Textos por orden alfabético inverso etiquetados como Cuento infantil disponibles | pág. 14

Mostrando 131 a 140 de 421 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Cuento infantil textos disponibles


1213141516

La Perla

Teodoro Baró


Cuento infantil


—Con fe y perseverancia, todo se alcanza.

Así decía un padre a sus hijos, hace de esto muchos años, tantos, que forman siglos; pero con ser tantos, lo dicho por aquel hombre, que por más señas era cardador de lana, ha llegado hasta nosotros, porque le escuchó un pajarito; éste se lo contó a sus hijos, y a los descendientes de éstos lo oímos narrar ha poco en el campo. Estaban ocultos varios pájaros entre las ramas de un plátano, en el que se habían refugiado porque el calor era extremado. Un gorrión, que mientras piaba saltaba de una a otra rama, sin estarse un momento quieto y moviendo la cabeza a todos lados, era el que charlaba y decía:

—El cardador de lana miraba al hablar a sus hijos, pero en particular a un niño de unos doce años, rubio, más encarnado que una de esas cerezas que con tanto placer pico a pesar de los espantajos que pone encima del árbol el hortelano; y el niño levantaba la cabeza y parecía dudar de lo que oía.

—¿Por qué dudaba? preguntó un jilguero, agitando el plumaje y alisándoselo luego con el pico.

—La razón es sencilla, contestó el gorrión. El pobre padre mostraba gran perseverancia en el trabajo, y como su laboriosidad apenas bastaba para dar de comer a sus hijos, no es de extrañar que el rubio pusiera en duda que con perseverancia todo se alcanza. Además, parece que en su mente había ese algo que hace que el águila se remonte a las regiones del sol; y como, según cuentan, las alas con que vuela el hombre son la inteligencia y la instrucción, y si él tenía la primera no podía proporcionarse la segunda, porque su padre no contaba con recursos, el niño se desesperaba y ponía en duda que la perseverancia sirviera para cosa buena.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 63 visitas.

Publicado el 19 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Pastora y el Deshollinador

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


¿Has visto alguna vez uno de estos armarios muy viejos, ennegrecidos por los años, adornados con tallas de volutas y follaje? Pues uno así había en una sala; era una herencia de la bisabuela, y de arriba abajo estaba adornado con tallas de rosas y tulipanes. Presentaba los arabescos más raros que quepa imaginar, y entre ellos sobresalían cabecitas de ciervo con sus cornamentas. En el centro, habían tallado un hombre de cuerpo entero; su figura era de verdad cómica, y en su cara se dibujaba una mueca, pues aquello no se podía llamar risa. Tenía patas de cabra, cuernecitos en la cabeza y una luenga barba. Los niños de la casa lo llamaban siempre el «Sargento—mayor—y—menor—mariscal—de—campo—pata—de—chivo»; era un nombre muy largo, y son bien pocos los que ostentan semejante titulo; ¡y no debió de tener poco trabajo, el que lo esculpió!

Y allí estaba, con la vista fija en la mesa situada debajo del espejo, en la que había una linda pastorcilla de porcelana, con zapatos dorados, el vestido graciosamente sujeto con una rosa encarnada, un dorado sombrerito en la cabeza y un báculo de pastor en la mano: era un primor. A su lado había un pequeño deshollinador, negro como el carbón, aunque asimismo de porcelana, tan fino y pulcro como otro cualquiera; lo de deshollinador sólo lo representaba: el fabricante de porcelana lo mismo hubiera podido hacer de él un príncipe, ¡qué más le daba!

He ahí, pues, al hombrecillo con su escalera, y unas mejillas blancas y sonrosadas como las de la muchacha, lo cual no dejaba de ser un contrasentido, pues un poquito de hollín le hubiera cuadrado mejor. Estaba de pie junto a la pastora; los habían colocado allí a los dos, y, al encontrarse tan juntos, se habían enamorado. Nada había que objetar: ambos eran de la misma porcelana e igualmente frágiles.


Leer / Descargar texto


5 págs. / 8 minutos / 111 visitas.

Publicado el 29 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Pareja de Enamorados

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Un trompo y una pelota yacían juntos en una caja, entre otros diversos juguetes, y el trompo dijo a la pelota:

—¿Por qué no nos hacemos novios, puesto que vivimos juntos en la caja?

Pero la pelota, que estaba cubierta de un bello tafilete y presumía como una encopetada señorita, ni se dignó contestarle.

Al día siguiente vino el niño propietario de los juguetes, y se le ocurrió pintar el trompo de rojo y amarillo y clavar un clavo de latón en su centro. El trompo resultaba verdaderamente espléndido cuando giraba.

—¡Míreme! —dijo a la pelota—. ¿Qué me dice ahora? ¿Quiere que seamos novios? Somos el uno para el otro. Usted salta y yo bailo. ¿Puede haber una pareja más feliz?

—¿Usted cree? —dijo la pelota con ironía—. Seguramente ignora que mi padre y mi madre fueron zapatillas de tafilete, y que mi cuerpo es de corcho español.

—Sí, pero yo soy de madera de caoba —respondió la peonza— y el propio alcalde fue quien me torneó. Tiene un torno y se divirtió mucho haciéndome.

—¿Es cierto lo que dice? —preguntó la pelota.

—¡Qué jamás reciba un latigazo si miento! —respondió el trompo.

—Desde luego, sabe usted hacerse valer —dijo la pelota—; pero no es posible; estoy, como quien dice, prometida con una golondrina. Cada vez que salto en el aire, asoma la cabeza por el nido y pregunta: «¿Quiere? ¿Quiere?». Yo, interiormente, le he dado ya el sí, y esto vale tanto como un compromiso. Sin embargo, aprecio sus sentimientos y le prometo que no lo olvidaré.

—¡Vaya consuelo! —exclamó el trompo, y dejaron de hablarse.


Leer / Descargar texto


2 págs. / 4 minutos / 145 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Paja, la Brasa y la Alubia

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Vivía en un pueblo una anciana que, habiendo recogido un plato de alubias, se disponía a cocerlas. Preparó fuego en el hogar y, para que ardiera más deprisa, lo encendió con un puñado de paja. Al echar las alubias en el puchero, se le cayó una sin que ella lo advirtiera, y fue a parar al suelo, junto a una brizna de paja. A poco, una ascua saltó del hogar y cayó al lado de otras dos. Abrió entonces la conversación la paja:

— Amigos, ¿de dónde venís?

Y respondió la brasa:

— ¡Suerte que he tenido de poder saltar del fuego! A no ser por mi arrojo, aquí se acababan mis días. Me habría consumido hasta convertirme en ceniza.

Dijo la alubia:

— También yo he salvado el pellejo; porque si la vieja consigue echarme en la olla, a estas horas estaría ya cocida y convertida en puré sin remisión, como mis compañeras.

— No habría salido mejor librada yo —terció la paja—. Todas mis hermanas han sido arrojadas al fuego por la vieja, y ahora ya no son más que humo. Sesenta cogió de una vez para quitarnos la vida. Por fortuna, yo pude deslizarme entre sus dedos.

— ¿Y qué vamos a hacer ahora? —preguntó el carbón.

— Yo soy de parecer —propuso la alubia—, que puesto que tuvimos la buena fortuna de escapar de la muerte, sigamos reunidos los tres en amistosa compañía, y, para evitar que nos ocurra aquí algún otro percance, nos marchemos juntos a otras tierras.

La proposición gustó a las otras dos, y todos se pusieron en camino. Al cabo de poco llegaron a la orilla de un arroyuelo, y, como no había puente ni pasarela, no sabían como cruzarlo. Pero a la paja se le ocurrió una idea:

— Yo me echaré de través, y haré de puente para que paséis vosotras.


Leer / Descargar texto


1 pág. / 2 minutos / 101 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Ondina del Estanque

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había en cierto tiempo un molinero que vivía feliz con su mujer: tenían dinero y bienes y su propiedad aumentaba de año en año, pero la desgracia, dice el proverbio, viene durante la noche; su fortuna disminuyó de año en año, lo mismo que se había aumentado, y por último el molinero apenas podía llamar suyo el molino en que habitaba. Hallábase muy afligido, y cuando se acostaba por la noche terminado su trabajo, apenas podía descansar, pues sus penas le hacían dar vueltas en la cama. Una mañana se levantó antes de la aurora y salió para tomar el aire, imaginando que sentía algún alivio en su pesar. Cuando pasaba cerca de la escalera del molino, comenzaba a apuntar el primer rayo del sol y oyó un ligero ruido en el estanque. Se volvió y distinguió a una mujer muy hermosa, que se elevaba lentamente en medio del agua; sus largos cabellos, que había echado con sus delicadas manos sobre sus espaldas, descendían por ambos lados y cubrían su cuerpo blanco y brillante como la nieve. No tardó en conocer que era la ondina del estanque, e ignoraba en su terror si debía quedarse o huir de allí, pero la ondina dejó oír su dulce voz, le llamó por su nombre y le preguntó por qué estaba tan triste. El molinero permaneció como mudo en un principio, pero oyéndola hablar con tanta gracia, se animó y le refirió que anteriormente había vivido feliz y rico, y que ahora se había quedado tan pobre que ignoraba qué hacerse.

—No tengas cuidado, contestó la ondina; yo te haré más feliz y dichoso de lo que nunca has sido; mas es preciso que me prometas darme lo que acaba de nacer en tu casa.

—Sin duda será algún perro o algún gato, pensó para sí el molinero y la prometió lo que la pedía.


Leer / Descargar texto


6 págs. / 10 minutos / 121 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Oca de Oro

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre tenía tres hijos, al tercero de los cuales llamaban «El zoquete», que era menospreciado y blanco de las burlas de todos. Un día quiso el mayor ir al bosque a cortar leña; su madre le dio una torta de huevos muy buena y sabrosa y una botella de vino, para que no pasara hambre ni sed. Al llegar al bosque encontróse con un hombrecillo de pelo gris y muy viejo, que lo saludó cortésmente y le dijo:

— Dame un pedacito de tu torta y un sorbo de tu vino. Tengo hambre y sed.

El listo mozo respondió

— Si te doy de mi torta y de mi vino apenas me quedará para mí; sigue tu camino y déjame —y el viejo quedó plantado y siguió adelante. Se puso a cortar un árbol, y al poco rato pegó un hachazo en falso y el hacha se le clavó en el brazo, por lo que tuvo que regresar a su casa a que lo vendasen. Con esta herida pagó su conducta con el hombrecillo.

Partió luego el segundo para el bosque, y, como al mayor, su madre lo proveyó de una torta y una botella de vino. También le salió al paso el viejecito gris, y le pidió un pedazo de torta y un trago de vino. Pero también el hijo segundo le replicó con displicencia:

— Lo que te diese me lo quitaría a mí; ¡sigue tu camino! ­y dejando plantado al anciano, se alejó. No se hizo esperar el castigo. Apenas había asestado un par de hachazos a un tronco cuando se hirió en una pierna, y hubo que conducirlo a su casa.

Dijo entonces «El zoquete»:

— Padre, déjame ir al bosque a buscar leña.

— Tus hermanos se han lastimado —contestóle el padre—; no te metas tú en esto, pues no entiendes nada.

Pero el chico insistió tanto, que, al fin, le dijo su padre: —Vete, pues, si te empeñas; a fuerza de golpes ganarás experiencia.


Leer / Descargar texto


4 págs. / 8 minutos / 147 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Conejillo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una mujer y su hija, las cuales vivían en un hermoso huerto plantado de coles. Y he aquí que, en invierno, viene un conejillo y se pone a comer las coles. Dijo entonces la mujer a su hija:

— Ve al huerto y echa al conejillo. Y dice la muchacha al conejillo:

— ¡Chú! ¡Chú! ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Y dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

Pero la niña no quiere. Al día siguiente vuelve el conejillo y se come las coles; y dice la mujer a su hija:

— ¡Ve al huerto y echa al conejillo!

Y dice la muchacha al conejillo:

— ¡Chú! ¡Chú! ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

Pero la niña no quiere. Al tercer día vuelve aún el conejillo y se come las coles. Dice la mujer a su hija:

— ¡Ve al huerto y echa al conejillo!

Dice la muchacha:

— ¡Chú! ¡Chú!, ¡Conejillo, acaba de comerte las coles!

Dice el conejillo:

— ¡Ven, niña, súbete en mi colita y te llevaré a mi casita!

La muchacha monta en la colita del conejillo, y el conejillo la lleva lejos, lejos, a su casita y le dice:

— Ahora cuece berzas y mijo; invitaré a los que han de asistir a la boda.

Y llegaron todos los invitados. (¿Que quiénes eran los invitados? Tal como me lo dijeron, os lo diré: eran todos los conejos, y el grajo hacía de señor cura para casar a los novios, y la zorra hacía de sacristán, y el altar estaba debajo del arco iris.)

Pero la niña se sentía sola y estaba triste. Viene el conejillo y dice:

— ¡Vivo, vivo! ¡Los invitados están alegres!

La novia se calla y se echa a llorar. Conejillo se marcha, Conejillo vuelve, y dice:

— ¡Vivo, vivo! ¡Los invitados están hambrientos!


Leer / Descargar texto


1 pág. / 2 minutos / 305 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Bandolero

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un molinero que tenía una hija muy linda, y cuando ya fue crecida, deseaba verla bien casada y colocada. Pensaba: «Si se presenta un pretendiente como Dios manda y la pide, se la daré».

Poco tiempo después, llegó uno que parecía muy rico, y como el molinero no sabía nada malo de él, le prometió a su hija. La muchacha, sin embargo, no sentía por él la inclinación que es natural que una prometida sienta por su novio, ni le inspiraba confianza el mozo. Cada vez que lo veía o pensaba en él, una extraña angustia le oprimía el corazón. Un día le dijo él:

— Eres mi prometida, y nunca has venido a visitarme.

Respondió la doncella:

— Aún no sé dónde está tu casa.

— Mi casa está en medio del bosque oscuro —contestó el novio.

Ella todo era inventar pretextos, diciendo que no sabría hallar el camino, pero un día el novio le dijo muy decidido:

— El próximo domingo tienes que venir a casa. He invitado ya a mis amigos, y para que encuentres el camino en el bosque, esparciré cenizas.

Llegó el domingo, y la muchacha se puso en camino; sin saber por qué, sentía un extraño temor, y para asegurarse de que a la vuelta no se extraviaría, llenóse los bolsillos de guisantes y lentejas.

A la entrada del bosque vio el rastro de ceniza y lo siguió; pero a cada paso tiraba al suelo, a derecha e izquierda, unos guisantes. Tuvo que andar casi todo el día antes de llegar al centro del bosque, donde más oscuro era. Allí había una casa solitaria, de aspecto tenebroso y lúgubre. Dominando su aprensión, entró en la casa; dentro reinaba un profundo silencio, y no se veía nadie en parte alguna. De pronto se oyó una voz:

«Vuélvete, vuélvete, joven prometida.

Asesinos viven en esta guarida».

La muchacha levantó los ojos y vio que la voz era de un pájaro, encerrado en una jaula que colgaba de la pared. El cual repitió:


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 282 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Niña que Pisoteó el Pan

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Seguramente habrás oído hablar de la niña que pisoteó el pan para no ensuciarse los zapatos, y de lo mal que lo pasó. La historia está escrita y anda por ahí impresa.

Era una niña hija de padres pobres, pero orgullosa y altanera; tenía mal fondo, como suele decirse. Ya de muy pequeña se divertía cazando moscas, arrancándoles las alas y soltándolas luego. Cazaba también escarabajos y abejorros, los clavaba en una aguja y los ponía sobre una hoja verde o un pedazo de papel; la bestezuela se agarraba a él y hacia toda clase de contorsiones para librarse de la aguja.

—¡El abejorro está leyendo! —exclamaba la pequeña Inger, que así se llamaba—, fíjense cómo vuelve la página.

A medida que fue creciendo, en vez de mejorar puede decirse que se volvió peor. Hermosa sí lo era, para su desgracia, pues de otro modo habría llevado buenos azotes.

—¡Una buena paliza, necesitarías! —le decía su propia madre—. De pequeña me has pisoteado muchas veces el delantal; mucho me temo que de mayor me pisotees el corazón.

Y así fue.

Entró a servir en una casa de personas distinguidas, que la trataron como a su propia hija, vistiéndola como tal, con lo que creció aún su arrogancia.

Al cabo de un año le dijo su señora:

—Deberías visitar a tus padres, mi querida Inger.

Fue, pero solamente para exhibirse. Quería que viesen lo guapa que se había vuelto. Mas al llegar a la entrada del pueblo y ver a las muchachas y los mozos charlando en el estanque, y a su madre descansando sentada en una piedra, pues venía cargada con un haz de leña que había recogido en el bosque, Inger dio media vuelta. Se avergonzaba de tener por madre a aquella tosca mujer cargada con un haz de leña, ahora que iba tan lindamente vestida. No le remordió haberse vuelto; sólo sentía enojo por haberse acicalado para nada.

Transcurrió otro medio año.


Leer / Descargar texto


9 págs. / 17 minutos / 102 visitas.

Publicado el 30 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Niña Lista

Aleksandr Afanásiev


Cuento infantil


Dos hermanos marchaban juntos por el mismo camino. Uno de ellos era pobre y montaba una yegua; el otro, que era rico, iba montado sobre un caballo.

Se pararon para pasar la noche en una posada y dejaron sus monturas en el corral. Mientras todos dormían, la yegua del pobre tuvo un potro, que rodó hasta debajo del carro del rico. Por la mañana el rico despertó a su hermano, diciéndole:

—Levántate y mira. Mi carro ha tenido un potro.

El pobre se levantó, y al ver lo ocurrido exclamó:

—Eso no puede ser. ¿Dónde se ha visto que de un carro pueda nacer un potro? El potro es de mi yegua.

El rico le repuso:

—Si lo hubiese parido tu yegua, estaría a su lado y no debajo de mi carro.

Así discutieron largo tiempo y al fin se dirigieron al tribunal. El rico sobornaba a los jueces dándoles dinero, y el pobre se apoyaba solamente en la razón y en la justicia de su causa.

Tanto se enredó el pleito, que llegaron hasta el mismo zar, quien mandó llamar a los dos hermanos y les propuso cuatro enigmas:

—¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido?

—¿Qué es lo más gordo y nutritivo?

—¿Qué es lo más blando y suave?

—¿Qué es lo más agradable?

Y les dio tres días de plazo para acertar las respuestas, añadiendo:

—El cuarto día vengan a darme la contestación.

El rico reflexionó un poco y, acordándose de su comadre, se dirigió a su casa para pedirle consejo. Ésta le hizo sentar a la mesa, convidándolo a comer, y, entretanto, le preguntó:

—¿Por qué estás tan preocupado, compadre?

—Porque el zar me ha dado para resolver cuatro enigmas un plazo de tres días.

—¿Y qué enigmas son?

—El primero, qué es en el mundo lo más fuerte y rápido.

—¡Vaya un enigma! Mi marido tiene una yegua torda que no hay nada más rápido; sin castigarla con el látigo alcanza a las mismas liebres.


Leer / Descargar texto


3 págs. / 6 minutos / 160 visitas.

Publicado el 15 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

1213141516