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La Flecha de Oro

Joseph Conrad


Novela


Celui qui n’a connu que des hommes
polis et raisonnables, ou ne connait pas
l’homme, ou né le connait qu’á demi.

Caractères

Dedicatoria

A Richard Curle

Nota del autor

Habiendo llamado «Nota del Autor» a todos los breves prefacios escritos para mis libros, éste ha de tener ese mismo encabezamiento en aras de la uniformidad y aun a riesgo de sembrar cierta confusión. Como su subtítulo indica, La flecha de oro es un relato entre dos notas. Pero esas notas forman parte de su estructura, de su textura, y su papel consiste en preparar y en cerrar la historia. Son material pertinente para la comprensión de las experiencias que aparecen en la narración y tienen por objeto concretar su tiempo y su lugar, además de precisar ciertas circunstancias históricas que condicionan la existencia de las personas a las que conciernen los acontecimientos de los doce meses que abarca el relato. Era el modo más breve de dar cuenta de los preliminares de una obra que no podía adquirir naturaleza de crónica.

La flecha de oro es mi primera publicación de posguerra. Comencé su redacción en el otoño de 1917 y la concluí en el verano de 1918. Su recuerdo está asociado a los momentos más oscuros de la guerra, que, de acuerdo con el conocido proverbio, precedieron al alba, al alba de la paz.

Cuando ahora pienso en ellas, creo que estas páginas, escritas en días de tensión y pavor, tienen un aire de extraña serenidad. Fueron redactadas con calma, pero no a sangre fría, y son, quizá, las únicas que podría haber escrito en aquel tiempo lleno de amenazas pero también de fe.


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350 págs. / 10 horas, 12 minutos / 305 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Autobiografía

Gilbert Keith Chesterton


Biografía


I. Testimonio de oídas

Doblegado ante la autoridad y la tradición de mis mayores por una ciega credulidad habitual en mí y aceptando supersticiosamente una historia que no pude verificar en su momento mediante experimento ni juicio personal, estoy firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill, Kensington, y de que me bautizaron según el rito de la Iglesia anglicana en la pequeña iglesia de St. George, situada frente a la gran Torre de las Aguas que dominaba aquella colina. No pretendo que exista ninguna relación significativa entre ambos edificios y niego rotundamente que se eligiera aquella iglesia porque yo necesitara para convertirme en cristiano toda la energía hidráulica del oeste de Londres.


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349 págs. / 10 horas, 11 minutos / 352 visitas.

Publicado el 14 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Discurso Sobre la Primera Década de Tito Livio

Nicolás Maquiavelo


Tratado, Tratado político, Historia


Nicolás Maquiavelo a Zanobi Buondelmonti y Cosme Rucellai

Salud

Os envío un regalo que, si no corresponde a mis obligaciones con vosotros, es el mejor que puede haceros Nicolás Maquiavelo, pues en él he expresado cuanto sé y aprendí en larga práctica y continua enseñanza de las cosas del mundo. No pudiendo desear más de mí, ni vosotros ni ningún otro, tampoco os quejaréis de que no os dé más.

Podrá muy bien suceder que os desagrade la pobreza de mi ingenio cuando estas narraciones mías sean pobres y lo falaz del juicio cuando al discurrir en muchos puntos me engañe. A decir verdad, no sé quién está más obligado, yo a vosotros, que me habéis forzado a escribir lo que por mi propia iniciativa jamás hubiera escrito, o vosotros a mí, en caso de que lo hecho no os satisfaga. Aceptad, pues, esto como se aceptan todas las cosas de los amigos, teniendo más en cuenta la intención del que regala que la cosa regalada, y creed que me satisface pensar que, si me equivoqué en muchas circunstancias, no he incurrido en error al preferiros a todos los demás para la dedicatoria de estos discursos míos, tanto porque haciéndolo así paréceme mostrar alguna gratitud por los beneficios recibidos, como por apartarme de la costumbre en los escritores de dedicar sus obras a príncipes, cegándoles la ambición o la avaricia hasta el punto de elogiar en ellos todo género de virtudes, en vez de censurarles todos los vicios.

Para no incurrir en tal error he elegido, no a los que son príncipes, sino a quienes por sus infinitas buenas cualidades merecen serlo; no a los que pueden prodigarme empleos, honores y riquezas, sino a los que quisieran hacerlo si pudiesen; porque los hombres, juzgando sensatamente, deben estimar a los que son, no a los que pueden ser generosos; a los que saben gobernar un reino, no a los que, sin saber, pueden gobernarlo.


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346 págs. / 10 horas, 6 minutos / 520 visitas.

Publicado el 16 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Una Página de Amor

Émile Zola


Novela


Primera parte

I

La lamparilla, en su cuernacilla azulada, ardía sobre la chimenea, tras un libro cuya sombra oscurecía la mitad de la habitación. Daba una claridad tranquila que recortaba el velador y el canapé, perfilaba los amplios pliegues de los cortinones de terciopelo y azuleaba el espejo del armario de palisandro colocado entre las dos ventanas. La armonía burguesa de la pieza, el azul del tapizado de los muebles y de la alfombra, a esta hora nocturna, adquirían una indecisa suavidad de nube. Frente a las ventanas, en la parte en sombra, la cama, igualmente cubierta de terciopelo, formaba una masa negra, iluminada solamente por la palidez de las sábanas. Elena, con las manos cruzadas, respiraba suavemente en una actitud tranquila de madre y de viuda.

En medio del silencio, el reloj dio la una. Los rumores del barrio habían muerto. Hasta estas alturas del Trocadero, París enviaba tan sólo su lejano ronquido. La leve respiración de Elena era tan suave, que no llegaba a agitar la línea casta de su pecho. Dormitaba en un sueño delicioso, tranquilo y firme, con su perfil correcto, sus cabellos castaños firmemente anudados, la cabeza inclinada, como si se hubiese dormido mientras estaba escuchando. Al fondo de la habitación, la puerta de un gabinete, abierta de par en par, agujereaba la pared con su cuadro en tinieblas.

No subía el menor ruido. Dio la media. El sueño que embargaba y anonadaba la habitación entera hacía más débil el latido del péndulo. La lamparilla dormía, los muebles dormían; encima del velador, junto a una lámpara apagada, dormía una labor femenina. Elena, dormida, conservaba su grave gesto de bondad.


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344 págs. / 10 horas, 3 minutos / 218 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Justine, o los Infortunios de la Virtud

Marqués de Sade


Novela


Prólogo

A mi buena amiga

Sí, Constance, a ti dirijo esta obra; a la vez el ejemplo y el honor de tu sexo, sumando al alma más sensible la mente más justa y la mejor iluminada, sólo a ti corresponde conocer la dulzura de las lágrimas que arranca la Virtud infortunada. Detestando los sofismas del libertinaje y de la irreligión, combatiéndolos incesantemente con tus actos y tus discursos, no temo en absoluto para ti los que ha necesitado en estas memorias el tipo de personajes trazados; el cinismo de algunas plumas (suavizadas sin embargo lo más posible) no te horrorizará más; es el Vicio el que, gimiendo por ser desvelado, se escandaliza así que se le ataca. El proceso de Tartufo fue incoado por unos santurrones; el de Justine será obra de los libertinos. Me inspiran escaso temor: mis razones, desveladas por ti, no serán condenadas; tu opinión basta para mi gloria, y debo, después de haberte gustado, o gustar a todo el mundo, o consolarme de todas las censuras.

La intención de esta novela (no tan novela como parece) es nueva sin duda; el ascendiente de la Virtud sobre el Vicio, la recompensa del bien, el castigo del mal, suele ser el desarrollo normal de todas las obras de este tipo; ¿no es algo demasiado manido?


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343 págs. / 10 horas / 1.085 visitas.

Publicado el 21 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Huckleberry Finn

Mark Twain


Novela


Capítulo 1

No sabréis quién soy yo si no habéis leído un libro titulado Las aventuras de Tom Sawyer, pero no importa. Ese libro lo escribió el señor Mark Twain y contó la verdad, casi siempre. Algunas cosas las exageró, pero casi siempre dijo la verdad. Eso no es nada. Nunca he visto a nadie que no mintiese alguna vez, menos la tía Polly, o la viuda, o quizá Mary. De la tía Polly —es la tía Polly de Tom— y de Mary y de la viuda Douglas se cuenta todo en ese libro, que es verdad en casi todo, con algunas exageraciones, como he dicho antes.

Bueno, el libro termina así: Tom y yo encontramos el dinero que los ladrones habían escondido en la cueva y nos hicimos ricos. Nos tocaron seis mil dólares a cada uno: todo en oro. La verdad es que impresionaba ver todo aquel dinero amontonado. Bueno, el juez Thatcher se encargó de él y lo colocó a interés y nos daba un dólar al día, y todo el año: tanto que no sabría uno en qué gastárselo. La viuda Douglas me adoptó como hijo y dijo que me iba a cevilizar, pero resultaba difícil vivir en la casa todo el tiempo, porque la viuda era horriblemente normal y respetable en todo lo que hacía, así que cuando yo ya no lo pude aguantar más, volví a ponerme la ropa vieja y me llevé mi pellejo de azúcar y me sentí libre y contento. Pero Tom Sawyer me fue a buscar y dijo que iba a organizar una banda de ladrones y que yo podía ingresar si volvía con la viuda y era respetable. Así que volví.


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342 págs. / 9 horas, 58 minutos / 623 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Dos Años de Vacaciones

Julio Verne


Novela


PRÓLOGO

Muchos Robinsones han despertado ya la curiosidad de nuestros jóvenes lectores. Daniel de Foe, en su inmortal Robinsón Crusoé, ha puesto en escena al hombre solo; Wyss, en su Robinsón Suizo, a la familia; Cooper, en El Cráter, a una sociedad con sus múltiples elementos, y yo en La Isla Misteriosa he presentado a algunos sabios luchando con las necesidades de su penosísima situación.

Se ha escrito también El Robinsón de doce años, El Robinsón de los hielos, El Robinsón de las niñas, y otros; pero con ser tan grande el número de novelas que componen la serie de los Robinsones, no la considero completa, y he creído que para ello sería conveniente publicar un libro cuyos protagonistas fueran algunos jovencitos de ocho a trece años, abandonados en una isla, luchando por la vida en medio de las contrariedades ocasionadas por la diferencia de nacionalidad; en una palabra, un colegio de Robinsones.

Verdad es que en Un capitán de quince años procuró demostrar lo que pueden el valor y la inteligencia de un niño enfrente de los peligros y de las dificultades de una responsabilidad muy grande para su edad; pero se me ha ocurrido después que si la enseñanza contenida en dicho libro ha de ser para muchos provechosa, se hacía necesario completarla.

He aquí los dos motivos que me han impulsado a escribir esta nueva obra, que me permito ofrecer al público bajo el título de: Dos años de vacaciones.

JULIO VERNE.

I

—La tempestad. —Un «schooner» desamparado. —Cuatro muchachos en el puente del «Sloughi». —La mesana hecha pedazos. —Visita en el interior del yate. —El grumete medio ahogado. —Una ola por la popa. —La tierra a través de las nieblas de la madrugada. —El banco de arrecifes.


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341 págs. / 9 horas, 57 minutos / 795 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Familia Sin Nombre

Julio Verne


Novela


I. Algunos hechos, algunas fechas

Se tiene lástima del pobre género humano que se degüella por «algunas aranzadas de hielo» decían los filósofos del siglo XVIII; y esto es lo peor que podían decir tratándose del Canadá, cuya posesión disputaban, en aquella época, los franceses a los soldados de Inglaterra.

Doscientos años antes, Francisco I exclamó, respecto a ciertos territorios americanos reclamados por el rey de España y por el de Portugal: «Me gustaría mucho ver el artículo del testamento de Adán que les lega esa vasta herencia». El rey de Francia no iba tan descaminado en sus pretensiones, puesto que algún tiempo después una parte de aquellos territorios tomaron el nombre de Nueva Francia; y aun cuando los franceses no han podido conservar aquella magnífica colonia americana, la mayor parte da sus habitantes son franceses de corazón y están unidos a la antigua Galia por los lazos de la sangre, por la identidad da raza y por los instintos naturales, que la política internacional no llegará nunca a desterrar.

En realidad, las «algunas aranzadas de hielo» tan mal calificadas por los filósofos, forman un reino cuya superficie es igual a la de Europa.

Un francés fue el que tomó posesión de aquellos vastos territorios en 1534.


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340 págs. / 9 horas, 55 minutos / 122 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Bel-Ami

Guy de Maupassant


Novela


PRIMERA PARTE

Capítulo 1

Cuando la dependienta le entregó la vuelta de sus cinco francos, George Duroy salió del restaurante.

Presumido por naturaleza y por petulante reminiscencia de su época como suboficial, hinchó el pecho, se atusó el bigote con un gesto marcial que le era característico y arrojó sobre los comensales que llegaban con retraso una mirada rápida y circunspecta, una de esas miradas de gavilán que todo lo abarca y penetra.

A su paso, las mujeres levantaron la cabeza. Eran tres obrerillas, una profesora de música, de cierta edad, reñida con el peine, desaliñada, que solía llevar su sombrero polvoriento y un vestido hecho a zurcidos; finalmente dos señoras de medio pelo, con sus correspondientes maridos, todos ellos parroquianos asiduos de aquel bodegón con cubiertos a precio fijo.

Ya en la acera, Duroy permaneció un momento inmóvil, como si se preguntase qué haría. Era el 29 de junio, y, para terminar el mes, le quedaban en el bolsillo tres francos y cuarenta céntimos, lo cual valía por dos almuerzos, sin las respectivas comidas, o bien por dos comidas sin los almuerzos correspondientes, a elegir. Pensó que si las refacciones matinales le suponían un gasto de un franco y diez céntimos, en lugar del uno cincuenta que le costarían las colaciones vespertinas, aún podía disponer, si se contentaba con los almuerzos, de su superávit de un franco y veinte céntimos, lo que suponía dos bocadillos de salchichón y el supremo placer de sus noches. Y echó calle de Notre Dame de Lorette abajo.


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339 págs. / 9 horas, 54 minutos / 209 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Jauría

Émile Zola


Novela


Prólogo

En la Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, La jauría es la nota del oro y de la carne. El artista que llevo dentro se negaba a dejar en la sombra este resplandor de los excesos de la vida que iluminó todo el reino con una luz sospechosa de lugar de perdición. Un punto de la Historia que he emprendido habría quedado a oscuras.

He querido mostrar el agotamiento prematuro de una raza que vivió demasiado deprisa y que desembocó en el hombre-mujer de las sociedades podridas; la especulación furiosa de una época, encarnada en un temperamento sin escrúpulos, propenso a las aventuras; el desequilibrio nervioso de una mujer en quien un ambiente de lujo y de vergüenza centuplica los apetitos nativos. Y con estas tres monstruosidades sociales, he tratado de escribir una obra de arte y de ciencia que fuera al mismo tiempo una de las páginas más extrañas de nuestras costumbres.

Si me creo en el deber de explicar La jauría, esta pintura auténtica del derrumbamiento de una sociedad, es porque su aspecto literario y científico ha sido tan mal comprendido en el periódico donde intenté dar esta novela, que me ha sido preciso interrumpir la publicación y dejar el experimento a medias.

ÉMILE ZOLA

París, 15 de noviembre de 1871

Capítulo 1

A la vuelta, entre la aglomeración de carruajes que regresaban por la orilla del lago, la calesa tuvo que marchar al paso. En cierto momento el atasco fue tal que incluso debió detenerse.


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338 págs. / 9 horas, 52 minutos / 187 visitas.

Publicado el 24 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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