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editor: Edu Robsy etiqueta: Novela textos no disponibles


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Hijas y Esposas

Elizabeth Gaskell


Novela


I. El amanecer de un día de fiesta

Permitan comenzar con ese viejo galimatías infantil. En un país había un condado, y en el condado había un pueblo, y en el pueblo había una casa, y en la casa una habitación, y en la habitación había una cama, y en la cama estaba echada una niña; completamente despierta y con ganas de levantarse, pero no se atrevía a hacerlo por temor al poder invisible de la habitación de al lado: una tal Betty, cuyo sueño no debía perturbarse hasta que dieran las seis, momento en que se levantaría «como si le hubieran dado cuerda» y se encargaría de alborotar la paz de aquella casa. Era una mañana de junio y, aunque era muy temprano, el dormitorio estaba lleno de sol, de luz, de calor.

Sobre la cajonera que había delante de la pequeña cama con cubierta de bombasí blanco que ocupaba Molly Gibson, se veía una especie de perchero primitivo para capotas, del que colgaba una meticulosamente protegida del polvo por un gran pañuelo de algodón, de una textura tan tupida y resistente que, si lo que había debajo hubiese sido un fino tejido de gasa, encaje y flores, habría quedado «hecho un zarrio» (por utilizar una de las expresiones de Betty). Pero el gorro era de dura paja, y su único adorno era una sencilla cinta blanca colocada sobre la copa, atada en un lazo. Sin embargo, había una pequeña tela encañonada en el interior, cuyos pliegues Molly conocía a la perfección, pues ¿acaso no los había hecho ella la noche antes con grandes esfuerzos? ¿Y no había un lacillo azul en esa tela, que superaba en elegancia a todos los que Molly había llevado hasta ahora?


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847 págs. / 1 día, 42 minutos / 525 visitas.

Publicado el 16 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Manuscrito Encontrado en Zaragoza

Jan Potocki


Novela


ADVERTENCIA

Cuando era oficial en el ejército francés, participé en el sitio de Zaragoza. Algunos días después que se tomara la ciudad, como avanzara hasta un lugar un poco retirado, observé una casita bastante bien construida. Creí, al principio, que aún no había sido visitada por ningún francés. Tuve la curiosidad de entrar. Llamé a la puerta, pero vi que no estaba cerrada. Empujé la puerta, entré, di voces, busqué: no encontré a nadie. Me pareció que habían sacado de la casa todo aquello que tuviera algún valor; en las mesas y en los muebles sólo quedaban objetos sin importancia. Advertí de pronto, amontonados en el suelo, en un rincón, varios cuadernos. Se me ocurrió mirarlos: era un manuscrito en español, lengua que conozco poco, pero no tan poco, sin embargo, para no comprender que aquel libro podía divertirme: trataba de bandidos, de aparecidos, de cabalistas, y nada más adecuado que la lectura de una novela extravagante para distraerme de las fatigas de la campaña. Persuadido de que el libro no volvería ya a su legítimo propietario, no vacilé en quedarme con él.


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242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 452 visitas.

Publicado el 15 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

La Rebelión de los Ángeles

Anatole France


Novela


Capítulo I

Que contiene en pocas líneas la historia de una familia francesa, desde 1879 hasta nuestros días.

El hotel D’Esparvieu yergue sus tres pisos austeros a la sombra de San Sulpicio, entre un patio verde y musgoso y un jardín de vez en cuando estrechado por las edificaciones cada vez más elevadas y más próximas, en el cual dos añosos castaños alzan aún sus copas marchitas. Allí vivió, desde 1825 a 1857, Alejandro Bussart D’Esparvieu, que dio lustre a su familia y fue vicepresidente del Consejo de Estado con el Gobierno de julio, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, y autor del Estudio acerca de las instituciones civiles y religiosas de los pueblos, en tres volúmenes en octavo; obra que, por desgracia, quedó sin terminar.

Este eminente teórico de la monarquía liberal dejó por heredero de su sangre, de su fortuna y de su gloria, a Fulgencio Adolfo Bussart D’Esparvieu, senador bajo el segundo Imperio quien acrecentó considerablemente su patrimonio con la compra de terrenos que más adelante serían cruzados por la avenida de la Emperatriz, y pronunció un discurso notable en defensa del poder temporal de los Papas.

Fulgencio tuvo tres hijos: el mayor, Marcos Alejandro, que ingresó en el Ejército y llegó a general, hablaba bien; segundo, Cayetano que no reveló ninguna especial aptitud, solía vivir en el campo, domaba potros, iba de caza o se entretenía con los pinceles y con la música; el último, Renato que desde su infancia fue inducido a seguir la carrera de la Magistratura presentó la dimisión de su cargo para librarse de aplicar los decretos de Ferry acerca de las Congregaciones y cuando más adelante vio renacer bajo la presidencia de Falliéres los tiempos de Decio y de Diocleciano, puso toda su ciencia y su actividad al servicio de la Iglesia perseguida.


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218 págs. / 6 horas, 21 minutos / 431 visitas.

Publicado el 3 de junio de 2018 por Edu Robsy.

El Corazón de las Tinieblas

Joseph Conrad


Novela


I

El Nellie, un bergantín de considerable tonelaje, se inclinó hacia el ancla sin una sola vibración de las velas y permaneció inmóvil. El flujo de la marea había terminado, casi no soplaba viento y, como había que seguir río abajo, lo único que quedaba por hacer era detenerse y esperar el cambio de la marea.

El estuario del Támesis se prolongaba frente a nosotros como el comienzo de un interminable camino de agua. A lo lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo.

El director de las compañías era a la vez nuestro capitán y nuestro anfitrión. Nosotros cuatro observábamos con afecto su espalda mientras, de pie en la proa, contemplaba el mar. En todo el río no se veía nada que tuviera la mitad de su aspecto marino. Parecía un piloto, que para un hombre de mar es la personificación de todo aquello en que puede confiar. Era difícil comprender que su oficio no se encontrara allí, en aquel estuario luminoso, sino atrás, en la ciudad cubierta por la niebla.


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124 págs. / 3 horas, 37 minutos / 398 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Ocho Primos

Louisa May Alcott


Novela


Dedicatoria

A los muchos chicos y chicas
cuyas cartas ha sido imposible contestar dedica este libro como ofrenda de paz

su amiga

L. M. Alcott.

I. Dos niñas

COMPLETAMENTE sola, Rosa estaba sentada en una de las salas más grandes y bonitas de su casa, con el pañuelo en la mano, listo para recoger su primera lágrima, pues cavilaba en sus tribulaciones y el llanto era inevitable. Se había encerrado en este cuarto por considerarlo sitio adecuado para sentirse miserable; pues era oscuro y silencioso, estaba lleno de muebles antiguos y cortinados sombríos y de sus paredes pendían retratos de venerables caballeros de peluca, damas de austeras narices, tocadas con gorros pesadotes y niños que llevaban chaquetas colimochas y vestiditos cortos de talle. Era un lugar excelente para sentir dolor; y la lluvia primaveral intermitente que golpeaba los cristales de las ventanas parecía decir entre sollozos: «¡Llora, llora! Estoy contigo».

Rosa tenía su buen motivo para sentirse triste, pues era huérfana de madre, y últimamente había perdido al padre también, con lo cual no le quedó más hogar que éste de sus tías abuelas. Hacía sólo una semana que estaba con ellas, y aunque las viejecitas queridas se esforzaron todo lo posible por hacer que viviese contenta, no lograron mucho éxito que digamos, ya que era muy distinta a cuantos niños conocían, y experimentaron casi la misma sensación que si estuviesen al cuidado de una mariposa abatida.


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238 págs. / 6 horas, 56 minutos / 386 visitas.

Publicado el 21 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Retrato del Artista Adolescente

James Joyce


Novela


1

Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito. Y esta vaquita que iba por un caminito se encontró un niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casa...

Este era el cuento que le contaba su padre. Su padre le miraba a través de un cristal: tenía la cara peluda.

Él era el nene de la casa. La vaquita venía por el caminito donde vivía Betty Byrne: Betty Byrne vendía trenzas de azúcar al limón.

Ay, la flores de las rosas silvestres
en el pradecito verde.

Ésta era la canción que cantaba. Era su canción.

Ay, las floles de las losas veldes.

Cuando uno moja la cama, aquello está calentito primero y después se va poniendo frío. Su madre colocaba el hule. ¡Qué olor tan raro!

Su madre olía mejor que su padre y tocaba en el piano una jiga de marineros para que la bailase él. Bailaba:

Tralala lala,
tralala tralalaina,
tralala lala,
tralala lala.

Tío Charles y Dante aplaudían. Eran más viejos que su padre y que su madre; pero tío Charles era más viejo que Dante.

Dante tenía dos cepillos en su armario. El cepillo con el respaldo de terciopelo azul era el de Michael Davitt y el cepillo con el revés de terciopelo verde, el de Parnell. Dante le daba una gota de esencia cada vez que le llevaba un pedazo de papel de seda.

Los Vances vivían en el número 7. Tenían otro padre y otra madre diferentes. Eran los padres de Eileen. Cuando fueran mayores, él se iba a casar con Eileen... Se escondió bajo la mesa. Su madre dijo:

—Stephen tiene que pedir perdón.

Dante dijo:

—Y si no, vendrán las águilas y le sacarán los ojos.


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289 págs. / 8 horas, 26 minutos / 304 visitas.

Publicado el 14 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Casa de la Alegría

Edith Wharton


Novela


Libro primero

I

Selden se detuvo, sorprendido. En la aglomeración vespertina de la Estación Grand Central, sus ojos acababan de recrearse con la visión de la señorita Lily Bart.

Era un lunes de principios de septiembre y volvía a su trabajo después de una apresurada visita al campo, pero ¿qué hacía la señorita Bart en la ciudad en aquella estación? Si la hubiera visto subir a un tren, podría haber deducido que se trasladaba de una a otra de las mansiones campestres que se disputaban su presencia al término de la temporada de Newport; pero su actitud vacilante le dejó perplejo. Estaba apartada de la multitud, mirándola pasar en dirección al andén o a la calle, y su aire de indecisión podía ocultar un propósito muy definido. El primer pensamiento de Selden fue que esperaba a alguien, y le extrañó que la idea le sorprendiera. No había novedades en torno a ella y, sin embargo, nunca podía verla sin sentir cierto interés: suscitarlo era una característica de Lily Bart, así como el hecho de que sus actos más sencillos parecieran el resultado de complicadas intenciones.

La curiosidad impulsó a Selden a desviarse de su camino hacia la puerta para acercarse a ella. Sabía que, si no quería ser vista, se las compondría para eludirle a él y le divertía poner a prueba su ingenio.

—Señor Selden… ¡Qué suerte!

Fue hacia él sonriendo, casi impaciente en su afán de salirle al paso. Las pocas personas a quienes rozó se volvieron a mirarla, porque la señorita Bart era una figura capaz de detener incluso a un viajero suburbano que corriera para coger el último tren.


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414 págs. / 12 horas, 4 minutos / 301 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Arthur Gordon Pym

Edgar Allan Poe


Novela


CAPÍTULO I

Me llamo Arthur Gordon Pym. Mi padre era un respetable comerciante de pertrechos para la marina, en Nantucket, donde yo nací. Mi abuelo materno era procurador con buena clientela. Hombre afortunado en todo, había ganado bastante dinero especulando con las acciones del Edgarton New Bank, como se llamaba antaño. Con estos y otros medios había logrado reunir un buen capital. Creo que me quería más que a nadie en el mundo, y yo esperaba heredar a su muerte la mayor parte de sus bienes. Al cumplir los seis años me envió a la escuela del viejo Mr. Ricketts, un señor manco y de costumbres excéntricas, muy conocido de casi todos los que han visitado New Bedford. Permanecí en su colegio hasta los dieciséis años, y de allí salí para la academia que Mr. E. Ronald tenía en la montaña. Aquí me hice amigo íntimo del hijo de Mr. Barnard, capitán de fragata, que solía navegar por cuenta de la casa Lloyd y Vredenburgh. Mr. Barnard también era muy conocido en New Bedford, y estoy seguro de que tiene muchos parientes en Edgarton. Su hijo se llamaba Augustus y tenía casi dos años más que yo. Había ido a pescar ballenas con su padre a bordo del John Donaldson, y siempre me estaba hablando de sus aventuras en el océano Pacífico del Sur.


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206 págs. / 6 horas, 1 minuto / 294 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Mary Barton

Elizabeth Gaskell


Novela


«¿Cómo sabes tú —podría exclamar el atribulado novelista— que aquí donde me ves no soy el más insensato de los mortales y que mi ficticia y asnal biografía no encontrará a unos u otros, en cuyos aún más asnales oídos podría, si así lo quiere la Providencia, instilar alguna cosa?». Nosotros respondemos: «Nadie lo sabe ni nadie puede saberlo con certeza; así que sigue escribiendo, digno hermano, como mejor puedas y te haya sido concedido».

CARLYLE


Nimm nur, Fährmann, nimm die Miethe,
Die ich gerne dreifach biete!
Zween, die mit mir überfuhren,
Waren geistige Naturen.
 


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483 págs. / 14 horas, 6 minutos / 290 visitas.

Publicado el 16 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

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