Textos más cortos publicados por Edu Robsy | pág. 4

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editor: Edu Robsy


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Manifestaciones de Duelo del Rey de Portugal

Juan Valera


Cuento


Un portugués contaba a un andaluz los extremos de doloroso sentimiento que hizo el Rey de Portugal por la muerte de la Señora Infanta, su linda hija.

Extraordinarias eran las cosas que el portugués refería; pero el andaluz, en vez de maravillarse, decía siempre:

—¿Y no hizo más que eso?

Algo enojado el portugués de que el andaluz no se maravillase, ponderaba cada vez más las manifestaciones de duelo de Su Majestad Fidelísima.

El andaluz, no obstante, permanecía indiferente y no se cansaba de repetir:

—¿Y no hizo más que eso?

El portugués perdió por último la paciencia, y dijo para terminar:

—Ainda fiz mais: mandou que en todo o reino ninguem creese'en Deus en tres annos, para que Deus, nos tempos vendouros, saiva como se ten de conduzir con o Rei de Portugal.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La Dicha de Vivir

Leopoldo Lugones


Cuento


Poco antes de la oración del huerto, un hombre tristísimo que había ido a ver a Jesús, conversaba con Felipe, mientras concluía de orar el Maestro.

—Yo soy el resucitado de Naim —dijo el hombre—. Antes de mi muerte, me regocijaba con el vino, holgaba con las mujeres, festejaba con mis amigos, prodigaba joyas y me recreaba en la música. Hijo único, la fortuna de mi madre viuda era mía tan solo. Ahora nada de eso puedo; mi vida es un páramo. ¿A qué debo atribuirlo?

—Es que cuando el Maestro resucita a alguno, asume todos sus pecados —respondió el apóstol—. Es como si aquel volviera a nacer en la pureza del párvulo…

—Así lo creía y por eso vengo.

—¿Qué podrías pedirle, habiéndote devuelto la vida?

—Que me devuelva mis pecados —suspiró el hombre.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Fecundidad de la Memoria

Juan Valera


Cuento


El señor no estaba en casa, y el negrito que le servía, abrió la puerta a un forastero muy pomposo.

—¿Está en casa su amo de usted? —preguntó el forastero.

—Ha salido —contestó el negrito.

—¡Cuánto lo siento! —exclamó el forastero—. No traigo tarjetas.

—¿Qué importa eso? No se apure: diga su nombre; el negrito tiene buena memoria y no le olvidará.

—Pues bien: diga usted a su amo que ha estado aquí a visitarle D. Juan José María Díez de Venegas, Caballero Veinticuatro de la ciudad de Jerez. ¿Se acordará usted?

—¿Y cómo no? —dijo el negrito.

En efecto; cuando volvió su amo el negrito le dijo:

—Zeñó, aquí han estado a visitar a su merced D. Juan, D. José, doña María, diecinueve negas, veinticuatro caballeros y la ciudad de Jerez.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Famoso Cantor Madureira

Juan Valera


Cuento


Fue tan hábil este cantor y tenía una voz tan dulce y tan argentina, que hizo el encanto de cuantos le oyeron durante su gloriosa pero no muy larga vida.

Los portugueses estaban llenos de orgullo porque había pertenecido a su nación tan eminente artista.

Así es que, después de su muerte, le enterraron como a todo el mundo; pero el entierro fue suntuoso y las exequias más suntuosas aún. En los Placeres, que aunque parezca extraño, así se llama el cementerio de Lisboa, le erigieron un soberbio mausoleo; y en una lápida de mármol negro inscribieron con letras de oro el siguiente epitafio:


Aquí yace o Senhor de Madureira, o primer cantor do mundo.
Morreu.
Porem, non morreu, Chamoulhe Deus a sua Capella.
Mandou-lhe cantar.
Nào quiz.
Rogou-lhe que cantase.
Entao cantou.
E diz Deus:
Vayan os anjos a merda que canta muito melhor o Senhor de Madureira.


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Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La Verdad Embellecida

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


—Mucho debe ser, cuando la Providencia me regala de este modo: me puso casa con una hermosa bóveda y de una sola habitación para que no me molestaran los vecinos: no me dio pies, para indicarme que no necesito andar, como tantos infelices, para ganarme la vida: abro mis puertas cuando quiero, y entra la luz, que viene de muy lejos, para alumbrar mi casa: ese mar tan grande y de tan mal genio me trae todos los días como un esclavo la comida, y paso mi existencia durmiendo y despertando con sosiego, en una cuna de nácar, envuelta en mi manto transparente.

—¿Quién cuenta tales grandezas en este rinconcito de mar? —dijo un joven cangrejo—. Deben ser embustes.

—No: todo lo que dice es cierto, pero muy embellecido —respondió un cangrejo sabio.

—¿Me puede usted decir quién es esa princesa?

—Esa princesa es una ostra.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Ausencia de Tomasito

Vicente Riva Palacio


Cuento


Apócrifo


Ésta era una pareja que vivía casada por el registro natural. Un día llegó Tomasito, que así se llamaba el varón, a la casa, y le dijo la mujer:

—Oiga don Tomasito, ahí está ya la Semana Santa.

—Bueno, ¿y qué?

—¿Y qué?, que yo ya me he confesado y es fuerza que usted se me mude de aquí, pero luego, luego.

Don Tomasito comprendió la fuerza del argumento, y se conformó con la resolución.

Con muchísima prudencia, y sin desplegar sus labios, hizo un lío de trapitos, enrolló su petate, (porque todo esto pasaba en una accesoria), se puso su sombrero y se dirigió a la puerta.

Iba a salir cuando oyó la voz de su adorado tormento que le llamaba.

—Don Tomasito.

—¿Qué se ofrece?

—Oiga usted, váyase pronto, eh; pero el sábado de gloria que no sea necesario andarlo buscando.


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Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Monje

Iván Turguéniev


Cuento


Conocí a un monje anacoreta, santo. Vivía con la sola dulzura de la plegaria y, embebido de esta, estuvo parado tanto tiempo sobre el suelo frío de la iglesia, que sus piernas, por debajo de las rodillas, se le hincharon y pusieron parecidas a columnas. Él no las sentía, se paraba y rezaba.

Yo lo entendía; yo, acaso, lo envidiaba, pero que él también me entienda y no me condene a mí; a mí, que no accedo a sus alegrías.

Él consiguió eliminarse a sí mismo, a su odiado yo; pero es que yo también no rezo no por amor propio.

Mi yo, acaso, me es aún más pesaroso y repulsivo que su él a él.

Él encontró en qué olvidarse de sí mismo… pero es que yo también encuentro, aunque no de modo tan constante.

Él no miente… pero es que yo también no miento.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Cerezo

José Fernández Bremón


Cuento


—Cuando Pedro era un chiquillo, le dijo su abuelo: «Hoy que es tu santo, planta un árbol en la huerta, y cuando seas mayor, te dará fruto y sombra y será una propiedad». Perico, que era un chico obediente, plantó un cerezo, y lo regaba y cuidaba con esmero, pero era un desgraciado.

—¿Se secó el árbol?

—Al contrario, prosperó como ninguno; y dio cerezas tan ricas, que el padre del muchacho hizo con ellas un regalo al alcalde: al año siguiente Perico no las pudo probar porque cayó soldado: cuando volvió a su pueblo, después de rodar por el mundo muchos años, era casi un viejo, y nunca pudo evitar que los muchachos se le comieran la fruta antes de estar madura.

»Quiso un año defenderla, y los mozos del lugar le dieron tal paliza, que quedó baldado para siempre: los mozos que le baldaron, todos llevaban varas del cerezo que plantó.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

El Hijo Ingrato

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un día estaba un hombre sentado con su mujer a la puerta de su casa, y se hallaban comiendo con mucho gusto un pollo, el primero que les habían dado aquel año las gallinas. El hombre vio venir a lo lejos a su anciano padre y se apresuró a ocultar el plato para no tener que darle, de modo que sólo bebió un trago y se volvió en seguida.

En aquel momento fue el hijo a buscar el plato para ponerle en la mesa, pero el pollo asado se había convertido en un sapo muy grande que saltó a su rostro, al que se adhirió para siempre. Cuando se intentaba quitarle de allí, el horrible monstruo lanzaba a las gentes miradas venenosas como si fuera a tirarse a ellas, así es que nadie se atrevía a acercarse. El hijo ingrato quedó condenado a sustentarle, pues, si no, le devoraba la cabeza, y así pasó el resto de sus días vagando miserablemente por la tierra.


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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Pagoda de Babel

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


Ese cuento del agujero en el suelo, que baja quién sabe hasta dónde, siempre me ha fascinado. Ahora es una leyenda musulmana; pero no me asombraría que fuera anterior a Mahoma. Trata del sultán Aladino; no el de la lámpara, por supuesto, pero también relacionado con genios o con gigantes. Dicen que ordenó a los gigantes que le erigieran una especie de pagoda, que subiera y subiera hasta sobrepasar las estrellas. Algo como la Torre de Babel. Pero los arquitectos de la Torre de Babel eran gente doméstica y modesta, como ratones, comparada con Aladino. Sólo querían una torre que llegara al cielo. Aladino quería una torre que rebasara el cielo, y se elevara encima y siguiera elevándose para siempre. Y Dios la fulminó, y la hundió en la tierra abriendo interminablemente un agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin techo. Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma de! soberbio Sultán se desmorona para siempre.


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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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