancia que expongo, no porque la crea posible, y sí para completar el pensamiento—, en tal caso no es mía la culpa, y no he de recordar lo que no me produce ni placer ni remordimiento.

Se sobreseyó en aquel proceso con motivo del indulto que para los delitos de imprenta otorgó S. M. la Reina con motivo del cumpleaños de S. M. el Rey. No debo discutir la existencia de mi delito y la conducta de S. M., pero me creo con perfecto derecho para decir que el que perdona obra bien.

Hoy publico estos CUENTOS PARA MIS AMIGOS, cuyos cuentos son de Lanza, y de éllos uso dedicándolos á las personas que me honran con sus afectos, porque bueno es que Silverio me ayude á pagar, ya que por su causa quedé obligado a agradecer.

Saben quienes bien me quieren que les he dedicado mi corazón, y no ignoran que son muchos más mis amigos que los cuentos que dejó escritos Silverio Lanza. Y éstos no son pocos.

Entiéndase que no pretendo saldar mis deudas de gratitud, sino demostrar que estoy agradeciendo y me propongo hacerlo mientras viva.


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Dominio público
106 págs. / 3 horas, 6 minutos / 141 visitas.

Publicado el 27 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Campesinos

Antonio de Trueba


Cuentos, colección


Al Sr. D. Carmelo Puyol

Hace dos años dediqué un libro á las costumbres campesinas de Vizcaya que había observado en mi niñez, y ahora dedico otro á las costumbres campesinas de Castilla, que he observado en mi mocedad. Sin embargo, los CUENTOS DE COLOR DE ROSA se idearon en Castilla, y los CUENTOS CAMPESINOS se idearon en Vizcaya.

¿Por qué el autor de este libro pensaba en Vizcaya cuando estaba en Castilla, y en Castilla cuando estaba en Vizcaya? No era porque las cosas vistas desde lejos son más hermosas que vistas desde cerca, no; era porque el autor de este libro divide su amor entre Vizcaya, donde pasó la infancia, y Castilla, donde pasó la adolescencia; dos épocas de la vida que llenan el corazón de infinito amor y de infinitos recuerdos.

Desde su hogar, divisa usted, noble y leal amigo mío, allá en la falda del monte, unos nogales que dan sombra á una casa, y allá en el fondo del valle, unos fresnos que dan sombra á una iglesia. ¡A la sombra de aquellos nogales duermen las memorias de mi infancia, y á la sombra de aquellos fresnos duerme para siempre mi madre!

¡Cómo no ha de parecerme ese valle tan hermoso desde cerca como desde lejos!

Desde mi hogar diviso los campos donde agitaron mi corazón todos los sueños de amor y gloria de mi juventud, donde la amistad me prodigó su cariño, donde la experiencia y los libros iluminaron mi inteligencia, donde el trabajo y el dolor enaltecieron mi alma, y donde Dios me consoló con el sol que hace brillar su mirada y las flores que hace brotar su aliento.

¡Cómo no han de parecerme estos campos tan hermosos, desde lejos como desde cerca!

Aquí, tiene usted explicado por qué hace dos años dediqué un libro á Vizcaya, y ahora dedico otro á Castilla. Fáltame ahora explicar cómo concebí la forma de este libro.


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Dominio público
270 págs. / 7 horas, 54 minutos / 129 visitas.

Publicado el 23 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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