Textos más populares este mes etiquetados como Cuento infantil disponibles publicados el 26 de agosto de 2016 | pág. 2

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etiqueta: Cuento infantil textos disponibles fecha: 26-08-2016


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El Gato y el Ratón Hacen Vida en Común

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Cuentan que hubo una vez un ratón que se convirtió en el mejor amigo de un gato. Tanto le quería y tal amistad y cariño había trabado con él, que elgato le ofreció la posibilidad de convivir juntos en una pequeña casita. — Lo primero que debemos hacer — avisó el gato, — es asegurarnos de que no pasaremos penalidades en invierno y que no nos faltará comida.

El ratón accedió encantado a la propuesta, y después de haberse instalado en la casita, convinieron en comprar un pucherito y llenarlo de grasa para cuando vinieran los duros fríos de enero. — Para que no haya problemas, ni caigamos en la tentación de comerlo antes de tiempo — previno el gato, — lo esconderemos en la iglesia. Bajo el altar estará a buen recaudo.

Así lo hicieron, y cuando volvieron a la casa, el gato comentó al ratón: — ¿Ves? De esta forma, no tendrás que salir a buscar comida por la calle en invierno, arriesgándote a caer en una ratonera. Y escuchando estas palabras, el ratón pensó en cuánto le quería su compañero. Plácidamente pasó el tiempo en la casa en la que el gato y el ratón hacían vida en común.

Pero cierto día, al gato le entraron unas ganas irrefrenables de catar la manteca, y mintió al ratón: — Me han invitado al bautizo del gatito de mi prima y debo ausentarme. No me esperes hasta esta tarde — Advirtió al ratón. E inmediatamente echó a correr hacia la iglesia, comiéndose toda la parte superior de la grasa del puchero.

De vuelta a casa, el ratón, curioso, preguntó por el nombre del pequeño gatito ahijado: — Le hemos puesto "Empezado" — Contestó el gato. — ¡Vaya un nombre más raro! Seguro que no viene en el santoral — Se extrañóel ratón. — No veo qué tiene de particular ese nombre — continuó el gato, — Tu abuelo se llamaba Robamigas, que tampoco es muy común.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Sastre en el Cielo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un día, en que el tiempo era muy hermoso, Dios Nuestro Señor quiso dar un paseo por los jardines celestiales y se hizo acompañar de todos los apóstoles y los santos, por lo que en el Cielo sólo quedó San Pedro. El Señor le había encomendado que no permitiese entrar a nadie durante su ausencia, y, así, Pedro no se movió de la puerta, vigilando. Al cabo de poco llamaron, y Pedro preguntó quién era y qué quería.

— Soy un pobre y honrado sastre —respondió una vocecita suave— que os ruega lo dejéis entrar.

— ¡Sí —refunfuñó Pedro—, honrado como el ladrón que cuelga de la horca! ¡No habrás hecho tú correr los dedos, hurtando el paño a tus clientes! No entrarás en el Cielo; Nuestro Señor me ha prohibido que deje pasar a nadie mientras él esté fuera.

— ¡Un poco de compasión! —suplicó el sastre—. ¡Por un retalito que cae de la mesa! Eso no es robar. Ni merece la pena hablar de esto. Mirad, soy cojo, y con esta caminata me han salido ampollas en los pies. No tengo ánimos para volverme atrás. Dejadme sólo entrar; cuidaré de todas las faenas pesadas: llevar los niños, lavar pañales, limpiar y secar los bancos en que juegan, remendaré sus ropitas...

San Pedro se compadeció del sastre cojo y entreabrió la puerta del Paraíso, lo justito para que su escuálido cuerpo pudiese deslizarse por el resquicio. Luego mandó al hombre que se sentase en un rincón, detrás de la puerta, y se estuviese allí bien quieto y callado, para que el Señor, al volver, no lo viera y se enojara. El sastre obedeció. Al cabo de poco, San Pedro salió un momento; el sastre se levantó y, aprovechando la oportunidad, se dedicó a curiosear por todos los rincones del Cielo.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Viejo Sultán

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un campesino tenía un perro muy fiel, llamado «Sultán», que se había hecho viejo en su servicio y ya no le quedaban dientes para sujetar su presa.

Un día, estando el labrador con su mujer en la puerta de la casa, dijo:

— Mañana mataré al viejo «Sultán»; ya no sirve para nada.

La mujer, compadecida del fiel animal, respondió:

— Nos ha servido durante tantos años, siempre con tanta lealtad, que bien podríamos darle ahora el pan de limosna.

— ¡Qué dices, mujer! —replicó el campesino—. ¡Tú no estás en tus cabales! No le queda un colmillo en la boca, ningún ladrón le teme; ya ha terminado su misión. Si nos ha servido, tampoco le ha faltado su buena comida.

El pobre perro, que estaba tendido a poca distancia tomando el sol, oyó la conversación y entróle una gran tristeza al pensar que el día siguiente sería el último de su vida. Tenía en el bosque un buen amigo, el lobo, y, al caer la tarde, se fue a verlo para contarle la suerte que le esperaba.

— Ánimo, compadre —le dijo el lobo—, yo te sacaré del apuro. Se me ha ocurrido una idea. Mañana, de madrugada, tu amo y su mujer saldrán a buscar hierba y tendrán que llevarse a su hijito, pues no quedará nadie en casa. Mientras trabajan, acostumbran dejar al niño a la sombra del vallado. Tú te pondrás a su lado, como para vigilarlo. Yo saldré del bosque y robaré la criatura, y tú simularás que sales en mí persecución. Entonces, yo soltaré al pequeño, y los padres, pensando que lo has salvado, no querrán causarte ya ningún daño, pues son gente agradecida; antes, al contrario, en adelante te tratarán a cuerpo de rey y no te faltará nada.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Ratoncillo, el Pajarito y la Salchicha

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un ratoncillo, un pajarito y una salchicha hacían vida en común. Llevaban ya mucho tiempo juntos, en buena paz y compañía y congeniaban muy bien. La faena del pajarito era volar todos los días al bosque a buscar leña. El ratón cuidaba de traer agua y poner la mesa, y la salchicha tenía a su cargo la cocina.

Cuando las cosas van demasiado bien, uno se cansa pronto de ellas. Así, ocurrió que un día el pajarito se encontró con otro pájaro, a quien contó y encomió lo bien que vivía. Pero el otro lo trató de tonto, pues que cargaba con el trabajo más duro, mientras los demás se quedaban en casita muy descansados pues el ratón, en cuanto había encendido el fuego y traído el agua, podía irse a descansar en su cuartito hasta la hora de poner la mesa. Y la salchicha no se movía del lado del puchero, vigilando que la comida se cociese bien, y cuando estaba a punto, no tenía más que zambullirse un momento en las patatas o las verduras, y éstas quedaban adobadas, saladas y sazonadas. No bien llegaba el pajarillo con su carga de leña, sentábanse los tres a la mesa y, terminada la comida, dormían como unos benditos hasta la mañana siguiente. Era, en verdad, una vida regalada.

Al otro día el pajarillo, cediendo a las instigaciones de su amigo, declaró que no quería ir más a buscar leña; estaba cansado de hacer de criado de los demás y de portarse como un bobo. Era preciso volver las tornas y organizar de otro modo el gobierno de la casa. De nada sirvieron los ruegos del ratón y de la salchicha; el pájaro se mantuvo en sus trece. Hubo que hacerlo, pues, a suertes; a la salchicha le tocó la obligación de ir por leña, mientras el ratón cuidaría de la cocina, y el pájaro, del agua.

— Veréis lo que sucedió.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Señor Padrino

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un hombre pobre tenía tantos hijos, que ya no sabía a quién nombrar padrino cuando le nació otro; no le quedaban más conocidos a quienes dirigirse. Con la cabeza llena de preocupaciones, se fue a acostar. Mientras dormía, soñó lo que debía hacer en su caso: salir a la puerta de su casa y pedir al primero que pasara aceptase ser padrino de su hijo. Así lo hizo en cuanto despertó; y el primer desconocido que pasó, aceptó su ofrecimiento. El desconocido regaló a su ahijado un vasito con agua, diciéndole:

— Ésta es un agua milagrosa, con la cual podrás curar a los enfermos; sólo debes mirar dónde está la Muerte. Si está en la cabecera, darás agua al enfermo, y éste sanará; pero si está en los pies, nada hay que hacer: ha sonado su última hora.

En lo sucesivo, el hombre pudo predecir siempre si un enfermo tenía o no salvación; cobró grandísima fama por su arte y ganó mucho dinero. Un día lo llamaron a la vera del hijo del Rey. Al entrar en la habitación, viendo a la Muerte a la cabecera, le administró el agua milagrosa, y el enfermo salió; y lo mismo sucedió la segunda vez. Pero la tercera, la Muerte estaba a los pies de la cama, y el niño hubo de morir.

Un día le entraron al hombre deseos de visitar a su padrino, para contarle sus experiencias con el agua prodigiosa. Pero al llegar a su casa, encontróse con un cuadro verdaderamente extraño. En el primer tramo de escalera estaban peleándose la pala y la escoba, aporreándose de lo lindo. Preguntóles:

— ¿Dónde vive el señor padrino?

Y la escoba respondió:

— Un tramo más arriba.

Al llegar al segundo rellano vio en el suelo un gran número de dedos muertos. Preguntóles:

— ¿Dónde vive el señor padrino?

Y contestó uno de los dedos:

— Un tramo más arriba.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Ladrón Fullero y su Maestro

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Juan quería que su hijo aprendiera un oficio; fue a la iglesia y rogó a Dios Nuestro Señor que le inspirase lo que fuera más conveniente. El sacristán, que se encontraba detrás del altar, le dijo: «¡Ladrón fullero, ladrón fullero!».

Volvió Juan junto a su hijo y le comunicó que había de aprender de ladrón fullero, pues así lo había dicho Dios Nuestro Señor. Se puso en camino con el muchacho en busca de alguien que supiera aquel oficio. Después de mucho andar, llegaron a un gran bosque, y allí encontraron una casita en la que vivía una vieja. Preguntóle Juan:

— ¿No sabría de algún hombre que entienda el oficio de ladrón fullero?

— Aquí mismo, y muy bien lo podrás aprender —dijo la mujer—; mi hijo es maestro en el arte. — Y Juan habló con el hijo de la vieja:

— ¿No podría enseñar a mi hijo el oficio de ladrón fullero?

A lo que respondió el maestro:

— Enseñaré a vuestro hijo como se debe. Volved dentro de un año; si entonces lo conocéis, renuncio a cobrar nada por mis enseñanzas; pero si no lo conocéis, tendréis que pagarme doscientos ducados.

Volvió el padre a su casa, y el hijo aprendió con gran aplicación el arte de la brujería y el oficio de ladrón. Transcurrido el año, fue el padre a buscarlo, pensando tristemente, durante el camino cómo se las compondría para reconocer a su hijo. Mientras avanzaba sumido en sus cavilaciones, fijó la mirada ante sí y vio que le salía al paso un hombrecillo, el cual le preguntó:

— ¿Qué te pasa buen hombre? Pareces muy preocupado.

— ¡Ay! —exclamó Juan—, hace un año coloqué a mi hijo en casa de un maestro en fullería, el cual me dijo que volviese al cabo de este tiempo, y si no reconocía a mi hijo, tendría que pagarle doscientos ducados; pero sí lo reconocía, no debería abonarle nada. Y ahora siento gran miedo de no reconocerlo, pues no sé de dónde voy a sacar el dinero.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Piojito y la Pulguita

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un piojito y una pulguita hacían vida en común y cocían su cerveza en una cáscara de huevo. He aquí que el piojito se cayó dentro y murió abrasado. Ante aquella desgracia, la pulguita se puso a llorar a voz en grito. Al oírla, preguntó la puerta de la habitación:

— ¿Por qué lloras, Pulguita?

— Porque Piojito se ha quemado.

Entonces se puso la puerta a rechinar. Y dijo Escobita desde el rincón:

— ¿Por qué rechinas, Puertecita?

— ¿Cómo quieres que no rechine?

«Piojito se ha abrasado,
Pulguita llora».

Y la escobita se puso a barrer desesperadamente. Llegó en esto un carrito y dijo:

— ¿Por qué barres, Escobita?

— ¿Cómo quieres que no barra?:

«Piojito se ha abrasado,
Pulguita llora,
Puertecita rechina».

Entonces exclamó Carrito:

— Pues voy a correr —y echó a correr desesperadamente. Y dijo Estercolillo, por delante del cual pasaba:

— ¿Por qué corres, Carrito?

— ¿Cómo quieres que no corra?:

«Piojito se ha abrasado,
Pulguita llora,
Puertecita rechina,
Escobita barre».

Y dijo entonces Estercolillo:

—Pues yo voy a arder desesperadamente —y se puso a arder en brillante llamarada. Había junto a Estercolillo un arbolillo, que preguntó:

— ¿Por qué ardes, Estercolillo?

— ¿Cómo quieres que no arda?:

«Piojito se ha abrasado,
Pulguita llora,
Puertecita rechina,
Escobita barre,
Carrito corre».

Y dijo Arbolillo:

— Pues yo me sacudiré —y empezó a sacudirse tan vigorosamente, que las hojas le cayeron. Violo una muchachita que acertaba a pasar con su jarrito de agua, y dijo:

— Arbolillo, ¿por qué te sacudes?

— ¿Cómo quieres que no me sacuda?

«Piojito se ha abrasado,
Pulguita llora,
Puertecita rechina,
Escobita barre,
Carrito corre,
Estercolillo arde».


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Señor Korbes

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Éranse una vez una gallina y un gallito que decidieron salir juntos de viaje. El gallito construyó un hermoso coche de cuatro ruedas encarnadas y le enganchó cuatro ratoncitos. La gallinita y el gallito montaron en el carruaje y emprendieron la marcha. Al poco rato se encontraron con un gato, que les dijo:

— ¿Adónde vais?

Y respondió el gallito:

«Por esos mundos vamos;
la casa del señor Korbes es la que buscamos».

— Llevadme con vosotros —suplicó el gato.

— Con mucho gusto —respondió el gallito—. Siéntate detrás, no fuera que te cayeses por delante.

«Tened mucho cuidado,
no vayáis a ensuciar mi cochecito colorado.
Ruedecitas, rodad;
ratoncillos, silbad.
Por esos mundos vamos;
la casa del señor Korbes es la que buscamos».

Subió luego una piedra de molino; luego, un huevo; luego, un pato; luego, un alfiler y, finalmente, una aguja de coser; todos se instalaron en el coche y siguieron viaje. Pero al llegar a la casa del señor Korbes, éste no estaba. Los ratoncitos metieron el coche en el granero; el gallito y la gallinita volaron a una percha; el gato se sentó en la chimenea; el pato fue a posarse en la barra del pozo; el huevo se envolvió en la toalla; el alfiler se clavó en el almohadón de la butaca; la aguja saltó a la almohada de la cama, y la piedra de molino situóse sobre la puerta.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Sastrecillo Listo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una princesa muy orgullosa; a cada pretendiente que se le presentaba planteábale un acertijo, y si no lo acertaba, lo despedía con mofas y burlas. Mandó pregonar que se casaría con quien descifrase el enigma, fuese quien fuese. Un día llegaron tres sastres, que iban juntos; los dos mayores pensaron que, después de haber acertado tantas puntadas, mucho sería que fallaran en aquella ocasión. El tercero, en cambio, era un cabeza de chorlito, que no servía para nada, ni siquiera para su oficio; confiaba, empero, en la suerte; pues, ¿en qué cosa podía confiar? Los otros dos le habían dicho:

— Mejor será que te quedes en casa. No llegarás muy lejos con tu poco talento.

Pero el sastrecillo no atendía a razones, y, diciendo que se le había metido en la cabeza intentar la aventura y que de un modo u otro se las arreglaría, marchó con ellos, como si tuviera el mundo en la mano. Presentáronse los tres a la princesa y le rogaron que les plantease su acertijo; ellos eran los hombres indicados, de agudo ingenio, que sabían cómo se enhebra una aguja. Díjoles entonces la princesa:

— Tengo en la cabeza un cabello de dos colores: ¿qué colores son éstos?

— Si no es más que eso — respondió el primero —: es negro y blanco, como el de ese paño que llaman sal y pimienta.

— No acertaste — respondió la princesa. — Que lo diga el segundo.

— Si no es negro y blanco —dijo el otro, — será castaño y rojo, como el traje de fiesta de mi padre.

— Tampoco es eso — exclamó la princesa. — Que conteste el tercero; éste sí que me parece que lo sabrá.

Adelantándose audazmente el sastrecillo, dijo:

— La princesa tiene en la cabeza un cabello plateado y dorado, y estos son los dos colores.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Hábil Cazador

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un muchacho que había aprendido el oficio de cerrajero. Un día dijo a su padre que deseaba correr mundo y buscar fortuna.

— Muy bien —respondióle el padre—; no tengo inconveniente —. Y le dio un poco de dinero para el viaje. Y el chico se marchó a buscar trabajo. Al cabo de un tiempo se cansó de su profesión, y la abandonó para hacerse cazador. En el curso de sus andanzas encontróse con un cazador, vestido de verde, que le preguntó de dónde venía y adónde se dirigía. El mozo le contó que era cerrajero, pero que no le gustaba el oficio, y sí, en cambio, el de cazador, por lo cual le rogaba que lo tomase de aprendiz.

— De mil amores, con tal que te vengas conmigo —dijo el hombre. Y el muchacho se pasó varios años a su lado aprendiendo el arte de la montería. Luego quiso seguir por su cuenta y su maestro, por todo salario, le dio una escopeta, la cual, empero, tenía la virtud de no errar nunca la puntería. Marchóse, pues, el mozo y llegó a un bosque inmenso, que no podía recorrerse en un día. Al anochecer encaramóse a un alto árbol para ponerse a resguardo de las fieras; hacia medianoche parecióle ver brillar a lo lejos una lucecita a través de las ramas, y se fijó bien en ella para no desorientarse. Para asegurarse, se quitó el sombrero y lo lanzó en dirección del lugar donde aparecía la luz, con objeto de que le sirviese de señal cuando hubiese bajado del árbol. Ya en tierra, encaminóse hacia el sombrero y siguió avanzando en línea recta. A medida que caminaba, la luz era más fuerte, y al estar cerca de ella vio que se trataba de una gran hoguera, y que tres gigantes sentados junto a ella se ocupaban en asar un buey que tenían sobre un asador. Decía uno:

— Voy a probar cómo está —. Arrancó un trozo, y ya se disponía a llevárselo a la boca cuando, de un disparo, el cazador se lo hizo volar de la mano.


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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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