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editor: Edu Robsy etiqueta: Leyenda textos no disponibles


Popol Vuh

Anónimo


Leyenda, Religión


Aquí comenzaremos la antigua historia llamada Quiché. Aquí escribiremos, comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo lo que hicieron en la ciudad Quiché los hombres de las tribus Quiché. Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día (Gran Cerdo del Alba), Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase. Rogábase con ellos, invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Guarda Secreto, Ocultadora, Abuela que forma parte de la Pareja Mágica de Abuelos, Abuelo de la misma Pareja. Así está dicho en la historia Quiché todo lo que ellos dijeron, lo que ellos hicieron, en el alba de la vida, en el alba de la historia. Pintaremos lo que pasó antes de la Palabra de Dios, antes del Cristianismo: lo reproduciremos porque no se tiene ya más la visión del Libro del Consejo , la visión del alba de la llegada de ultramar, de nuestra vida en la sombra , la visión del alba de la vida, como se dice.


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Publicado el 28 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Kwaidan: Historas y Estudios Sobre Cosas Extrañas

Lafcadio Hearn


Cuento, Leyenda


La historia de Mimi-Nashi Hōichi

Hace más de 700 años, en Dan-no-ura, en el litoral del estrecho de Shimonoseki, se libró la última batalla de la larga guerra que enfrentó a los Heike, el clan de los Taira, con los Genji, el clan de los Minamoto. Fue en aquel lugar donde perecieron todos los Heike, con sus mujeres y niños, y también el emperador infante, hoy recordado como Antoku Tennō. Aquellos mares y aquellas costas llevan siete siglos hechizados por los espíritus de los muertos… En alguna otra parte he descrito los extraños cangrejos que habitan esa zona —y que son conocidos como «cangrejos Heike»—, en cuyos caparazones se dibujan rostros humanos que se dice representan las caras de los fieros guerreros Heike. Pero otras muchas cosas insólitas se ven y se oyen a lo largo de esas costas. En las noches oscuras, miles de fuegos espectrales se posan sobre la playa y revolotean sobre las olas —pálidas luces que los pescadores llaman oni-bi o fuegos del demonio—, y siempre que sopla el viento, arrastra consigo lo que parecen alaridos y gritos del fragor de la batalla provenientes del mar.


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72 págs. / 2 horas, 7 minutos / 72 visitas.

Publicado el 4 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Kottō: Curiosidades Japonesas con Diversas Telarañas

Lafcadio Hearn


Cuento, leyenda


La leyenda de Yurei-Gaki

Cerca de la aldea de Kurosaka, en la provincia de Hōki, hay una cascada llamada Yurei-Gaki, o Cascada de los Fantasmas. El porqué de este nombre lo desconozco. Al pie de la cascada se alza un pequeño santuario sintoísta consagrado a la deidad local, a la cual los lugareños llaman Taki-Dairnyōjin; enfrente del santuario hay una pequeña caja de madera para las ofrendas —saisen bako— en la que los creyentes depositan sus óbolos. Y esa caja de ofrendas tiene su historia.

Una fría tarde invernal, hace ya treinta y cinco años, las mujeres y las muchachas empleadas en cierta asatoriba, una fábrica de cáñamo, en Kurosaka, se reunieron en torno al gran brasero de la sala de hilar una vez finalizada su jornada de trabajo y se entretuvieron contando historias de fantasmas. Llevaban ya una docena de relatos cuando la mayoría de ellas comenzaron a sentirse incómodas; una muchacha chilló para intensificar el placer del miedo:

—¡Imaginad tener que ir esta noche, en completa soledad, a la cascada de Yurei-Gaki!

Esta sugerencia provocó un griterío general seguido de un estallido de risas nerviosas…

—Le daré todo el cáñamo que he hilado hoy a la que vaya hasta allí —propuso burlona una del grupo.

—¡Yo también! —exclamó otra.

—¡Y yo! —dijo una tercera.

—¡Y todas nosotras también! —afirmó una cuarta.

Entonces, de entre las hilanderas, una tal Yasumoto O-Katsu, la mujer del carpintero, se puso en pie. A la espalda llevaba a su hijo, un pequeño de dos años, que dormía plácidamente envuelto en un chal ceñido al cuerpo de su madre.

—Escuchad —dijo O-Katsu—, si accedéis a darme todo el cáñamo que habéis hilado hoy, iré a Yurei-Gaki.


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Publicado el 4 de febrero de 2018 por Edu Robsy.