«Lo
verdadero puede a veces no ser verosímil»
Boileau,
Art poétique, III, 48
Decía yo el otro día, en este lugar, que la escuela
literaria de ayer se servía, para sus novelas, de las
aventuras o de las verdades excepcionales encontradas en la
existencia; mientras que la escuela actual, al no preocuparse
sino por la verosimilitud, establece una especie de media de
los acontecimientos ordinarios.
Y hete aquí que me comunican toda una historia, ocurrida,
al parecer, y que se diría inventada por algún novelista
popular o algún dramaturgo delirante.
Es, en cualquier caso, pasmosa, bien urdida y muy
interesante en su extrañeza.
En una propiedad rural, mitad granja y mitad quinta, vivía
una familia que tenía una hija a la que cortejaban dos
jóvenes, hermanos.
Éstos pertenecían a una antigua y excelente casa, y vivían
juntos en una propiedad vecina.
El preferido fue el mayor. Y el pequeño, a quien un amor
tumultuoso le trastornaba el corazón, se tornó sombrío,
soñador, errabundo. Salía durante días enteros o bien se
encerraba en su habitación, y leía o meditaba.
Cuanto más se acercaba la hora de la boda, más receloso se
volvía.
Aproximadamente una semana antes de la fecha fijada, el
novio, que regresaba una noche de su cotidiana visita a la
joven, recibió un disparo a quemarropa, en un rincón del
bosque. Unos campesinos, que lo encontraron al nacer el día,
llevaron el cuerpo a su hogar. Su hermano se sumió en una
fogosa desesperación que duró dos años. Se creyó incluso que
se metería a cura o que se mataría.
Al cabo de esos dos años de desesperación, se casó con la
novia de su hermano.
Información texto 'Un Drama Verdadero'