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Huerco

José Pedro Bellán


Cuentos, colección


Mi ruina

Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 74 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Dama Joven

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


Prólogo

Si esta colección llevase al frente un título significativo, podría ser el de Apuntes y miniaturas, porque se compone de dos clases de páginas: unas trazadas libremente, como los apuntes en que los dibujantes fijan impresiones ó tipos del natural, otras empastadas con esmero, prolijamente trabajadas, como las miniaturas del tiempo de nuestras bisabuelas.

Resulta de la diversidad en los procedimientos la de los estilos. Apenas parecen hijas de una misma pluma Bucólica y La Gallega, El Rizo del Nazareno y Fuego á bordo. Y consiste en que Fuego á bordo, por ejemplo, es la propia narración que oí de labios del cocinero del incendiado buque; quién, por más señas, me refirió la catástrofe de tan expresiva manera, con tal viveza de colorido y tan gráficos pormenores, que ojalá tuviese yo allí á mano un taquígrafo para que sin omitir punto ni coma, conservase en toda su pureza el original del interesante relato, muy perjudicado, de seguro, en mi traslación, por más nimia y fiel que sea. Juzgo imperdonable artificio en los escritores, alterar ó corregir las formas de la oración popular, entre las cuales y la idea que las dicta ha de existir sin remedio el nexo ó vínculo misterioso que enlaza á todo pensamiento con su expresión hablada. Aun á costa de exponerme á que censores muy formales me imputen el estilo de mis héroes, insisto en no pulirlo ni arreglarlo, y en dejar á señoritos y curas de aldea, á mujeres del pueblo y amas de cría, que se produzcan como saben y pueden, cometiendo las faltas de lenguaje, barbarismos y provincialismos que gusten. Menos comprometido, pero menos honroso también, sería dictar á los párrocos de Boan y Naya, á las comadres del Indulto, períodos cervantescos y giros usuales en el centro de España, y jamás usados en este rincón del Noroeste.


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Dominio público
239 págs. / 6 horas, 59 minutos / 661 visitas.

Publicado el 19 de diciembre de 2017 por Edu Robsy.

Leña Seca

Javier de Viana


Cuentos, colección


La tapera del cuervo

A Julio Abellá y Escobar.

I

En la linde del camino, ancho y plano, sobre robusto pedestal de cal y canto, una lápida cuadrangular, de granito tallado, indica el límite uruguayo-brasileño. Diez metros más al norte, sobre diminuta meseta que forma como un balcón de la sierra mirando a la hondonada donde se retuerce el regato, afirma un caserón, bajo de techos, recio de muros y rico en hierros que guarnecen las exiguas ventanas. Es una venda riograndense.

El comercio, propiamente, lo forma una sala reducida y obscura, en cuya añeja anaquelería fraternizan los artículos más heterogéneos, dando pobre idea de la importancia del negocio; pero luego, en salas y galpones adjuntos, las pilas de charque y cueros, los grandes zarzos soportando miles de quesos de todas formas y tamaños, y la profusión de bultos cuidadosamente embalados, denuncian la casa fuerte, rica a la manera de los hormigueros. Las cinco carretas que se asolean junto al guardapatio, contribuyen a robustecer esa opinión.

Yo había llegado esa tarde y debía permanecer allí varios días para la realización de un negocio ganadero. Y había tragado en la jornada una docena de esas leguas brasileñas que se estiran como perro al sol, y estaba harto de trote por caminos en cuyos frecuentes atoladeros era menester tirar as botas para vadearlos. La fatiga y el sueño me rendían; y haciendo poco honor a la feijoada y al arroz hervido de la cena, gané con gusto el cuartejo donde me habían preparado alojamiento, teniendo por cama un catre de guascas, por cobijas mi poncho, por dosel un zarzo lleno de quesos y por compañía, las ratas y ratones que formaban, al parecer, enjambre. Habituado a hospitalidades semejantes, me acosté filosóficamente y el catre crujió con el peso de la fatiga acumulada en diez horas de trote por caminos brasileños.


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Dominio público
146 págs. / 4 horas, 16 minutos / 99 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Leyendas de la Casa Provincial

Nathaniel Hawthorne


Cuentos, Colección


I. LA MASCARADA DE HOWE

Vagando por la calle de Wáshington una tarde del verano pasado, atrajo mis miradas una muestra de hotel que asomaba de un estrecho zaguán abovedado casi en frente de la antigua iglesia del Sur. La muestra representaba la fachada de un soberbio edificio designado con el nombre de “Antigua Casa Provincial, al cuidado de Thomas Waite.” Me sentí satisfecho de recordar así el propósito, que abrigaba largo tiempo, de visitar y recorrer la mansión de los antiguos gobernadores reales de Massachusetts; y penetrando en el pasillo abovedado que se extendía en medio de una hilera de tiendas de ladrillo, unos cuantos pasos me transportaron desde el bullicioso centro del moderno Boston hasta un patiocillo pequeño y silencioso. Un lado de este espacio estaba ocupado por la fachada cuadrada de la casa provincial, de tres pisos, y coronada de una cúpula en cuya cima podía distinguirse un indio dorado, con su arco tendido y una flecha en la cuerda, apuntando al gallo de la veleta colocada en el chapitel de la Iglesia del Sur. Esta figura conservaba la misma actitud hacía setenta años o quizá más, desde el tiempo en que el buen decano Drowne, un diestro escultor en maderas, la colocó por primera vez en su larga vigilia de centinela sobre la ciudad.


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Dominio público
31 págs. / 55 minutos / 247 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Lunes Antes del Alba...

Ramón María Tenreiro


Cuentos, colección


Lunes antes del alba...

A Azorín


“Lunes antes del alba comencé mi camino.”

—Arcipreste de Hita.


Claro y de noble color rayaba el sol por el transparente cielo azul de la mañana. Las gayas aves, calandrias y ruiseñores, lo recibían con cantos placenteros; a su luz, los árboles frutales aparecían cubiertos de flores blancas y grana y de hojuelas tiernas; abríanse rosas bermejas en las huertas y doradas margaritas en los prados, y, movidos del fresco y suave viento, crecían en los pegujares los tallos nuevos de trigo y de centeno.

En una charca, ribera de Henares, las cantaderas ranas, bien solteras, croaban y jugaban. Paso a paso llegóse allí un escolar, que holgaba señero por los campos llenos de flor.

—¿Con que esas vanas voces son para demandarle rey a don Júpiter? —exclamó con risa, al recordar un ejemplo de su Isopete.

Y lanzando con mano ágil un redondo guijarro que, al caer en medio de la laguna, alzó violentos surtidores de agua y cieno y sembró medroso silencio entre las ranas, prosiguió diciendo:

—Tomad, tomad rey que os castigue, bausanas parladeras, y dejadme oír el canto de las chicas aves.

Arredróse de la charca el escolar y continuó su solitario paseo, orillas del río, bajo los sauces lozanos. Al caminar enhiesto, declamaba un pasaje de poesía latina, con voz tumbal y solemne, golpeando los aires con una cañavera a compás del verso:


Unica spes vite nostre, Venus inclita, salve,
Que facis imperio cuneta subiré tuo,
¡Quam timet alta Ducum servitque potentia Regum!
Supplicibus votis, tu pía, parce meis...


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Dominio público
91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 21 visitas.

Publicado el 17 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Narraciones Inverosímiles

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, Colección


A Dióscoro Puebla

A ti, mi querido artista; al noble pintor de El descubrimiento de América; a mi bondadoso cicerone en Roma; a mi paciente compañero de viaje en Nápoles y Pompeya; al más asiduo y taciturno tertuliano de mi casa; a ti, digo, van dedicadas, al volver a salir a la luz, estas Narraciones inverosímiles, fantásticas unas, románticas otras, y humorísticas las demás; escritas casi todas en mi niñez o en mi primera juventud, pertenecientes varias de ellas a una moda o gusto literario hoy abolido, pero que entonces hacía relamerse a los admiradores de Alfonso Karr, y sólo una «El amigo de la muerte»digna de que más experimentado y sabio escritor hubiese desenvuelto el profundo y generoso pensamiento que, al decir de respetables críticos, le sirve de tema, y que yo no sé por qué rara casualidad buscó albergue en mi pobre cerebro…

De un modo o de otro, acepta la dedicatoria de estas obrillas, que en su mayor parte tienen casi tanta fecha como nuestra amistad, y sírvante para recordar algunas vez, si me sobrevives, el verdadero cariño que te profesa tu camarada.

Pedro

Madrid, 1882.

1. El amigo de la muerte: cuento fantástico

I. Méritos y servicios

Éste era un pobre muchacho, alto, flaco, amarillo, con buenos ojos negros, la frente despejada y las manos más hermosas del mundo, muy mal vestido, de altanero porte y humor inaguantable… Tenía diecinueve años, y llamábase Gil Gil.

Gil Gil era hijo, nieto, biznieto, chozno, y Dios sabe qué más, de los mejores zapateros de viejo de la corte, y al salir al mundo causó la muerte a su madre, Crispina López, cuyos padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos honraron también la misma profesión.


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Dominio público
184 págs. / 5 horas, 22 minutos / 402 visitas.

Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Novelas Cortas

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, Colección


LA BUENAVENTURA

I

No sé qué día de Agosto del año 1816 llegó a las puertas de la Capitanía general cierto haraposo y grotesco gitano, de sesenta años de edad, de oficio esquilador y de apellido o sobrenombre Heredia, caballero en flaquísimo y destartalado burro mohino, cuyos arneses se reducían a una soga atada al pescuezo; y, echado que hubo pie a tierra, dijo con la mayor frescura «que quería ver al Capitán general.»

Excuso añadir que semejante pretensión excitó sucesivamente la resistencia del centinela, las risas de los ordenanzas y las dudas y vacilaciones de los edecanes antes de llegar a conocimiento del Excelentísimo Sr. D. Eugenio Portocarrero, conde del Montijo, a la sazón Capitán general del antiguo reino de Granada.... Pero como aquel prócer era hombre de muy buen humor y tenía muchas noticias de Heredia, célebre por sus chistes, por sus cambalaches y por su amor a lo ajeno..., con permiso del engañado dueño, dió orden de que dejasen pasar al gitano.

Penetró éste en el despacho de Su Excelencia, dando dos pasos adelante y uno atrás, que era como andaba en las circunstancias graves, y poniéndose de rodillas exclamó:

—¡Viva María Santísima y viva su merced, que es el amo de toitico el mundo!

—Levántate; déjate de zalamerías, y dime qué se te ofrece ...—respondió el Conde con aparente sequedad.

Heredia se puso también serio, y dijo con mucho desparpajo:

—Pues, señor, vengo a que se me den los mil reales.

—¿Qué mil reales?

—Los ofrecidos hace días, en un bando, al que presente las señas de Parrón.

—Pues ¡qué! ¿tú lo conocías?

—No, señor.

—Entonces....

—Pero ya lo conozco.

—¡Cómo!


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Dominio público
111 págs. / 3 horas, 15 minutos / 710 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Novelas y Cuadros de la Vida Sur-Americana

Soledad Acosta de Samper


Cuentos, Novelas cortas, Colección


A la memoria de mi padre,
el general Joaquín Acosta

Dos palabras al lector

Debo una explicación a cuantos favorezcan con su benévola acogida este libro, respecto de los motivos que han determinado su publicación.

La esposa que Dios me ha dado y a quien con suma gratitud he consagrado mi amor, mi estimación y mi ternura, jamás se ha envanecido con sus escritos literarios, que considera como meros ensayos; y no obstante la publicidad dada a sus producciones, tanto en Colombia como en el Perú, y la benevolencia con que el público la ha estimulado en aquellas repúblicas, ha estado muy lejos de aspirar a los honores de otra publicidad más durable que la del periodismo. La idea de hacer una edición, en libro, de las novelas y los cuadros que mi esposa ha dado a la prensa, haciéndose conocer sucesivamente bajo los seudónimos de Bertilda, Andina y Aldebarán, nació de mí exclusivamente; y hasta he tenido que luchar con la sincera modestia de tan querido autor para obtener su consentimiento.

¿Por qué lo he solicitado con empeño? Los motivos son de sencilla explicación. Hija única de uno de los hombres más útiles y eminentes que ha producido mi patria, del general Joaquín Acosta, notable en Colombia como militar y hombre de estado, como sabio y escritor y aún como profesor, mi esposa ha deseado ardientemente hacerse lo más digna posible del nombre que lleva, no sólo como madre de familia sino también como hija de la noble patria colombiana; y ya que su sexo no le permitía prestar otro género de servicios a esa patria, buscó en la literatura, desde hace más de catorce años, un medio de cooperación y actividad.


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367 págs. / 10 horas, 42 minutos / 340 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Pachín González

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Carta-Prólogo

Sr. D. Victoriano Suárez.

Madrid.

Mi querido amigo: Persevera usted en la creencia, ya bien antigua en usted, de que mi trágica novelita PACHÍN GONZÁLEZ debe incluirse en la colección de mis Obras completas, hasta por gratitud, pues es uno de los libros que, al publicarse, más lectores me conquistó en menos tiempo; y por esta razón sola no merece ciertamente el desaire con que se le castiga, obligándole a vivir hoy fuera de la vida común de familia, descuidada y regalona, que hacen todos sus hermanos de padre. A las razones que usted me da para convencerme y convertirme a sus arraigadas creencias, en vano opongo yo otras que conceptúo irrebatibles: por ejemplo, la pequeñez material de la obra, que no dará motivo para un volumen aproximado siquiera al tamaño del más pequeño de la colección de las demás obras, y que aunque lo diera con creces, el éxito venturoso que usted dice haber tenido ese librejo al nacer, bien pudo consistir en lo terrorífico del drama que narra, por desgracia rigorosamente histórico hasta en sus menores detalles, y no a la manera de describirle, con lo cual nada debería yo en buena justicia a esa avidez con que la ha leído el público, ansioso siempre de impresiones hondas y emociones fuertes, como las que produjo aquella horrenda catástrofe en aquel inenarrable día de eterna recordación.


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Dominio público
189 págs. / 5 horas, 30 minutos / 242 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Tipos y Paisajes

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Prólogo, advertencia, preludio... o lo que ustedes quieran

El asunto es que algunos de mis paisanos, muy pocos, afortunadamente, han creído hallar en más de una página de mis Escenas montañesas motivo suficiente para que se sobrexcite y alarme su amor patrio; y que yo, que me guardaría muy bien de rebelarme contra el fallo del más incompetente crítico, a quien se le antojase apreciar aún en menos de lo poco que vale mi chirumen, como buen montañés, amante fervorosísimo de mi bella patria, no puedo, ni debo... ni quiero prescindir de oponer algunos reparos a los escrúpulos patrióticos de los mencionados señores, antes de darles a conocer esta segunda serie de Escenas, en las cuales, juzgándolas con el criterio con que juzgaron a las primeras, han de hallar nuevas causas de resentimiento contra mi pluma, y, por consiguiente, contra la intención que la ha guiado.

El cargo que se me hace (y, por cierto, entre piropos que siento no merecer) es la friolera de haber agraviado a la Montaña, presentando a la faz del mundo muchos de sus achaques peculiares, y hasta en son de burla algunos; es decir, con delectación pecaminosa.

Confieso que no ha podido hacérseme una imputación más cruel, ni más injusta, ni que más me lastime. Cruel, porque lo fuera, aun siendo muy notoria la perversidad del alma de un hijo, acusarle de ser capaz de hallar deleite en burlarse de su propia madre; injusta, por lo que vamos a ver.

De dos maneras puede representarse a los hombres: como son, o como deben ser. Para lo primero, basta el retratista; para lo segundo, se necesita el pintor de genio, de inspiración creadora. Concedo sin esfuerzo que el mérito de éste es superior, en absoluto, al de aquél; pero que, tratándose de dar a conocer a un individuo, haya de representársele como debe ser y no como es, no lo concedo aunque me aspen.


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Dominio público
319 págs. / 9 horas, 19 minutos / 193 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

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