1. El amigo del señor Malarius
Ni en Europa, ni en ninguna otra parte existe,
probablemente, un sabio cuya fisonomía sea tan universalmente conocida
como la del doctor Schwaryencrona, de Estocolmo. Su retrato, reproducido
por los comerciantes al pie de la marca de fábrica en millones de
botellas selladas con lacre verde, circula con éstas hasta en los
últimos confines del globo.
En honor a la verdad, es preciso aclarar que estas botellas no
contienen más que aceite de hígado de bacalao, medicamento apreciable y
hasta benéfico, que para los habitantes de Noruega representa todos los
años, en buenas coronas, totales de siete a ocho cifras.
En otro tiempo, los pescadores monopolizaban este comercio; pero en
la actualidad son más científicos los procedimientos de extracción, y
el príncipe de esta industria especial es, precisamente, el célebre
doctor Schwaryencrona.
Puede afirmarse que no hay ninguna persona que no haya fijado la
atención en el retrato, que con su barba en punta, su nariz corva, sus
antiparras y su bonete de nutria constituye un tipo especial. El grabado
no será tal vez de los más finos, pero la semejanza es notable; y en
prueba de ello, he aquí lo que sucedió un día en la escuela primaria de
Noruega, en la costa occidental de Noruega, a Pocas leguas de Bergen.
Acababan de dar las dos de la tarde; los escolares se hallaban en
clase en la gran sala enarenada; las niñas a la izquierda, los muchachos
a la derecha; y seguían en la pizarra la demostración de una teoría que
les enseñaba su profesor, el señor Malarius, cuando de pronto abrióse
la puerta y apareció un hombre cuyo traje compuesto de pelliza, grandes
botas, gruesos guantes y bonete de nutria, todo guarnecido de pieles,
llamó la atención general.
Información texto 'El Náufrago del Cynthia'