PARA MIS AMIGOS CONOCIDOS Y DESCONOCIDOS
Capítulo 1. Una infancia
1865-1878
Dadme los seis primeros años de la vida
de un niño y tendréis el resto
Al mirar atrás desde éstos mis setenta
años, tengo la impresión de que, en mi vida de escritor, todas las
cartas me han tocado de tal modo que no he tenido más remedio que
jugarlas como venían. Así pues, atribuyendo cualquier buena fortuna a
Alá, de quien todo viene, doy comienzo:
Mi primer recuerdo es el de un amanecer, su luz y su color y el
dorado y rojo de unas frutas a la altura de mi hombro. Debe de ser la
memoria de los paseos matutinos por el mercado de frutas de Bombay, con
mi aya y después con mi hermana en su cochecito, y de nuestros regresos
con todas las compras apiladas en éste. Nuestra aya era portuguesa,
católica romana que le rezaba —conmigo al lado— a una Cruz del camino.
Meeta, el criado hindú, entraba a veces en pequeños templos hindúes en
los que a mí, que no tenía aún edad para entender de castas, me cogía de
la mano mientras me quedaba mirando a los dioses amigos, entrevistos en
la penumbra.
A la caída de la tarde paseábamos junto al mar a la sombra de unos
palmerales que se llamaban, creo, los Bosques de Mhim. Cuando hacía
viento, se caían los grandes cocos y corríamos —mi aya con el cochecito
de mi hermana y yo— a la seguridad de lo despejado. Siempre he sentido
la amenaza de la oscuridad en los anocheceres tropicales, lo mismo que
he amado el rumor de los vientos nocturnos entre las palmas o las hojas
de los plátanos, y la canción de las ranas de árbol.
Información texto 'Algo de Mí Mismo'