Capítulo I
En él se da principio con un monólogo
Tengo yo razón de ser?», se preguntaba el maestro mientras mascullaba maquinalmente un bocado de pan.
«Razón de ser..., razón de ser..., ón de ser..., de ser..., ser..., er...», repetía sin darse cuenta de ello.
«¿Si tendré razón de ser?», se volvió a preguntar, y deglutió el bolo alimenticio.
«¿Por qué como?—Y seguía comiendo—Porque tengo apetito. Y ¿por qué
tengo apetito? Porque tengo necesidad. Y ¿por que tengo necesidad?
Porque no he comido hace unas horas..., es decir, que como porque no he
comido..., ¡comer por no haber comido!, ¡ah, caramba!, ¡pshé, pshé!», y
se puso a silbar mirando al techo.
Cogió una tajadita de carne caliente y, mientras soplaba, volvió al
tema: «¿Para qué como? Para vivir. Y ¿para qué vivo?, sí, ¿para que
vivo?, ¿para qué vivo? ¡Ah, ah!, aquí esta el clavo...
Mi corazón a su pies
lo ves y no lo levantas,
¡zamba!, ¡que le da!,
¡que le da!, ¡que le da!, ¡que le da!
Ésta es música...,¿de qué zarzuela es?..., en fin, ¿para qué
vivo?..., para muchas cosas... ¡Oh, oh!, yo descubriré el problema...» Y
se acomodó mejor en la silla.
—¡Juanita! ¡Juanita!
—¡Señorito!
—Tráeme tintero con tinta, pluma de escribir y papel...rayado o sin rayar. Anda lista.
La criada, que era fea, se lo trajo. Tomó la pluma, mojóla en tinta y se quedó pensando.
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