Motivo ocasional de este libro: el
éxtasis
¡En el nombre de Dios, clemente y misericordioso! Bendiga Dios a
nuestro Señor Mahoma y a su familia y compañeros, y deles la
paz.
Me pediste, hermano sincero (Dios te dé la inmortalidad eterna y
te haga gozar la perpetua felicidad), que te comunicase aquellos
misterios de la Sabiduría iluminativa que me fuera posible
divulgar, los cuales menciona el maestro y príncipe [de los
filósofos] Abu Ali b. Sina. Has de saber, pues, que el que quiera
alcanzar la verdad pura, debe estudiar estos secretos y esforzarse
por conocerlos. Tu pregunta ha sugerido en mi ánimo una noble idea,
que me ha conducido a la visión intuitiva de un estado [místico o
éxtasis], que antes no experimenté, y me ha llevado a un término
tan maravilloso, que ni lengua alguna podría describir [su
naturaleza] ni razonamiento alguno demostrar [su existencia],
porque es de una categoría y de un mundo completamente distinto de
ellas; sólo que la alegría, contento y placer que este estado lleva
consigo, no permiten que la persona que a él llega o que alcanza
algunos de sus grados, pueda ocultarlo y guardarlo secreto, sino
que, dominado por la emoción, el entusiasmo, la alegría y la
satisfacción, se inclina a manifestarlo, de una manera vaga e
indistinta. Si es hombre inculto, habla de él sin tino, hasta
llegar a decir alguno, a propósito de este estado: «¡Glorificado
sea yo! ¡Cuán grande es mi condición!». Otro dijo: «Yo soy la
Verdad». Y otro: «No hay, bajo estos vestidos, sino Dios».
El maestro Abu Hamid al-Gazali [Algazel], cuando alcanzó este
estado, aplicóle el verso siguiente:
Sea lo que quiera (que yo no he de decirlo), cree tú que es un
bien y no pidas de él noticias.
Pero este [filósofo] era experto tan sólo en los conocimientos
racionales y estaba versado únicamente en las ciencias.
Información texto 'El Filósofo Autodidacta'