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Los Diarios de Adán y Eva

Mark Twain


Diario


Traducido del manuscrito original

Traduje una parte de este diario hace varios años, un amigo mío imprimió algunas copias, de manera incompleta, pero éstas nunca llegaron al público. Desde entonces he descifrado otros jeroglíficos de Adán, y pienso que ahora es un personaje público lo suficientemente importante como para justificar esta edición.

Mark Twain

Extractos del diario de Adán

Lunes

Esta nueva criatura de pelo largo se entromete bastante. Siempre está merodeando y me sigue a todas partes. Eso no me gusta; no estoy habituado a la compañía. Preferiría que se quedara con los otros animales. Hoy está nublado, hay viento del este; creo que tendremos lluvia… ¿Tendremos? ¿Nosotros? ¿De dónde saqué esta palabra…? Ahora lo recuerdo: la usa la nueva criatura.

Martes

Estuve inspeccionando la gran caída de agua. Me parece lo más hermoso de la comarca. La nueva criatura la llama «las cataratas del Niágara»; por qué, no lo sé, estoy seguro. Dice que se parece a las cataratas del Niágara. Ésa no es una razón; es puro capricho y estupidez. No alcanzo a ponerle nombre a nada. La nueva criatura le da un nombre a todo lo que aparece antes de que yo pueda protestar. Y siempre ofrece el mismo pretexto: se parece a la cosa.

Está el dodo, por ejemplo. Dice que apenas uno lo mira ve de inmediato que «se parece a un dodo». Tendrá que conservar el nombre, sin duda. Me cansa tener que ocuparme de eso, y no vale la pena, de todos modos. ¡Dodo! No se parece más a un dodo que yo.

Miércoles


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31 págs. / 55 minutos / 296 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Cartas desde la Tierra

Mark Twain


Sátira


Introducción

El Creador se sentó sobre el trono, pensando. Tras de sí, se extendía el continente ilimitado del cielo, impregnado de un resplandor de luz y color. Ante Él, como un muro, se elevaba la noche del Espacio. En el cenit, Su poderosa corpulencia descollaba abrupta, semejante a una montaña. Y Su divina cabeza refulgía como un sol distante. A sus pies había tres arcángeles, figuras colosales disminuidas casi hasta desaparecer por el contraste, con las cabezas al nivel de sus tobillos. Cuando el Creador hubo terminado de reflexionar, dijo:

“He pensado, ¡contemplad!”.

Levantó la mano, y de ella brotó un chorro de fuego, un millón de soles maravillosos que rasgaron las tinieblas y se elevaron más y más y más lejos, disminuyendo en magnitud e intensidad al traspasar las remotas fronteras del Espacio, hasta ser, al fin, puntas de diamantes resplandeciendo en el vasto techo cóncavo del universo.

Al cabo de una hora fue disuelto el Gran Consejo.

Sus miembros se retiraron de la Presencia impresionados y cavilosos, dirigiéndose a un lugar privado donde pudieran hablar con libertad. Ninguno de los tres quería tomar la iniciativa, aunque cada uno deseaba que alguien lo hiciera. Ardían en deseos de discutir el gran acontecimiento, pero preferían no comprometerse hasta saber cómo lo consideraban los demás. Se desarrolló así una conversación vaga y llena de pausas sobre asuntos sin importancia, que se arrastró tediosamente, sin objetivo, hasta que por fin el arcángel Satanás se armó de valor –del que tenía una buena provisión— y abrió el fuego.

Dijo: —todos sabemos el tema a tratar aquí, señores, y ya podemos dejar los fingimientos y comenzar. Si ésta es la opinión del Consejo…

—¡Lo es, lo es!—, expresaron Gabriel y Miguel, interrumpiendo agradecidos.


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55 págs. / 1 hora, 37 minutos / 184 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Juana de Arco

Mark Twain


Novela


Primera parte

1

Estamos en el año de 1492. Tengo ochenta y dos de edad. Los episodios de los que voy a hablaros son hechos que yo mismo contemplé durante mi infancia y adolescencia. En las leyendas, romances y canciones dedicadas a Juana de Arco que todos vosotros y el resto de la gente leéis, recitáis y entonáis gracias a los libros estampados con el nuevo arte de imprimir, recientemente inventado, se hace repetida mención de mí, el caballero Luis de Conte. Yo fui su paje, asistente y secretario. Estuve con ella desde el principio hasta el final.

Me crié con ella, en el mismo pueblo. Jugábamos juntos a diario cuando éramos niños los dos, lo mismo que vosotros jugáis con vuestros compañeros. Ahora, cuando nos damos cuenta de lo grande que fue, ahora que su nombre es conocido en el mundo entero, puede resultar increíble que yo esté diciendo la verdad. Es como si un triste cirio, débil y de corta duración, al hablar del sol eterno y refulgente que recorre los cielos, dijera: «Él fue mi camarada y vecino cuando los dos éramos cirios».

Y, sin embargo, en mi caso, ésta es la verdad, tal como yo la digo. Fui su compañero de juegos y luché a su lado en la guerra. Hasta hoy conservo en mi memoria, bello y nítido, el retrato de aquella querida figurita, con el cuerpo inclinado sobre el cuello de su caballo, que volaba, cargando al frente de los ejércitos de Francia. Sus cabellos le flotaban sobre la espalda, su coraza de plata se adentraba cada vez más y más profunda y firmemente en el fragor de la batalla, perdiéndose algunas veces de vista entre las agitadas cabezas de los caballos. Espadas levantadas, plumas flotando en el aire, sobresaliendo de los escudos protectores.


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416 págs. / 12 horas, 8 minutos / 423 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Guía para Viajeros Inocentes

Mark Twain


Viajes


Dedicatoria

Este libro está cariñosamente dedicado a la más paciente
de mis lectoras y crítico más generosa,

MI ANCIANA MADRE.

Prólogo

Este libro constituye el relato de un viaje de placer. Si se tratase de registrar una solemne expedición científica, rezumaría esa gravedad, esa profundidad y esa impresionante incomprensibilidad que tan apropiadas resultan en las obras de ese tipo y que, al mismo tiempo, son tan atractivas. Pero, aunque sólo se trata del relato de una excursión, cumple un fin, que no es otro que el de sugerir al lector cómo, de manera muy probable, vería Europa y el Oriente si los mirase con sus propios ojos, y no con los de aquellos que han viajado a dichas zonas antes que él. No pretendo decirle a nadie cómo debe mirar los objetos interesantes allende el mar (eso ya lo hacen otros libros así que, aunque yo estuviese capacitado para hacerlo, no es necesario).

No me disculparé por alejarme del estilo normal en los relatos de viajes, si se me acusa de ello, porque creo que he visto con ojos imparciales y estoy seguro de haber escrito, al menos, con sinceridad, ya sea sensato lo que digo o no.

En este libro incluyo extractos de algunas cartas que escribí para el Daily Alta California de San Francisco, ya que los propietarios de dicha publicación han renunciado a sus derechos y me han proporcionado los permisos necesarios. También adjunto algunas partes de otras cartas escritas para el Tribune y el Herald de Nueva York.

EL AUTOR

San Francisco, 1869


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610 págs. / 17 horas, 48 minutos / 994 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Pretendiente Americano

Mark Twain


Novela


Nota aclaratoria

El coronel Mulberry Sellers, que ahora volvemos a presentar ante el público, es el mismo personaje que apareció hace años con el nombre de Eschol Sellers en la primera edición del relato titulado La época dorada, con el de Beriah Sellers en las subsiguientes ediciones del mismo libro y finalmente con el de Mulberry Sellers en la obra representada por John T. Raymond.

El nombre hubo de ser cambiado de Eschol a Beriah para complacer a un Eschol Sellers que surgió de las vastas profundidades del espacio infinito formulando una protesta respaldada con la amenaza de un pleito por libelo; todo lo cual hizo aconsejable complacerlo, y con ello se esfumó. En la obra, el nombre de Beriah cayó para satisfacer a otro espécimen de la misma raza, y Mulberry fue escogido en la creencia de que los demandantes se habrían cansado y lo dejarían pasar sin más objeciones. Desde entonces ha ocupado su lugar en total armonía, por lo que correremos el riesgo de presentarlo de nuevo, esta vez razonablemente tranquilos bajo el amparo de la Ley de Limitaciones.

Mark Twain

Hartford, 1891

El tiempo en este libro

El tiempo no aparece en este libro. Ésta es una tentativa de novela sin tiempo. Y, como primera tentativa de esta especie en la literatura de ficción, el fracaso es una posibilidad; pero a alguna persona endiabladamente atrevida le pareció apropiado intentarlo, y el autor estuvo en plena sintonía con ella.

A menudo, un lector ha tratado de leer un relato y no ha sido capaz de hacerlo debido a las trabajosas descripciones del tiempo. Nada interrumpe más la tarea del autor que tener que detenerse cada pocas páginas para ocuparse del tiempo. Por tanto, es un hecho palmario que las persistentes intrusiones del tiempo son perjudiciales tanto para el lector como para el autor.


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196 págs. / 5 horas, 43 minutos / 139 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Hombre que Corrompió a Hadleyburg

Mark Twain


Novela


I

Ocurrió hace muchos años. Hadleyburg era la ciudad más honesta y austera de todas las regiones circundantes. Había mantenido inmaculada esa reputación durante el curso de tres generaciones, y estaba más orgullosa de ella que de cualquier otra de sus posesiones. Tan orgullosa estaba de ella, y tan ansiosa por asegurar su perpetuación, que comenzaba a enseñar los principios de la conducta honesta desde la misma cuna, y de enseñanzas semejantes construía los pilares de su cultura, a partir de aquel momento hasta todos los años futuros consagrados a la educación de esos niños. Del mismo modo, a través de todos esos años de formación, las tentaciones eran apartadas fuera del camino de la gente joven, de modo que su honestidad tuviera todas las oportunidades de acorazarse y solidificarse, y llegara a integrar los mismos huesos de esos jóvenes. Las ciudades vecinas estaban celosas de esta honorable supremacía y simulaban burlarse del orgullo de Hadleyburg, y lo calificaban de vanidad. Pero de todos modos se veían obligadas a aceptar que verdaderamente Hadleyburg constituía una ciudad incorruptible. Y si se los presionara, también hubieran reconocido que el mero hecho de que un joven proviniera de Hadleyburg era toda la recomendación que necesitaba en el momento de salir de su ciudad natal en busca de un empleo importante.


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60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 176 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Bobo Wilson

Mark Twain


Novela


Un murmullo al lector


No hay ningún carácter, por bueno y puro que sea, que no se pueda destruir con el ridículo, por tosco y mezquino que sea. Observemos al asno, por ejemplo: su carácter es casi perfecto, es el espíritu más selecto entre todos los animales más humildes, y sin embargo ya sabemos lo que el ridículo ha hecho de él. En vez de sentirnos halagados cuando nos llaman asnos, nos quedamos dudosos.

—Del calendario del Bobo Wilson.
 


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163 págs. / 4 horas, 45 minutos / 134 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Padre Brown

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


El Candor del Padre Brown

La cruz azul

Bajo la cinta de plata de la mañana, y sobre el reflejo azul del mar, el bote llegó a la costa de Harwich y soltó, como enjambre de moscas, un montón de gente, entre la cual ni se distinguía ni deseaba hacerse notable el hombre cuyos pasos vamos a seguir.

No; nada en él era extraordinario, salvo el ligero contraste entre su alegre y festivo traje y la seriedad oficial que había en su rostro. Vestía un chaqué gris pálido, un chaleco, y llevaba sombrero de paja con una cinta casi azul. Su rostro, delgado, resultaba trigueño, y se prolongaba en una barba negra y corta que le daba un aire español y hacía echar de menos la gorguera isabelina. Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado. Nada hacia presumir que aquel chaqué claro ocultaba una pistola cargada, que en aquel chaleco blanco iba una tarjeta de policía, que aquel sombrero de paja encubría una de las cabezas más potentes de Europa. Porque aquel hombre era nada menos que Valentín, jefe de la Policía parisiense, y el más famoso investigador del mundo. Venía de Bruselas a Londres para hacer la captura más comentada del siglo.

Flambeau estaba en Inglaterra. La Policía de tres países había seguido la pista al delincuente de Gante a Bruselas, y de Bruselas al Hoek van Holland. Y se sospechaba que trataría de disimularse en Londres, aprovechando el trastorno que por entonces causaba en aquella ciudad la celebración del Congreso Eucarístico. No sería difícil que adoptara, para viajar, el disfraz de eclesiástico menor, o persona relacionada con el Congreso. Pero Valentín no sabía nada a punto fijo. Sobre Flambeau nadie sabía nada a punto fijo.


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1.081 págs. / 1 día, 7 horas, 33 minutos / 277 visitas.

Publicado el 9 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela, cuento


Estudio en Escarlata

Primera parte

(Reimpresión de las memorias de John H. Watson, doctor en medicina y oficial retirado del Cuerpo de Sanidad)

1. Mr. Sherlock Holmes

En el año 1878 obtuve el título de doctor en medicina por la Universidad de Londres, asistiendo después en Netley a los cursos que son de rigor antes de ingresar como médico en el ejército. Concluidos allí mis estudios, fui puntualmente destinado el 5.0 de Fusileros de Northumberland en calidad de médico ayudante. El regimiento se hallaba por entonces estacionado en la India, y antes de que pudiera unirme a él, estalló la segunda guerra de Afganistán. Al desembarcar en Bombay me llegó la noticia de que las tropas a las que estaba agregado habían traspuesto la línea montañosa, muy dentro ya de territorio enemigo. Seguí, sin embargo, camino con muchos otros oficiales en parecida situación a la mía, hasta Candahar, donde sano y salvo, y en compañía por fin del regimiento, me incorporé sin más dilación a mi nuevo servicio.

La campaña trajo a muchos honores, pero a mí sólo desgracias y calamidades. Fui separado de mi brigada e incorporado a las tropas de Berkshire, con las que estuve de servicio durante el desastre de Maiwand. En la susodicha batalla una bala de Jezail me hirió el hombro, haciéndose añicos el hueso y sufriendo algún daño la arteria subclavia. Hubiera caído en manos de los despiadados ghazis a no ser por el valor y lealtad de Murray, mi asistente, quien, tras ponerme de través sobre una caballería, logró alcanzar felizmente las líneas británicas.


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2.126 págs. / 2 días, 14 horas / 2.512 visitas.

Publicado el 9 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

La Fierecilla Domada

William Shakespeare


Teatro, comedia


Dramatis personae

Christopher SLY, calderero
Un SEÑOR
Una POSADERA
Un PAJE, llamado Bartolomé
COMEDIANTES
CAZADORES
CRIADOS
BATTISTA MINOLA, un caballero de Padua
CATALINA, su hija mayor, la fierecilla
BIANCA, su hija menor
PETRUCCIO, caballero de Verona, pretendiente de Catalina
LUCENZIO, enamorado de Bianca
VINCENZO, padre de Lucenzio, caballero de Pisa
GREMIO, un viejo pretendiente de Bianca
HORTENSIO, amigo de Petruccio y pretendiente de Bianca
TRANIO, criado de Lucenzio
BIONDELLO, muchacho al servicio de Lucenzio
GRUMIO, criado de Petruccio
CURZIO, criado de Petruccio
UN PROFESOR
UNA VIUDA
UN MERCERO
CRIADOS de Petruccio y Battista

Prólogo

Escena i

Entran Christopher SLY y la POSADERA.

SLY. ¡Ya te ajustaré las cuentas!

POSADERA. ¡Un par de cepos, desgraciado!

SLY. Eres una cualquiera. Los Sly no somos gentecilla. Consulta las crónicas. Llegamos aquí con Ricardo el Conquistador, así que, paucas palabris, deja que ruede el mundo y cállate.

POSADERA. ¿No vas a pagar los vasos que rompiste?

SLY. No, ni un centavo. Vete, por San Jerónimo; vete a tu fría cama y caliéntate

POSADERA. Ya conozco el remedio: iré a buscar al guardia.

[Sale.]

SLY. El guardia más vale que se guarde. Le responderé con la ley en la mano. No voy a ceder ni una pulgada, muchacho. Que venga, por todos los santos.

Se duerme. Cuernos de caza. Entra un SEÑOR que viene de cazar, con su séquito.


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65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 1.317 visitas.

Publicado el 8 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

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