MI NOMBRE Y MIS PROPÓSITOS
Figaro.—...Ennuyé de moi, dégoûté des autres... supérieur aux
événements, loué par ceux-ci, blâmé par ceux-là; aidant au bon
temps, supportant le mauvais; me moquant des sots, bravant les
méchants... vous me voyez enfin...
Le comte.—Qui t'a donné une philosophie aussi gaie?
Figaro.—L'habitude du malheur. Je me presse de rire de tout, de
peur d'être obligé d'en pleurer.
Beaumarchais
Le barbier de Séville, act. I.
Mucho tiempo hace que tenía yo vehementísimos deseos de escribir acerca
de nuestro teatro, no precisamente porque más que otros le entienda,
sino porque más que otros quisiera que llegasen todos a entenderle. Helo
dejado siempre, porque dudaba las unas veces de que tuviésemos teatro, y
las otras de que tuviese yo habilidad; cosas ambas a dos que creía
necesarias para hablar de la una con la otra.
Otras dudillas tenía además: la primera, si me querrían oír; la segunda,
si me querrían entender; la tercera, si habría quien me agradeciese mi
cristiana intención, y el evidente riesgo en que claramente me pusiera
de no gustar bastante a los unos y disgustar a los otros más de lo
preciso.
En esta no interrumpida lucha de afectos y de ideas me hallaba, cuando
uno de mis amigos (que algún nombre le he de dar) me quiso convencer, no
sólo de que tenemos teatro, sino también de que tengo habilidad; más
fácilmente hubiera creído lo primero que lo segundo, pero él me concluyó
diciendo: que en lo de si tenemos teatro, yo era quien debía de
decírselo al público; y en lo de si tengo habilidad para ello, que el
público era quien me lo había de decir a mí. Acerca del miedo de que no
me quieran oír, asegurome muy seriamente que no sería yo el primero que
hablase sin ser oído, y que como en esto más se trataba de hablar que de
escuchar, más preciso era yo que mi auditorio.
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