Las Flores de la Pequeña Ida
Hans Christian Andersen
Cuento infantil
—¡Mis flores se han marchitado! —exclamó la pequeña Ida.
—Tan hermosas como estaban anoche, y ahora todas sus hojas cuelgan mustias. ¿Por qué será esto? —preguntó al estudiante, que estaba sentado en el sofá. Le tenía mucho cariño, pues sabía las historias más preciosas y divertidas, y era muy hábil además en recortar figuras curiosas: corazones con damas bailando, flores y grandes castillos cuyas puertas podían abrirse. Era un estudiante muy simpático.
—¿Por qué ponen una cara tan triste mis flores hoy? —dijo, señalándole un ramillete completamente marchito.
—¿No sabes qué les ocurre? —respondió el estudiante—. Pues que esta noche han ido al baile, y por eso tienen hoy las cabezas colgando.
—¡Pero si las flores no bailan! —repuso Ida.
—¡Claro que sí! —dijo el estudiante—. En cuanto oscurece y nosotros nos acostamos, ellas empiezan a saltar y bailar. Casi todas las noches tienen sarao.
—¿Y los niños no pueden asistir?
—Claro que sí —contestó el estudiante—. Las margaritas y los muguetes muy pequeñitos.
—¿Dónde bailan las flores? —siguió preguntando la niña.
—¿No has ido nunca a ver las bonitas flores del jardín del gran palacio donde el Rey pasa el verano? Claro que has ido, y habrás visto los cisnes que acuden nadando cuando haces señal de echarles migas de pan. Pues allí hacen unos bailes magníficos, te lo digo yo.
—Ayer estuve con mamá —dijo Ida—; pero habían caído todas las hojas de los árboles, ya no quedaba ni una flor. ¿Dónde están? ¡Tantas como había en verano!
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Publicado el 4 de julio de 2016 por Edu Robsy.