Textos favoritos publicados por Edu Robsy | pág. 25

Mostrando 241 a 250 de 7.693 textos encontrados.


Buscador de títulos

editor: Edu Robsy


2324252627

Cómo Secuestraron a Pearl Button

Katherine Mansfield


Cuento


Pearl Button se estaba meciendo subida en la puertecilla que había ante la casa de cuartitos chiquitos como cajones. Era poco después del mediodía y hacía sol. Unos vientecillos revoltosos, que jugaban al escondite, aupaban el delantal a Pearl, queriendo taparle la boca con los volantes, y alzaban el polvo de la calle por encima de la casa de cuartitos chiquitos como cajones. Y al mirar aquella nube de polvo, se acordó de su mamá cuando iba a sazonar el pescado y se le caía la tapa del bote de la mostaza. Se mecía sólita en el portillo cantando una cancioncilla, cuando pasaron por la calle dos mujeres gordas. Una vestida de rojo y la otra de verde y amarillo. Ambas llevaban pañuelos color rosa en la cabeza y en el brazo sendos canastos de helechos. No tenían zapatos ni medias, y, como estaban tan gruesas, caminaban muy despacito, riéndose y charlando. Al verlas, Pearl dejó de mecerse y las mujeres también se detuvieron a mirarla y hablaron entre sí, agitando los brazos y palmoteando. Lo que a Pearl le hizo reír.

Entonces las dos mujeres se acercaron hasta el mismo seto, junto a la puertecilla, lanzando miradas temerosas hacia la casa de cuartitos chiquitos como cajones.

—Hola, pequeña —dijo una.

—Hola —respondió Pearl.

—¿Estás sólita?

Y ella dijo que sí con la cabeza.

—¿Dónde está tu mamá?

—En la cocina-planchando-porque-es-maar-tes.

Las dos mujeres se rieron y ella rió también.

—Hum —les dijo—, me parece que no tenéis muy limpios los dientes. Reíros otra vez.

Y las dos mujeres morenas de nuevo rieron y otra vez se pusieron a hablar entre ellas con palabras muy raras y muy raros movimientos de brazos.

—¿Cómo te llamas? —le preguntaron.

—Pearl Button.

—¿Quieres venir con nosotras, Pearl Button? Tenemos cosas muy bonitas que enseñarte —le dijo en voz baja una de las mujeres.


Información texto

Protegido por copyright
5 págs. / 9 minutos / 84 visitas.

Publicado el 9 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Cuento de Hadas Suburbano

Katherine Mansfield


Cuento


El señor y la señora B. estaban almorzando en el confortable comedor decorado en rojo de su «cómoda chocita a sólo media hora de la City».

Había un buen fuego en la chimenea —ya que el comedor era también cuarto de estar—, las dos ventanas que daban al trozo de jardín, frío y desmantelado, estaban cerradas y olía gratamente a huevos con tocino, a tostadas y a café. Ahora que aquello del racionamiento quedaba prácticamente liquidado, el señor B. había hecho cuestión de honor el comer hasta hartarse antes de afrontar los manifiestos azares de cada día. Y no le importaba que se supiera; en cuanto al almuerzo, era un auténtico inglés. Había de almorzar, pues de no hacerlo se derrumbaba. Y no fuera usted a decirle que aquellos muchachos del continente tenían que realizar hasta media mañana un trabajo como el suyo con sólo un bollo y una taza de café; resultaría que usted no sabía lo que se decía.

El señor B. era un hombre robusto y juvenil que no había podido —mala suerte— mandar a paseo su trabajo e ingresar en el ejército. Durante cuatro años estuvo buscando algún otro que ocupara su puesto, pero no pudo ser. Estaba sentado en la cabecera leyendo el Daily Mail. La señora B. —un cuerpecillo juvenil, pequeño y regordete, algo así como una paloma— se atusaba el plumaje sentada enfrente tras la cafetera y vigilaba con ojos cariñosos al pequeño B., que, fajado en la servilleta, ocupaba su sitio en el comedero entre los dos y en aquel momento golpeaba el extremo de un huevo pasado por agua.


Información texto

Protegido por copyright
4 págs. / 8 minutos / 93 visitas.

Publicado el 9 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Italiano o el Confesionario de los Penitentes Negros

Ann Radcliffe


Novela


Prólogo


Envuelto en una bruma de silencio y misterio,
Medita sus pasiones, las encarna en hechos,
Y las manda a otros en alas del Destino,
Como esa Voluntad invisible que nos guía,
¡Súbitas, calladas, inescrutables!
 

Hacia el año 1764, un grupo de ingleses que se hallaba de viaje por Italia se detuvo durante una excursión a los alrededores de Nápoles, ante el pórtico de Santa Maria del Pianto, iglesia aneja a un antiguo convento de la orden de los penitentes negros. La magnificencia de su atrio, aunque desgastado por el tiempo, despertó en los viajeros tanta admiración que sintieron curiosidad por visitar su interior, y con este propósito subieron la escalinata de mármol que conducía hasta ella.

A la sombra, detrás de los pilares, un individuo paseaba con los brazos cruzados y la mirada baja, recorriendo toda la extensión del atrio, tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta de que se acercaban desconocidos. El rumor de pasos, no obstante, le sobresaltó; se volvió y, sin detenerse, corrió a una puerta que daba acceso a la iglesia y desapareció.

Había algo demasiado sorprendente en su figura y demasiado singular en su reacción para pasar inadvertido a los visitantes: era un hombre alto, cargado de hombros, de tez pálida y facciones duras; con unos ojos que, al mirar por encima del embozo de la capa, parecían reflejar una enorme ferocidad.

Los viajeros, al entrar en el templo, buscaron con la mirada al personaje que los había precedido, pero no lo descubrieron en ninguna parte; sólo vieron surgir otra figura de las sombras que poblaban las largas naves laterales: un fraile del convento contiguo, que era quien solía enseñar a los visitantes los objetos de especial interés que guardaba la iglesia, y que con esa intención acudía ahora al encuentro de los que llegaban.


Información texto

Protegido por copyright
528 págs. / 15 horas, 24 minutos / 318 visitas.

Publicado el 25 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela


Dedicatoria

A
mi viejo maestro,
Joseph Bell, M.D., &c.
de
2, Melville Crescent,
Edimburgo

Parte I

Escándalo en Bohemia

Capítulo I

Ella es siempre, para Sherlock Holmes, la mujer Rara vez le he oído hablar de ella aplicándole otro nombre. A los ojos de Sherlock Holmes, eclipsa y sobrepasa a todo su sexo. No es que haya sentido por Irene Adler nada que se parezca al amor. Su inteligencia fría, llena de precisión, pero admirablemente equilibrada, era en extremo opuesta a cualquier clase de emociones. Yo le considero como la máquina de razonar y de observar más perfecta que ha conocido el mundo; pero como enamorado, no habría sabido estar en su papel. Si alguna vez hablaba de los sentimientos más tiernos, lo hacía con mofa y sarcasmo. Admirables como tema para el observador, excelentes para descorrer el velo de los móviles y de los actos de las personas. Pero el hombre entrenado en el razonar que admitiese intrusiones semejantes en su temperamento delicado y finamente ajustado, daría con ello entrada a un factor perturbador, capaz de arrojar la duda sobre todos los resultados de su actividad mental. Ni el echar arenilla en un instrumento de gran sensibilidad, ni una hendidura en uno de sus cristales de gran aumento, serían más perturbadores que una emoción fuerte en un temperamento como el suyo. Pero con todo eso, no existía para él más que una sola mujer, y ésta era la que se llamó Irene Adler, de memoria sospechosa y discutible.


Leer / Descargar texto

Dominio público
336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 3.245 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Abadía de Northanger

Jane Austen


Novela


1

Nadie que hubiera conocido a Catherine Morland en su infancia habría imaginado que el destino le reservaba un papel de heroína de novela. Ni su posición social ni el carácter de sus padres, ni siquiera la personalidad de la niña, favorecían tal suposición. Mr. Morland era un hombre de vida ordenada, clérigo y dueño de una pequeña fortuna que, unida a los dos excelentes beneficios que en virtud de su profesión usufructuaba, le daban para vivir holgadamente. Su nombre era Richard; jamás pudo jactarse de ser bien parecido y no se mostró en su vida partidario de tener sujetas a sus hijas. La madre de Catherine era una mujer de buen sentido, carácter afable y una salud a toda prueba. Fruto del matrimonio nacieron, en primer lugar, tres hijos varones; luego, Catherine, y lejos de fallecer la madre al advenimiento de ésta, dejándola huérfana, como habría correspondido tratándose de la protagonista de una novela, Mrs. Morland siguió disfrutando de una salud excelente, lo que le permitió a su debido tiempo dar a luz seis hijos más.


Leer / Descargar texto

Dominio público
238 págs. / 6 horas, 56 minutos / 5.953 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Novelas Ejemplares

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Preliminares

Fee de erratas

Vi las doce novelas compuestas por Miguel de Cervantes, y en ellas no hay cosa digna que notar que no corresponda con su original.

Dada en Madrid, a siete de agosto de 1613.

El licenciado Murcia de la Llana.

Tasa

Yo, Hernando de Vallejo, escribano de Cámara del Rey nuestro señor, de los que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los señores dél un libro, que con su licencia fue impreso, intitulado Novelas ejemplares, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, le tasaron a cuatro maravedís el pliego, el cual tiene setenta y un pliegos y medio, que al dicho precio suma y monta docientos y ochenta y seis maravedís en papel; y mandaron que a este precio, y no más, se venda, y que esta tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa y entienda lo que por él se ha de pedir y llevar, como consta y parece por el auto y decreto que está y queda en mi poder, a que me refiero.

Y para que dello conste, de mandamiento de los dichos señores del Consejo, y pedimiento de la parte del dicho Miguel de Cervantes, di esta fe, en la villa de Madrid, a doce días del mes de agosto de mil y seiscientos y trece años.

Hernando de Vallejo.

Monta ocho reales y catorce maravedís en papel.

Censura

Vea este libro el padre presentado Fr. Juan Bautista, de la orden de la Santísima Trinidad, y dígame si tiene cosa contra la fe o buenas costumbres, y si será justo imprimirse.

Fecho en Madrid, a 2 de julio de 1612.

El doctor Cetina.


Leer / Descargar texto

Dominio público
577 págs. / 16 horas, 50 minutos / 2.931 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Episodios Nacionales para Niños

Benito Pérez Galdós


Cuento, Novela


Trafalgar

I

Me permitiréis, amados niños, que antes de referiros los grandes sucesos de que fui testigo diga pocas palabras de mi infancia, explicando por qué extraños caminos me llevaron los azares de la vida a presenciar la terrible acción de Trafalgar.

Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña. Mi nombre es Gabriel Araceli, para servir a los que me escuchan… Cuando aconteció lo que voy a contaros, el siglo XIX tenía cinco años; yo, por mi confusa cuenta, debía de andar en los catorce.

Dirigiendo una mirada hacia lo que fue, con la curiosidad y el interés propios de quien se observa, imagen confusa y borrosa, en el cuadro de las cosas pasadas, me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad, poco más o menos. Aquello era, para mí, la vida entera; más aún, la vida normal de nuestra privilegiada especie; y los que no vivían como yo me parecían seres excepcionales del humano linaje, pues en mi infantil inocencia y desconocimiento del mundo yo tenía la creencia de que el hombre había sido criado para la mar, habiéndole asignado la providencia, como supremo ejercicio de su cuerpo, la natación, y como constante empleo de su espíritu, el buscar y coger cangrejos, ya para arrancarles y vender sus estimadas bocas, que llaman de la Isla, ya para propia satisfacción y regalo.

Entre las impresiones que conservo está muy fijo en mi memoria el placer entusiasta que me causaba la vista de los barcos de guerra, cuando se fondeaban frente a Cádiz. Como nunca pude satisfacer mi curiosidad, viendo de cerca aquellas formidables máquinas, yo me las representaba de un modo fantástico y absurdo, suponiéndolas llenas de misterios.


Leer / Descargar texto

Dominio público
297 págs. / 8 horas, 41 minutos / 1.638 visitas.

Publicado el 24 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

La Cueva Secreta

H. P. Lovecraft


Cuento


—Pórtense bien, chicos, mientras estoy fuera —dijo la señora Lee— y no hagan travesuras.

Porque los señores Lee iban a salir de casa, dejando solos a John, de diez años de edad, y Alice, de dos.

—Claro —contestó John.

Tan pronto como los Lee mayores se hubieron marchado, los jóvenes Lee bajaron al sótano y comenzaron a revolver entre los trastos. La pequeña Alice estaba apoyada en el muro, mirando a John. Mientras John fabricaba un bote con duelas de barril, la chica lanzó un grito penetrante y los ladrillos, a su espalda, cedieron. Él se precipitó hacia ella y la sacó oyendo sus gritos. Tan pronto como sus chillidos se apaciguaron, ella le dijo.

—La pared se ha caído.

John se acercó y descubrió que había un pasadizo. Le dijo a la niña.

—Voy a entrar y ver qué es esto.

—Bien —aceptó ella.

Entraron en el pasaje; cabían de pie, pero iba hasta más lejos de lo que podían ver. John subió arriba, al aparador de la cocina, cogió dos velas, algunos cerillos y luego regreso al túnel del sótano. Los dos entraron de nuevo. Había yeso en las paredes y el techo raso, y en el suelo no se veía nada, excepto una caja. Servía para sentarse y, aunque la examinaron, no encontraron nada dentro. Siguieron adelante y, de pronto, desapareció el enyesado y descubrieron que estaban en una cueva. La pequeña Alice estaba espantada al principio, y solo las afirmaciones de su hermano, acerca de que todo estaba bien, consiguieron calmar sus temores.

Pronto se toparon con una pequeña caja, que John cogió y llevó consigo.


Información texto

Protegido por copyright
1 pág. / 2 minutos / 1.893 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

A Través de las Puertas de la Llave de Plata

H. P. Lovecraft


Novela corta


I

En una inmensa sala de paredes ornadas con tapices de extrañas figuras y suelo cubierto con alfombras de Boukhara de extraordinaria manufactura e increíble antigüedad, se hallaban cuatro hombres sentados en torno a una mesa atestada de documentos. En los rincones de unos trípodes de hierro forjado que un negro de avanzadísima edad y oscura librea alimentaba de cuando en cuando, emanaban los hipnóticos perfumes del olíbano, mientras en un nicho profundo, a uno de los lados, latía acompasado un extraño reloj en forma de ataúd, cuya esfera estaba adornada de enigmáticos jeroglíficos, y cuyas cuatro manecillas no giraban de acuerdo con ningún sistema cronológico de este planeta. Era una estancia turbadora y extraña, pero muy en consonancia con las actividades que se desarrollaban en ella. Porque allí, en la residencia de Nueva Orleans del místico, matemático y orientalista más grande de este continente, se estaba ventilando el reparto de la herencia de un sabio, místico, escritor y soñador no menos eminente, que cuatro años antes había desaparecido de este mundo.


Información texto

Protegido por copyright
50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.903 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Como Gustéis

William Shakespeare


Teatro, Comedia


Personajes

EL DUQUE, que vive en el destierro.
FEDERICO, hermano del duque y usurpador de sus dominios.

AMIENS
JACQUES, lores que asisten al duque en su destierro.

LE BEAU, cortesano al servicio de Federico.
CARLOS, luchador de Federico.

OLIVERIO
SANTIAGO
ORLANDO, hijos de sir Rowland de Bois.

ADAM
DIONISIO, criados de Oliverio.

PIEDRA-DE-TOQUE, Payaso.
DON OLIVERIO DAÑATEXTO, vicario.

CORÍN
SILVIO, pastores.

GUILLERMO, campesino, enamorado de Andréy.
UNA PERSONA QUE REPRESENTA Á HIMENEO.
ROSALINDA, hija del duque desterrado.
CELIA, hija de Federico.
FEBE, pastora.
TOMASA, campesina.

LORES DEL SÉQUITO DE LOS DUQUES, PAJES, MONTEROS Y OTROS CRIADOS.

Acto I

Escena I

Huerto cerca de la casa de Oliverio.

Entran ORLANDO y ADAM.


Leer / Descargar texto

Dominio público
74 págs. / 2 horas, 11 minutos / 1.844 visitas.

Publicado el 14 de junio de 2018 por Edu Robsy.

2324252627