El Sastrecillo Valiente
Hermanos Grimm
Cuento infantil
Un sastrecillo estaba sentado en su mesa cerca de la ventana en una hermosa mañana de verano, cosiendo alegremente y con mucha prisa, cuando acertó a pasar por la calle una mujer que voceaba:
—¿Quién compra buena crema? ¿Quién compra buena crema?
Esta palabra crema sonó tan agradablemente a nuestro hombre que, asomando su pequeña cabeza por la ventana, exclamó:
—Aquí, buena mujer, entrad aquí y encontraréis comprador.
Subió cargada con su pesado cesto los tres escalones de la tienda del sastre y tuvo que poner delante de él todos sus cacharros para que los mirase, manejase y oliese el uno después del otro concluyendo por decir:
—Me parece que es buena esta crema; dadme dos onzas, buena mujer, y aunque sea un cuarterón.
La vendedora, que había creído hacer un negocio mucho mejor, le dio lo que pedía, pero se fue gruñendo y refunfuñando.
—Ahora, exclamó el sastrecillo, suplico a Dios que tenga a bien bendecir esta buena crema para que me dé fuerza y vigor.
Y cogiendo el pan del armario partió una larga rebanada para extender su crema encima.
—¡Qué bien me va a saber!, pensó para sí, pero antes de comérmela voy a acabar este chaquet.
Colocó la tostada a su lado y se puso a coser de nuevo, y era tal su alegría que daba las puntadas cada vez mayores. Pero el olor de la crema atraía las moscas que cubrían la pared y vinieron en gran número a colocarse encima de ello.
—¿Quién os ha llamado aquí?, dijo el sastre echando estos húespedes incómodos.
Pero las moscas sin hacerle caso volvieron en mayor número que antes.
Se incomodó entonces, y sacando de su cajón un pedazo de paño:
—Esperad, exclamó, yo os arreglaré, y las dio sin piedad.
Después del primer golpe, contó las muertas y no había nada menos que siete, que estaban con las patas extendidas.
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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.