Un pobre mujik se fue al campo a labrar, sin haber almorzado. Llevó
un pedazo de pan. Después de haber preparado su arado, escondió su
mendrugo debajo de un matorral, y lo cubrió todo con su caftán.
El caballo se había cansado; el mujik tenía hambre. Desenganchó su
caballo y lo dejó pacer; luego se acercó para comer. Levanta el caftán;
el mendrugo había desaparecido. Busca por todos lados, vuelve y revuelve
el caftán, lo sacude: no aparece el mendrugo.
"¡Qué raro es esto! —pensaba—. ¡No he visto pasar a nadie, y, sin embargo, alguien me ha llevado el mendrugo!"
El mujik quedó sorprendido.
Y era un diablillo que, mientras labraba el mujik le había robado la
comida. Luego se escondió detrás del matorral, para escuchar al mujik y
ver cómo se enfadaba y nombraba al demonio.
El mujik distaba de estar contento.
—¡Bah! —dijo—. No me moriré de hambre. El que me haya quitado la comida la necesitaba, sin duda: ¡que le haga buen provecho!
El mujik se fue al pozo, bebió agua, descansó un momento, y volvió a
enganchar el caballo, tomó el arado y se puso de nuevo a trabajar.
El diablillo se enfureció mucho al ver que no había logrado hacer
pecar al mujik. Fue a pedir al diablo jefe que lo aconsejase. Le refirió
cómo había tomado el pan al mujik, y cómo este, en vez de enfadarse,
había dicho: «¡Buen provecho!»
El diablo en jefe se enojó.
—Ya que el mujik —le dijo— se ha burlado de ti en esta ocasión, es
que tú mismo has dejado de cumplir tu deber. No has sabido hacerlo bien.
Si dejamos que los mujiks y las babás se nos suban a las barbas, esto
va a ser intolerable... No puede esto concluir de este modo. Vete,
vuelve a casa de ése, y gánate el mendrugo, si quieres comértelo. Si
antes de tres años no has vencido a ese mujik, te daré un baño de agua
bendita.
Se estremeció el diablillo.
Información texto 'El Primer Destilador'