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editor: Edu Robsy etiqueta: Crónica


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El Sentimiento de la Catarata

Horacio Quiroga


Crónica, artículo


En sus mil trescientos kilómetros de curso desde las sierras brasileñas hasta su desembocadura en el Paraná, el rio Iguazú debe salvar un desnivel de 800 metros. Como se trata de una gran masa de agua de velocidad normal, y no de una avenida de montaña, se explica que el álveo del río se quiebre repetidas veces en numerosas y rápidas cascadas, para autorizar de algún modo aquella fuerte cota.

La cuenca del Iguazú es, en efecto, una de las más poderosas fuentes de hulla blanca del mundo entero. Si el Iguazú nace a novecientos metros de altura, sus numerosísimos afluentes cobran origen a mil trescientos metros, para vaciarse en aquél tras un curso relativamente breve. Toda esa vasta cuenca se revuelve, pues, en tumbos de agua, cachuelas, saltos y cataratas, cuya sacudida, propagándose de unos a otros sin solución de continuidad, mantiene, puede decirse, a la zona entera en un sordo e interminable fragor.

La cuenca del Iguazú no es dilatada, pero el régimen de lluvias torrenciales a qué está sometida compensa al exceso su brevedad. Los ciento veinticuatro kilómetros cúbicos de agua que se desploman por año sobre los bosques natales son absorbidos en su mitad por el Iguazú. Y si estamos atentos al desnivel apuntado. comprenderemos que cada caída a plomo de esa inmensidad líquida encierre una formidable energía mecánica.


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Publicado el 14 de noviembre de 2022 por Edu Robsy.

Artículos Ligeros sobre Asuntos Trascendentales

José Tomás de Cuéllar


Artículo, crónica


Los faroles

No es nuestro ánimo tratar aquí de los hombres vacíos á quienes el mundo llama faroles, ni de autoridades caricaturescas á quienes suele llamárseles farolones, ni tampoco de aquéllos á quienes por vanos, pretenciosos y farsantes se les dice faroleros. Lejos de nosotros tan mezquinas personalidades. Vamos á ocuparnos simplemente de la importancia social del farol; mueble cuya principal calidad es estar vacío, y que á nosotros se nos antoja que está lleno de muchas cosas importantes, curiosas y buenas de contarse, por ser un tanto cuanto trascendentales.

Los mexicanos de la presente y de las pasadas generaciones, á contar de algún tiempo después de la conquista, hemos nacido viendo faroles: solo que, desde el tiempo de los virreyes hasta la independencia y poco después, los faroles tenían para nosotros casi exclusivamente esta significación: la iglesia. El culto católico fué, mientras pudo, introductor, mantenedor y consumidor de los faroles.

Los faroleros (hablamos, se entiende, de los constructores de faroles, y no de las personas de quienes desde un principio dijimos que no queríamos hablar) los faroleros, pues, han debido ser dos veces afectos al culto; porque este culto con faroles, era además de su religión, su subsistencia.

Ya se recordará que esta dichosa capital, con sus doscientas iglesias, sus doscientas fiestas titulares, sus doscientos novenarios y octavarios, en todo lo que, lo primero indispensable eran los faroles, debió llegar á acopiarlos en cantidades fabulosas.


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Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Los Hércules

Duque de Rivas


Crónica, Artículo


Dentro de los muros de Sevilla, y en medio de uno de sus barrios, tres anchas, largas y paralelas calles de árboles gigantescos y antiguos, delante de los cuales corre por un lado y otro un asiento de piedra, forman el antiguo, magnífico y casi olvidado paseo que se llama la Alameda Vieja. Seis fuentes de mármol, pequeñas, pero de gracioso y sencillo gusto, brindan en ella con el agua más deliciosa de la ciudad, y le sirve de entrada un monumento de la antigua Hispalis y de la romana dominación. Fórmanlo dos gigantescas columnas antiquísimas, llamadas vulgarmente los Hércules, compuestas de dos cañas o afustes, de un solo pedazo de granito cada una, que, estribando en bases áticas, también antiguas, sobre pedestales modernos de muy buena proporción, se ven coronados con sendos capiteles de mármol blanco, mutilados por el curso de los siglos, de orden corintio, y de gran mérito, sobre los que se alzan: en uno, la estatua de Hércules; en otro, la de Julio César. La altura y gallardía de estas columnas, a quien el tiempo ha robado parte de su robustez, descarnando con desigualdad su superficie y dándoles más delgadez y esbelteza; la majestad con que descuellan sobre el gigantesco arbolado y sobre los edificios de la redonda; la gracia y novedad con que dibujan su parte inferior sobre masas de verdura y ramaje, y la superior, sobre el azul puro del cielo de Andalucía; lo vago de sus contornos, y el color indeciso y misterioso de la edad, les da una apariencia fantástica e indefinible, que causa sensación profunda en los ojos y en el corazón de quien las mira y contempla. Por cierto, no tienen tal virtud las dos hermanas raquíticas que quiso darles el siglo pasado en las ridículas columnillas, de ocho pedazos cada una, que en la parte opuesta de la Alameda, como si dijéramos a su salida, se colocaron. ¡Qué diferencia!... Aquéllas son las canillas de un Titán; éstas, un juguetillo de alcorza.


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Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

La Siesta de los Zopilotes

Arturo Ambrogi


Cuento, crónica


Los zopilotes, abrumados por el calor canicular, han sofrenado su vuelo, su vuelo pausado y solemne. Los zopilotes se han detenido, jadeantes, y escalonándose de una manera simétrica en las ramas del viejo carao, se dejan vencer por el sopor que flota en la atmósfera.

Los zopilotes, ya acomodados en las ramas del viejo carao, doblan el cuello, zambullen la cabeza bajo las alas medio desplumadas y se quedan inmóviles.

Los zopilotes dormitan.

Y las manchas negras de su plumaje, las manchas intensas y uniformes, se destacan, netas, sobre el fondo de índigo del cielo diáfano y transparente.

Al carao en que los zopilotes se refugian, los años han ido, despiadados, despojándole de todas sus hojas, hasta dejarlo mondo. Y es así que sus ramas se extienden retorcidas, atormentadas, coronando el tronco rugoso, como los ocho tentáculos de un pulpo.

Los zopilotes dormitan.

Mientras tanto, el sol cae a plomo sobre el cantizal.

Cae a plomo, y hiere las aristas de los cantos, los filos de los guijarros rodantes, arrancándoles cegadores destellos. Cae, y reverbera en la arena como sobre una lámina de antimonio.


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Publicado el 8 de junio de 2020 por Edu Robsy.

Cinco Años de Destierro en la Isla de Cabrera

Abate Turquet


Historia, crónica


A los hijos de los prisioneros de Cabrera

Muchas veces me he llenado de la más viva emoción al oír el relato de los acontecimientos de Cabrera, al pensar en los millares de franceses abandonados en aquel destierro, sin ropa con que cubrirse, sin abrigo, presa de la miseria más espantosa, devorados por terribles enfermedades, y luchando sin tregua contra los horrores del hambre y de la sed. ¡Qué triste situación! y era mi padre quien nos refería aquellos sufrimientos! mi padre quien los había experimentado por espacio de seis años!!! Yo no podía ser indiferente a tales sucesos. Deseaba con afán datos verídicos, exactos, completos; relaciones en que a la par que sencillas, tuviesen el encanto de las narraciones de mi padre, a menudo edificantes y siempre instructivas, pues las del Caporal de la Fontaine y del marino Enrique Ducór estaban muy lejos de satisfacerme.

Hijos de los prisioneros de Cabrera, sin duda os habréis impresionado como yo con los recuerdos de aquella cautividad; también como yo habréis sentido no poder transmitir a vuestros nietos como un legado precioso. Voy pues a satisfacer los deseos de vuestra filial ternura: para vosotros especialmente emprendo la tarea de repetiros las narraciones de mi padre, a vosotros dedico mi obra; porque solo vosotros podéis apreciar la exactitud de los hechos y de las descripciones, y seréis quizás los únicos que no me tildéis de exagerado. Si asaltase a mis lectores la duda sobre la verdad histórica de lo que voy a referir, y el sagrado carácter de que estoy revestido no pudiese disiparla, apelaré a vuestro testimonio.

¡Ojala puedan las veladas del prisionero de Cabrera seros agradables, y acercaros a Dios, único refugio del hombre sobre la tierra!


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Publicado el 13 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Mayoría Popular

Arturo Robsy


Cuento, Crónica, Política


Mayoría popular: ¡Por fin España votó a derechas!


Este era el titular, zumbón pero descriptivo, de aquella mañana: en las páginas interiores, la información detallada de lo que todos vieron por la tele. Los ordenadores habían sufrido el colapso de costumbre y, luego, otro mayor al contemplar el fuerte color verde de la cara del vicepresidente al ver, por primera vez, los avances del escrutinio.

Miraba los papeles. El saber leer como cualquier intelectual no le facilitaba las cosas. Lo que los ojos le decían no lo asimilaba el alado espíritu. ¡Por la estilográfica de Machado y el patio con limonero adjunto! La mayoría se le había desmandado: los pobres y los descamisados mordían la mano que tanto los atornilló.

Verde que te quiero verde, sacó el coraje de su estuche y desenroscó la lengua: con un cuarenta y siete por ciento de los votos escrutados, el PP tendría 213 escaños, 82 el PSOE...

Se volvió. Creía haber oído risitas a su espalda.


* * *


Chiqui Benegas, especialista en excusas, llevaba tres horas pensando a cinco atmósferas. Descubrir el "Efecto Segunda Vuelta" de Melilla sólo le había costado una, pero no siempre las explicaciones oficiales redondas acudían, ligeras, a su mente progresista. Su yo más íntimo, en los descuidos, parecía opinar que los diferentes "Casos Guerra" ilustraban sobradamente el revolcón.

—El Socialismo —dijo cuando estuvo convencido de que casi todo cuela— ha conservado su cuota de votos. La derecha se ha unido, viéndose favorecida por la Ley d'Hondt. Culmina así un proceso de acoso pero no de derribo. Por otro lado, ha actuado el "Síndrome del Este".

Los múltiples secretarios usaron los teléfonos para advertir a todos los que aguardaban a la versión oficial para hacer declaraciones:

—Consigna: todos contra el Psoe, ya podrán. Y, "Síndrome del Este".


* * *


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Publicado el 1 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

La Ciudad de los Contrastes

Juana Manuela Gorriti


Crónica


En un oasis asentado entre las arenas del mar y las primeras rocas de los Andes, extiéndese la opulenta metrópoli.

Capital de la más rica de las repúblicas sudamericanas, cuenta a granel los millones que afluyen a su tesoro, por centenas los palacios de mármol que se alzan en su recinto; pero se rehúsa una casa para sus recepciones oficiales, un teatro donde recibir los grandes artistas, que atraídos por su esplendor vienen a visitarla.

En el flanco septentrional de una bella plaza adornada con fuentes, jardines y estatuas, álzase apenas del suelo un ruinoso, sucio y grotesco edificio coronado de una baranda de madera carcomida, y flanqueado de tiendas atestadas de telas vistosas y de una profusión de objetos heterogéneos. Diríase un bazar de Oriente.

Llámanlo Palacio de Gobierno. Sus huéspedes, curándose muy poco de esa transitoria morada, conténtanse con forrarla interiormente de seda, oro y mármol para su propio confort, dejando a sus sucesores el cuidado de la parte monumental.

Cinco cuadras de allí distante, un engañoso frontispicio da entrada a un caserón vetusto, informe, cuarteado en todos sentidos, y con las más pronunciadas apariencias de un granero:

¡Es el teatro!

Y sin embargo, con la cuarta parte del oro y las pedrerías que en su espléndido entusiasmo ha derramado Lima en ese escenario sobre sus artistas favoritos, habría podido construir el más hermoso teatro del mundo.

Y sin embargo, aun, en las noches de estrenos cuando las encantadoras hijas del Rímac llenan las tres líneas de palcos, que el gas resplandece, y los abanicos se agitan, y las miradas se cruzan, un prestigio extraño, casi divino, trasforma el derruido edificio; y ningún joven abonado lo cambiaría entonces por el más suntuoso teatro de París, por el más aristocrático de Londres.


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Publicado el 3 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Episodios Nacionales

Arturo Robsy


Cuento, crónica


Prologuito


Dicen algunos que soy muy observador. Mentira. Las cosas que veo es que están muy ahí, al alcance de cualquier ojo por miope o astigmático que sea, y, aún así, muchas se me pasan por alto, porque soy muy distraído y, entonces, me las tienen que contar para que pueda, por fin, olvidarlas cómodamente.

Otras, en cambio, no se me van de la cabeza y, cuando las comento, resulta que, a lo mejor, son falsas, lo cual es muy bueno para un tipo que se dedica a contar historias.

No soy metódico tampoco, pero, por juego, me molesto en llevar un par de ficheros y un cuaderno donde apunto y clasifico los pintoresquismos con los que me doy de bruces.

Tenía que titular de alguna forma este trabajito supletorio, que hago, generalmente, cuando paseo con la novia o me voy de picos pardos por las tabernas (que de todo hay en la viña del Señor). Y he aquí que le he puesto "Episodios Nacionales", porque contiene las bravas aventuras que todavía hoy se pueden correr en mi tierra, que, salvo excepciones, dignas del mayor respeto, es también la suya, lector.

Y, después de todo este prologuito, pasemos a las duras realidades, no sin advertir que algunas de ellas pueden ser falsas, bien porque me las contaron ya falsificadas, bien porque yo no resistí la tentación.


1.º— Tengo en mis manos un precioso panfleto verde que anuncia las fiestas de Alcaufar, esa cala incomparable que todavía no ha sido falsificada convenientemente. Quienes lo redactaron tenían un buen sentido del humor, un excelente sentido, que yo les agradezco. Así, anunciaban con simpatía:


"Grandes Fiestas en ALCAUFAR-CITY, 73."


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Ventero

Duque de Rivas


Crónica, Artículo


VENTA.—La casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los pasajeros. El sitio desamparado y expuesto a las injurias del tiempo como lo suelen estar las ventas.

VENTERO.—El que tiene a su cuidado y cargo la Venta y el hospedaje de los pasajeros.

(Diccionario de la Academia.)
 

La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote de la Mancha.

Y lo más raro es que se parecen como se parecían dos gotas de agua a los que en los desiertos de Siria y de la Arabia tienen a su cuidado los «caravansérails»; esto es: las ventas donde se alojan las caravanas en aquellos remotos países, si es que son exactas las descripciones de Chateaubriand, Las Casas, Belconi y Lamartine.

Lugar era éste en que uno de esos prolijos investigadores del origen de todas las cosas podía lucir su erudición y la argucia de su ingenio manifestándonos que las ventas de ahora son los «caravanseradis» de tiempos de moros; y acaso el nombre de «Carabanchel» le ofrecería un argumento inexpugnable. Pero quédese esto para los que siguen la inclinación y buen ejemplo del estudiante que acompañó a Don Quijote a la cueva de Montesinos, y que se ocupaba en escribir la continuación de Virgilio Polidoro, y ocupémonos nosotros del ventero, pues es tipo de tal valía que el curso de dos siglos no lo ha variado en lo más mínimo.


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13 págs. / 23 minutos / 134 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

El Paso de la Recua

Arturo Ambrogi


Cuento, crónica


Cae perpendicularmente el sol. Cae perpendicular, encendiendo ofuscantes reflejos en el polvo calizo de la carretera.

Es la hora del mediodía. La hora propicia en que los garrobos, abandonando sus cuevas, suben, rampantes, por los troncos de los viejos árboles, hasta la cúspide pelada y ahí plantados, parecen implorar una ráfaga de brisa. Es, también , la hora en que las culebras se enroscan en nudo más apretado, y así amodorradas se están, chitas, entre las requemadas macollas o se tienden , estiradas como chirriones, simulando estar muertas, entre el polvo blanco.

La naturaleza parece aletargada. Sumida en un sopor de plomo, en medio del cual apenas repercute, estridente, el agrio chirrear de las chicharras y de los chiquirines.


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Publicado el 8 de junio de 2020 por Edu Robsy.

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