El Hada del Viejo Tilo
Ángela Grassi
Cuento
Perdido entre las asperezas de los Alpes, no muy lejos del país de los Grisones y en el centro de la cordillera del Arlberg, allí donde nacen el Sech y el Inn, dos caudalosos ríos que van á morir en el Danubio, existe un risueño vallecito cubierto de árboles, cruzado de arroyos que dan sombras y murmullos á una humilde aldea.
El valle está formado por dos altísimos picachos, sobre uno de los cuales descuella el antiguo castillo de Asburg, y sobre el otro un monasterio, en donde castas vírgenes elevan á Dios sus oraciones.
En medio de aquella agreste y majestuosa naturaleza, alumbrados por los plácidos fulgores de aquel sereno cielo, los habitantes del valle se entregan á esas misteriosas y poéticas creencias, tan familiares en Alemania; y no hay un árbol, una flor, un lago, que no tenga su mística leyenda.
Cuando tuvo lugar el suceso que voy á referir, era un domingo por la tarde. ¿De qué siglo, de qué año? No lo sé, nadie lo sabe!... El cielo estaba entoldado, las campanas del monasterio doblaban tristemente; en el castillo los antiguos servidores iban y venían con ademán consternado, y sin embargo, en el valle, los aldeanos y las aldeanas bailaban en derredor de un viejo Tilo.
Era un Tilo enorme, que extendía pomposamente en torno su ramaje. Su historia era tan antigua como las chozas del valle. Bajo su sombra habían bailado sus primeros habitantes; delante de él habían pronunciado sus amantes juramentos, y por esto la adoración, trasmitida de padres á hijos, había ido tan lejos, que le suponían habitado por una hada benéfica, protectora de la aldea, y por esto, en fin, le hacían siempre testigo de sus juegos, de sus risas, de sus cantos...
—Mejor haríais en interrumpir vuestra algazara, dijo la vieja Fidelia, acercándose al corro, apoyado en su nudoso bastón. ¡El señor de Asburg se muere!
Dominio público
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Publicado el 27 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.