Textos más populares esta semana publicados por Edu Robsy publicados el 19 de noviembre de 2020

Mostrando 1 a 10 de 43 textos encontrados.


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editor: Edu Robsy fecha: 19-11-2020


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Semana Santa

Manuel Payno


Cuento


¡Eh, señores, acabó el tiempo de la diversión y la holganza! Los teatros están cerrados, los toros cesan de ser martirizados en la famosa cuanto viejísima plaza del renombrado don Manuel Barrera, y ahora sigue el tiempo de la penitencia y de los refrescos. Las amables vendedoras de chía y orchata del portal de las Flores vuelven a instalarse en él, y se aproxima ya el tiempo santo en que se recuerdan los sublimes misterios de nuestra religión. Las iglesias se llenan de piadosas ancianas a escuchar cada viernes los sermones, y los venerables hermanos de las cofradías, con sus capas con vueltas y cuello de terciopelo encarnado acuden a los ejercicios nocturnos a darse suaves azoteras sin dejar de guardar las pesetas, como Dios manda.

¿Pero cree el piadoso lector que todo es piedad y devoción en esta gran ciudad de los Moctezumas, en tales días?… Al contrario, es una diversión anual religiosa, para la cual se hacen siempre en lo interior de las familias grandes preparativos… Las gentes que todo el año han acostumbrado su caldo con limón a medio día, y su molito de pecho para la cena, encuentran un positivo placer en sustituir a estos días los manjares acostumbrados con la capirotada y la sopa de frijoles, el revoltijo de romeritos, la torta de camarones, y en algunas partes el lujo llega hasta poner lonjas envueltas en huevo de saladísimo pescado róbalo y ensalada de lechuga o coliflor. Sólo los ricos suelen indigestarse con la comida de vigilia; y por sí y ante sí, y protestando que reconocen al papa, se dispensan de la vigilia.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Era Bueno

Manuel Payno


Cuento


Era bueno el monje Wenesth porque no alzó jamás los ojos a ver a una mujer, y fue modelo de humildad y de virtudes; era bueno Sully, porque cuando salió del ministerio tuvo que empeñar sus alhajas para comer; era bueno el Cid, porque combatió con los moros como cristiano y como un caballero; pero no quiero hablar de todos los que han sido buenos en el mundo, porque sería cosa de nunca acabar, y porque con sólo recorrer la historia podremos tener una lista abundante de buenos; sino de esas dos palabras repetidas por todas las bocas de todas las clases de la sociedad, principalmente en épocas de agitación, de reformas, de revoluciones y de paz, de atraso y de adelanto, de progreso y de retrogradación, de justicia y de injusticia; en una palabra, en una época como la presente, que se parece a las pasadas, y que servirá de modelo a las venideras. ¡Qué desgraciados seríamos si no pudiéramos decir era bueno! ¿Qué podría suplirse a estas palabras que ayudan a expresar los deseos de cada uno? El ladrón dice: era bueno que no hubiera luna, porque su claridad nos impide salir a quitar una capa. El caminante dice: era bueno que no saliera el sol para que no me tostara los sesos. El niño dice: era bueno que no hubiera escuela, y que una peste se llevara al otro mundo a todos los maestros. El joven dice: era bueno que todas las muchachas me quisieran; era bueno que los sastres no fueran tan careros ni embusteros; era bueno que muriera un pesado marido que me amaga con su garrote; era bueno que cargara Satanás con una vieja setentona que estorba mis amores con la sentimental Matilde. ¡Oh!, los jóvenes repiten con tanta frecuencia el era bueno, como los americanos la palabra dollars, según dice mistress Trollope. ¿Y los viejos? Los viejos no dejan tampoco de la mano el tema.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Catur y Alicak

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


O DOS MINISTROS COMO HAY MUCHOS

Podrá el triste ser retirado de su tristeza, pero nunca el malvado de su maldad.
Sentencia árabe.

Caleb cabalgaba gentilmente en un magnífico asno egipcio, dirigiéndose por el camino que, desde Esbilia, derecho guía a la ciudad de Córdoba, morada entonces del Califa.

A proporción que la distancia del camino se abreviaba, el asno mostrábase muy ligero y andarín, como si el olor de una gran población y famosísima corte le anunciase el próximo encuentro de algunos individuos de su numerosa familia.

El asno, digo, picaba tan sereno y con un pasitrote tan reposado y suave, que el jinete, entregándose a su fantasía, iba diciendo en sus adentros de esta manera:

"En las escuelas de Cuf pocos igualaron, y ninguno descolló, sobre la reputación mía: sé con puntos y comas las Suras del Alcorán, las decisiones de la Zuna y los dichos de los Cadís.

"Mis versos se cantan por las hermosuras del harén, mis apuntes de historia el Visir los lee; nadie puede afrentarme por mis acciones, y para mayor fortuna, los buenos me quieren y los malos me odian. ¡Oh, buen Alá! ¡Cuán bien hice de aplicarme al estudio y no imitar al imbécil Catur! Y ¡cuánto mejor me fué el seguir los principios del justo que no la perversidad de Alicak! ¡Oh, buen Alá, qué dicha tan completa me espera!"

Por mucha recreación que Caleb tuviese con sus locos pensamientos, al entrar por una alameda que sombreaba la senda por donde caminaba, le sacó de su cavilación una voz que de este modo iba cantando:

Cada cual busca su igual:
tal para cual, tal para cual,
fortuna sentada adentro
al saber que un necio llega,
sin duda vendrá a mi encuentro;
que el leño al leño se allega,
y todo busca su centro.
Cada cual busca su igual,
tal para cual, tal para cual.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Rápida Ojeada sobre los Leones

Manuel Payno


Cuento


Modas

Desde que comenzamos a redactar El Museo, deseábamos una que otra vez dedicar una hoja para hablar de modas; mas día por día se fue quedando este propósito en el olvido. Posteriormente El Liceo ha publicado algunos artículos ilustrados con litografías, y hemos creído satisfecha ya la necesidad del público en esta materia, bien que para algunos sea la variación, decadencia o progreso de una moda, punto de la más alta importancia.

Como probablemente la explicación de la forma de los chalecos, casacas, etcétera, sea obra de algunas líneas, ocuparemos un poco más de papel en hacer varias explicaciones conducentes.

Nuestros apreciables suscriptores habrán oído desde tiempos muy atrás designar a los que acostumbran seguir las imperiosas leyes de la moda, con sobrenombres exclusivos. Se han llamado elegantes, dandys, petimetres, fashionables, pisaverdes, etcétera: ahora todos estos nombres han caído en desuso, y sólo se conocen en París con el pomposo título de leones.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Judas

Manuel Payno


Cuento


¡Sábado de Gloria! ¡Repique!, ¡felicidades!, ¡judas! ¡Cómo permanecer fríos espectadores en medio de barullo tan descomunal! ¡Y nos, los más antiguos saltimbanquis literarios, entre todos los mandados hacer, entre tanto gracioso de adrede con su seudónimo al canto, que también párvulos como nosotros, se codean con Fígaro, y ven sobre el hombre al propio Curioso Parlante!

¡Sábado de Gloria! Hoy que se ha rasgado el velo del templo, y no obstante, tantas cosas están en tinieblas; hoy que se ha encendido una luz nueva en el altar, casualmente cuando se echa de ver que en el Congreso hubo tan poca; hoy que vuelven, ¡oh desgracia!, a aturdir las campanas, a recobrar su vigorosa entonación las trompetas, a insultar la miseria los carruajes soberbios, y a complicarse en eternas intrigas los simones.

Pues señor, en este momento solemne, que estalla el repique, corren despavoridos los canes, galopan los petimetres cabalgadores, y aun se escucha la alharaquienta matraca y el pregón de las aguas lojas, y de las rosquillas; ahora que los cohetes pueblan tronadores los aires, que las gentes andan de prisa, y se saludan festivas, que se felicitan los léperos con sendos golpes; fijamos la atención en los judas, en esos infelices muñecos de cartón que se mecen en los lazos de las esquinas, entre la algazara de la plebe y el turbulento gozo de los párvulos.

Judas, ya ustedes lectores carísimos saben quién es, aquel que metió la mano en el plato con Jesucristo, en la última cena, y con todo, lo vendió, cosa que todos los días sucede con los que comen nuestro pan. ¡Judas!, aquel que con un beso entregó a su Maestro: hoy se ha sustituido una presión de manos, un abrazo. ¡Y vender a Cristo por 30 dineros aquel mismo Judas que sin comprar siquiera un boleto de un concierto, se deshizo del precio de su infamia y se ahorcó! ¡Es decir, que no tenía pizca de filosofía, ni de táctica, ni de nada!


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

La Hilandera

Manuel Payno


Cuento


En México, donde la historia no ha hecho adelantos sino de muy poco tiempo a esta parte, las mujeres han sido admirables por su talento para las obras de manos. Hace veinte años no podía concebirse que la manta, por ejemplo, se fabricase sin el auxilio de las manos y de los pies de una persona. Por supuesto los carretes de hilo y la hilaza eran un objeto de admiración y de curiosidad para el vulgo, cuando en sus ratos de conversación solían preguntarse cómo harían el hilo los extranjeros. Las primeras máquinas de hilados y tejidos en la república causaron una grande sorpresa, y al ver ese movimiento regular, uniforme y metódico de los telares, al contemplar que lo que antes se hacía con las manos era perfectamente suplido por las piezas de hierro, se creía que era obra de magia y que sólo el diablo podía inventar cosas de esta naturaleza.

Antes de que la industria hiciese estos progresos, se tejían finísimos rebozos de seda y de hilo de bolita, y es bastante sabida la fama de los ataderos, ceñidores, frazadas, jorongos y otros efectos de algodón y de lana. Para preparar las primeras materias, es decir, para reducir a hilo el algodón o lana, se servían de unos tornos, que consistían en un banco, montada en una extremidad una rueda y en la otra unas carretillas, por cuyo centro pasaba un malacate. Una cuerda servía de medio de movimiento. Resultaba un trabajo sumamente pesado y una obra muy imperfecta. Las mujeres se dedicaban de preferencia a esta ocupación, y ganaban con esto una honrada subsistencia.

La lámina que se acompaña a este artículo da una idea cabal de una hilandera. Aseadas, con su curioso traje nacional, han formado hasta cierto punto una clase privilegiada, por sus costumbres morigeradas y su constante laboriosidad, y su rarísima habilidad en las manufacturas.

M. P.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Hiala, Nadir y Bartolo

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Feliz el que cubriendo su cabeza
con la holanda sutil del blanco lecho,
fija la mente en mágica belleza,
se aduerme el alba en plácido reposo:
y mil veces feliz y más dichoso
si bebiendo en la copa del beleño,
visita las mansiones encantadas
que con oro y azul fabrica el sueño.

Soledades.

¡Oh, Nadir! Estás cautivo, y el feroz sultán Ismael no soltará jamás los nudos de tus cadenas. Tú tienes fértiles territorios, él posee grandes Estados; están en linde y deben confundirse, y con tu muerte, él los hereda como hermano de tu padre; triste catástrofe.... ¡Oh, Nadir, me inspiras compasión!

—¡Oh, virgen hermosa! Tú no puedes ser sino Híala; tus acentos me revelan algo de más celestial que las vulgares bellezas del serrallo; tus ojos de gacela me manifiestan quien tú eres. Tú sufres como yo; tú, como yo, eres prisionera; si mi cárcel es el estrecho recinto de una torre, también es prisión tuya ese jardín en que vagas. Tenga el Sultán un deseo, y ese ámbito se estrechará hasta....

—¿Hasta qué?

—Hasta el recinto de su camarín, hasta el cerco de su lecho. ¡Oh, Híala, me inspiras compasión!

—Resolución de mujer, es palma contra el siroco; se dobla, y finge que cede; pero al fin cumple siempre el gusto suyo y triunfa de la fuerza. Quien viene a verte en la torre de los Siete Sellos, algún poder tiene, y quien te habla desde un ajimez, alto cien codos del suelo, algo tiene de las propiedades de las aves, y el poder y la belleza sólo se rinden al placer. ¡Oh, Nadir, qué inadvertido eres!

—Las aves también se prenden, y la burla que en su loca vanidad hacen de las redes, la pagan a caro precio, sacudiendo los hilos de alambre de su jaula y lastimándose contra ellos; al poder y la belleza los vence más poder y mucha astucia. ¡Oh, Híala, qué inadvertida eres!


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Pretendientes del Café

Manuel Payno


Cuento


En una noche de estas que tienen los días de la semana, en que a los filarmónicos del salón de la ópera italiana no les place repetirnos la tan celebrada Lucrecia de Borgia o Beatrice de Tenda y en que los artistas dramáticos de los corrales de Nuevo México y Principal no están de humor para representarnos la famosa comedia de magia La pata de cabra, o algún vaudeville francés lleno de galicismos, me envolví en una senda cuanto vieja capa, me dirigí


con el ceño hasta la frente
y el sombrero hasta los ojos,
 

a uno de esos espléndidos cafés llenos de cristales, de espejos, de bujías y de cuadros dorados, y como cosa muy natural en estos tiempos, no tenía un real de plata con que tomar chocolate, me contenté con oír las acaloradas conversaciones sobre política, literatura y bellas artes que se suscitan noche con noche en parajes semejantes.


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El Juicio Final

Manuel Payno


Cuento


—¿Con que todavía persiste usted en su incredulidad?

—De ninguna manera, amigo don Sempronio: creo a puño cerrado que ha de llegar un día fatal en que todo bicho que viva y que haya vivido, ha de levantarse con la cara muy larga, las mejillas pálidas y hundidas y los ojos descarriados, y ha de correr diestra y siniestra sin poder ocultarse de una justicia eterna que a todos medirá con igual rasero; mas no he visto ni los temblores de tierra, ni las tempestades, ni los terremotos, ni ninguna de esas señales que, según la Escritura, anunciarán el día terrible.

—¿No ha visto usted el cometa?

—Sí.

—¿Y los temblores de las Antillas?

—Sí.

—¿Y la guerra en Yucatán?

—Sí.

—¿Y las injusticias que cometen con nosotros nuestros hermanos carísimos del norte?

—Sí.

—¿Y la caída lastimosa de los que estaban en la cúspide del poder? —Sí.

—¿Y las cuestiones entre los que están en la cumbre del poder?

—Sí.

—Pues si éstas no son señales del juicio final, no sé qué más aguarda usted; y además si se quiere convencer prácticamente, venga usted conmigo.

Don Sempronio me condujo a la alacena de la esquina de los portales de Mercaderes y Agustinos. Yo le seguí, pensando que sería divertido efectivamente contemplar leyendo El Diario, La Colmena y El Siglo XIX, la aproximación del juicio final.

—Observe usted, amigo mío —me dijo con tono sepulcral—, y se conmoverá usted hasta el grado de derramar lágrimas de verdadera contrición.


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Historia Verdadera

Manuel Payno


Cuento


Dos jóvenes románticos

Era una tarde nublada; el sol se había ocultado entre las nubes, y se reflejaba en las aguas del Sena un cielo opaco y triste: un joven de dieciséis a veinte años estaba en pie en un puente con los ojos fijos en el río; en sus siniestras miradas se advertía que luchaba con una grande agitación, y padecía su alma violentos combates. Una mano que le tocó al hombro suavemente le arrancó de su meditación.

—Amadeo, ¿qué te ha sucedido? ¿En qué piensas?

—Pienso, Eduardo, en este momento remover con mi cuerpo las aguas tranquilas del Sena.

—Loco, ¿tú te chanceas? No serías capaz de hacerlo.

—¿Que no sería? ¡Oh!, si tú quieres presenciarlo, no gustaré morir dejando la fama de embustero o charlatán.

Y al decir esto hizo un hincapié para precipitarse en el río; pero su compañero logró asirlo de un faldón de su huácaro; el cuerpo de Amadeo estaba balanceándose, y su compañero hacía esfuerzos prodigiosos para sostenerlo, gritó, acudió gente y lograron poner en salvo al desventurado que estaba tan peleado con la vida.

Amadeo quedó sin sentido, respiraba apenas, y aunque se había resuelto al parecer con tanta frialdad, a perder la vida, se conocía en esto claramente el esfuerzo que hace el hombre sobre sí mismo al privarse de la existencia. Eduardo lo condujo a su casa, donde le suministró todos los auxilios necesarios para que recobrara el uso de los sentidos.

—Parece que te vas recuperando un poco, Amadeo —le dijo su amigo cuando lo vio entreabrir los ojos.

—Sí, algún tanto, Eduardo, gracias, gracias, es algo salada la maldita agua del Sena, y aún tengo el estómago lleno… Dios me ampare, qué agonía tan horrible se siente cuando uno se está ahogando: por cierto escogeré mañana otro género de muerte más violenta.

—Duerme, y descansa, Amadeo; cuando despiertes encontrarás tu estómago más vacío.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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