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Corte de Amor

Ramón María del Valle-Inclán


Cuentos, Colección


Florilegio de honestas y nobles damas

Nota

EN este libro están recogidas aquellas novelas breves de mis albores literarios, hace más de un cuarto de siglo, cuando amé la gloria. El viejo maestro con quien solía pasear en las tardes del invierno compostelano, escribió entonces las páginas preliminares que aquí reproduzco, y que por primera vez aparecieron en un libro de cuyo nombre no quiero acordarme.

Prólogo

Es el presente un libro que puede decirse, por entero, juvenil. Lo es por la índole de los asuntos, porque su autor lo escribe en lo mejor de la vida, porque ha de tenérsele por un dichoso comienzo, y, en fin, porque todo él resulta nuevo y tiene su encanto y su originalidad. Con él gozamos de un placer, ya que no raro, al menos no muy común, cual es el de leer unas páginas que se nos presentan como iluminadas por clara luz matinal, y en las cuales, la poesía, la gracia y el amor, esas tres diosas propicias a la juventud dejaron la imborrable huella de su paso.


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Dominio público
84 págs. / 2 horas, 28 minutos / 434 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Costumbres Mexicanas

Manuel Payno


Cuentos, Costumbres, Colección


Los pretendientes de café

En una noche de estas que tienen los días de la semana, en que a los filarmónicos del salón de la ópera italiana no les place repetirnos la tan celebrada Lucrecia de Borgia o Beatrice de Tenda y en que los artistas dramáticos de los corrales de Nuevo México y Principal no están de humor para representarnos la famosa comedia de magia La pata de cabra, o algún vaudeville francés lleno de galicismos, me envolví en una senda cuanto vieja capa, me dirigí


con el ceño hasta la frente
y el sombrero hasta los ojos,
 

a uno de esos espléndidos cafés llenos de cristales, de espejos, de bujías y de cuadros dorados, y como cosa muy natural en estos tiempos, no tenía un real de plata con que tomar chocolate, me contenté con oír las acaloradas conversaciones sobre política, literatura y bellas artes que se suscitan noche con noche en parajes semejantes.


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Dominio público
228 págs. / 6 horas, 40 minutos / 861 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos

Joaquín Díaz Garcés


Cuentos, Colección


De pillo a pillo

—Este es un minero de veras —me decía el mayordomo, señalándome a Andrade, un viejo de barbas blancas, tostado y rudo como un bronce viejo, alto, firme todavía, de ojos negros, brillantes e inquietos.

El sol moría tras los altos picachos de la mina. Sin transición de crepúsculo, como ocurre en las altas cordilleras, la noche venía encima. El primer fuego encendido chisporroteaba con los quiscos secos mezclados a las ramas de espino. De abajo, en medio del alto silencio de la montaña subía el tintineo de una tropa de mulas retardada en el camino. Andrade avanzó después de esa breve presentación que hacía un lacónico v elocuente compendio de su vida de penalidades. Porque el viejo había padecido; antes de oírlo, ya sabía yo que su existencia había sido golpeada como pocas. En su faz rugosa, agrietada, esculpida por un tosco cincel, se leían las privaciones del hambre, las brutales quemaduras del sol y de la nieve, tal vez algunas manchas de sangre y de crímenes inconfesables. Hombre nacido para la más ruda batalla, enseñado desde niño a todas las crudezas, no podía encontrar ya nada sobre la tierra que lo hiciera temblar. La nariz aplastada como bajo el golpe de un machete, parte de la espaciosa frente hundida, una oreja incompleta, la voz resuelta pero contenida; era fácil comprender que ese luchador derrotado ni tuvo niñez apacible ni alcanzaría tampoco vejez con reposo.

—Sí, patrón; como minero nadie ha visto más que yo. He tenido muchas veces la plata en la mano, pero se me ha resbalado, señor, cuando menos pensaba. Como padecer he padecido, como hambres nadie puede hablar... Pero la sed, la sentí envolverme en una tortura infinita.

—¿Dónde conociste la sed?

—En el desierto.


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Dominio público
132 págs. / 3 horas, 51 minutos / 394 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos del Hogar

Antonio de Trueba


Cuentos, Colección


A María Josefa

I

Recibí, amiga María Josefa, tu afectuosa carta, en que me encargabas que te enviase mi nuevo libro para que, en estas largas veladas, os podáis entretener con él junto a la lumbre; porque, como yo he dicho:


De las cosas del mundo,
son las más dulces
los cuentos que se cuentan
junto a la lumbre;
junto a la lumbre,
donde hay cabezas rubias
y ojos azules
 

Esta primera parte de tu petición es muy fácil de satisfacer, pero no así la segunda, aunque reducida a encargarme que si mi nuevo libro de cuentos no tiene Prólogo que le explique, como le tienen todos los precedentes, le supla con una carta en que te diga todo aquello que pueda contribuir a que leáis o escuchéis con más fruto los CUENTOS DEL HOGAR. En los Prólogos de los seis libros de cuentos que han precedido a éste, he dicho cuanto tenía que decir de este género de literatura, que tengo por importantísimo; por cuanto no hay materia que en él no se pueda tratar, ni hay género de composición literaria que tanto se preste como ésta a llevar lo útil y dulce, de que habla un tal Horacio, a todas las inteligencias y gustos. Si, como se deduce de tu misma petición, has leído los Prólogos de mis otros seis libros de cuentos,


¿Qué quieres que te diga,
María Josefa,
qué quieres que te diga
que tú no sepas?
 


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Dominio público
255 págs. / 7 horas, 26 minutos / 287 visitas.

Publicado el 4 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos Dramáticos

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


En tranvía

Los últimos fríos del invierno ceden el paso a la estación primaveral, y algo de fluido germinador flota en la atmósfera y sube al purísimo azul del firmamento. La gente, volviendo de misa o del matinal correteo por las calles, asalta en la Puerta del Sol el tranvía del barrio de Salamanca. Llevan las señoras sencillos trajes de mañana; la blonda de la mantilla envuelve en su penumbra el brillo de las pupilas negras; arrollado a la muñeca, el rosario; en la mano enguantada, ocultando el puño del encas, un haz de lilas o un cucurucho de dulces, pendiente por una cintita del dedo meñique. Algunas van acompañadas de sus niños: ¡y qué niños tan elegantes, tan bonitos, tan bien tratados! Dan ganas de comérselos a besos; entran impulsos invencibles de juguetear, enredando los dedos en la ondeante y pesada guedeja rubia que les cuelga por las espaldas.


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Dominio público
186 págs. / 5 horas, 26 minutos / 238 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Nuevos

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


La niña mártir

No se trata de alguna de esas criaturas cuyas desdichas alborotan de repente a la prensa; de esas que recoge la policía en las calles a las altas horas de la noche, vestidas de andrajos, escuálidas de hambre, ateridas de frío, acardenaladas y tundidas a golpes, o dilaceradas por el hierro candente que aplicó a sus tierras carnecitas sañuda madrastra.

La mártir de que voy a hablaros tuvo la ropa blanca por docenas de docenas, bordada, marcada con corona y cifra, orlada de espuma de Valenciennes auténtico; de Inglaterra le enviaban en enormes cajas, los vestidos, los abrigos y las tocas; en su mesa abundaban platos nutritivos, vinos selectos; el frío la encontraba acolchada de pieles y edredones; diariamente lavaba su cuerpo con jabones finísimos y aguas fragantes, una chambermaid británica.

En invierno habitaba un palacete forrado de tapices, sembrado de estufas y caloríferos; en verano, una quinta a orillas del mar, con jardines, bosques, vergeles, alamedas de árboles centenarios y diosas de mármol que se inclinan parar mirarse en la superficie de los estanques al través del velo de hojas de ninfea...


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Dominio público
189 págs. / 5 horas, 31 minutos / 216 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Nuevos

Christoph von Schmid


Cuentos infantiles, colección


La capilla del bosque

Habiendo terminado su aprendizaje de calderero un joven sano y vigoroso, llamado Conrado Erliebe, tomó el partido de viajar por espacio de tres años, á fin de perfeccionarse en su profesión.

Vestía sencillo, pero decentemente; y echada á las espaldas su maleta, y apoyándose en su palo á modo de peregrino, emprendió alegremente su viaje. Hacía ya algunas horas qué estaba caminando, á pesar de ser un día caluroso de verano, cuando se encontró de repente en el corazón de un espeso bosque.

En vano procuró dejarlo; bien pronto quedó perdido enteramente; vagó por largo tiempo á la ventura, sin que pudiese encontrar el menor rastro de camino. El sol iba á ocultarse en las próximas montañas, é iba ya Conrado á entregarse á la inquietud y la tristeza, cuando advirtió á lo lejos el campanario de una capillita que se levantaba por sobre de unos melancólicos abetos, y al cual tocaban todavía los últimos rayos del sol. Tomó aquella dirección y en breve dió con un camino que le condujo al pie de la capilla, situada sobre una eminencia coronada de fresco verdor.

A su vista, recordó Conrado los consejos de su padre, que acostumbraba decirle: «Hijo mío; si está en tu mano, jamás pases por una capilla abierta, sin entrar y orar en ella. Piensa que ha sido construida para servir la adoración de Dios; y que su elevado campanario es para nosotros á la manera de un dedo que nos muestra el cielo. Cómo podrías, pues, pasar por alto ninguna ocasión de levantar tu alma á Dios y arrodillarte en la presencia de nuestro bienhechor supremo? Un cuadro que llame tu atención; una sentencia que leas por curiosidad, pueden inspirarte, sin que tú lo adviertas, valor y una santa confianza, y hacer que nazcan en tí las más santas resoluciones».


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 23 minutos / 135 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Sacroprofanos

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


«La Borgoñona»

El día que encontré esta leyenda en una crónica franciscana, cuyas hojas amarillentas soltaban sobre mis dedos curiosos el polvillo finísimo que revela los trabajos de la polilla, quedéme un rato meditabunda, discurriendo si la historia, que era edificante para nuestros sencillos tatarabuelos, parecía escandalosa a la edad presente. Porque hartas veces observo que hemos crecido, si no en maldad, al menos en malicia, y que nunca un autor necesitó tanta cautela como ahora para evitar que subrayasen sus frases e interpreten sus intenciones y tomen por donde queman sus relatos inocentes. Así todos andamos recelosos y, valga esta propia metáfora, barba sobre el hombro, de miedo de escribir algo pernicioso y de incurrir en grandísima herejía.

Pero acontece que si llega a agradarnos o a producirnos honda impresión un asunto, no nos sale ya fácilmente de la cabeza, y diríase que bulle y se revuelve allí cula el feto en las maternas entrañas, solicitando romper su cárcel oscura y ver la luz. Así yo, desde que leí la historia milagrosa que —escrúpulos a un lado— voy a contar, no sin algunas variantes, viví en compañía de la heroína, y sus aventuras se me aparecieron como serie de viñetas de misal, rodeadas de orlas de oro y colores caprichosamente iluminadas, o a modo de vidriera de catedral gótica, con sus personajes vestidos de azul turquí, púrpura y amaranto. ¡Oh, quién tuviese el candor, la hermosa serenidad del viejo cronista para empezar diciendo: «¡En el nombre del Padre...!»

I

Eran muchos, muchos años o, por mejor decir, muchos siglos hace; el tiempo en que Francisco de Asís, después de haber recorrido varias tierras de Europa, exhortando a la pobreza y a la penitencia, enviaba sus discípulos por todas partes a continuar la predicación del Evangelio.


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Dominio público
197 págs. / 5 horas, 44 minutos / 209 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Varios

Vicente Blasco Ibáñez


Cuentos, Colección


Al lector

Hay una gruta, misteriosa y negra,
donde resbala bajo mustias frondas,
un raudal silencioso que ni alegra
ni fecunda: ¡qué amargas son sus ondas!

Con qué impudor bajo esa gruta helada
mil flores abren su aterido broche…
¡Nunca al beso de luz de la alborada!
¡Siempre al ósculo negro de la noche!

Esa gruta es mi alma; y esa fuente
muda y letal, mi corrosivo llanto;
y esas flores, los versos que en mi mente
brotan al choque de fatal quebranto.

Cierto es que hay ámbar y color y almíbar
en muchas de esas flores… mas te advierto,
que estas esconden repugnante acíbar,
olor de cirio, y palidez de muerto.

Compasión

A las diez de la noche, el conde de Sagreda entró en su Círculo del bulevar de los Capuchinos. Gran movimiento de los criados para tomarle el bastón, el sombrero de innumerables reflejos y el gabán de ricas pieles, que, al separarse de sus hombros, dejó al descubierto la pechera de inmaculada nitidez, la gardenia de una solapa, todo el uniforme negro y blanco, discreto y brillante, de un gentleman que viene de comer.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 6 minutos / 267 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Misterio y Otros Cuentos

Leónidas Andréiev


Cuentos, Colección


El misterio

I

Mi alegría fué inmensa: estudiante hambriento, expulsado de la Universidad por no pagar, sin un copec en el bolsillo—me había gastado los últimos en un anuncio solicitando un empleo cualquiera—, tuve la suerte de encontrar una colocación magnífica.

Una nebulosa mañana de fines de octubre recibí una carta en que se me invitaba a acudir al hotel de Francia, en la calle de la Marina. Hora y media después—aun no había cesado la lluvia, iniciada momentos antes de llegar la carta a mis manos—tenía un empleo, una vivienda y veinte rublos. ¡Parecía un sueño, un cuento de hadas! Todo, desde el primer momento, me produjo una grata impresión: el espléndido hotel, la lujosa habitación donde fuí recibido, el caballero amabilísimo que me recibió, un caballero—según pude observar cuando mi turbación fué pasando—entrado en años y vestido con esa elegancia inconfundible de los que están acostumbrados a vestir bien desde su infancia.

Excuso decir que acepté sus condiciones: vivir con su familia en el campo, ser el profesor de un niño de ocho años y cobrar cincuenta rublos mensuales.

—¿Le gusta a usted el mar?—me preguntó Norden (no hay por qué llamarle el señor Norden).

—¡Oh, el mar!—balbucí—.¡Enormemente!

Norden se echó a reír.

—¿Cómo no? ¿A quién, de joven, no le ha gustado el mar...? Pues bien; desde casa verá usted el mar..., un mar un poco gris, un poco triste; pero con furias y sonrisas. Estará usted en sus glorias.

—¡Ya lo creo!

Me sonreí, y Norden, sonriéndose también, añadió:

—En ese mar se ahogó mi hija Elena... Hace cinco años.

Callé. No sabía qué decir. Además, estaba desconcertado por su sonrisa. ¡Se sonreía hablando de la muerte de su hija! «¿Será una broma?», pensé.


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Dominio público
151 págs. / 4 horas, 24 minutos / 326 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

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