Textos por orden alfabético publicados por Edu Robsy etiquetados como Novela disponibles | pág. 8

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Del Frío al Fuego

Felipe Trigo


Novela


A Consuelo Seco y Fabre

Muchas de las impresiones que forman este libro, fueron sentidas por nosotros dos juntos, sobre el mar. Tú pasaste bajo los cielos anchos incognoscida, poderosa.

Sea el libro la consagración de aquella rara vida intensa nuestra, enorme. Él tiene quizás rayos de sol, del sol de fuego; él tiene acaso fantásticos rayos de luna.

Y tiene sólo una verdad perenne: tu verdad.


Felipe Trigo

I

Al saltar al bote siento la transcendencia de mi resolución y comprendo las conmemoraciones. Mandaría esculpir en esa grada del embarcadero: «POR AQUÍ SALIÓ AL OTRO LADO DEL MUNDO ANDRÉS SERVÁN»... Mi madre, mis hermanas, alguna mujer acaso bien querida, podrían venir a ver en Barcelona la última piedra que pisé de España —si no volviese.

—¿Al Reus?

—Al Reus.

Juega el timón y orienta el esfuerzo del remero por entre dos bergantines. La negra mole del buque se destaca no lejos, coronada de humo. Permanece en mitad del puerto, donde lo dejé por la mañana, sólo que ha vuelto a la ciudad la banda izquierda y le rodean más lanchas.

Todo igual. Tronchos y algas flotantes en las sucias aguas, olor a limos y a sardinas, vaporcillos y velas que cruzan, grandes barcos llenos de cordajes por la extensa línea de los muelles... El viejo patrón rema con la misma indiferencia que reinaron otros paseándome por las bahías en Cádiz, en Santander... sino que esta vez no seré yo el que se queda envidiando a los que van a surcar el Océano; voy también a los países del oriente, del sol y la hermosura, del fuego y de la guerra... habiendo bastado para ello una instancia al Ministerio escrita en una hora de mayor aburrimiento y con idéntico fastidio que el parte de la guardia.


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Dominio público
227 págs. / 6 horas, 38 minutos / 195 visitas.

Publicado el 14 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Del Vivir

Gabriel Miró


Novela


A la memoria del ingeniero Don Próspero Lafarga


«...Huyen lejos de mí.
...Porque abrió su aljaba, y me afligió.
...Reducido soy a la nada; arrebataste como viento mi deseo y como nube pasó mi salud.
...Y ahora, dentro de mí mismo, se marchita mi alma y me poseen días de aflicción.
¡Humanidad! ¡Clamo a ti y no me oyes; estoy presente y no me miras!».


(Libro de Job, cap. XXX)

I

Sigüenza, hombre apartadizo que gusta del paisaje y de humildes caseríos, caminaba por tierra levantina.

Dijo: «Llegaré a Parcent».

—Parcent es foco leproso —le advirtieron. Y luego Sigüenza fingiose un lugarejo hórrido, asiático, en cuyas callejas hirviesen como gusanos los lazarinos.

Fue avanzando. Cada pueblo que veía asomar en el declive de una ladera, entre fronda o sobre el dilatado y rozagante pampanaje del viñedo, le acuciaba el ánima. Y decía: «Ya debo encontrar la influencia de aquel lugar miserable, donde los hombres padecen males que espantan a los hombres y mueven a pensar en aquellos pueblos bíblicos maldecidos por el Señor».

Sigüenza se revolvía mirando y no hallaba el apetecido sello del dolor cercano.

Cruzaba pueblos, y en todos sorprendía igual sosiego. A las puertas de las casas, mujeres tejían media; trenzaban pleita de palma o soga de esparto; peinaban a rapazas greñudas, sentaditas en la tierra, casi escondidas en las pobres faldas.

Cegaban, dando sol, las puertas forradas de lata de las iglesias. En el dintel verdinegro, desportillado y bajo angosta hornacina, está el Patrono plasmado inicuamente en cantería. Por sus pliegues y tendeduras salen hierbecitas gayas que florecen; después, amarillean, se agostan; y secas, firmes como cardenchas, viven con el santo longura de días.

Era en el valle del Jirona.

El paisaje luce primores y opulencias; tiene riego copioso.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 173 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Dentro del Cercado

Gabriel Miró


Novela


Primera parte

I

Laura y la vieja Martina suspiraron, alzando los ojos y el corazón al Señor. La enferma las había mirado y sonreído. Sus secas manos asían crispadamente el embozo de las ropas; los párpados y ojeras se le habían ennegrecido tanto, que parecía mirar con las órbitas vacías. Pero, estaba mejor; lo decía sonriendo.

Laura puso el azulado fanal al vaso de la lucerna; envolviose en su manto de lana, cándido y dócil como hecho de un solo copo inmenso y esponjoso; y, acercando la butaca, reclinó su dorada cabeza en las mismas almohadas de la madre.

Todo el celeste claror de la pequeña lámpara, que ardía dulce y divina como una estrella, cayó encima de la gentil mujer. Descaecida por las vigilias y ansiedades, blanca y abandonada en el ancho asiento, su cuerpo aparecía delgado, largo y rendido, de virgen mística después de un éxtasis ferviente y trabajoso. Pero, al levantarse para mirar y cuidar a la postrada, aquella mujer tan lacia y pálida, se transfiguraba mostrándose castamente la firme y bella modelación de su carne.

Venciendo su grosura y cansancio salió Martina, apresurada y gozosa; y golpeó y removió al criado de don Luis, que dormía en el viejo sofá de una solana, cerrada con vidrieras.

Despertose sobresaltado el mozo, preguntando:

—¿Ya ha muerto?

Martina lo maldijo enfurecidamente.

—¡La señora no ha muerto ni morirá! La señora habla y duerme, y está mejor...

—Entonces se muere, y pronto...

Y tornó a cabecear este buen nombre que venteaba la desventura.

Martina abrió la ventana. Había luna grande, dorada y vieja, mordida en su corva orilla por la voraz fantasma de la noche. Los campos desoladores, eriazos con rodales y hondos de retamas y ortigas, emergían débilmente de la negrura untados de una lumbrecita lunar de tristeza de cirios.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 123 visitas.

Publicado el 25 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Despertar para Morir

Concha Espina


Novela


LIBRO PRIMERO. LA QUINTA DE LAS PALMERAS

I

—Aquí hacemos verdadera vida de campo—decía la marquesa con negligente ademán—; aquí saboreamos los placeres de «la escondida senda»... Mis hijas están encantadas de esta libertad... Años hace que tenían el antojo de pasar un verano en Las Palmeras, aburridas ya de Biarritz, de San Sebastián... de San Juan de Luz...

Sonriendo amablemente, López, el condiscípulo provinciano del marqués, repetía:

—Muy bien... muy bien... perfectamente...

Y en sus ojos grises y fríos, que miraban al rostro bello de la dama, había una expresión de refinada picardía.

—El campo—añadió la marquesa—es para mí una deliciosa novedad. Estos paisajes, esta paz, este silencio, son como un baño del alma... Aquí se siente uno más joven... ¿No es cierto, amigo mío?... En las grandes ciudades se vive tan deprisa que hasta los muchachos de quince años tienen allí señales de prematura vejez... ¡Quién pudiera vivir siempre en el campo!... Los que ocupamos cierta posición en el mundo, somos igual que los reyes, prisioneros de nosotros mismos... Sólo el que es pobre es libre...

Con un tono de profunda cordialidad, asentía López:

—Perfectamente... mucho que sí...

Y estaba pensando el buen señor:—Mi ilustre amiga la marquesa de Coronado, siente ahora inclinaciones á la vida pastoril... á la santa pobreza... ¡Coqueterías y caprichos de mujer guapa y ociosa!... Y ¡cuidado que es guapa... todavía! Me parece una figura de Rubens... con un poquito de malicia meridional... Juraría haber visto su retrato en la galería de los Médicis.


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181 págs. / 5 horas, 16 minutos / 587 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Divertidas Aventuras del Nieto de Juan Moreira

Roberto Payró


Novela


Primera parte

Capítulo I

Nací a la política, al amor y al éxito, en un pueblo remoto de provincia, muy considerable según el padrón electoral, aunque tuviera escasos vecinos, pobre comercio, indigente sociabilidad, nada de industria y lo demás en proporción. El clima benigno, el cielo siempre azul, el sol radiante, la tierra fertilísima, no habían bastado, como se comprenderá, para conquistarle aquella preeminencia. Era menester otra cosa. Y los «dirigentes» de Los Sunchos, al levantarse el último censo, por arte de birlibirloque habían dotado al departamento con una importante masa de sufragios —mayor que el natural—, para procurarle decisiva representación en la Legislatura de la provincia, directa participación en el gobierno autónomo, voz y voto delegados en el Congreso Nacional y, por ende, influencia eficaz en la dirección del país. Escrutando las causas y los efectos, no me cabe duda de que los sunchalenses confiaban más en sus propias luces y patriotismo que en el patriotismo y las luces del resto de nuestros compatriotas y de que se esforzaban por gobernar con espíritu puramente altruista. El hecho es que, siendo cuatro gatos, como suele decirse, alcanzaban tácita o manifiesta ingerencia en el manejo de la res pública. Pero esto, que puede parecer una de tantas incongruencias de nuestra democracia incipiente, no es divertido y no hace tampoco al caso. Lo que sí hace y quizá resulte divertido es que mi padre fuera uno de los susodichos dirigentes, quizá el de ascendiente mayor en el departamento, y que mi aristocrática cuna me diera —como en realidad me dio— vara alta en aquel pueblo manso y feliz, holgazán bajo el sol de fuego, soñador bajo el cielo sin nubes, cebado en medio de la pródiga naturaleza.


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Dominio público
317 págs. / 9 horas, 15 minutos / 222 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Dolorosa

Francisco Acebal


Novela


I

Desde la calle, la tienda de Inchaurrandieta parecía antro cavernoso abierto en la fachada de una casa antigua. En los días de sol la lobreguez de aquel agujero contrastaba de tal modo con el luminoso ambiente que sobrecogía el ánimo penetrar de golpe en la renegrida caverna.

Aquel comercio de hierro era de lo menos incitante y apetecible que puede ofrecerse al parroquiano; por eso desdeñaba desplegar al exterior las pompas y las galas con que otros establecimientos engolosinan al transeúnte ofreciéndolas como cebo en ostentosa exhibición. La tienda de Inchaurrandieta ni escaparate tenía; ni aun la muestra era legible, borrada como cuadro viejo por una pátina férrea, por una costra de herrumbre. La puerta, ancha pero chata de dintel, parecía una bocamina; meterse allí por hierro era como sumirse en la misma entraña del monte para extraer el rojo mineral.

Sin embargo, casi todos los que trasponían los umbrales eran campesinos y lugareños de los que viven sobre la tierra soleada de Castilla, sin imaginar siquiera el trabajo de otros hombres que arrancan en los lóbregos subterráneos aquel hierro que ellos utilizan para todas sus faenas.


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Dominio público
105 págs. / 3 horas, 5 minutos / 133 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Don Segundo Sombra

Ricardo Güiraldes


Novela


Capítulo I

En las afueras del pueblo, a unas diez cuadras de la plaza céntrica, el puente viejo tiende su arco sobre el río, uniendo las quintas al campo tranquilo.

Aquel día, como de costumbre, había yo venido a esconderme bajo la sombra fresca de la piedra, a fin de pescar algunos bagrecitos, que luego cambiaría al pulpero de «La Blanqueada» por golosinas, cigarrillos o unos centavos.

Mi humor no era el de siempre; sentíame hosco, huraño, y no había querido avisar a mis habituales compañeros de huelga y baño, porque prefería no sonreír a nadie ni repetir las chuscadas de uso.

La pesca misma pareciéndome un gesto superfluo, dejé que el corcho de mi aparejo, llevado por la corriente, viniera a recostarse contra la orilla.

Pensaba. Pensaba en mis catorce años de chico abandonado, de «guacho», como seguramente dirían por ahí.

Con los párpados caídos para no ver las cosas que me distraían, imaginé las cuarenta manzanas del pueblo, sus casas chatas, divididas monótonamente por calles trazadas a escuadra, siempre paralelas o verticales entre sí.

En una de esas manzanas, no más lujosa ni pobre que otras, estaba la casa de mis presuntas tías, mi prisión.

¿Mi casa? ¿Mis tías? ¿Mi protector don Fabio Cáceres? Por centésima vez aquellas preguntas se formulaban en mí, con grande interrogante ansioso, y por centésima vez reconstruí mi breve vida como única contestación posible, sabiendo que nada ganaría con ello; pero era una obsesión tenaz.


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Dominio público
195 págs. / 5 horas, 41 minutos / 542 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

Doña Luz

Juan Valera


Novela


A la señora condesa de Gomar

Estando en casa de V., en una noche del verano pasado, conté la sencilla historia de Doña Luz. Hallola V. bien, gracias sin duda a la indulgencia con que me mira, y me animó para que la escribiese. Prometí escribirla y dedicársela a V.; aceptó V. la promesa, y hoy con el mayor gusto la cumplo. Lo que me desazona es el corto valer del don en sí o su ningún valer, si se atiende al de la persona a quien le dedico, por su talento y belleza tan general y justamente encomiada. Sea, con todo, mi dedicatoria muestra, aunque pobre, del respetuoso cariño que V. me inspira.

Por lo demás, aunque la novela no divierta, creo yo que vale algo por las muy graves y severas lecciones que contiene.

Pongo a un lado las mil y quinientas que cualquier agudo crítico puede sacar si se empeña en elogiarme y lucirse, y me limito a la lección que se da, no ya sólo a los frailes, que al fin pocos hay en España ahora, sino por extensión a todo caballero cortesano, viejo o algo machucho, que se enamora con amor vicioso.

El desastrado caso del P. Enrique deberá servir de escarmiento y grabar en la mente del cortesano viejo, como moraleja principal, aquellas advertencias divinas con que el ilustre Micer Pietro Bembo hermosea y corona el libro de El cortesano.


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187 págs. / 5 horas, 28 minutos / 250 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Doña Milagros

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prólogo en el cielo

EL HÉROE.— (Deteniéndose en el umbral de la gloria.) Señor de cielos y tierra, ¿es verdad que voy a entrar en la mansión de los escogidos? Apenas me atrevo a creer tamaña ventura. ¿Cuáles han sido mis merecimientos, Señor, para que te dignes mirar con indulgencia a tu siervo? ¿Yo en la gloria? ¿Yo entre santos, mártires, confesores y vírgenes, tronos, jerarquías, potestades y dominaciones?

VOZ DEL ESPÍRITU DE DIOS.— (Que sale de una ardiente nube.) No estarás entre los santos, ni entre los vírgenes, porque no lo eres. Entre los mártires y confesores bien podrías, pues algún martirio padeciste y algunas veces me confesaste. Si sólo los santos entrasen en el cielo, muy solitaria se hallaría mi mansión. La santidad, como el genio luminoso y la belleza soberana, es patrimonio de pocos. ¿Has imaginado tú que Yo crie, perfeccioné y redimí al género humano para destinarle a condenación eterna, verle retorcerse en el fuego del Purgatorio o aullar en los braseros del Infierno?

EL HÉROE.— (Transportado de alegría.) Señor, es cierto que si pequé, mi corazón no es el de un malvado. Yo deseaba guardar tus mandamientos, aunque no los he guardado siempre, y en Ti he creído y esperado con firmeza. Nunca, aun en medio de las pruebas que te dignaste enviarme, se entregó mi alma a la negra desesperación, ni osó desconfiar de Tu providencia, ni censurar Tu obra, ni renegar del don precioso de la vida que otorgaste a Tus criaturas. No te serví con el celo y fervor que debiera, pero Tú sabes que no he sido impío. Sin embargo, estoy confuso… Nada hice bueno, y algo malo sí… ¡Algo muy malo!…


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220 págs. / 6 horas, 25 minutos / 269 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Doña Perfecta

Benito Pérez Galdós


Novela


Capítulo 1. ¡Villahorrenda...!, ¡cinco minutos...!

Cuando el tren mixto descendente, núm. 65 (no es preciso nombrar la línea), se detuvo en la pequeña estación situada entre los kilómetros 171 y 172, casi todos los viajeros de segunda y tercera clase se quedaron durmiendo o bostezando dentro de los coches, porque el frío penetrante de la madrugada no convidaba a pasear por el desamparado andén. El único viajero de primera que en el tren venía bajó apresuradamente, y dirigiéndose a los empleados, preguntoles si aquel era el apeadero de Villahorrenda. (Este nombre, como otros muchos que después se verán, es propiedad del autor.)

—En Villahorrenda estamos —repuso el conductor, cuya voz se confundía con el cacarear de las gallinas que en aquel momento eran subidas al furgón—. Se me había olvidado llamarle a Vd., señor de Rey. Creo que ahí le esperan a Vd. con las caballerías.

—¡Pero hace aquí un frío de tres mil demonios! —dijo el viajero envolviéndose en su manta—. ¿No hay en el apeadero algún sitio dónde descansar y reponerse antes de emprender un viaje a caballo por este país de hielo?

No había concluido de hablar, cuando el conductor, llamado por las apremiantes obligaciones de su oficio, marchose, dejando a nuestro desconocido caballero con la palabra en la boca. Vio este que se acercaba otro empleado con un farol pendiente de la derecha mano, el cual movíase al compás de la marcha, proyectando geométrica serie de ondulaciones luminosas. La luz caía sobre el piso del andén, formando un zig—zag semejante al que describe la lluvia de una regadera.

—¿Hay fonda o dormitorio en la estación de Villahorrenda? —preguntó el viajero al del farol.


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213 págs. / 6 horas, 13 minutos / 3.180 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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