En el verano de 1888, Guy de Maupassant realizó una ascensión en el
globo aerostático El Horla. La crónica de ese viaje fue publicada en la
revista La Lecture, y permaneció inédita hasta hace poco. En ella,
Maupassant da muestra de su capacidad de apreciación y nos ofrece un
curioso documento de aeronáutica. Aquí aparece, por primera vez en
español, admirablemente traducido por nuestro colaborador José Abdón
Flores. El maestro del relato corto narra por el solo placer de narrar
y, desde un globo, ve el mundo como nunca antes lo había visto, percibe
su grandeza y se sobrecoge ante la fuerza ciega de la naturaleza. Un
París rodeado de nubes grises que a ratos huyen, se ofrece a los ojos
del gran escudriñador de almas en esta crónica dedicada a constatar la
belleza del mundo visto de lejos.
Cuando entré en el taller de La Villette, vi, yaciente sobre la
hierba del patio, enfrente de la armada de negras y monstruosas
chimeneas, el enorme globo amarillo, casi inflado por completo, igual a
una calabaza colosal posada en medio de gasómetros en el huerto de un
cíclope.
Un largo conducto de tela barnizada, igual a ese pequeño rabo torcido
por donde las calabazas doradas beben la vida en la tierra, insuflaba
al Horla el alma de los aeróstatos. Palpitaba y se levantaba poco a
poco, y una docena de hombres lo rodeaban, desplazando de cuando en
cuando los sacos de lastre enganchados a las amarras para permitirle
moverse.
Un cielo bajo y gris, una pesada bóveda de nubes se extendía sobre
nuestras cabezas. Eran las cuatro y media de la tarde, y la noche, ya,
parecía próxima.
Curiosos y amigos entraban al taller. Observaban, con sorpresa, la
pequeñez de la barquilla, los parches sobre barquilla, los parches sobre
las delgadas fisuras del globo, todos los preparativos para este viaje
por el espacio.
Información texto 'Sobre las Nubes'