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Historia de un Perro

Guy de Maupassant


Cuento


La prensa respondió unánimemente a la llamada de la Sociedad Protectora de Animales para colaborar en la construcción de un establecimiento para animales. Sería una especie de hogar y un refugio, donde los perros perdidos, sin dueño, encontrarían alimento y abrigo en vez del nudo corredizo que la administración les tiene reservado.

Los periódicos recordaron la fidelidad de los animales, su inteligencia, su dedicación. Ensalzaron sucesos de asombrosa sagacidad.

Es mi deseo, aprovechando esta oportunidad, contar la historia de un perro perdido, de un perro vulgar, sin pedigrí. Es una historia sencilla pero auténtica.

En los suburbios de París, a las orillas del Sena, vivía una familia de ricos burgueses. Poseían una elegante mansión con un gran jardín, caballos, carruajes y muchos criados.

El cochero se llamaba François. Era un individuo de origen campesino, un poco corto de inteligencia; grueso, embotado..., pero de buen corazón.

Una noche, en la que regresaba a la casa de sus amos, un perro comenzó a seguirlo. En un principio ignoró al animal, pero la obstinación de éste y el hecho de seguirlo tan de cerca, hizo que el cochero se volviese... Miraba al can intentando reconocerlo, pero no... nunca lo había visto.

Se trataba de una perra de una terrible delgadez, con enormes ubres colgantes. Trotaba detrás del hombre en un estado lamentable; la cola apretada entre las piernas y las orejas pegadas contra la cabeza.

François se detuvo. Lo mismo hizo la perra. François reanudó la marcha y la perra siguió tras él.

Deseó desprenderse de aquel esqueleto de animal y gritó:

—¡Vete... Aléjate de mí!

La perra se movió dos o tres pasos hacia atrás y se detuvo apoyándose sobre las patas traseras, pero tan pronto el cochero se volvió, ésta volvió a seguirlo.


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Publicado el 8 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Historia de una Ballena

Louisa May Alcott


Cuento infantil


Freddy se sentó a meditar en el banco a la sombra del árbol. Se trataba de un amplio asiento blanco, de unos cuatro pies de largo, formando una concavidad desde sus extremos hasta el centro, que le hacía parecer un columpio; y no sólo era cómodo, también era curioso, porque estaba tallado de una sola pieza en un hueso de ballena. Freddy solía sentarse allí, y pensaba en el banco porque le interesaba sobremanera, aunque nadie pudo decirle nada al respecto, salvo que llevaba allí mucho tiempo.

–Pobre y vieja ballena, me pregunto cómo habrás llegado hasta aquí, de dónde vienes, y si fuiste una criatura buena y feliz mientras viviste –dijo Freddy en voz alta, acariciando el viejo hueso con su pequeña mano.

Y en eso se oyó un gran crujido; y una repentina ráfaga de viento agitó los árboles, como si un enorme monstruo gimiese y suspirase. Freddy pudo escuchar entonces una voz fantástica, resonante, aunque curiosamente quebrada, como si alguien tratara de hablar con la mandíbula rota.

–¡Ah, Freddy, Freddy! –llamó la gran voz–. Te contaré todo lo que quieras saber, porque tú eres la única persona que me ha compadecido, o se ha preocupado de indagar mi origen y mis peripecias.

–¡Cómo!, ¿es que puede hablar? –preguntó Freddy, muy sorprendido y un poco asustado.

–Por supuesto que puedo; debes saber que estás sentado sobre una parte de mi mandíbula. Podría hablar aún mejor si toda mi boca estuviera aquí; pero me temo que mi voz sería entonces tan estridente, que no serías capaz de escucharla sin estremecerte. De todos modos, no creo que nadie más de por aquí pueda entenderme. No son muchos en total los que podrían hacerlo, te lo aseguro; pero tú eres un chiquillo reflexivo, con una viva fantasía, y además con un gran corazón, así que tú oirás mi historia.


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Publicado el 23 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Historia de una Cortesana

Alejandro Dumas


Novela


Prólogo

Sobre las cinco de la tarde del 14 de enero de 1815, un sacerdote precedido de una vieja que parecía servirle de guía, caminaba por entre la nieve que se extendía desde el villorrio de Wimille al pequeño puerto de Ambleteuse, situado entre Boulogne y Calais, y en el cual Jacobo II, expulsado de Inglaterra, desembarcó en 1688. El paso del sacerdote era precipitado, como si alguien lo esperase con impaciencia; y para, resguardarse del viento incómodo, y frío que soplaba, de las costas de Inglaterra, iba envuelto en su manteo. Crecía la marea, y se percibía el mugido, de las olas confundido con el áspero ruido de los guijarros que el flujo y reflujo arrojaba a la playa.

Al cabo de media hora de caminar por un sendero que señalaba una doble hilera de macilentos olmos, desnudos en invierno, por los rigores de la estación, maltrechos en verano por la acción de los vientos del mar, la vieja, desviándose hacia la derecha, tomó por un camino apenas visible bajo la nieve que lo cubría, y que conducía, a una pequeña casa edificada en la ladera de una colina que dominaba el paisaje. A través de los vidrios de la ventana se distinguía un punto luminoso, única señal que denunciaba la presencia de esta vivienda completamente perdida en la obscuridad.

Diez minutos bastaron a los dos viajeros para llegar al umbral de la puerta, que se abrió en el acto, al tiempo que una voz fresca y dulce dijo con ligero acento, inglés:

—¡Venga usted, señor abad!; mi madre le espera impaciente.

La vieja se apartó para dar paso al clérigo, tras el cual penetró en la choza. La joven cerró la puerta, y en la pieza inmediata, la única que estaba alumbrada, hizo ademán de señalar a un mujer que con dificultad se incorporaba en el lecho.

—¿Es él? —preguntó la enferma, en inglés y con voz débil.

—Sí, madre mía —respondió la joven en el mismo idioma.


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688 págs. / 20 horas, 5 minutos / 194 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Historia de una Mentira

Robert Louis Stevenson


Cuento


1. En el que se presenta al almirante

En el tiempo que pasó en París, Dick Naseby hizo extrañas amistades, pues era de los que tienen oídos para oír y saben emplear los ojos tanto como la inteligencia. Tenía tantas ideas como Stuart Mill, pero su filosofía tenía que ver con los seres de carne y hueso y era tan experimental como su método. Era un cazador prototípico. Despreciaba las piezas menores y las personalidades insignificantes, ya fuese en la forma de duques o viajantes comerciales, y los dejaba pasar de largo como las algas junto al costado de un barco, pero, si veía un rostro enérgico o refinado, si oía una voz penetrante o llorosa, si reparaba en una mirada viva, un gesto apasionado o una sonrisa ambigua y significativa, su imaginación despertaba en el acto. «Érase una vez un hombre y una mujer», parecía decir, y se dedicaba a interpretarlo con el placer de un artista al consagrarse a su arte.


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62 págs. / 1 hora, 48 minutos / 173 visitas.

Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Historia de una Obra Maestra

Henry James


Novela corta


Parte I

Fue apenas el verano pasado, durante una estancia de seis semanas en Newport, cuando John Lennox se prometió a Miss Marian Everett, de Nueva York.

Mr. Lennox era viudo, sin hijos, y poseía una gran fortuna. Tenía treinta y cinco años, un aspecto suficientemente distinguido y unos modales excelentes. Era también un hombre de costumbres irreprochables, que contaba con una cantidad excepcional de sólida información y cuyo carácter, se decía, había sido sometido a un difícil y provechoso periodo de prueba durante su corta vida de casado. Por todo ello, se consideraba que era Miss Everett quien se llevaba un buen partido y la que más salía ganando con el enlace.

Sin embargo, también Miss Everett era una joven muy atractiva desde el punto de vista del matrimonio. La bella Miss Everett, como la llamaban para distinguirla de algunas primas poco agraciadas con quienes, dado que no tenía madre ni hermanas, estaba obligada a pasar una gran parte de su tiempo como exigía el decoro. Esa cualidad, cabe suponer, proporcionaba a la muchacha una satisfacción mayor que la que podía producir en sus jóvenes y excelentes parientes.


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40 págs. / 1 hora, 11 minutos / 105 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Historia del Caballero Des Grieux y de Manon Lescaut

Abate Prévost


Novela


Advertencia del autor de las Memorias de un hombre de calidad

Aunque hubiera podido incluir en mis Memorias las aventuras del caballero Des Grieux, me pareció que, no estando estrictamente relacionadas, el lector estaría más satisfecho de verlas aparte. Un relato de esta longitud habría interrumpido demasiado el hilo de mi propia historia. Aunque estoy muy lejos de atribuirme la cualidad de escritor preciso, no ignoro que una narración debe estar exenta de las circunstancias que la hagan pesada y embarazosa; éste era el precepto de Horacio:

Ut jam nunc dicat jam nunc debentia dici,
Pleraque differat, ac præsens in tempus omittat.

Pero no es necesario acudir a tan gran autoridad para probar una verdad tan sencilla, pues el buen sentido es la primera fuente de esta regla.


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173 págs. / 5 horas, 3 minutos / 847 visitas.

Publicado el 9 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Historia del Comendador de Toralva

Jan Potocki


Cuento


Entré en la orden de Malta antes de haber salido de la niñez, pues pertenecía a la Escuela de Pajes. A los veintiséis años, gracias a las protecciones que tenía en la corte, el gran maestre me confirió la mejor comendadoría de la lengua de Aragón. Podía pues, y puedo aún, aspirar a las primeras dignidades de la orden. Pero como sólo se las alcanza a una edad avanzada, y hasta tanto llegan yo no tenía absolutamente nada que hacer, seguí el ejemplo de nuestros primeros bailíos, que tal vez hubieran debido darme uno mejor. En suma, sólo me ocuparon las aventuras galantes, lo cual me parecía por entonces un pecado sobremanera venial. ¡Y pluguiera al cielo que no hubiese cometido otro más grave! El que me reprocho es un arrebato culpable, que me ha llevado a desafiar lo que nuestra religión tiene de más sagrado. Me estremezco al pensar en ello. Pero no quiero adelantarme a los acontecimientos.

Sabrán que existen en Malta algunas familias nobles de la isla que no entran en la orden y no tienen tampoco ninguna relación con los caballeros, sea cual fuere su rango, reconociendo únicamente al gran maestre, que es su soberano, y al capítulo, que es su consejo.

Inmediatamente después de esta clase viene una intermedia, que ejerce empleos y busca la protección de los caballeros. Las damas de esta clase se llaman a sí mismas “honorate”, que en italiano quiere decir honradas, y son designadas por este título. No cabe duda de que lo merecen por la decencia de su conducta y, si debo decirlo todo, por el misterio con que encubren sus amores.


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9 págs. / 17 minutos / 62 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Historia del Diablo

Daniel Defoe


Tratado


Primera parte

Capítulo I

QUE SIRVE DE INTRODUCCIÓN A TODA LA OBRA.

No dudo de que el título de este libro asombre en principio a mis lectores; quizá se detengan en él un poco, ni más ni menos que podrían hacerlo ante el libro de magia de una encantadora; permanecerán un rato dudando si deben leerlo o no, ante el temor de que leyendo la Historia del Diablo le evoquen verdaderamente.

A los Niños y a las Viejas se les han dicho tantas cosas espantosas del Diablo, se han forjado de él ideas tan horribles, figuras tan monstruosas, que serían capaces de asustarle, si él se encontrase en la oscuridad y se presentara a sí mismo bajo las diferentes formas que de él ha inventado la imaginación del hombre; pero, por otra parte, no creo que pareciera tan espantoso si se pudiera conversar con él cara a cara.

Es, pues, seguramente, una obra muy útil, la de ofrecer la verdadera Historia de ese Tirano del aire, de ese Dios del Mundo, de ese terror y esa aversión del Género Humano, que se llama Diablo; de hacer ver lo que es y lo que no es, dónde está y dónde no está, cuándo está en nosotros y cuándo no lo está; pues yo no podría dudar de que el Diablo no esté realmente, y en buena fe, en buen número de nuestros Espíritus débiles, aunque honestos, sin que ellos se den cuenta.


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Publicado el 13 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Historia del Endemoniado Pacheco

Jan Potocki


Cuento


Finalmente, desperté de verdad. El sol quemaba mis párpados, que apenas si podía abrir. Entreví el cielo y me di cuenta de que me hallaba al aire libre. Pero el sueño pesaba aún sobre mis ojos, y aunque ya no dormía, todavía no estaba despierto del todo. Veía desfilar ante mí imágenes de suplicios, sucediéndose unas tras otras. Me sentí horrorizado, y me incorporé rápidamente.

¿Cómo expresar con palabras el horror que sentí en ese momento? Me encontraba bajo la horca de Los Hermanos. Pero los cadáveres de los dos hermanos de Zoto no colgaban al aire, sino que yacían junto a mí. Lo que quiere decir que había pasado la noche con ellos. Me hallaba sentado sobre trozos de cuerdas, restos de ruedas y de esqueletos humanos, y sobre horrorosos harapos que la podredumbre había separado de ellos.

Pensé un momento que quizá no estaría aún bien despierto y que aquello era un horrible sueño. Cerré los ojos y busqué en mi memoria dónde había estado la víspera. En ese instante sentí como si las garras de un animal se hundiesen en mi costado, y vi a un buitre que se había arrojado sobre mí y que devoraba a uno de mis compañeros de lecho. El dolor que me causaban sus garras era tan intenso que logró despertarme del todo. Junto a mí se encontraban mis ropas, y me apresuré a vestirme. Ya vestido, quise salir de la tapia que rodeaba la horca, pero vi que la puerta se hallaba cerrada, y a pesar de mi esfuerzo no logré romperla. Tuve, pues, que trepar por la triste muralla y, apoyándome en una de las columnas de la horca, me puse a contemplar la comarca que desde allí se divisaba. Fácilmente pude orientarme. Me hallaba a la entrada del valle de Los Hermanos, no lejos de las orillas del Guadalquivir.


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11 págs. / 20 minutos / 92 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Historia del Necronomicón

H.P. Lovecraft


Cuento


Breve, pero completo, resumen de la historia de este libro, de su autor, de diversas traducciones y ediciones desde su redacción (en el 730) hasta nuestros días.

Edición conmemorativa y limitada a cargo de
Wilson H. Shepherd, The Rebel Press,
Oakman, Alabama.

El título original era Al—Azif, Azif era el término utilizado por los árabes para designar el ruido nocturno (producido por los insectos) que, se suponía, era el murmullo de los demonios. Escrito por Abdul Al Hazred, un poeta loco huido de Sanaa al Yemen, en la época de los califas Omeyas hacia el año 700. Visita las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis, y pasa diez años en la soledad del gran desierto que se extiende al sur de Arabia, el Roba el—Khaliyeh, o “Espacio vital” de los antiguos, y el Dahna, o “Desierto Escarlata” de los árabes modernos. Se dice que este desierto está habitado por espíritus malignos y monstruos tenebrosos. Todos aquellos que aseguran haber penetrado en sus regiones cuentan cosas extrañas y sobrenaturales. Durante los últimos años de su vida, Al Hazred vivió en Damasco, donde escribió el Necronomicón (Al—Azif) y por donde circulan terribles y contradictorios rumores sobre su muerte o desaparición en el 738. Su biógrafo del siglo XII, Ibn—Khallikan, cuenta que fue asesinado por un monstruo invisible en pleno día y devorado horriblemente en presencia de un gran número de aterrorizados testigos. Se cuentan, además, muchas cosas sobre su locura. Pretendía haber visto la famosa Ilrem, la Ciudad de los Pilares, y haber encontrado bajo las ruinas de una inencontrable ciudad del desierto los anales secretos de una raza más antigua que la humanidad. No participaba de la fe musulmana, adoraba a unas desconocidas entidades a las que llamaba Yog—Sothoth y Cthulhu.


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2 págs. / 4 minutos / 729 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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