La Derrota de los Pedantes
Leandro Fernández de Moratín
Cuento, Sátira, Alegoría
Neminem specialiter meus sermo pulsabit.
Generalis de vitiis disputatio est.
Qui mihi irasci voluerit, prius ipse de se,
quod talis sit, confitebitur.
S. HIERONYM., Epist. ad Nepofianum.
Esta obra no necesita prólogo; por eso no le tiene. Necesitaba notas, pero el autor no ha querido ponérselas.
Estábase Apolo durmiendo la siesta a más y mejor en un mullido catre de pluma. Un mosquitero verde le defendía de pelusa y moscas; la alcoba tenebrosa y fresca, el palacio en profundo silencio, y el dios bien comido, mejor bebido y nada cuidadoso. Roncaba, pues, su reluciente majestad, haciendo retumbar las bóvedas; y Mercurio, que se había quedado traspuesto en un chiribitil cercano, dábase a Plutón, por no darse al diablo, viendo que los bufidos de su hermano no le dejaban pegar los ojos.
En esto se ocupaban las referidas deidades, cuando de repente se levantó tal estruendo en los patios, corredores y portalón del palacio que parecía hundirse aquella soberbia máquina. Alterose Mercurio, dio un salto de la cama al suelo, y hubo de perder el juicio hallándose a pie, esto es, sin talares, porque madama Terpsícore, la más juguetona y revoltosa de todas las nueve, había ido poco antes a la cama, pasito a pasito, y se los había quitado por hacerle rabiar. Afligiose sobremanera, y a tientas se puso los gregüescos, la chupa y la camisa; porque es fama que el tal dios no puede dormir en verano si no depone todos los trastos, quedándose a la ligera, como su madre le parió.
Dominio público
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Publicado el 10 de abril de 2018 por Edu Robsy.