Estudio dedicado al honorable doctor Adán Cárdenas, Exmo. Sr. Presidente de la República de Nicaragua.
I
Las mujeres Lafayette han sido dignas de este apellido, que hicieron ilustre en Francia diplomáticos, generales y políticos.
¡Mademoiselle de Lafayette! ¡Madame de Lafayette! He aquí dos encantadoras figuras del siglo decimoséptimo.
Mademoiselle de Lafayelle tuvo la breve vida del meteoro; fue un
astro que brilló un momento en la corte de Luis XIII, extinguiéndose
rápidamente en Chaillot.
Madame de Lafayette vive todavía, está en sus obras; a ellas debe la inmortalidad.
Mademoiselle de Lafayette no tiene historia; su vida es un poema
compuesto de tres cantos: una mirada, una lágrima y un adiós. Este poema
pudiera escribirse con el ala de un ángel en la hoja de una azucena.
Luisa de Lafayette hallose ligada a Luis XIII por un afecto
platónico. El cardenal Richelieu, queriendo romper los inocentes amores
de este rey con Mademoiselle de Hautefort, porque la influencia de esta
bella joven le era fatal, procuró llamar la atención del misántropo rey
hacia los encantos de Luisa: el débil monarca, que abandonaba antiguos
afectos con la misma facilidad que creaba nuevos, cedió cual siempre, a
la voluntad del cardenal, y sustituyó a su favorita. Mademoiselle de
Lafayette reemplazó a Mademoiselle de Hautefort.
La mayor parte de los amores de Luis XIII fueron tan platónicos, que
no vacilamos en denominarle el rey de los castos amores. Más que almas
ardientes, necesitaba almas tiernas, amigas íntimas, no queridas.
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