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La Torre

H.P. Lovecraft


Cuento


Desde esa esquina se puede ver la torre. Si el testigo abandona por un segundo el ruido de la vida porteña, descubrirá tras las paredes circulares un aquelarre. El eco del mismo lugar que la humanidad resguarda en la penumbra bajo diferentes disfraces. La esencia de los cimientos de construcciones tan antiguas como las pirámides y Stonehenge. Allí se suceden acontecimientos —incluso próximos a lo cotidiano— que atraen a hados y demonios.

Fue lupanar y fumadero de opio. Acaso alguno de sus visitantes haya dejado el alma allí preso del puñal de un malevo. Pero fue cuando llegó aquella artista pálida, María Krum, que su esencia brotó al fin. Recuerdo que apenas salía para hacer visitas a la universidad. Fue en su biblioteca donde hojeó las páginas del prohibido Necronomicón. Mortal fue su curiosidad por la que recitó aquel hechizo. Quizá creyó que las paredes sin ángulos la protegerían de los sabuesos. Pero esas criaturas son hábiles, impetuosas, insaciables. Los vecinos oyeron el grito del día en que murió. Ahora forma parte de la superstición barrial. Pero yo sigo oyendo su sufrimiento y el jadeo de los Perros de Tíndalos que olfatean, hurgan y rastrean en la torre.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Verdad Sobre Sancho Panza

Franz Kafka


Cuento


Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.


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Publicado el 8 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Lo que Trae la Luna

H. P. Lovecraft


Cuento


Odio a la Luna —le tengo miedo—, ya que, cuando brilla sobre ciertas escenas familiares y amadas, a veces las convierte en desconocidas y odiosas.

Fue durante el espectral verano cuando el brillo de la Luna se derramó sobre el viejo jardín por el que yo deambulaba; el espectral verano de narcóticas flores y húmedos mares de follajes que provocan sueños extraños y multicolores. Y mientras paseaba junto a la poca profunda corriente de cristal, vi ondas inesperadas, rematadas en luz amarilla, como si esas plácidas aguas se vieran arrastradas, por irresistibles corrientes, rumbo a extraños océanos que no pertenecen a este mundo. Silenciosas y centelleantes, brillantes y funestas, esas aguas condenadas se dirigían hacia no sabía yo dónde, mientras que, en las riberas de verdor, blancas flores de loto se abrían una tras otra al opiáceo viento nocturno y caían sin esperanza a la corriente, arremolinándose en forma horrible, yendo hacia delante, bajo el puente arqueado y tallado, y mirando atrás con la siniestra resignación de las fuerzas calmas y muertas.

Y, mientras corría por la orilla, aplastando flores dormidas con pies descuidados, enloquecido en todo momento por el miedo a seres desconocidos y la atracción de las caras muertas, vi que el jardín, a la luz de la luna, no tenía fin; ya que, allí donde durante el día se encontraban los muros, ahora se extendían tan sólo nuevas visiones de árboles y senderos, flores y arbustos, ídolos de piedra y pagodas, y meandros de corriente iluminada en amarillo, pasando herbosas orillas y bajo grotescos puentes de mármol. Y los labios de los rostros muertos del loto susurraban con tristeza, y me invitaban a seguir, así que no me detuve hasta que la corriente llegó a un río y desembocó, entre pantanos de agitadas cañas y playas de resplandeciente arena, en la orilla de un inmenso mar sin nombre.


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Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

Los Matones de Market Drayton

Arthur Conan Doyle


Cuento


Al norte de Wrekin, en medio de esa región bucólica, suavemente ondulada, que se extiende allí donde el condado de Shropshire linda con el de Staffordshire, se encuentra una comarca rústica que es quizá la más auténtica que podemos hallar en todo el territorio de Inglaterra. A cierta distancia en dirección al sudeste se elevan las grandes alfarerías de Staffordshire; y todavía más al sur, una larga y oscura humareda marca el emplazamiento de las minas de hierro y carbón. Sin embargo, a las orillas del Torn se suceden bellas y rústicas aldeas, y allí donde hay mercados, pequeñas ciudades soñolientas que en los últimos cien años, apenas si han cambiado: sólo se ha extendido el musgo, y los rojos ladrillos se han desteñido un poco más. Al viajero que en la época de nuestros abuelos cruzaba traqueteando esta hermosa comarca en la diligencia de Liverpool y Shrewsbury, le impresionaba profundamente la arcádica simplicidad de los campesinos, y se felicitaba de comprobar que la inocencia, desterrada de las ciudades hace ya tanto tiempo, pudiera aún hallar refugio en esos apacibles escenarios. Lo más probable es que hubiera sonreído con incredulidad si le hubiesen asegurado que ni en los tugurios de Whitechapel ni en los barrios de barracas de Birmingham era tan laxa la moral, ni tan barata la vida humana, como en la hermosa región que estaba admirando.


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Publicado el 22 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Moby Dick

Herman Melville


Novela


CAPÍTULO I

Mi nombre es Ismael. Hace unos años, encontrándome sin apenas dinero, se me ocurrió embarcarme y ver mundo. Pero no como pasajero, sino como tripulante, como simple marinero de proa. Esto al principio resulta un poco desagradable, ya que hay que andar saltando de un lado a otro, y lo marean a uno con órdenes y tareas desagradables, pero con el tiempo se acostumbra uno.

Y por supuesto, porque se empeñan en pagarme mi trabajo, mientras que un pasajero se ha de pagar el suyo. Aún hay más: me gusta el aire puro y el ejercicio saludable. Digamos que el marinero de proa recibe más cantidad de aire puro que los oficiales, que van a popa y reciben el aire ya de segunda mano.

Por último diré que había decidido embarcarme en un ballenero, ya que las ballenas me atraían irresistiblemente. Cierto que resulta una caza peligrosa, pero tiene sus compensaciones: los mares en los que esos cetáceos se mueven, la maravillosa espera, el grito foral cuando se encuentra una...

El caso es que metí un par de camisas en mi viejo bolso y salí dispuesto a llegar al Cabo de Hornos o al Pacífico. Abandoné la antigua ciudad de Manhattan y llegué a New Bedford. Era un sábado de diciembre y quedé muy defraudado cuando me enteré de que había zarpado ya el barquito para Nantucket y que no había manera de llegar a ésta antes del lunes siguiente. Y yo estaba dispuesto a no embarcarme sino en un barco de Nantucket, desde donde se hicieron a la mar los primeros cazadores de ballenas, es decir, los pieles rojas.

Como tenía que pasar dos noches y un día en New Bedford, me preocupé ante todo de dónde podría comer y dormir. Era una noche oscura, fría y desolada. No conocía a nadie y en mi bolsillo no había más que unas cuantas monedas de plata.


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125 págs. / 3 horas, 40 minutos / 910 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Moll Flanders

Daniel Defoe


Novela


Prefacio del autor

Es tal la cantidad de novelas y ficciones que en estos últimos tiempos ha invadido el mundo que resulta difícil que pueda tenerse por real una historia en la que no se dan los nombres verdaderos y las demás circunstancias de la protagonista. Por esta razón tenemos que dejar que cada lector forme su propia opinión sobre lo que vamos a relatar en las páginas que siguen y que acoja el relato como mejor le plazca.

En esta historia se supone que la propia autora es quien la relata y en las primeras páginas expone las razones por las que considera conveniente ocultar su nombre real. Después de esta aclaración no hay ya ocasión de volver sobre ello.

Es muy cierto que las palabras originales de la historia han sido cambiadas, como también ha sido ligeramente alterado el estilo propio de la famosa señora de quien se habla aquí. En general, se ha hecho que contara su historia con palabras mucho más moderadas de las que había usado, ya que el original recibido había sido escrito en un lenguaje más propio de quien sigue aún en Newgate que de quien ha sido tocado por el arrepentimiento y la humildad, como ella pretende que le ha sucedido posteriormente.

La tarea de terminar esta historia y hacer de ella lo que el lector puede apreciar no ha sido nada fácil para el que la ha emprendido, puesto que ha tenido que vestirla de forma conveniente y ponerla en lenguaje apto para ser leído. Cuando una mujer disoluta desde su juventud y, aún más, salida de la corrupción y el vicio se aviene a relatar todas sus prácticos viciosas y llega incluso a descender a las ocasiones y circunstancias especiales que la llevaron a la maldad y a su progresión en el crimen durante más de medio siglo, el autor se ve apurado para darle una forma tal que no pueda nunca ser fuente de enseñanzas perjudiciales, especialmente para los posibles lectores viciosos.


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402 págs. / 11 horas, 43 minutos / 649 visitas.

Publicado el 13 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Roger Dodsworth: el Inglés Reanimado

Mary Shelley


Cuento


Quizá se recuerde que el cuatro de julio pasado apareció un párrafo en los periódicos indicando que el doctor Hotham, de Northumberland, cuando regresaba hace unos veinte años de Italia, sacó de debajo de una avalancha en el Monte St. Gothard, en las proximidades de la montaña, a un ser humano cuya animación había sido suspendida por la acción de las bajas temperaturas. Al aplicársele los remedios habituales, el paciente fue resucitado para descubrirse que se trataba del señor Dodsworth, hijo del anticuario Dodsworth, que falleció en el reinado de Carlos I. Tenía treinta y siete años de edad en el momento de su inhumación, que había tenido lugar durante su regreso de Italia en 1654. Se añadió que tan pronto como se hubiera recuperado lo suficiente volvería a Inglaterra bajo la protección de su salvador. Desde entonces no hemos oído hablar más de él, y varias iniciativas para el interés público, que se habían iniciado en mentes filantrópicas al leer la noticia, ya han retornado a su prístina nada. La sociedad de anticuarios se había abierto camino a varios votos de medallas, y ya había comenzado, en idea, a considerar qué precios podía permitirse ofrecerle al señor Dodsworth por sus viejas ropas y a conjeturar qué tesoros en cuanto a panfletos, canciones antiguas o cartas manuscritas podían contener sus bolsillos. Desde todos los puntos se empezaron a escribir poemas de todas las clases, elegiacos, congratulatorios, burlescos y alegóricos. En favor de dicha información auténtica, el señor Godwin había suspendido la historia de la Commonwelth que acababa de iniciar. Es duro no sólo que el mundo se vea privado de esos destinados dones de los talentos del país, sino también que se le prometa y lucero se le niegue un nuevo tema de romántica maravilla e interés científico.


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11 págs. / 19 minutos / 386 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Sanshiro

Natsume Sōseki


Novela


1

Echó una cabezada, y cuando abrió los ojos la mujer seguía allí. Ahora hablaba con un hombre mayor, el granjero que se había subido al tren dos estaciones antes. Sanshiro le recordaba. El tipo había logrado encaramarse al interior del vagón en el último momento, mientras daba un berrido. En cuanto estuvo arriba, se desnudó hasta la cintura, descubriendo una espalda plagada de cicatrices de quemaduras. Sanshiro vio cómo se secaba el sudor del cuerpo, se ponía un kimono y se sentaba junto a la mujer.

La mujer había llamado la atención de Sanshiro desde el mismo momento en que se había subido, en la estación de Kioto. Tenía la piel muy oscura, casi negra. Desde que había desembarcado del ferry que le trajo desde Kyushu, y conforme el tren se fue aproximando a Hiroshima, y después a Osaka y a Kioto, Sanshiro pudo observar cómo la tez de las lugareñas cambiaba de modo sutil, y se volvía cada vez más y más pálida; así que, incluso antes de haber podido darse cuenta, Sanshiro ya había empezado a sentir nostalgia. Entonces ella entró en el vagón, y él sintió al momento que había ganado un aliado del sexo opuesto: era una mujer que tenía el color de las mujeres de Kyushu.

Su piel tenía la misma tonalidad que la de Omitsu Miwata. En casa, siempre había considerado a Omitsu una chica exasperante, y se había alegrado de poder alejarse de ella. Pero ahora veía que después de todo el tipo de Omitsu podía tener su atractivo.

Los rasgos de esta mujer, de todas formas, eran con mucho superiores a los de su amiga. Su boca era firme, sus ojos despiertos. Carecía además de la enorme frente de Omitsu. Había algo agradable en la forma en que todo armonizaba en ella, y se había sorprendido mirándola varias veces, sin poder apartar los ojos de ella.


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280 págs. / 8 horas, 10 minutos / 216 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Un Cosmopolita en un Café

O. Henry


Cuento


A medianoche, el café estaba repleto de gente. Por alguna casualidad, la mesita a la cual estaba yo sentado había escapado a la mirada de los que llegaban, y dos sillas desocupadas, colocadas al lado de ella, extendían sus brazos con mercenaria hospitalidad al influjo de los parroquianos.

En ese momento, un cosmopolita se sentó en una de ellas. Me alegré, pues sostengo la teoría de que, desde Adán, no ha existido ningún auténtico ciudadano del mundo. Oímos hablar de ellos y vemos muchas etiquetas extranjeras pegadas en sus equipajes; pero, en lugar de cosmopolitas, hallamos simples viajeros.

Invoco a la consideración de ustedes la escena: las mesas con tabla de mármol; la hilera de asientos en la pared, recubiertos de cuero; los alegres parroquianos; las damas vestidas de media etiqueta, hablando en coro, de exquisito acento, acerca del gusto, la economía, la opulencia o el arte; los garçons diligentes y amantes de las propinas; la música abasteciendo sabiamente a todos con sus incursiones sobre los compositores; la mélange de charlas y risas, y, si usted quiere, la Würzburger en los altos conos de vidrio, que se inclinan hacia sus labios como una cereza madura en su rama ante el pico de un grajo ladrón. Un escultor de Mauch Chunk me manifestó que la escena era auténticamente parisién.


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6 págs. / 11 minutos / 266 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Wen-Tzu

Lao-Tse


Filosofía, Religión


1

Lao Tse dijo:

Existe algo, un todo indiferenciado, que antes de los cielos y la tierra. Sólo tiene imágenes abstractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamo el Camino.

El Camino es infinitamente elevado, insondablemente profundo. Abarcando el cielo y la tierra, recibiendo de lo que no tiene forma, produce una corriente que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es representado, ni siquiera llena la mano.

Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.

Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas. Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro cuadrantes.

De esta manera, el Camino produce el movimiento de los cielos y la estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, responde como un concierto sin fin.


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171 págs. / 5 horas / 390 visitas.

Publicado el 16 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

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