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editor: Edu Robsy textos no disponibles fecha: 05-02-2017


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El Candor del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


La cruz azul

Bajo la cinta de plata de la mañana, y sobre el reflejo azul del mar, el bote llegó a la costa de Harwich y soltó, como enjambre de moscas, un montón de gente, entre la cual ni se distinguía ni deseaba hacerse notable el hombre cuyos pasos vamos a seguir.

No; nada en él era extraordinario, salvo el ligero contraste entre su alegre y festivo traje y la seriedad oficial que había en su rostro. Vestía un chaqué gris pálido, un chaleco, y llevaba sombrero de paja con una cinta casi azul. Su rostro, delgado, resultaba trigueño, y se prolongaba en una barba negra y corta que le daba un aire español y hacía echar de menos la gorguera isabelina. Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado. Nada hacia presumir que aquel chaqué claro ocultaba una pistola cargada, que en aquel chaleco blanco iba una tarjeta de policía, que aquel sombrero de paja encubría una de las cabezas más potentes de Europa. Porque aquel hombre era nada menos que Valentín, jefe de la Policía parisiense, y el más famoso investigador del mundo. Venía de Bruselas a Londres para hacer la captura más comentada del siglo.

Flambeau estaba en Inglaterra. La Policía de tres países había seguido la pista al delincuente de Gante a Bruselas, y de Bruselas al Hoek van Holland. Y se sospechaba que trataría de disimularse en Londres, aprovechando el trastorno que por entonces causaba en aquella ciudad la celebración del Congreso Eucarístico. No sería difícil que adoptara, para viajar, el disfraz de eclesiástico menor, o persona relacionada con el Congreso. Pero Valentín no sabía nada a punto fijo. Sobre Flambeau nadie sabía nada a punto fijo.


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257 págs. / 7 horas, 30 minutos / 225 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Protector

Henry James


Novela


PRIMERA PARTE

I

Roger Lawrence había ido a la ciudad con el propósito de llevar a cabo un acto concreto, pero a medida que se acercaba la hora, sentía cómo su fervor se desvanecía súbitamente. En realidad, desde un principio, había sentido poco ese fervor que nace de la esperanza; lo sentía tan poco, que mientras viajaba inmerso en el traqueteo del tren no pudo evitar la sorpresa de verse a sí mismo envuelto en semejante empresa. Sin embargo, a falta de esperanza, podría decirse que le sostenía la desesperación. Fracasaría, estaba seguro, pero debía volver a fracasar antes de descansar. Entretanto, estaba más que impaciente. Por la tarde, después de vagar sin rumbo por las calles durante un par de horas sumido en la fría oscuridad de diciembre, llegó al hotel. Subió a la habitación y se cambió, con un sentimiento de amargura pero a la vez de cierta satisfacción por haber logrado darse el aplomo propio de un apasionado pretendiente. Tenía veintinueve años. Era un hombre sano y fuerte, de buen corazón y un portento al menos, en lo que se refiere al sentido común; su rostro reflejaba juventud, ternura y cordura, pero no muchas más cualidades. Tenía un cutis tan fino que casi resultaba absurdo en un hombre de su edad, un efecto más bien acentuado por una prematura calvicie parcial. Al ser extremadamente miope, inclinaba la cabeza hacia delante; pero como los estetas que han estudiado el pintoresquismo consideran que este rasgo concede un aire de distinción, en este caso Roger podría haberse acogido a dicho beneficio de la duda. Su complexión fuerte y robusta era, en definitiva, uno de sus mejores atributos, si bien, debido a una incurable timidez personal, hacía gala de una enorme torpeza de movimientos. Iba melindrosamente acicalado y era meticuloso y metódico en extremo en sus hábitos, que son los típicos que supuestamente se identifican con la soltería.


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212 págs. / 6 horas, 11 minutos / 212 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Hombre que Fue Jueves

Gilbert Keith Chesterton


Novela


CAPÍTULO I. LOS DOS POETAS DE SAFRON PARK

El barrio de Saffron Park —Parque de Azafrán— se extendía al poniente de Londres, rojo y desgarrado como una nube del crepúsculo. Todo él era de un ladrillo brillante; se destacaba sobre el cielo fantásticamente, y aun su pavimento resultaba de lo más caprichoso: obra de un constructor especulativo y algo artista, que daba a aquella arquitectura unas veces el nombre de "estilo Isabel" y otras el de "estilo reina Ana", acaso por figurarse que ambas reinas eran una misma.

No sin razón se hablaba de este barrio como de una colonia artística, aunque no se sabe qué tendría precisamente de artístico. Pero si sus pretensiones de centro intelectual parecían algo infundadas, sus pretensiones de lugar agradable eran justificadísimas. El extranjero que contemplaba por vez primera aquel curioso montón de casas, no podía menos de preguntarse qué clase de gente vivía allí. Y si tenía la suerte de encontrarse con uno de los vecinos del barrio, su curiosidad no quedaba defraudada. El sitio no sólo era agradable, sino perfecto, siempre que se le considerase como un sueño, y no como una superchería. Y si sus moradores no eran "artistas", no por eso dejaba de ser artístico el conjunto. Aquel joven —los cabellos largos y castaños, la cara insolente— si no era un poeta, era ya un poema. Aquel anciano, aquel venerable charlatán de la barba blanca y enmarañada, del sombrero blanco y desgarbado, no sería un filósofo ciertamente, pero era todo un asunto de filosofía. Aquel científico sujeto —calva de cascarón de huevo, y el pescuezo muy flaco y largo— claro es que no tenía derecho a los muchos humos que gastaba: no había logrado, por ejemplo, ningún descubrimiento biológico; pero ¿qué hallazgo biológico más singular que el de su interesante persona?


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174 págs. / 5 horas, 5 minutos / 349 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Secreto del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


Habla Flambeau, el más cercano de los amigos del rubicundo sacerdote: «Robé durante veinte años, con estas dos manos, y escapé a la policía con estos dos pies. Espero que juzgará prácticas mis actividades. Espero que opinará que, tanto mis jueces como mis perseguidores, tuvieron que habérselas con verdaderos crímenes. ¿Y cree usted que no conozco su modo de castigarlo y reprenderlo? ¿No he sufrido el juicio de los justos y la mirada fría de los respetables? ¿No he soportado sus enseñanzas, frías y distantes? ¿Y cree que no me han preguntado cómo es posible caer tan bajo, y que no he oído decir que no hay ni una sola persona decente que pueda ni soñar en esas bajezas? ¿Creerá usted que todas esas observaciones no sirvieron para otra cosa sino para hacerme reír? Únicamente cuando mi amigo me explicó la motivación exacta del móvil de mis robos, sólo desde entonces dejé de robar».

El secreto del Padre Brown

Flambeau, que en un tiempo fue el criminal más famoso de Francia y más tarde detective privadísimo en Inglaterra, hacía ya, por el presente, bastante tiempo que se había retirado de ambas profesiones. Personas hay que opinan que la carrera del crimen le había dejado demasiados escrúpulos para la de detective. Sea ello lo que fuere, lo cierto es que, tras de una vida de escapatorias románticas y de evasiones, dejose caer por fin en un lugar que para algunos parecía encerrar una dirección muy apropiada: en un castillo de España.


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197 págs. / 5 horas, 45 minutos / 181 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Esfera y la Cruz

Gilbert Keith Chesterton


Novela


I. Discusión un poco en el aire

La nave voladora del profesor Lucifer silbaba atravesando las nubes como dardo de plata; su quilla, de límpido acero, fulgía en la oquedad azul oscuro de la tarde. Que la nave se hallaba a gran altura sobre la tierra es poco decir; a sus dos ocupantes les parecía estar a gran altura sobre las estrellas. El profesor mismo había inventado la máquina de volar, y casi todos los objetos de su equipo. Cada herramienta, cada aparato tenía, por tanto, la apariencia fantástica y atormentada propia de los milagros de la ciencia. Porque el mundo de la ciencia y la evolución es mucho más engañoso, innominado y de ensueño que el mundo de la poesía o la religión; pues en éste, imágenes e ideas permanecen eternamente las mismas, en tanto que la idea toda de evolución funde los seres unos con otros, como sucede en las pesadillas.

Todos los instrumentos del profesor Lucifer eran los antiguos instrumentos humanos llevados a la locura, desenvueltos en formas desconocidas, olvidados de su origen, olvidados de su nombre. Aquella cosa que parecía una llave enorme con tres ruedas, era, en realidad, un revólver, patentado, y muy mortífero. Aquel objeto que parecía hecho con dos sacacorchos enrevesados, era, en realidad, la llave. La cosa que hubiera podido confundirse con un triciclo volcado patas arriba era el instrumento, de imponderable importancia, a que servía de llave el sacacorchos. Todas estas cosas, como digo, las había inventado el profesor; había inventado todo lo que llevaba la nave voladora, con excepción acaso de su misma persona. El profesor había nacido demasiado tarde para que pudiese descubrirla realmente, pero creía, al menos, haberla mejorado bastante.


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244 págs. / 7 horas, 7 minutos / 692 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Incredulidad del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


La resurrección del padre Brown

Hubo un corto período en la vida del padre Brown durante el cual éste disfrutó o, mejor dicho, no disfrutó de algo parecido a la fama. Anduvo, por espacio de unos días, convertido en la sensación periodística: fue el tópico usual de las controversias de semanario; sus hazañas se comentaron con intensidad e inexactitud en el mundillo de cafés y tertulias, especialmente en América. Y, aunque pueda parecer extraño a las personas que lo conocieran, sus detectivescas aventuras llegaron incluso a dar materia a los relatos breves de los «magazines».


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229 págs. / 6 horas, 40 minutos / 348 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Hombre que Sabía Demasiado

Gilbert Keith Chesterton


Novela


I. EL ROSTRO EN LA DIANA

Harold March, el nuevo y renombrado periodista político, paseaba con aire decidido por una meseta en la que, desde hacía tiempo, se iban sucediendo por igual páramos y planicies, y cuyo horizonte se hallaba orlado por los lejanos bosques de la conocida propiedad de Torwood Park. Era un joven bien parecido, de pelo rubio y rizado y ojos claros, vestido con un traje de tweed. Inmerso en su feliz deambular a lo largo y ancho de aquel embriagador paisaje de libertad, Harold March era aún lo bastante joven como para tener bien presentes sus convicciones políticas y no simplemente para intentar olvidarlas a la menor ocasión. No en vano, su presencia en Torwood Park tenía precisamente un motivo político. Era el lugar de encuentro propuesto nada menos que por el Ministro de Hacienda, Sir Howard Horne, quien por entonces intentaba dar a conocer su denominado Presupuesto Socialista, el cual tenía la intención de exponer a cronista tan prometedor durante el transcurso de cierta entrevista que ambos tenían concertada. Harold March, por su parte, pertenecía a esa clase de hombres que saben todo lo que hay que saber sobre política pero nada acerca de los políticos, además de ser poseedor de unos notables conocimientos sobre arte, letras, filosofía y cultura general (acerca, en fin, de casi todo excepto del mundo en el que vivía).


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 320 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Sabiduría del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Novela


La ausencia de Mr. Glass

La consulta del doctor Orion Hood, el eminente criminólogo y especialista en ciertos desordenes morales, tenía vista al mar y estaba situada en Scarborough. Desde sus ventanas de estilo francés, grandes y bien iluminadas, se podía contemplar el mar del Norte como un infinito muro exterior de mármol azul verdoso. En un lugar así, el mar tenía algo de la monotonía de un friso monocromo, pues en las estancias regía una terrible pulcritud, no muy diferente a la del mar. No debe suponerse, sin embargo, que el apartamento del Dr. Hood carecía de lujo o, incluso, de poesía. Todo lo contrario, se podían percibir claramente, pero uno sentía que no se les permitía salir de allí. El lujo estaba presente: sobre una mesa había ocho o diez cajas de los mejores cigarros, aunque situadas de tal modo que los más fuertes siempre estaban más cerca de la pared y los más suaves de la ventana. Asimismo, un mueble bar, que contenía tres tipos de licores excelentes, permanecía siempre sobre la lujosa mesa. Pero la moda mandaba que el whisky, el brandy y el ron siempre parecieran situados al mismo nivel. La poesía también estaba presente: en una esquina de la habitación se alineaban los clásicos ingleses, en otra los fisiólogos ingleses y extranjeros. Pero si alguien tomaba un volumen de Chaucer o de Shelley de uno de los anaqueles, su ausencia irritaba tanto la mirada como la falta de un diente delantero en una persona. No se podría decir si esos libros se habían leído alguna vez, probablemente si, pero su ser mismo parecía encadenarlos a sus sitios, como las biblias en las iglesias antiguas. El doctor Hood trataba sus anaqueles como si fueran la biblioteca pública.


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224 págs. / 6 horas, 32 minutos / 297 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Lección del Maestro

Henry James


Novela corta


I

Le habían informado de que las señoras estaban en la iglesia, pero eso quedó corregido por lo que vio al llegar a lo alto de los escalones (bajaban desde una gran altura en dos brazos, con un giro circular de efecto muy encantador) ante el umbral de la puerta que dominaba el inmenso césped desde la larga y clara galería. Tres caballeros, en la hierba, a distancia, estaban sentados bajo los grandes árboles, pero la cuarta figura no era un caballero, la figura del traje carmesí que formaba una mancha tan viva, tan como «toque de color» en medio del fresco y denso césped. El criado había llegado hasta allí con Paul Overt para enseñarle el camino y le había preguntado si deseaba ir primero a su cuarto. El joven declinó ese privilegio, no teniendo desorden que reparar tras un viaje tan corto y cómodo, y deseando tomar posesión inmediatamente, con una percepción general, de la nueva escena, tal como solía. Se quedó allí un poco con los ojos puestos en el grupo y en la admirable imagen, los amplios terrenos de una vieja casa de campo, junto a Londres (lo cual la hacía mejor), en un espléndido domingo de junio.

—Pero esa señora ¿quién es? —dijo al criado antes que se fuera.

—Creo que es la señora St. George, señor.

—La señora St. George, la esposa del distinguido… —entonces Paul Overt se detuvo, dudando si el lacayo sabría.

—Sí, señor; probablemente, señor —dijo el criado, que parecía desear insinuar que una persona que estaba en Summersoft sería naturalmente distinguida, al menos por matrimonio. Sus maneras, sin embargo, le hicieron al pobre Overt sentirse por el momento como si él mismo no lo fuera mucho.

—¿Y los caballeros? —preguntó.

—Bueno, señor, uno de ellos es el general Fancourt.

—Ah sí, ya sé; gracias.


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78 págs. / 2 horas, 16 minutos / 251 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Escándalo del Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


El escándalo del Padre Brown

No sería honesto contar las aventuras del padre Brown sin admitir que una vez estuvo envuelto en un gran escándalo. Todavía existen personas, quizás entre las de su propia condición, que dirán que fue una mancha sobre su nombre. Sucedió en una pintoresca venta mexicana de bastante mala reputación, como se verá más adelante. Y para algunos pareció que por una vez el sacerdote había sido iluminado por un rayo de romanticismo y que su simpatía por la debilidad humana le llevó a una acción disoluta y no ortodoxa. La historia, en sí misma, era una historia simple, y tal vez lo sorprendente de ella consistió en su propia simplicidad.


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173 págs. / 5 horas, 3 minutos / 249 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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