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El Ventero

Duque de Rivas


Crónica, Artículo


VENTA.—La casa establecida en los caminos y despoblados para hospedaje de los pasajeros. El sitio desamparado y expuesto a las injurias del tiempo como lo suelen estar las ventas.

VENTERO.—El que tiene a su cuidado y cargo la Venta y el hospedaje de los pasajeros.

(Diccionario de la Academia.)
 

La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal, aunque hayan servido alguna vez de casa fuerte, ya en la guerra de la Independencia, ya en la guerra civil, ya en los benditos pronunciamientos. Y los venteros que hoy viven, aunque hayan sido alcaldes constitucionales, y hoy sean milicianos y electores y elegibles, son idénticos a los que alojaron al célebre Don Quijote de la Mancha.

Y lo más raro es que se parecen como se parecían dos gotas de agua a los que en los desiertos de Siria y de la Arabia tienen a su cuidado los «caravansérails»; esto es: las ventas donde se alojan las caravanas en aquellos remotos países, si es que son exactas las descripciones de Chateaubriand, Las Casas, Belconi y Lamartine.

Lugar era éste en que uno de esos prolijos investigadores del origen de todas las cosas podía lucir su erudición y la argucia de su ingenio manifestándonos que las ventas de ahora son los «caravanseradis» de tiempos de moros; y acaso el nombre de «Carabanchel» le ofrecería un argumento inexpugnable. Pero quédese esto para los que siguen la inclinación y buen ejemplo del estudiante que acompañó a Don Quijote a la cueva de Montesinos, y que se ocupaba en escribir la continuación de Virgilio Polidoro, y ocupémonos nosotros del ventero, pues es tipo de tal valía que el curso de dos siglos no lo ha variado en lo más mínimo.


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Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 134 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

La Res Humana

Miguel de Unamuno


Artículo


Carlos Marx dijo alguna vez que la revolución social no la han de hacer los hombres, sino las cosas, y algún marxista, no muy ortodoxo, no muy convencido de la fe en el materialismo histórico —doctrina que es de fe y no de razón—, ha querido corregir la fórmula del pontífice, diciendo que son las cosas manejadas por los hombres, ó sea los hombres manejando las cosas, los que hacen la revolución. Y nosotros, por nuestra parte, comentando alguna otra vez ese dogma marxista, nos hemos preguntado si es que los hombres no son también cosas, esto es: causas. Y hasta enseres.

Cuando he aquí que, leyendo el viejo poema de Lucrecio, De rerum natura, nos encontramos en el verso 58 de su libro III con una singularísima expresión, que nos aclara nuestro problema al respecto. Viene hablando Lucrecio de aquellos que, profesando no temer la muerte ni creer en la inmortalidad del alma —perspectiva terrible para los romanos de entonces—, se entregan, sin embargo, cuando se ven en peligro de perder la vida, á prácticas supersticiosas. Y dice que entonces es cuando les brotan de lo hondo del pecho sus voces verdaderas y que «desaparece la persona, queda la cosa».

¡Eripitur persona, mane res! No cabe expresión más enérgica, sobre todo si se tiene en cuenta todo el valor que en latín tiene la voz persona. La cual, empezando, como es ya tan sabido, por significar la máscara ó careta con que el actor se cubría la cara para representar el personaje de la comedia ó tragedia, pasó á ser designativa del personaje, y, por último, del papel que uno representa, aunque sea en el coro ó la comparsa,en el teatro del mundo, es decir, en la Historia.


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Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 295 visitas.

Publicado el 12 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

Nuevas Aguafuertes

Roberto Arlt


Crónica, Artículo


Canning y Rivera

Canning y Rivera, intersección sentimental de Villa Crespo, refugio de vagos y filósofos baratos; pasaje obligado de fabriqueras, gorreros judíos y carniceros turquescos; Canning y Rivera, camino de Palermo, esquina con historia de un suicidio (una muchacha hace un año se tiró de un tercer piso y quedó enganchada en los alambres que sostienen el toldo del café salvándose de la muerte), y un café que desde la mañana temprano se llena de desocupados con aficiones radiotelefónicas.

El café

Si usted tiene aficiones a la atorrancia; si a usted le gusta estarse ocho horas sentado y otras ocho horas recostado en un catre, si usted reconoce que la divina providencia lo ha designado para ser un soberbio «squenun» en la superficie del planeta, múdese a las inmediaciones de Canning y Rivera. Todas sus ambiciones serán colmadas… y el reino de los inocentes le será dado, por añadidura.


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Dominio público
80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 136 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2021 por Edu Robsy.

Artículos Ligeros sobre Asuntos Trascendentales

José Tomás de Cuéllar


Artículo, crónica


Los faroles

No es nuestro ánimo tratar aquí de los hombres vacíos á quienes el mundo llama faroles, ni de autoridades caricaturescas á quienes suele llamárseles farolones, ni tampoco de aquéllos á quienes por vanos, pretenciosos y farsantes se les dice faroleros. Lejos de nosotros tan mezquinas personalidades. Vamos á ocuparnos simplemente de la importancia social del farol; mueble cuya principal calidad es estar vacío, y que á nosotros se nos antoja que está lleno de muchas cosas importantes, curiosas y buenas de contarse, por ser un tanto cuanto trascendentales.

Los mexicanos de la presente y de las pasadas generaciones, á contar de algún tiempo después de la conquista, hemos nacido viendo faroles: solo que, desde el tiempo de los virreyes hasta la independencia y poco después, los faroles tenían para nosotros casi exclusivamente esta significación: la iglesia. El culto católico fué, mientras pudo, introductor, mantenedor y consumidor de los faroles.

Los faroleros (hablamos, se entiende, de los constructores de faroles, y no de las personas de quienes desde un principio dijimos que no queríamos hablar) los faroleros, pues, han debido ser dos veces afectos al culto; porque este culto con faroles, era además de su religión, su subsistencia.

Ya se recordará que esta dichosa capital, con sus doscientas iglesias, sus doscientas fiestas titulares, sus doscientos novenarios y octavarios, en todo lo que, lo primero indispensable eran los faroles, debió llegar á acopiarlos en cantidades fabulosas.


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Dominio público
230 págs. / 6 horas, 43 minutos / 59 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Bocetos y Apuntes

Vicente Blasco Ibáñez


Crónica, artículo, colección


El amor y la muerte

Con gran frecuencia ocurren los llamados crímenes de amor. Relatan los periódicos casi a diario sucesos dramáticos, en los que hiere la mano a impulso de los celos; describen suicidios, en los cuales una vida se suprime fríamente, abandonando las filas humanas por miedo a la soledad, después de las dulzuras del idilio, por el desesperado convencimiento de que ya no podrá marchar sintiendo el contacto de la carne amada, roce embriagador que mantiene lo que algunos filósofos llaman estado de ilusión y ayuda a soportar la monotonía de la existencia.

¡El Amor y la Muerte!… Nada tan antitético, tan opuesto, y, sin embargo, los dos caminan juntos, en estrecho maridaje, desde los primeros siglos de la Humanidad, tirando uno del otro, cual inseparables cónyuges, como marchan a través del tiempo la noche y el día, el invierno y la primavera, el dolor y el placer, no pudiendo existir el uno sin el otro.

«Te amo más que a mi vida», dice el jovenzuelo, despreciando su existencia, apenas formula los primeros juramentos de amor.. «¡Morir!, ¡morir por tí!», murmura el hombre junto a una oreja sonrosada, cuando, agotadas las frases de adoración, se esfuerza por concentrar en una definitiva y suprema frase todo su apasionamiento. «¡No volver a la vida! ¡Quedar así por siempre!», suspiran los enamorados, mirándose en el fondo de los ojos, mientras corre por sus nervios el estremecimiento del más dulce de los calofríos; y este deseo de anularse, de no despertar jamás del grato nirvana, surge inevitablemente, como si el amor sólo pudiera crecer y esparcirse a costa de la vida.

Tal vez reconoce su fragilidad, y adivinando que puede desvanecerse antes que acabe la existencia de los enamorados, implora, por instinto de conservación, el auxilio de la muerte.


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Dominio público
29 págs. / 51 minutos / 20 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2024 por Edu Robsy.

Cómo se Gobiernan las Filipinas

José Rizal


Ensayo, artículo


De algunos años a esta parte el porvenir de aquellas islas preocupa, no sólo a sus habitantes que son los que están más interesados, sino también a muchos peninsulares que hasta hace muy poco ignoraban quizás su situación geográfica y la raza que las habita, etnográficamente hablando.

Todos ven, todos presienten, todos están convencidos de que aquello va mal, de que algo allí deja mucho que desear; unos lo atribuyen a una cosa, otros a otra. Los mismos partidarios del gobierno allí imperante convienen en que existen males necesarios, sin sospechar que caen en una gran ridiculez o en un atraso de ideas lamentable. Decirle a un enfermo que su enfermedad es necesaria y que no debe tratar de combatirla es volver a los primitivos tiempos de la Medicina, es confesarse impotente; médico que diga tal cosa a su paciente, debe aconsejarle consulte otras lumbreras.

Los mismos frailes que benefician y gobiernan el país, los mismos que más interesados están en hacer creer que allí todo va a las mil maravillas; los que debieran sostener que allí todo es perfecto, inmejorable, celestial, para que nadie les turbase en el productivo nirvana que allí establecieron; estos mismos frailes convienen en que allí hay deficiencias, imperfecciones, abusos, y que las reformas son necesarias y se imponen, sólo que quisieran un tratamiento homeopático, lentísimo, como los médicos que, faltos de clientes, desearan arrullar y mecer una enfermedad crónica, a fin de ir cobrando y comiendo a costa del enfermo y de su padecimiento. Y esto lo han probado y demostrado en sus escritos.

En suma, todos convienen que la máquina no va como debe ir.


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 209 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Todo al Vuelo

Rubén Darío


Crítica, Ensayo, Artículo, Opinión


Films de París

Los exóticos del «Quartier».

En la terraza del Valchette, o desde algún banco del Luxemburgo, me fijo singularmente en los exóticos que desfilan. Y me llama sobre todo la atención el negrito del panamá, un negrito negro, negro, con un panamá blanco, blanco. Es un negrito delgado, ágil, simiesco, orgulloso, pretencioso, pintiparado, petimetre, suficiente, contento y como danzante. París contiene varias clases de hijos de Cham, pero este negrito a ninguna de ellas pertenece. No es, seguramente, el célebre payaso Chocolat, que ha recibido recientemente una medalla por haber ido muchos años a divertir con saltos y muecas a los niños pobres de los hospitales y asilos; no será, por cierto, Koulery Ouníbalo, príncipe Gleglé, hijo del rey Behanzin Cortacabezas, que puede verse reproducido en cera en el Museo Grevin, y del cual príncipe, que ha servido como buen soldado a Francia, no ha vuelto a acordarse el Estado que depusiera a su padre; no será, de ninguna manera, el diputado por la Guadalupe, Legitimus, que ha pasado ya los años de la alegre juventud; no será, sobre todo, el estupendo Johnson, que desquijarró a Jeffries en Yanquilandia y cuyo retrato y «sonrisa de oro» han popularizado las gacetas. ¿Quién será, entonces, este negrito pintiparado que camina en se dandinant; y dodelinant de la tête? A veces va solo; a veces con otros compañeros de color, pero que no tienen sus manifestaciones de holgura ni su cándido jipijapa; a veces, en compañía de una moza pizpireta del quartier, una de esas trabadas calipigias que andan hoy por la moda en perpetua gymkana.


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Dominio público
183 págs. / 5 horas, 20 minutos / 469 visitas.

Publicado el 11 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Influencia de la Vida del Campo en la Familia

Rosario de Acuña


Artículo


Ingenios elevados, naturalezas escogidas, inteligencias privilegiadas, plumas ágiles en las luchas literarias, hombres de corazón y de conciencia han desarrollado, en variadísimas formas, el tema que sirve al presente trabajo: audacia sin igual se descubre en la intención de la pobre mujer, que sin más elementos que un espíritu sutil de observación y una riqueza inmensa de afectos hacia los esplendores de nuestro mundo, pretende argumentar sobre tan vastísimo terreno, llevando al ánimo del lector hacia ese hermoso horizonte que se descubre en lontananza, y en el cual las sociedades del porvenir, cultas, ilustradas y dignas, fundarán las aspiraciones de su felicidad, de su engrandecimiento; hablo de la agricultura. Ímproba es la tarea, muchos serán los esfuerzos que tendré que hacer para realizarla; pero muy grande es también el valor que me anima a emprenderla, y muy arraigados están en mi ser los dulcísimos sentimientos que guarda el alma hacia la naturaleza, que imperiosamente me obligan, no solamente a amarla, sino a inclinar a los hombres a que la amen. Empiezo, pues, y ¡ojalá que al terminar estas páginas más de un lector vuelva los ojos hacia los hermosos campos de nuestra fértil patria exclamando: «-¡Oh tú, naturaleza, madre del hombre, purísima fuente de todos los placeres humanos, bendita seas! ¡Solo en tu regazo halla el espíritu de la vida el dulce calor de la felicidad!


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Dominio público
14 págs. / 25 minutos / 109 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Primeras Notas para la Historia de Menorca en 1973

Arturo Robsy


Artículo, crónica


Estoy seguro de que dentro de 100 años seremos unos desconocidos. Los futuros menorquines de entonces no habrán visto de nosotros más que retratos descoloridos o, con suerte, nuestros rostros viejos antes de morir.

Las fotografías que tan alegremente nos sacamos con nuestras máquinas de plástico y que tan caras nos resultan, serán cartulinas apenas sin color en el interior de los pocos álbumes que por esas épocas sobrevivan. Alguien dirá señalando la foto de un muchacho que hoy tiene dieciocho años:

—¿Y éste? ¿Quién es?

El heredero del álbum, joven dentro de 100 años, hará memoria:

—Un bisabuelo, creo.

—¿Y cómo se llamaba?

Y lo más probable es que el joven no lo sepa y tenga que consultar a su padre, o a la fecha escrita detrás del cartoncito.

Como sabemos todo esto, es obligación nuestra dejar a esos descendientes (que en este momento a lo mejor leen el cuento) un relato fidedigno de nuestra Menorca de 1973, con todo lo que esto significa.

Aquí queda, pues, este trabajo para los historiadores de lo porvenir.

Menorca era, a finales de 1973, una isla de tantos kilómetros cuadrados, menos tantos otros que pertenecían a extranjeros. Su población ya no se contaba en "almas" como en los viejos libros de geografía, seguramente por la dificultad de sacarlas a flote: se hacía por censos, consumo per cápita de kilovatios-hora, número de teléfonos y número de televisores.

La gente, como siempre, iba y venía de acá para allá, sólo que, últimamente, en lugar de ir a merendar bajo un pino y engrasarse bien los dedos con tortilla de patatas y cebolla, prefería comer al amparo del cemento de restaurantes donde, en ocasiones, alcanzaba a hacerlo tan bien como en su casa.


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Licencia limitada
7 págs. / 13 minutos / 53 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Geografía Recreativa y Otras Amenidades

Arturo Robsy


Artículo


El continente pluscuamperfecto

¿Recuerdan ustedes sus años de geografía? Por ejemplo, al maestro que señalaba con su puntero sobre el mapamundi colgado de la pizarra y a los niños que recitaban: Europa, Asia, África, América, Oceanía...

Posteriormente geografías más avanzadas nos enseñaban que los continentes ocupan una extensión de 150.000.000 kilómetros cuadrados y que se reparten en cuatro grandes masas:

—El Viejo Mundo, que comprende Europa, Asia y África.

—El Nuevo Mundo, con las Américas del Norte y del Sur.

—El Continente Austral, con Australia y las islas de Oceanía.

—El Continente Antártico, con las tierras polares del Sur.

Sin embargo, últimamente muchos informadores profesionales y no pocos políticos han olvidado sus viejos conocimiento y se confunden. ¿Cómo es eso? Así de sencillo:

Europa es una península (grande, por supuesto) de Asia; y España otra península de Europa y, por lo tanto, Europa también. Por desgracia, algunos que parecen ignorarlo hablan de "integrarnos a Europa", de "salir a Europa", de "viajar a Europa", de "reunirse con ministros europeos", etcétera.

"De Alicante a Europa —decía un periódico hace poco— se tardarán dos horas en lo sucesivo". ¡Y un segundo! El tiempo de pisar cualquier calle alicantina, porque en teoría pertenecemos a este continente aunque no proyectemos "El Último Tango en París" y las sesiones de strip tease sean privadas en lugar de públicas.

Por eso, y para evitar malentendidos, convendría modificar nuestras geografías así: Europa, Asia, África, América, Oceanía, la Antártida y España, el continente pluscuamperfecto.

De otra forma nuestros hijos podrían preguntarnos: "¿Y nosotros? ¿En qué continente vivimos?". Cosa algo difícil de responder actualmente.


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5 págs. / 10 minutos / 69 visitas.

Publicado el 9 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

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