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Cuentos Amatorios

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, Colección


Sinfonía

Conjugación del verbo «amar»

CORO DE ADOLESCENTES.— Yo amo, tú amas, aquél ama; nosotros amamos, vosotros amáis; ¡todos aman!

CORO DE NIÑAS.— (A media voz.) Yo amaré, tú amarás, aquélla amará; ¡nosotras amaremos! ¡vosotras amaréis! ¡todas amarán!

UNA FEA Y UNA MONJA.— (A dúo.) ¡Nosotras hubiéramos, habríamos y hubiésemos amado!

UNA COQUETA.— ¡Ama tú! ¡Ame usted! ¡Amen ustedes!

UN ROMÁNTICO.— (Desaliñándose el cabello.) ¡Yo amaba!

UN ANCIANO.— (Indiferentemente.) Yo amé.

UNA BAILARINA.— (Trenzando delante de un banquero.) Yo amara, amaría… y amase.

DOS ESPOSOS.— (En la menguante de la luna de miel.) Nosotros habíamos amado.

UNA MUJER HERMOSÍSIMA.— (Al tiempo de morir.) ¿Habré yo amado?

UN POLLO.— Es imposible que yo ame, aunque me amen.

EL MISMO POLLO.— (De rodillas ante una titiritera.) ¡Mujer amada, sea V. amable, y permítame ser su amante!

UN NECIO.— ¡Yo soy amado!

UN RICO.— ¡Yo seré amado!

UN POBRE.— ¡Yo sería amado!

UN SOLTERÓN.— (Al hacer testamento.) ¿Habré yo sido amado?

UNA LECTORA DE NOVELAS.— ¡Si yo fuese amada de este modo!

UNA PECADORA.— (En el hospital.) ¡Yo hubiera sido amada!

EL AUTOR.— (Pensativo.) ¡AMAR! ¡SER AMADO!


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Dominio público
163 págs. / 4 horas, 46 minutos / 378 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Recopilación de Cuentos Varios

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


Medalla... de perro chico

¿Que no conocen ustedes a la de Casa—Pinar? ¡Pues si no se ve por ahí otra cosa! Ella es la golondrina que sí hace verano.

En cuanto asoma agosto, se presenta Agripina Pinillos, hija de la marquesa viuda, y pontificia, de Casa—Pinar.

Es una golondrina que no viene de África, a no ser que África empiece en Pajares. Viene de tierra de Campos o cosa así: es hige life… de tierra, y, a todo tirar, de Toro.

Todos los veranos aparece con una protesta que no se le cae de los labios, a saber: que por milagro de Dios no está en San Sebastián o en Ostende o en Corls… , eso, en fin, donde la señora de Cánovas.

Todavía da la mano como se daba el año ochenta y tantos, es decir, como quien da una coz con los remos delanteros. Si no fuese por la moda, ese ídolo que reconocieron los griegos, la de Casa—Pinar sería una perfecta hermosura. No es la Venus Urania, es la Venus… snob.

Sí; representa el snobismo… de cabotaje.

Porque no sale de nuestras costas.

Quiere ser más figurín que estatua.

Entre Fidias y el modisto mejor de París, ella no vacilaría: se pondría en manos del modisto.

Cuando se ve desnuda, se desprecia. Y vuelve a ser el pavo real, satisfecho de sus plumas, cuando se ciñe el ridículo traje de baño y se pone el sombrero que la convierte en un patache a toda vela, o el gorro ignominioso que la hace parecerse a un frasco de esencias. ¿Queréis que os salude la de Casa—Pinar, ya que tenéis el honor de tratarla y ser acreedor de su señora madre, por ejemplo?

Pues en vano aspiráis a tal privilegio… si lleváis chaleco al balneario.


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Dominio público
123 págs. / 3 horas, 35 minutos / 332 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Misterio y Otros Cuentos

Leónidas Andréiev


Cuentos, Colección


El misterio

I

Mi alegría fué inmensa: estudiante hambriento, expulsado de la Universidad por no pagar, sin un copec en el bolsillo—me había gastado los últimos en un anuncio solicitando un empleo cualquiera—, tuve la suerte de encontrar una colocación magnífica.

Una nebulosa mañana de fines de octubre recibí una carta en que se me invitaba a acudir al hotel de Francia, en la calle de la Marina. Hora y media después—aun no había cesado la lluvia, iniciada momentos antes de llegar la carta a mis manos—tenía un empleo, una vivienda y veinte rublos. ¡Parecía un sueño, un cuento de hadas! Todo, desde el primer momento, me produjo una grata impresión: el espléndido hotel, la lujosa habitación donde fuí recibido, el caballero amabilísimo que me recibió, un caballero—según pude observar cuando mi turbación fué pasando—entrado en años y vestido con esa elegancia inconfundible de los que están acostumbrados a vestir bien desde su infancia.

Excuso decir que acepté sus condiciones: vivir con su familia en el campo, ser el profesor de un niño de ocho años y cobrar cincuenta rublos mensuales.

—¿Le gusta a usted el mar?—me preguntó Norden (no hay por qué llamarle el señor Norden).

—¡Oh, el mar!—balbucí—.¡Enormemente!

Norden se echó a reír.

—¿Cómo no? ¿A quién, de joven, no le ha gustado el mar...? Pues bien; desde casa verá usted el mar..., un mar un poco gris, un poco triste; pero con furias y sonrisas. Estará usted en sus glorias.

—¡Ya lo creo!

Me sonreí, y Norden, sonriéndose también, añadió:

—En ese mar se ahogó mi hija Elena... Hace cinco años.

Callé. No sabía qué decir. Además, estaba desconcertado por su sonrisa. ¡Se sonreía hablando de la muerte de su hija! «¿Será una broma?», pensé.


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Dominio público
151 págs. / 4 horas, 24 minutos / 317 visitas.

Publicado el 20 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos de Muerte y de Sangre

Ricardo Güiraldes


Cuentos, Colección


Facundo

Traspuestas las penurias del viaje, cayó al campamento una noche de invierno agudo.

Era un inconsciente de veinte años, proyecto tal vez de caudillo; impetuoso, sin temores e insolente, ante toda autoridad. De esos hombres nacían a diario en aquella época, encargados luego de eliminarse entre ellos, limpiando el campo a la ambición del más fuerte.

Apersonado al jefe, mostró la carta de presentación. Cambiaron cordiales recuerdos de amistad familiar y Quiroga recibió a su nuevo ayudante con hospitalidad de verdadero gaucho.

Concluida la cena, al ir y venir del asistente cebador, el mocito recordó cosas de su vivir ciudadano. Atropellos y bufonadas sangrientas, que aplaudía con meneos de cabeza el patilludo Tigre.

Contó también cómo se llenaba de plata merced a su habilidad para trampear en el monte.

El Tigre pareció de pronto hostil:

—¡Jugará con sonsos!

Insolente, el mocito respondía:

—No siempre, general..., y pa probarle, le jugaría una partidita a trampa limpia.

Quiroga accedió.

Los naipes obedecían dóciles, y el Tigre perdía sin pillar falta. En su gloria, el joven, besaba de vez en cuando el gollete de un porrón medianero, y no olvidaba chiste, entre los lucidos fraseos de barajar.

Inesperadamente, Quiroga se puso en pie.

—Bueno amigo, me ha ganao todo.

Recién el mozo miró hacia el montón, escamoso, de pesos fuertes, que plateaba delante suyo.

El general se retiraba.

Entonces, un horrible terror desvencijó la audacia del ganador. Las leyendas brutales ensoberbecieron la estampa, hirsuta, del melenudo.

—¡General, le doy desquite!

—Vaya, amigo, vaya, que podría perder lo ganado y algo encima...

—No le hace, general; es justo que también usted talle.

—¿Se empeña?

—¿Cómo ha de ser?

Las mandíbulas le castañeteaban de miedo.


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Dominio público
35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 315 visitas.

Publicado el 28 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

Historietas Nacionales

Pedro Antonio de Alarcón


Cuentos, coleccion


El carbonero-alcalde

I

Otro día narraré los trágicos sucesos que precedieron a la entrada de los franceses en la morisca ciudad de Guadix, para que se vea de qué modo sus irritados habitantes arrastraron y dieron muerte al corregidor don Francisco Trujillo, acusado de no haberse atrevido a salir a hacer frente al ejército napoleónico con los trescientos paisanos armados de escopetas, sables, navajas y hondas de que habría podido disponer para ello...

Hoy, sin otro fin que indicar el estado en que se hallaban las cosas cuando ocurrió el sublime episodio que voy a referir, diré que ya era capitán general de Granada el excelentísimo señor conde don Horacio Sebastiani, como le llamaban los afrancesados, y gobernador del Corregimiento de Guadix el general Godinot, sucesor del coronel de dragones de caballería, número 20, M. Corvineau, a quien había cabido la gloria de ocupar la ciudad el 16 de febrero de 1810.


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Dominio público
185 págs. / 5 horas, 24 minutos / 246 visitas.

Publicado el 22 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Color de Humo

Manuel Gutiérrez Nájera


Cuentos, colección


Rip-Rip

Este cuento yo no lo vi, pero creo que lo soñé.

¡Qué cosas ven los ojos cuando están cerrados! Parece imposible que tengamos tanta gente y tantas cosas dentro... porque cuando los párpados caen, la mirada, como una señora que cierra su balcón, entra á ver lo que hay en su casa. Pues bien: esta casa mía, esta casa de la señora mirada que yo tengo, ó que me tiene, es un palacio, es una quinta, es una ciudad, es un mundo, es el universo...; pero un universo en el que siempre están presentes el presente, el pasado y el future. A juzgar por lo que miro cuando duermo, pienso para mí, y hasta para ustedes, mis lectores: ¡Jesús, qué de cosas han de ver los ciegos! Esos que siempre están dormidos, ¿qué verán? El amor es ciego, según cuentan. Y el amor es el único que ve á Dios.

¿De quién es la leyenda de Rip-Rip? Entiendo que la recogió Washington Irving para darle forma literaria en alguno de sus libros. Sé que hay una ópera cómica con el propio título y con el mismo argumento. Pero no he leído el cuento del novelador é historiador norteamericano, ni he oído la ópera... pero he visto á Rip-Rip.

Si no fuera pecaminosa la suposición, diría yo que Rip-Rip ha de haber sido hijo del monje Alfeo. Este monje era alemán, cachazudo, flemático, y hasta presumo que algo sordo; pasó cien años sin sentirlos, oyendo el canto de un pájaro. Rip-Rip fué menos yanqui, menos aficionado á músicas y más bebedor de whiskey, durmió durante muchos años.

Rip-Rip, el que yo vi, se durmió, no sé por qué, en alguna caverna en la que entró... quién sabe para qué.


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Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 220 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Relaciones

Fernán Caballero


Cuentos, Colección


Primera parte

Prólogo

Cuando llegue a estas páginas el lector, probablemente será habiendo pasado por las que contienen La familia de Alvareda.

¿Deberemos decirle algo que prepare su ánimo para las que van a seguir? ¿O bien será mejor respetar la profunda impresión, las hondas meditaciones, y —¿por qué no hemos de decirlo?— acaso las sentidas lágrimas que en él habrán promovido la simpatía, arrancado el infortunio y santificado la religión?

A saber nosotros que íbamos a estorbar, este santo fruto a que puede aspirar, pero que no consuma nunca por sí sola ninguna humana literatura, cierto es que, sobrecogidos ante el secreto de las conciencias, retrocediéramos con religioso respeto, y diciendo «por aquí ha pasado Dios!», nos contentáramos con adorar.

Pero creyendo que muchos de los lectores participarán del efecto que en nosotros produjo aquella lectura, juzgamos, sin embargo, que no nos toca sobreponernos a la intención ni a las miras del autor, a quien es dado herir estas cuerdas, y producir tales efectos. Como el sembrador que esparce la semilla sobre la tierra, así él sin darse cuenta de lo que hace, pasa presentando a la imaginación sus cuadros, abriendo al corazón el tesoro de sus sentimientos, evocando la fe de las generaciones pasadas, despertando el amor en la presente, y avivando la esperanza en las que están por venir.


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Dominio público
201 págs. / 5 horas, 52 minutos / 219 visitas.

Publicado el 14 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Aventuras Grotescas

Ricardo Güiraldes


Cuentos, Colección


Arrabalera

Es un cuento de arrabal para uso particular de niñas románticas.

Él, un asno paquetito.

Ella, un paquetito de asnerías sentimentales.


La casa en que vivía,
arte de repostería.
El padre, un tipo grosero
que habla en idioma campero.
 

Y entre estos personajes se desliza un triste, triste episodio de amor.

La vio, un día, reclinada en su balcón; asomando entre flores su estúpida cabecita rubia llena de cosas bonitas, triviales y apetitosas, como una vidriera de confitería.

¡Oh, el hermoso juguete para una aventura cursi, con sus ojos chispones de tome y traiga, su boquita de almíbar humedecida por lengua golosa de contornos labiales, su nariz impertinente, a fuerza de oler polvos y aguas floridas, y la hermosa madeja de su cabello rizado como un corderito de alfeñique!

En su cuello, una cinta de terciopelo negro se nublaba de uno que otro rezago de polvos, y hacía juego, por su negrura, con un insuperable lunar, vecino a la boca, negro tal vez a fuerza de querer ser pupila, para extasiarse en el coqueto paso sobre los labios de la lengüita humedecedora.

Una lengüita de granadina.

La vio y la amó (así sucede), y le escribió una larga carta en que se trataba de Querubines, dolores de ausencia, visiones suaves y desengaño que mataría el corazón.

Ella saboreó aquel extenso piropo epistolar. Además, no era él despreciable.

Elegante, sí, por cierto, elegante entre todos los afiladores del arrabal, dejando entrever por sus ojos, grandes y negros como una clásica noche primaveral, su alma sensible de amador doloroso, su alma llena de lágrimas y suspiros como un verso de tarjeta postal.

Todo eso era suficiente para hacer vibrar el corazón novelesco de la coqueta balconera.

Se dejó amar.


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 213 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

El Señor y lo Demás, Son Cuentos

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


El Señor

I

No tenía más consuelo temporal la viuda del capitán Jiménez que la hermosura de alma y de cuerpo que resplandecía en su hijo. No podía lucirlo en paseos y romerías, teatros y tertulias, porque respetaba ella sus tocas; su tristeza la inclinaba a la iglesia y a la soledad, y sus pocos recursos la impedían, con tanta fuerza como su deber, malgastar en galas, aunque fueran del niño. Pero no importaba: en la calle, al entrar en la iglesia, y aun dentro, la hermosura de Juan de Dios, de tez sonrosada, cabellera rubia, ojos claros, llenos de precocidad amorosa, húmedos, ideales, encantaba a cuantos le veían. Hasta el señor Obispo, varón austero que andaba por el templo como temblando de santo miedo a Dios, más de una vez se detuvo al pasar junto al niño, cuya cabeza dorada brillaba sobre el humilde trajecillo negro como un vaso sagrado entre los paños de enlutado altar; y sin poder resistir la tentación, el buen místico, que tantas vencía, se inclinaba a besar la frente de aquella dulce imagen de los ángeles, que cual mi genio familiar frecuentaba el templo.

Los muchos besos que le daban los fieles al entrar y al salir de la iglesia, transeúntes de todas clases en la calle, no le consumían ni marchitaban las rosas de la frente y de las mejillas; sacábanles como un nuevo esplendor, y Juan, humilde hasta el fondo del alma, con la gratitud al general cariño, se enardecía en sus instintos de amor a todos, y se dejaba acariciar y admirar como una santa reliquia que empezara a tener conciencia.


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Dominio público
162 págs. / 4 horas, 43 minutos / 210 visitas.

Publicado el 11 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Novelas y Fantasías

Roberto Payró


Cuentos, Colección


Dedicatoria

á Jacobo Peuser

En agradecimiento

R. J. P.

¿Crímen?

(fragmentos de unas memorias)

I

Febrero 10 de 18....

....Todo está en calma; el mundo parece dormir un sueño de muerte; la atmósfera pesada me sofoca; ni un suspiro del viento llega á estremecer las hojas de los árboles, todavia marchitas bajo los besos de fuego del sol; acaba de salir la luna, rodeada por un círculo de vapores luminosos, y su luz amarillenta hace palidecer el fulgor de las estrellas, perdidas en el manto indeciso de las nubes...

Todo está en calma; todo, menos mi corazón, que late violentamente, y mi cerebro que bulle como un volcán ...

El doctor Ávila me ha dicho que no puedo casarme; me ha amenazado con terribles desgracias para el porvenir; me ha hecho ver mi hogar, el hogar tantas veces soñado, presa de la desvastación terrible de la muerte, y haciéndose eco de los gritos sin piedad de la conciencia.

¡Y, sin embargo, yo no he dudado, y en el salón contiguo me esperan los que van á acompañarme al templo, los que van á ser testigos de mi crímen!...

¡Eh! ¡qué importa! ¡El dado está tirado, y no soy, más que otro, merecedor de las desdichas que me amenazan; la suerte se apiadará de mi, la suerte que hasta hoy me ha perseguido!..

Vamos á Elisa, á mi amada, á mi esposa en breve.

Sacudamos estos negros pensamientos, y miremos impávidos el futuro, lleno de sombras ó de luces, de fulgores ó de tinieblas. ¡Qué importa!...

¡Bebamos nuestra copa, amarga ó dulce, hasta las heces, sin que tiemblen el corazón ni la mano!...

II

Abril 12 de 18....

....¡Bien hacía yo en no dudar! La dicha más inmensa me sonrie; la felicidad más completa llena mi espíritu!


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Dominio público
110 págs. / 3 horas, 12 minutos / 196 visitas.

Publicado el 25 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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