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editor: Edu Robsy etiqueta: Colección


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El Corazón de la Mujer

Soledad Acosta de Samper


Cuentos, Colección


Introducción

El corazón de la mujer es un arpa mágica que no suena armoniosamente sino cuando una mano simpática la pulsa.

El alma y el corazón de una mujer son mundos incógnitos en que se agita el germen de mil ideas vagas, sueños ideales y deleitosas visiones que la rodean y viven con ella: sentimientos misteriosos e imposibles de analizar.

El corazón de la mujer tiene, como el ala de la mariposa, un ligero polvillo; y como ésta pierde su esmalte cuando se la estruja: el polvillo es la imagen de las ilusiones inocentes de la juventud que la realidad arranca rudamente, dejándolo sin brillo y sin belleza.

La mujer de espíritu poético se penetra demasiado de lo ideal, y cuando llega a formarse un culto del sentimiento, sobreviene la realidad que la desalienta y aniquila moralmente. No preguntéis la causa de la tristeza que muestran algunas, o del abatimiento, la amargura o aspereza que manifiestan otras: es porque han caído de la vida ideal, y la realidad ha marchitado sus ilusiones dejándolas en un desierto moral. Muchas no saben lo que ha pasado por ellas, pero llevan consigo un desaliento vago que les hace ver el mundo sin goces; viven solamente para cumplir un deber, y se convierten en beatas o amargamente irónicas.


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Dominio público
93 págs. / 2 horas, 44 minutos / 1.044 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


A lo Vivo

Era un pueblecito rayano, Ribamoura, vivero de contrabandistas, donde esta profesión de riesgo y lucro hacía a la gente menos dormida de lo que suelen ser los pueblerinos. Abundaban los mozos de cabeza caliente, y se desdeñaba al que no era capaz de coger una escopeta y salir a la ganancia.

Las mujeres, vestidas y adornadas con lo que da de sí el contrabando, lucían pendientes de ostentosa filigrana, patenas fastuosas, pañuelos de seda de colorines; en las casas no faltaba ron jamaiqueño ni queso de Flandes, y los hombres poseían armas inglesas, bolsas de piel y tabaco Virginia y Macuba. Al través de Portugal, Inglaterra enviaba sus productos, y de España pasaban otros, cruzando el caudaloso río.

Algunos días del año se interrumpía el tráfico y la industria de Ribamoura. El pueblo entero se congregaba a celebrar las solemnidades consuetudinarias, que servían de pretexto para solaces y holgorio. Tal ocurría con el Carnaval, tal con la fiesta de la Patrona, tal con los días de la Semana Santa. A pesar de ser éstos de penitencia y mortificación, para los de Ribamoura tenían carácter de fiesta; en ellos se celebraba, en la iglesia principal, espacioso edificio de la época herreriana, la representación de la Pasión, con personajes de carne y hueso, y encargándose de los papeles gente del pueblo mismo.

Venido de Oporto, un actor portugués, con el instinto dramático de la raza, organizaba y dirigía la representación; pero sin tomar parte en ella. Esto se hubiese considerado en Ribamoura irreverente. «Trabajaban» por devoción y por respeto tradicional a los misterios redentores; pero nunca hubiesen admitido a nadie mercenario, ni tolerado que hiciese los papeles nadie de mala reputación. Gente honrada, aunque contrabandease; que eso no deshonra. Ni por pecado lo daban en el confesionario los frailes.


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Dominio público
2.814 págs. / 3 días, 10 horas, 6 minutos / 7.141 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos y Notas

Rafael Delgado


Cuentos, Colección


Prólogo

Todos estos cuentos y todas estas notas —que algún nombre he de darles—, fueron publicados en periódicos del Estado de Veracruz y de la capital de esta República. Hoy salen nuevamente, con pocas enmiendas y correcciones (que ni tiempo ni buen humor he tenido para hacerlas), en obsequio de algunos antiguos y por ende fieles amigos, y a instancias del editor de esta Biblioteca.

Confieso llanamente, y válgame algo la franqueza, que no tengo tales escritos por cosa muy subida y quilatada de mérito; pero asimismo declaro, lector amabilísimo, que no los creo indignos de tu discreción ni merecedores de perpetuo olvido.

Son hijos míos, hijos de mi corto entendimiento, y nacidos todos ellos en horas de amargura y en días nublados, casi al mediar de mi vida, de esta pobre vida mía que no será muy larga, y en años en que sólo el cultivo del Arte puede alejar de nosotros el recuerdo de seres amados, idos para siempre, y en que, dolorido el corazón, nos entregamos de grado a las añoranzas de la muerte.

Algunos de los cuentos, sucedidos, notas, bocetos o como te plazca llamarlos, «El Desertor», «El Asesinato de Palma-Sola», «Justicia Popular» y otros semejantes, son meros apuntes de cosas vistas y de sucesos bien sabidos, consignados en cuartillas por vía de estudio, con objeto de escribir más tarde (mi sueño azul) una novela rústica y veracruzana, a manera de «La Parcela» de mi admirado amigo don José López-Portillo y Rojas; novela en que palpiten la vida y las costumbres campesinas de esta privilegiada región; páginas en que puedas ver cómo aman, odian y trabajan nuestros labriegos, cómo viven y cómo alientan y se mueven; en suma: tales como son. Otros (hablo de los cuentos y de las notas), son impresiones mías, algunas muy íntimas y personales —las que yo me sé—, y lo restante trata de cosas más vistas que inventadas.


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Dominio público
224 págs. / 6 horas, 32 minutos / 355 visitas.

Publicado el 13 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Más Allá y Otros Cuentos

Horacio Quiroga


Cuentos, Colección


Más allá

Yo estaba desesperada —dijo la voz—. Mis padres se oponían rotundamente a que tuviera amores con él, y habían llegado a ser muy crueles conmigo. Los últimos días no me dejaban ni asomarme a la puerta. Antes, lo veía siquiera un instante parado en la esquina, aguardándome desde la mañana. ¡Después, ni siquiera eso!

Yo le había dicho a mamá la semana antes:

—¿Pero qué le hallan tú y papá, por Dios, para torturarnos así? ¿Tienen algo que decir de él? ¿Por qué se han opuesto ustedes, como si fuera indigno de pisar esta casa, a que me visite?

Mamá, sin responderme, me hizo salir. Papá, que entraba en ese momento, me detuvo del brazo, y enterado por mamá de lo que yo había dicho, me empujó del hombro afuera, lanzándome de atrás:

—Tu madre se equivoca; lo que ha querido decir es que ella y yo —¿lo oyes bien?— preferimos verte muerta antes que en los brazos de ese hombre. Y ni una palabra más sobre esto.

Esto dijo papá.

—Muy bien —le respondí volviéndome, más pálida, creo, que el mantel mismo—: nunca más les volveré a hablar de él.

Y entré en mi cuarto despacio y profundamente asombrada de sentirme caminar y de ver lo que veía, porque en ese instante había decidido morir.

¡Morir! ¡Descansar en la muerte de ese infierno de todos los días, sabiendo que él estaba a dos pasos esperando verme y sufriendo más que yo! Porque papá jamás consentiría en que me casara con Luis. ¿Qué le hallaba?, me pregunto todavía. ¿Que era pobre? Nosotros lo éramos tanto como él.

¡Oh! La terquedad de papá yo la conocía, como la había conocido mamá.

—Muerta mil veces —decía él—, antes que darla a ese hombre.

Pero él, papá, ¿qué me daba en cambio, si no era la desgracia de amar con todo mi ser sabiéndome amada, y condenada a no asomarme siquiera a la puerta para verlo un instante?


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Dominio público
112 págs. / 3 horas, 17 minutos / 2.330 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Cuentos de Navidad y Reyes

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


La Nochebuena del Papa

Bajo el manto de estrellas de una noche espléndida y glacial, Roma se extiende mostrando a trechos la mancha de sombra de sus misteriosos jardines de cipreses y laureles seculares que tantas cosas han visto, y, en islotes más amplios, la clara blancura de sus monumentos, envolviendo como un sudario, el cadáver de la Historia.

Gente alegre y bulliciosa discurre por la calle. Pocos coches. A pie van los ricos, mezclados con los «contadinos», labriegos de la campiña que han acudido a la magna ciudad trayendo cestas de mercancía o de regalos. Sus trapos pintorescos y de vivo color les distinguen de los burgueses; sus exclamaciones sonoras resuenan en el ambiente claro y frío como cristal. Hormiguean, se empujan, corren: aunque no regresen a sus casas hasta el amanecer —que es cosa segura—, quieren presenciar, en la Basílica de Trinità dei Monti, la plegaria del Papa ante la cuna de Gesù Bambino.

—Sí; el Papa en persona —no como hoy su estatua, sino él mismo, en carne y hueso, porque todavía Roma le pertenece— es quien, en presencia de una multitud que palpita de entusiasmo, va a arrodillarse allí, delante la cuna donde, sobre mullida paja, descansa y sonríe el Niño. Es la noche del 24 de diciembre: ya la grave campana de Santángelo se prepara a herir doce voces el aire y la carroza pontifical, sin escolta, sin aparato, se detiene al pie de la escalinata de Trinità.


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Dominio público
94 págs. / 2 horas, 44 minutos / 234 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cocos y Hadas

Julia de Asensi


Cuentos infantiles, Colección


El coco azul

Teresa era mucho menor que sus hermanos Eugenio y Sofía y sin duda por eso la mimaban tanto sus padres. Había nacido cuando Víctor y Enriqueta no esperaban tener ya más hijos y, aunque no la quisieran mas que a los otros, la habían educado mucho peor. No era la niña mala, pero sí voluntariosa y abusaba de aquellas ventajas que tenía el ser la primera en su casa cuando debía de ser la última.

A causa de eso Eugenio no la quería tanto como a Sofía; ésta, en cambio, repartía por igual su afecto entre sus dos hermanos.

Cuando Teresa hacía alguna cosa que no era del agrado de Eugenio, él la amenazaba con el coco y pintaba muñecos que ponía en la alcoba de su hermana menor para asustarla.

Teresa tenía miedo de todo y sólo Eugenio era el que procuraba vencer su frecuente e incomprensible terror.

No se le podía contar ningún cuento de duendes ni de hadas, ni hablarle de ningún peligro de esos que son continuos e inevitables en la vida. Los padres se disgustaban con que tal hiciera, y sólo su hermano procuraba corregirla por el bien de ella y el de todos, esperando aprovechar la primera ocasión que se presentase para lograrlo.

Rompía los juguetes de su hermana sin que nadie la riñese y Sofía había guardado los que le quedaban, que aun eran muchos y muy bonitos, donde Teresa no los pudiera coger.

—El día que seas buena te los daré todos, le decía.

—Y cuando seas valiente yo te compraré otros, añadía Eugenio.

Teresa se quedaba meditabunda durante largo rato, sin hallar el medio de complacerles.


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Dominio público
38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 280 visitas.

Publicado el 27 de marzo de 2020 por Edu Robsy.

Listas, Listas, Listísimas

Isabel Petrus


Cuentos, Colección


Para Dino. Porque su paciencia conmigo es infinita.

Para Eduardo y Dinito. Porque, pese a todo, siguen considerándome una aceptable, aunque atípica, versión de madre.

Para mi madre. Porque sin ella, sin su cariño y apoyo, nada sería posible. Para Laly, Carlota, Irene, Magda y Belarmino. Porque ellos, en este orden o en cualquier otro, son los amigos fieles que no te fallan nunca, los importantes, los imprescindibles.

Y para quien conmigo va, aunque su sombra y la mía coincidan tan pocas veces.


Si ellos no existieran, esta aventura, mi primer libro, no sería posible.

Gracias a todos.


Y para tí, Edmundo, estés donde estés. Porque me hiciste pelirroja y rebelde, porque me enseñaste de la vida más que cualquier libro. Y porque siempre confiaste en mí, aunque te rieras de mis ilusiones absurdas llamándome lista, lista, listísima.

Ya ves, papá, tu broma se ha convertido en el título de mi primer libro.

Prólogo

La vida, imprevisible, no siempre confirma las expectativas. Pero algunas sí se cumplen.

Me llama Isabel para solicitarme que le escriba el prólogo a su primer libro que va a publicar. Y lo hago gustoso, con el placer de quien asiste a la confirmación de una promesa anunciada. Atrás quedaron aquellos años que para mí significaban el inicio de mi andadura profesional y en los que Isabel, a sus dieciséis años, se mostraba como una chica aplicada e inquieta, que manejaba la pluma con soltura y despuntaba con sus redacciones originales y sugerentes, llenas de creatividad. Sin duda había madera de escritora en aquella adolescente, soñadora y vivaz, que irradiaba simpatía entre las paredes del Instituto, todavía sin nombre, que le vieron crecer.


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Licencia limitada
52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 265 visitas.

Publicado el 6 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Tradiciones Peruanas II

Ricardo Palma


Cuentos, Leyendas, Colección


Carta tónico-biliosa a una amiga

Espíritu de otros días,
en nuevas ropas envuelto,
más que la imagen de un vivo
soy la realidad de un muerto.

Antonio Hurtado


Leyendo mis tradiciones
me dicen que te complaces.
¡Gracias! ¡Gracias! Pues tal haces
a ti van estos renglones.

Charlemos en puridad
un momento:—oye con calma—
dar quiero expansión al alma
en tu sincera amistad.

¿Temes que exhale en sombrías
endechas el alma toda?
¡No! Ya pasaron de moda
los trhenos de Jeremías.

Eso quede a los poetas
sandios, entecos, noveles,
que andan poniendo en carteles
sus angustias más secretas;

Y todo ello en realidad
es como el zumbar de un tábano,
y de sus ayes un rábano
se lo da a la humanidad.

¡Pues fuera grano de anís
que ostentando duelo y llanto,
en imitar diese a tanto
poeta chisgarabís!

Arca santa el corazón
sea de los sufrimientos:
darlos a los cuatro vientos
es una profanación.

Tú sabes bien que el dolor,
si es verdadero y profundo,
ha de esconderse ante el mundo
con cierto noble rubor.

¡Tú que la cruz arrastrando
vas de un padecer tremendo,
con los labios sonriendo,
con el corazón llorando!

¿Por qué escribo estas leyendas?
¿Por qué de siglos difuntos
dan a mi péñola asuntos
las consejas estupendas?

La razón voite a decir.
Es mi libro, bien mirado,
lecciones que da el pasado
al presente y porvenir.

Vanidoso desahogo
encontrará un zoilo en esto
y murmurará indigesto:
—¿quién lo ha hecho a usted pedagogo?

No se queme las pestañas
descifrando mamotretos
sobre tiempos y sujetos
que alcanzó Mari-Castañas.

Deje usted seguir la gresca,
que la humanidad bendita
ya es bastante talludita
y sabe lo que se pesca.


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Dominio público
306 págs. / 8 horas, 56 minutos / 1.805 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Repisas

José de la Cuadra


Cuentos, colección


Glosa del título

Buena parte —la mejor, acaso,— de, mi infancia dorada, se la comió el tiempo mientras habitaba yo en un ruinoso caserón porteño de ésos que virtualmente, ha desplazado ya la construcción moderna de hormigón o de cemento armado.

Por las grandes chazas, constantemente abiertas, se metía en vaharadas el olor saboroso del cacao “Guayaquil”, que se secaba al sol en las aceras. Y quedábase flotando el aroma, suspendido en nubes invisibles, por los grandes cuartos solemnes, amplios como naves de iglesia, que opacaban la luz al robarle fulgencias con lo ennegrecido —pátina de siglos— de sus tablas sin pintar.

Unico adorno de alguna de esas estancias, era un armario enorme, de madera incorruptible, —mueble colonial sin duda, que más parecía obra de alarife que joya de ebanistería y en el cual se enloquecía un estilo retorcido, vehemente, presumido y ostentoso, con algo de falsa pompa, como el churrigueresco o como el manuelino.

Cerrado estaba el armario. Contra su chapa, de complicado juego, se estrellaron mi inventiva y mi tenacidad de muchacho que creía a pié juntillas que en él se escondía la fiesta de las Mil y una Noches, los tesoros de Bagdad y de Basora...

Di a la postre con la llave, pedazo de hierro tomado de orín. Abrí el mueble. Nada. Nada contenía. En sus cuatro repisas, que semejaban sarcófagos destapados, dormían, un poco de silencio secular y un poco de blanda paz antigua e ilustre. Nada...

Miré mis manos. El orín de la llave había dejado en ellas manchas que ocurriérase de sangre. Evoqué medroso el cuento de Barba Azul. Pero, no; el agua modesta del lavabo fué para las manchas de mis manos violadoras, agua lustral que limpió y purificó.


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Dominio público
109 págs. / 3 horas, 12 minutos / 1.448 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos y Diálogos

Juan Valera


Cuentos, Diálogos, Teatro, Colección


Al Excmo. Sr. D. Enrique R. De Saavedra, Duque de Rivas.

Mi querido amigo: Bien hubiera querido yo escribir algo nuevo expresamente para dedicárselo a V., pero mi pobre ingenio está marchito y seco desde hace dos o tres años, y empiezo a perder toda esperanza de que reverdezca y vuelva a florecer algún día.

En tan desengañada situación y urgiéndome pagar la deuda de la lindísima fantasía que tuvo V. la bondad de dedicarme, me decido a dedicar a V. esta colección de Cuentos y Diálogos, que, si bien publicados antes aisladamente, salen hoy por vez primera reunidos en un tomo.

Ahí van Parsondes, que V. tanto celebra; El pájaro verde, cuento vulgar que me contó con singular talento su señora madre de usted y que yo no he hecho sino poner por escrito, procurando competir con Perrault, Andersen y Musaus; El bermejino prehistórico, que yo encuentro gracioso en fuerza de ser disparatado; y los diálogos de Asclepigenia y Gopa, el primero de los cuales sigo creyendo que es lo más elegante y discreto, o si se quiere lo menos tonto, que he escrito en mi vida.

Acoja V. con benignidad estas obrillas ligeras, sobre las cuales nada más se me ocurre que decir, pues las escribí sin intención de enseñar y sólo con el fin de pasar el tiempo y de ver si lograba divertirme yo y divertir también a quien me leyese.


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122 págs. / 3 horas, 33 minutos / 347 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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