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De Mis Parrales

Arturo Reyes


Cuentos, colección


Al Excmo. Sr. D. Mariano Catalina,
Ilustre autor de “La Poesía Lírica en el Teatro antiguo”.

Testimonio de gratitud, admiración y cariño

A. Reyes

En la carretera

I

Cuando Lola la Azucena se asomó á la puerta de su chozajo, embellecido por las trepadoras que lo cubrían casi totalmente de hojas y flores, ya el sol inundaba la carretera, animada por el resonante bulle bulle de peones y de ginetes, y por el alegre tintineo de las esquilas de las acansinadas recuas que conducían á la capital, desde los amplios paseros de la vega, el dulcísimo y oloroso fruto de las vides andaluzas.

Ya el sol—repetimos—embellecía el paisaje; piaban alegremente los gorriones entre las ramas de los frondosos álamos y de los plátanos orientales que flanquean el camino; rendíanse los pencares al peso del fruto en sazón;fulgía como de mármol blanquísimo el risueño caserío entre el verdor ya pálido de los viñedos y el esmeralda de los huertos; una brisa fresca y acariciadora susurraba plácida en el ramaje; un arriero tumbado, boca abajo, sobre el aparejo de su cabalgadura, canturreaba, con acento rítmico y quejumbroso, una copla popular; cómodamente sentada bajo el toldo de una galera, una muchachota de tez renegrida, dientes blanquísimos y ojos dormilones, apretábase contra el conductor, un zagal greñudo y atlético en cuyo semblante notábase el efecto del contacto tentador; una pareja de la guardia civil avanzaba hacia la población con paso acompasado y marcial apostura.


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Dominio público
95 págs. / 2 horas, 47 minutos / 75 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Abrojos

Javier de Viana


Cuentos, colección


El abrojo

Se llamaba Juan Fierro.

Durante los primeros treinta años de su vida fue simplemente Juan. El segundo término de la fórmula de su nombre parecía irrisorio: ¡Fierro, él!...

Era blando, dúctil, sin resistencia. A causa de su propensión a abrirle sin recelos la puerta de la amistad al primer forastero que golpeara, no llegó a quedarle más que un caballo de su tropilla, un mal pabellón en el recado, una camisa en el baúl y el calificativo de zonzo.

Llegado a esa etapa de su vida, ya no tuvo amigos. Por cada afecto sembrado, le había nacido una ingratitud. Sin embargo, heroico y resignado, doblaba el lomo, cavaba la tierra, fertilizándola con el riego de sudor de su frente, echando sin cesar al surco semillas de plantas florales y semillas de plantas sativas.

Cosechaba abrojo que pincha y miomio que envenena. Y a pesar de ello proseguía siendo Juan, sin que por un momento le asaltase la tentación de ser Fierro.

Empero, si es verdad que en el camino se hacen bueyes y que el clavo de la picana concluye casi siempre por abatir las más orgullosos altiveces, también es verdad que el rebenque y la espuela usados en forma injusta y desconsiderada, suele convertir al matungo más manso.

Tal le ocurrió a Juan Fierro.

A los treinta años presentaba un aspecto de viejo decrépito. Su rostro enflaquecido agrietábase en arrugas. Sus ojos fueron perdiendo poco a poco el brillo y tenían la lumbre triste de un fogón que se apaga, ahogadas las brasas por las cenizas. Sus labios, que ni la risa ni los besos calentaban ya, evocaban la tristeza de la arpa desencordada, en cuya gran boca muda ya no brotan las melodías que otrora hicieran estremecer en sensación voluptuosa la madera de su alma sonora...

Los pocos que todavía llegaban a su casa juzgaban mentalmente:

—Este candil se apaga.

O si no:


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Dominio público
95 págs. / 2 horas, 47 minutos / 142 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2022 por Edu Robsy.

Tradiciones Peruanas I

Ricardo Palma


Cuentos, Leyendas, Colección


Palla-Huarcuna

¿Adónde marcha el hijo del Sol con tan numeroso séquito?

Tupac-Yupanqui, el rico en todas las virtudes, como lo llaman los haravicus del Cuzco, va recorriendo en paseo triunfal su vasto imperio, y por dondequiera que pasa se elevan unánimes gritos de bendición. El pueblo aplaude a su soberano, porque él le da prosperidad y dicha.

La victoria ha acompañado a su valiente ejército, y la indómita tribu de los pachis se encuentra sometida.

¡Guerrero del llautu rojo! Tu cuerpo se ha bañado en la sangre de los enemigos, y las gentes salen a tu paso para admirar tu bizarría.

¡Mujer! Abandona la rueca y conduce de la mano a tus pequeñuelos para que aprendan, en los soldados del Inca, a combatir por la patria.

El cóndor de alas gigantescas, herido traidoramente y sin fuerzas ya para cruzar el azul del cielo, ha caído sobre el pico más alto de los Andes, tiñendo la nieve con su sangre. El gran sacerdote, al verlo moribundo, ha dicho que se acerca la ruina del imperio de Manco, y que otras gentes vendrán en piraguas de alto bordo a imponerle su religión y sus leyes.

En vano alzáis vuestras plegarias y ofrecéis sacrificios, ¡oh hijas del Sol!, porque el augurio se cumplirá.

¡Feliz tú, anciano, porque sólo el polvo de tus huesos será pisoteado por el extranjero, y no verán tus ojos el día de la humillación para los tuyos! Pero entretanto, ¡oh hija de Mama-Ocllo!, trae a tus hijos para que no olviden el arrojo de sus padres, cuando en la vida de la patria suene la hora de la conquista.

Bellos son tus himnos, niña de los labios de rosa; pero en tu acento hay la amargura de la cautiva.


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Dominio público
97 págs. / 2 horas, 49 minutos / 2.885 visitas.

Publicado el 20 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Ranchos (Costumbres del Campo)

Javier de Viana


Cuentos, Colección


EL ALMA DEL PADRE

Por la única puerta de la cocina,—una puerta de tablas bastas, sin machimbres, llena de hendijas, anchas de una pulgada, el viento en ráfagas, violentas y caprichosas, se colaba a ratos, silbaba al pasar entre los labios del maderamen, y soplando con furia el hogar dormitante en medio de la pieza, aventaba en grísea nube las cenizas, y hacía emerger del recio trashoguero, ancha, larga y roja llama que enargentaba, fugitivamente, los rostros broncíneos de los contertulios del fogón y el brillador azabache de los muros esmaltados de ollin.

Y de cuando en cuando, la habitación aparecía como súbitamente incendiada por los rayos y las centellas que el borrascoso cielo desparramaba a puñados sobre el campo.

El lívido resplandor cuajaba la voz en las gargantas y los gestos en los rostros, sin que enviara para nada la lógica reflexión de don Matías,—expresada después de pasado el susto.

—Con los rayos acontece lo mesmo que con las balas; la que oímos silbar es porque pasa de largo sin tocarnos; y con el rejucilo igual: el que nos ha'e partir no nos da tiempo pa santiguarnos...

Y no hay para qué decir que en todas las ocasiones, era el primero en santiguarse; aún cuando rescatara de inmediato la momentánea debilidad, con uno de sus habituales gracejos de que poseía tan inagotable caudal como de agua fresca y pura, la cachimba del bajo,—pupila azul entre los grisáceos párpados de piedra, que tenían un perfumado festón de hierbas por pestañas.

El tallaba con el mate y con la palabra, afanándose en ahuyentar el sueño que mordía a sus jóvenes compañeros, a fuerza de cimarrón y a fuerza de historias, pintorescas narraciones y extraordinarias aventuras, gruesas mentiras idealizadas por su imaginación poética.


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Dominio público
97 págs. / 2 horas, 50 minutos / 276 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.

De mi Cosecha

Norberto Torcal


Cuentos, colección


La negra honrilla

A Mr. Ernest Mérimée.


Poco á poco, con rumor de marea en descenso, el coloso de piedra y de ladrillo comenzó á vomitar por sus cien puertas como por otras tantas válvulas ó bocas abiertas á aquella compacta abigarrada muchedumbre que, ebria de sol, de sangre y de vino, hacía retemblar momentos antes las graderías de piedra del tendido con rugidos de fiera y convulsiones de epiléptico.

Ya el interior de la plaza iba quedando silencioso y vacío; los rayos del sol elevándose lentamente, iluminaban la parte más alta de las galerías de la plaza; por entre los arabescos arcos veíanse los huecos inmensos que el público dejaba al retirarse, y abajo en la movediza arena del ruedo, un largo rastro de sangre fresca y roja como recién brotada de la herida, señalaba aún el camino seguido por las mulillas en el arrastre del último toro.

Con los codos apoyados en la barrera y la cara entre las manos, Manolo Rílez, un buen novillero de rostro simpático, franca y noble mirada, chaqueta corta de alpaca y pantalón cedido, estallante en la cintura y amplio en la pierna, contemplaba distraídamente el desfile interminable de la gente.

Así pasó breve rato, y cuando la gritería y confusión de los primeros momentos comenzó á decrecer y apagarse, volvióse á Chavillo, que silencioso y reflexivo permanecía sentado á su vera, y con tono de guasa le dijo:

—Pero hombre, se te van á secar los sesos de tanto cavilar... ¿Piensas pasarte aquí la noche haciendo filosofías y almanaques?

Chavillo por toda respuesta se puso en pie y echó á andar seguido de Manolo. Juntos atravesaron el patio de caballos, donde no había más que dos viejos picadores, que con gran calor y entusiasmo comentaban los lances de la corrida de aquella tarde, y salieron fuera.


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Dominio público
99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 64 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Escogidos

Silverio Lanza


Cuentos, colección


Advertencia

Agotadas las varias ediciones de El año triste, Cuentecitos sin importancia, Cuentos políticos y Cuentos para mis amigos, y no conviniéndome hacer nuevas ediciones, porque tengo mucho original inédito, formo este tomo con cuentos de las colecciones dichas, con algunos que no se han publicado y con otros de las colecciones ¡Pestes!, Cuentos de locos, Los grandes señores, Cuentos económicos y Leyendas del timo.

Quisiera acertar en ello.


El editor,

J. B. A.

Nota preliminar

Algunas personas nos han dicho de varias maneras, y con sana intención, que les agradecemos, lo siguiente: Si continúan ustedes indisponiéndose con los críticos, no citaran sus obras de ustedes, y éstas no se venderán.

La cuestión es de transcendencia grave, y merece que de ella opinemos; pero de ningún modo porque se refiera á nosotros, pues las personas que nos conocen saben que en nuestros libritos, llenos, al parecer, de un subjetivismo extravagante, no hay absolutamente nada de subjetivismo cierto.

Y como la cuestión tiene carácter moral y carácter económico, hablaremos de ella separadamente.


El autor. El editor.

Opinión del autor.

En un libro mío, que no cito, porque la cita no parezca auto-bombo, digo: Si desea usted censurarme, convénzame de que es superior á mí en cultura, y yo me someteré gustosísimo á su autoridad de usted.

He rechazado la crítica grosera que todavía tiene inocentes que la paguen, que la teman y que la escuchen.

La crítica grosera es una procacidad ó es una cobardía.

Es una procacidad, si el crítico porque no le agrado un libro insulta al autor y le provoca á duelo, contando con la inocencia de unos padrinos que, si estiman su honor propio, no deben consentir practicas caballerescas á madrugadores presidiables.


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Dominio público
102 págs. / 2 horas, 59 minutos / 157 visitas.

Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Historia de una Anguila y Otras Historias

Antón Chéjov


Cuentos, Colección


Historia de una anguila

Es una mañana de verano; reina en la Naturaleza una tranquilidad absoluta; óyese solamente, de vez en cuando, las estridencias de los grillos. Junto a la caseta de baños en construcción, bajo las ramas verdes de un sauce, se agita en el agua el carpintero Guerasim, campesino alto, flaco, de rizosos cabellos bermejos; sopla, refunfuña, guiña los ojos y procura sacar algo de entre las raíces del sauce. A su lado, con el agua hasta el cuello, está otro carpintero, Liubim, hombre joven, bajo de estatura y jorobado; su cara es triangular y tiene ojos de chino. Entrambos llevan blusas y calzones y parecen hallarse ateridos de frío, lo cual se comprende, porque hace más de una hora que permanecen en el agua.

—¿Por qué empujas sin cesar con la mano?—grita el jorobado, tembloroso—. ¡Cabeza de burro! ¡Tenlo!..., ¡tenlo!..., ¡que no se te escape el maldito pez! ¡Te repito que lo agarres bien!

—¡No se escapará!... ¿Por dónde quieres que se nos escape?

—Se ha metido por debajo de los troncos— contesta Gnerasim con su voz de bajo ronco—. No hay por dónde cogerla.

—¡Cógela por las agallas! ¡Cógela y no la sueltes!

—¡Espera! Ya la tengo, no sé por dónde. El caso es que la tengo. ¡Cáspita! La maldita muerde.

—Por las agallas te he dicho; no la sueltes...

—No se ven las agallas. Espera. Ya la he cogido por alguna parte; por el labio creo que la he cogido.

—¡No; ¡por el labio no tires de ella! Se te va a escapar. ¡Por las agallas, por las agallas! Otra vez empujas con la mano. ¡Qué imbécil eres, válgame Dios! ¡Agárrala!

—¡Agárrala!...— exclama Guerasim irritado—. Es muy fácil dar órdenes... ¡Métete tú mismo en el agua y agárrala, diablo de jorobado que eres! ¿A que estás sin hacer nada?

—Bien la agarraría si pudiese. Bajo de estatura como soy, no puedo meterme allí; es muy hondo.


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Dominio público
102 págs. / 3 horas / 137 visitas.

Publicado el 26 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Cuentos Malévolos

Clemente Palma


Cuentos, colección


A mi padre,
don Ricardo Palma

Los canastos

Entre hacer un pequeño servicio que apenas labre huella en la memoria del beneficiado o un grave daño que le deje profundo recuerdo, elegid lo segundo. Os contaré lo que me sucedió una tarde de invierno con un pobre hombre llamado Vassielich.

Os juro que yo soy bueno, que soy un buen padre de familia, pero sólo en la época en que hay sol en este cielo brumoso. ¡Oh!, la bruma invernal me hace daño y me convierte en malvado. Si yo fuera poppe, en verano rendiría culto a Dios, pero en invierno le volvería la espalda y me entregaría a darle gusto al diablo. En el invierno le amo, siento que se introduce en mi ser, que estruja mi espíritu y aviva el fuego de mis malos instintos; entonces me siento nihilista, capaz de ser ladrón y asesino; lo rojo me excita, y lo afilado y lo agudo me fascinan. Cuando llega la época de las primeras nevadas, mi mujer me dice: «Marcof, padrecito mío, ya las malas ideas comienzan a fulgurar en tus ojos. Ya viene el tiempo en que no vives sino gruñendo y blasfemando, en que nos aporrea a tus hijos y a mí. Mira, no te alejes de la estufa, porque el hielo te hace malvado…» Pero decía hace poco que iba a referiros una aventura que tuve: ya lo había olvidado. Escuchadme:


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Dominio público
103 págs. / 3 horas / 608 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Sub Sole

Baldomero Lillo


Cuentos, Colección


1. El rapto del sol

Hubo una vez un rei tan poderoso que se enseñoreó de toda la tierra. Fué el señor del mundo. A un jesto suyo millones de hombres se alzaban dispuestos a derribar las montañas, a torcer el curso de los ríos o a exterminar una nación. Desde lo alto de su trono de marfil i oro, la humanidad le pareció tan mezquina que se hizo adorar como un dios i estatuyó su capricho como única i suprema lei. En su inconmensurable soberbia creia que todo en el universo estábale subordinado, i el férreo yugo con que sujetó a los pueblos i naciones, superó a todas las tiranías de que se guardaba recuerdo en los fastos de la historia.

Una noche que descansaba en su cámara tuvo un enigmático sueño. Soñó que se encontraba al borde de un estanque profundísimo en cuyas aguas, de una diafanidad imponderable, vió un extraordinario pez que parecia de oro. En derredor de él i bañados por el májico fulgor que irradiaban sus áureas escamas, pululaban una infinidad de seres: peces rojos que parecian teñidos de púrpura, crustáceos de todas formas i colores, rarísimas algas e imperceptibles átomos vivientes. De pronto, oyó una gran voz que decia: ¡Apoderaos del radiante pez, i todo en torno suyo perecerá!

El rei se despertó sobresaltado e hizo llamar a los astrólogos i nigromantes para que explicasen el extraño sueño. Muchos expresaron su opinión, mas ninguna satisfacia al monarca hasta que, llegado el turno al mas joven de ellos, se adelantó i dijo:

—¡Oh, divino i poderoso príncipe! La solución de tu sueño es ésta: El pez de oro es el sol que desparrama sus dones indistintamente entre todos los seres. Los peces rojos son los reyes i los grandes de la tierra. Los otros son la multitud de los hombres, los esclavos i los siervos. La voz que hirió vuestros oídos es la voz de la soberbia. Guardaos de seguir sus consejos, porque su influjo os será fatal.


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Dominio público
103 págs. / 3 horas, 1 minuto / 758 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Hombres y Mujeres

Alejandro Larrubiera


Cuentos, colección


El himno de Riego

I

El Café del Diamante recibía sórdida y melancólicamente la luz diurna por la puerta de entrada y ventana abiertas á la calle del Ave María, una de las más típicas de los barrios bajos madrileños. El color rojo rabioso de sus paredes tenía una solución de continuidad en los espejos, encuadrados en molduras doradas; del techo, pintado alevosamente al óleo por un mamarrachista, pendían los aparatos de la luz del gas. En este café ejercía yo las funciones de pianista.

Como tantos otros aventureros del arte, llegué á la corte (hace ya muchos años de esto, Dios mío) llena la maleta de papel pautado, de aire los bolsillos y de ilusiones el magín.

En mi pueblo, el organista de la catedral, famoso contrapuntista, me había iniciado en el arte de Beethoven; cuando hubo vaciado en mí toda su ciencia, que no era escasa, me dijo: «Perillán, si quieres alcanzar honra y provecho lárgate á los Madriles; aquí, la música no te servirá ni para mal sazonar la puchera.»

Rodé unos cuantos días, como un ave zonza, por la coronada villa, rompiendo en su molestísimo empedrado mis zapatones lugareños; admirando el polisón de las madamas y los sombreros como tubos de chimenea de los pisaverdes, y en aquel vagar forzoso á que me obligaban las circunstancias me encontraba más solo y desamparado de día en día, y de día en día más tenaz y resuelto en conquistar el vellocino de oro: que es prodigiosa fábrica de fantasías un cerebro juvenil.

Un paisano mío, un buen hombre que se despepitaba por servir á los de la tierra, hizo que yo entrara de pianista en el Café del Diamante, que acababa de abrirse al público.


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Dominio público
105 págs. / 3 horas, 4 minutos / 135 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

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