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editor: Edu Robsy etiqueta: Cuento infantil textos disponibles


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La Sombra

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


En los países cálidos, ¡allí sí que calienta el sol! La gente llega a parecer de caoba; tanto, que en los países tórridos se convierten en negros. Y precisamente a los países cálidos fue adonde marchó un sabio de los países fríos, creyendo que en ellos podía vagabundear, como hacía en su tierra, aunque pronto se acostumbró a lo contrario. Él y toda la gente sensata debían quedarse puertas adentro. Celosías y puertas se mantenían cerradas el día entero; parecía como si toda la casa durmiese o que no hubiera nadie en ella. Además, la callejuela con altas casas donde vivía estaba construida de tal forma que el sol no se movía de ella de la mañana a la noche; era, en realidad, algo inaguantable. Al sabio de los países fríos, que era joven e inteligente, le pareció que vivía en un horno candente, y le afectó tanto, que empezó a adelgazar. Incluso su sombra menguó y se hizo más pequeña que en su país; el sol también la debilitaba. Tanto uno como otra no comenzaban a vivir hasta la noche, cuando el sol se había puesto.


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13 págs. / 23 minutos / 667 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

La Cenicienta

Charles Perrault


Cuento infantil


Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo.

El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.

Junto con realizarse la boda, la madrastra dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó a las más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.

La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, lo que le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.

Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas; nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca. Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.


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6 págs. / 11 minutos / 1.600 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Último Sueño del Viejo Roble

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Había una vez en el bosque, sobre los acantilados que daban al mar, un vetusto roble, que tenía exactamente trescientos sesenta y cinco años. Pero todo este tiempo, para el árbol no significaba más que lo que significan otros tantos días para nosotros, los hombres.

Nosotros velamos de día, dormimos de noche y entonces tenemos nuestros sueños. La cosa es distinta con el árbol, pues vela por espacio de tres estaciones, y sólo en invierno queda sumido en sueño; el invierno es su tiempo de descanso, es su noche tras el largo día formado por la primavera, el verano y el otoño.

Aquel insecto que apenas vive veinticuatro horas y que llamamos efímera, más de un caluroso día de verano había estado bailando, viviendo, flotando y disfrutando en torno a su copa. Después, el pobre animalito descansaba en silenciosa bienaventuranza sobre una de las verdes hojas de roble, y entonces el árbol le decía siempre:

—¡Pobre pequeña! Tu vida entera dura sólo un momento. ¡Qué breve! Es un caso bien triste.

—¿Triste? —respondía invariablemente la efímera—. ¿Qué quieres decir? Todo es tan luminoso y claro, tan cálido y magnífico, y yo me siento tan contenta...

—Pero sólo un día y todo terminó.

—¿Terminó? —replicaba la efímera—. ¿Qué es lo que termina? ¿Has terminado tú, acaso?

—No, yo vivo miles y miles de tus días, y mi día abarca estaciones enteras. Es un tiempo tan largo, que tú no puedes calcularlo.

—No te comprendo, la verdad. Tú tienes millares de mis días, pero yo tengo millares de instantes para sentirme contenta y feliz. ¿Termina acaso toda esa magnificencia del mundo, cuando tú mueres?

—No —decía el roble—. Continúa más tiempo, un tiempo infinitamente más largo del que puedo imaginar.

—Entonces nuestra existencia es igual de larga, sólo que la contamos de modo diferente.


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6 págs. / 11 minutos / 521 visitas.

Publicado el 28 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Cofre Volador

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Érase una vez un comerciante tan rico, que habría podido empedrar toda la calle con monedas de plata, y aún casi un callejón por añadidura; pero se guardó de hacerlo, pues el hombre conocía mejores maneras de invertir su dinero, y cuando daba un ochavo era para recibir un escudo. Fue un mercader muy listo... y luego murió.

Su hijo heredó todos sus caudales, y vivía alegremente: todas las noches iba al baile de máscaras, hacía cometas con billetes de banco y arrojaba al agua panecillos untados de mantequilla y lastrados con monedas de oro en vez de piedras. No es extraño, pues, que pronto se terminase el dinero; al fin a nuestro mozo no le quedaron más de cuatro perras gordas, y por todo vestido, unas zapatillas y una vieja bata de noche. Sus amigos lo abandonaron; no podían ya ir juntos por la calle; pero uno de ellos, que era un bonachón, le envió un viejo cofre con este aviso: «¡Embala!». El consejo era bueno, desde luego, pero como nada tenía que embalar, se metió él en el baúl.

Era un cofre curioso: echaba a volar en cuanto se le apretaba la cerradura. Y así lo hizo; en un santiamén, el muchacho se vio por los aires metido en el cofre, después de salir por la chimenea, y montóse hasta las nubes, vuela que te vuela. Cada vez que el fondo del baúl crujía un poco, a nuestro hombre le entraba pánico; si se desprendiesen las tablas, ¡vaya salto! ¡Dios nos ampare!

De este modo llegó a tierra de turcos. Escondiendo el cofre en el bosque, entre hojarasca seca, se encaminó a la ciudad; no llamó la atención de nadie, pues todos los turcos vestían también bata y pantuflos. Encontróse con un ama que llevaba un niño:

—Oye, nodriza —le preguntó—, ¿qué es aquel castillo tan grande, junto a la ciudad, con ventanas tan altas?


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6 págs. / 11 minutos / 121 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Gato y el Ratón Hacen Vida en Común

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cuentan que hubo una vez un ratón que se convirtió en el mejor amigo de un gato. Tanto le quería y tal amistad y cariño había trabado con él, que elgato le ofreció la posibilidad de convivir juntos en una pequeña casita. — Lo primero que debemos hacer — avisó el gato, — es asegurarnos de que no pasaremos penalidades en invierno y que no nos faltará comida.

El ratón accedió encantado a la propuesta, y después de haberse instalado en la casita, convinieron en comprar un pucherito y llenarlo de grasa para cuando vinieran los duros fríos de enero. — Para que no haya problemas, ni caigamos en la tentación de comerlo antes de tiempo — previno el gato, — lo esconderemos en la iglesia. Bajo el altar estará a buen recaudo.

Así lo hicieron, y cuando volvieron a la casa, el gato comentó al ratón: — ¿Ves? De esta forma, no tendrás que salir a buscar comida por la calle en invierno, arriesgándote a caer en una ratonera. Y escuchando estas palabras, el ratón pensó en cuánto le quería su compañero. Plácidamente pasó el tiempo en la casa en la que el gato y el ratón hacían vida en común.

Pero cierto día, al gato le entraron unas ganas irrefrenables de catar la manteca, y mintió al ratón: — Me han invitado al bautizo del gatito de mi prima y debo ausentarme. No me esperes hasta esta tarde — Advirtió al ratón. E inmediatamente echó a correr hacia la iglesia, comiéndose toda la parte superior de la grasa del puchero.

De vuelta a casa, el ratón, curioso, preguntó por el nombre del pequeño gatito ahijado: — Le hemos puesto "Empezado" — Contestó el gato. — ¡Vaya un nombre más raro! Seguro que no viene en el santoral — Se extrañóel ratón. — No veo qué tiene de particular ese nombre — continuó el gato, — Tu abuelo se llamaba Robamigas, que tampoco es muy común.


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2 págs. / 3 minutos / 292 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Cuervo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez una reina que tenía una hijita de corta edad, a la que se tenía que llevar aún en brazos. Un día la niña estaba muy impertinente, y su madre no lograba calmarla de ningún modo, hasta que, perdiendo la paciencia, al ver unos cuervos que volaban en torno al palacio, abrió la ventana y dijo:

— ¡Ojalá te volvieses cuervo y echases a volar; por lo menos tendría paz!

Pronunciadas apenas estas palabras, la niña quedó convertida en cuervo y, desprendiéndose del brazo materno, huyó volando por la ventana. Fue a parar a un bosque tenebroso, en el que permaneció mucho tiempo, y sus padres perdieron todo rastro de ella.

Cierto día, un hombre que pasaba por el bosque percibió el graznido de un cuervo; al acercarse al lugar de donde procedía, oyó que decía el ave:

— Soy princesa de nacimiento y quedé encantada; pero tú puedes liberarme.

— ¿Qué debo hacer? — preguntó él.

Y el cuervo respondió:

— Sigue bosque adentro, hasta que encuentres una casa, en la que vive una vieja. Te ofrecerá comida y bebida; pero no aceptes nada, pues por poco que comas o bebas quedarás sumido en un profundo sueño, y ya no te será posible rescatarme. En el jardín de detrás de la casa hay un gran montón de cortezas, aguárdame allí. Durante tres días seguidos vendré a las dos de la tarde, en un coche tirado, la primera vez, por cuatro caballos blancos; por cuatro rojos, la segunda, y por cuatro negros, la tercera; pero si en vez de estar despierto te hallas dormido, no me podrás desencantar.

Prometió el hombre cumplirlo todo al pie de la letra; mas el cuervo suspiró:

— ¡Ay!, bien sé que no me liberarás, porque aceptarás algo de la vieja.

El hombre repitió su promesa de que no tocaría nada de comer ni de beber. Al encontrarse delante de la casa, salió la mujer a recibirlo.

— ¡Pobre, y qué cansado pareces! Entra a reposar, comerás y beberás algo.


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6 págs. / 10 minutos / 261 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Cacería de la Víbora de Cascabel

Horacio Quiroga


Cuento infantil


Chiquitos:

¿Se acuerdan ustedes de la extraña cartera de bosillo que tenía aquel amigo ciego que vino una noche de tormenta a visitarme, acompañado de un agente de polícia? Era de víbora de cascabel. ¿Y saben por qué el hombre estaba ciego? Por haber sido mordido por esa misma víbora.

Así es, chiquitos. La víboras todas causan baño, y llegan a matar al hombre que muerden. Tienen dos glándulas de veneno que comunican con sus dos colmillos. Estos dientes son huecos, o, mejor dicho, poseen un fino canal por dentro, exactamente como las agujas para dar inyecciones. Y como esas mismas agujas, los dientes de la víbora de cascabel están cortados en chanfle o bisel, como los pitos de vigilante y los escoplos de carpintero.

Cuando las víboras hincan los dientes, aprietan al mismo tiempo las glándulas, y el veneno corre entonces por los canales y penetra en la carne. En dos palabras: dan una inyección de veneno. Por esto, cuando las víboras son grandes y sus colmillos, por lo tanto, larguísimos, inyectan tan profundamente que llegan a matar a cuanto ser muerden.

La víbora más venenosa que nosotros tenemos en la Argentina es la de cascabel. Es aún más venenosa que la yarará o víbora de la cruz. Cuando no alcanza a matar, ocasiona enfermedades muy largas, a veces parálisis por toda la vida. A veces deja ciego. Y esto le pasó a mi amigo de la cartera, quien no tuvo otro consuelo que transformar la piel de su enemiga en un lindo forro.


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 70 visitas.

Publicado el 22 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Un Ojito, Dos Ojitos, Tres Ojitos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Una mujer tenía tres hijas: la mayor se llamaba Un Ojito, porque sólo tenía un ojo en medio de la frente; la segunda se llamaba Dos Ojitos, porque tenía dos ojos como todo el mundo; y la tercera se llamaba Tres Ojitos, porque tenía los dos de todo el mundo, más uno de propina en la frente. Y como la segunda era igual que todas las personas, ni su madre ni sus hermanas la podían soportar. Siempre le estaban diciendo:

— ¡Qué niña más ordinaria! No te distingues nada de la gente corriente; no pareces de nuestra familia.

Y la trataban mal, la vestían con los peores trajes y no le daban de comer más que las sobras.

Un día, la mandaron al campo a cuidar la cabra; y la niña estaba llorando porque tenía hambre. En esto, vio a una mujer que le dijo:

— Dos Ojitos, ¿por qué lloras?.

— ¡Ay, soy muy desgraciada! Tengo dos ojos como todo el mundo, y ni mi madre ni mis hermanas me quieren; siempre me están empujando, me dan los vestidos rotos y me dejan sin comer. Hoy he comido tan poco, que me estoy muriendo de hambre.

Y la mujer que era un hada, le dijo:

— No llores más; voy a decirte unas palabras mágicas, para que ya nunca vuelvas a pasar hambre. Basta que digas a la cabra: “¡Bala, cabrita!

¡Cúbrete, mesita! ”. Y, en cuanto lo digas, aparecerá delante de ti una mesa llena de platos muy buenos, y podrás comer todo lo que quieras. Cuando termines de comer, dirás: “¡Bala, cabrita!

¡Quítate, mesita!”. Y la mesa desaparecerá.

El hada se marchó, y Dos Ojitos se quedó pensando: “ Voy a probar si todo eso es verdad, porque tengo mucha hambre”. “¡Bala, cabrita!


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6 págs. / 10 minutos / 246 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Madre Nieve

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cierta viuda tenía dos hijas, una de ellas hermosa y diligente; la otra, fea y perezosa. Sin embargo, quería mucho más a esta segunda, porque era verdadera hija suya, y cargaba a la otra todas las faenas del hogar, haciendo de ella la cenicienta de la casa. La pobre muchacha tenía que sentarse todos los días junto a un pozo, al borde de la carretera, y estarse hilando hasta que le sangraban los dedos. Tan manchado de sangre se le puso un día el huso, que la muchacha quiso lavarlo en el pozo, y he aquí que se le escapó de la mano y le cayó al fondo. Llorando, se fue a contar lo ocurrido a su madrastra, y ésta, que era muy dura de corazón, la riñó ásperamente y le dijo:

— ¡Puesto que has dejado caer el huso al pozo, irás a sacarlo!

Volvió la muchacha al pozo, sin saber qué hacer, y, en su angustia, se arrojó al agua en busca del huso. Perdió el sentido, y al despertarse y volver en sí, encontróse en un bellísimo prado bañado de sol y cubierto de millares de florecillas. Caminando por él, llegó a un horno lleno de pan, el cual le gritó:

— ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante cocido.

Acercóse ella, y, con la pala, fue sacando las hogazas. Prosiguiendo su camino, vio un manzano cargado de manzanas, que le gritó, a su vez:

— ¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas las manzanas estamos ya maduras.

Sacudiendo ella el árbol, comenzó a caer una lluvia de manzanas, hasta no quedar ninguna, y después que las hubo reunido en un montón, siguió adelante. Finalmente, llegó a una casita, a una de cuyas ventanas estaba asomada una vieja; pero como tenía los dientes muy grandes, la niña echó a correr, asustada. La vieja la llamó:


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3 págs. / 5 minutos / 234 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Lo que Dijo Toda la Familia

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


¿Qué dijo toda la familia? Escucha primeramente lo que dijo Marujita.

Era su cumpleaños, el día más hermoso de todos, según ella. Vinieron a jugar todos sus amiguitos y amiguitas. Llevaba su mejor vestido, regalo de abuelita, que descansaba ya en Dios. Abuelita lo había cortado y cosido con sus propias manos, antes de irse al cielo. La mesa de la habitación de María brillaba de regalos; había entre ellos una lindísima cocina de juguete, con todo lo que debe tener una de verdad, y una muñeca que cerraba los ojos y decía «¡ay!» cuando le apretaban la barriga; y había también un libro, de estampas, con magníficas historias para los que sabían leer. Pero más hermoso aún que todas las historias era poder celebrar muchos cumpleaños.

—¡Qué bonito es vivir! —dijo Marujita.

Y el padrino añadió que la vida era el más bello cuento de hadas.

En la habitación contigua estaban sus dos hermanos, muchachos ya mayores, el uno de 9 años, el otro de 11. Pensaban también que la vida es muy hermosa, pero la vida a su manera, es decir, no ser ya niños como María, sino alumnos despabilados, llevar «sobresaliente» en la libreta de notas, poder jugar y divertirse con sus compañeros, patinar en invierno, correr en bicicleta en verano, leer historias sobre castillos medievales, puentes levadizos y mazmorras, escuchar relatos acerca de los descubrimientos en el interior de África. Uno de los muchachos sentía, sin embargo, una preocupación: que todo estaría ya descubierto cuando él fuese mayor; quería ir en busca de aventuras, como en los cuentos. La vida es el más hermoso, cuento de hadas, había dicho el padrino, y uno interviene en él personalmente.


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2 págs. / 5 minutos / 110 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.

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