Textos más populares este mes etiquetados como Cuento infantil disponibles | pág. 19

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Pulgarcito

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un pobre labrador estaba sentado una noche en el rincón del hogar; mientras su mujer hilaba a su lado, él la decía:

—¡Cuánto siento no tener hijos! ¡Qué silencio hay en nuestra casa mientras en las demás todo es alegría y ruido!

—Sí —respondió su mujer suspirando—, yo quedaría contenta, aunque no tuviésemos más que uno solo tan grande como el dedo pulgar y le querríamos con todo nuestro corazón.

En este intermedio se hizo embarazada la mujer y al cabo de siete meses dio a luz un niño bien formado con todos sus miembros, pero que no era mas alto que el dedo pulgar. Entonces dijo:

—Es tal como le hemos deseado, mas no por eso le queremos menos.

Y sus padres le llamaron Tom Pouce, a causa de su tamaño. Le criaron lo mejor que pudieron, mas no creció, y quedó como había sido desde su nacimiento. Parecía sin embargo, que tenía talento: sus ojos eran inteligentes y manifestó bien pronto en su pequeña persona astucia y actividad para llevar a cabo lo que se le ocurría.

Preparábase un día el labrador para ir a cortar madera a un bosque, y se decía: Cuánto me alegraría tener alguien que llevase el carro.

—Padre —exclamó Tom Pouce—, yo quiero guiarle, yo; no tengáis cuidado, llegará a buen tiempo.

El hombre se echó a reír.

—Tú no puedes hacer eso —le dijo—, eres demasiado pequeño para llevar el caballo de la brida.

—¿Qué importa eso, padre? Si mamá quiere enganchar, me meteré en la oreja del caballo, y le dirigiré donde queráis que vaya.

—Está bien —dijo el padre—, veamos.

La madre enganchó el caballo y puso a Tom Pouce en la oreja, y el hombrecillo le guiaba por el camino que había que tomar, tan bien que el caballo marchó como si le condujese un buen carretero, y el carro fue al bosque por buen camino.

Mientras daban la vuelta a un recodo del camino, el hombrecillo gritaba:


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6 págs. / 10 minutos / 280 visitas.

Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Féretro de Cristal

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Nadie diga que un pobre sastre no puede llegar lejos ni alcanzar altos honores. Basta para ello que acierte con la oportunidad, y, esto es lo principal, que tenga suerte.

Un oficialillo gentil e ingenioso de esta clase, se marchó un día a correr mundo. Llegó a un gran bosque, para él desconocido, y se extravió en su espesura. Cerró la noche y no tuvo más remedio que buscarse un cobijo en aquella espantosa soledad. Cierto que habría podido encontrar un mullido lecho en el blando musgo; pero el miedo a las fieras no lo dejaba tranquilo, y, al fin, se decidió a trepar a un árbol para pasar en él la noche. Escogió un alto roble y subió hasta la copa, dando gracias a Dios por llevar encima su plancha, ya que, de otro modo, el viento, que soplaba entre las copas de los árboles, se lo habría llevado volando.

Pasó varias horas en completa oscuridad, entre temblores y zozobras, hasta que, al fin, vio a poca distancia el brillo de una luz. Suponiendo que se trataba de una casa, que le ofrecería un refugio mejor que el de las ramas de un árbol, bajó cautelosamente y se encaminó hacia el lugar de donde venía la luz. Encontróse con una cabaña, construida de cañas y juncos trenzados. Llamó animosamente, abrióse la puerta y, al resplandor de la lámpara, vio a un viejecito de canos cabellos, que llevaba un vestido hecho de retales de diversos colores.

— ¿Quién sois y qué queréis? — preguntóle el vejete con voz estridente.

— Soy un pobre sastre — respondió él — a quien ha sorprendido la noche en el bosque. Os ruego encarecidamente que me deis alojamiento en vuestra choza hasta mañana.

— ¡Sigue tu camino! — replicó el viejo de mal talante —. No quiero tratos con vagabundos. Búscate acomodo en otra parte.


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6 págs. / 11 minutos / 142 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Ratoncillo, el Pajarito y la Salchicha

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Un ratoncillo, un pajarito y una salchicha hacían vida en común. Llevaban ya mucho tiempo juntos, en buena paz y compañía y congeniaban muy bien. La faena del pajarito era volar todos los días al bosque a buscar leña. El ratón cuidaba de traer agua y poner la mesa, y la salchicha tenía a su cargo la cocina.

Cuando las cosas van demasiado bien, uno se cansa pronto de ellas. Así, ocurrió que un día el pajarito se encontró con otro pájaro, a quien contó y encomió lo bien que vivía. Pero el otro lo trató de tonto, pues que cargaba con el trabajo más duro, mientras los demás se quedaban en casita muy descansados pues el ratón, en cuanto había encendido el fuego y traído el agua, podía irse a descansar en su cuartito hasta la hora de poner la mesa. Y la salchicha no se movía del lado del puchero, vigilando que la comida se cociese bien, y cuando estaba a punto, no tenía más que zambullirse un momento en las patatas o las verduras, y éstas quedaban adobadas, saladas y sazonadas. No bien llegaba el pajarillo con su carga de leña, sentábanse los tres a la mesa y, terminada la comida, dormían como unos benditos hasta la mañana siguiente. Era, en verdad, una vida regalada.

Al otro día el pajarillo, cediendo a las instigaciones de su amigo, declaró que no quería ir más a buscar leña; estaba cansado de hacer de criado de los demás y de portarse como un bobo. Era preciso volver las tornas y organizar de otro modo el gobierno de la casa. De nada sirvieron los ruegos del ratón y de la salchicha; el pájaro se mantuvo en sus trece. Hubo que hacerlo, pues, a suertes; a la salchicha le tocó la obligación de ir por leña, mientras el ratón cuidaría de la cocina, y el pájaro, del agua.

— Veréis lo que sucedió.


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1 pág. / 3 minutos / 147 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Sastrecillo Listo

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez una princesa muy orgullosa; a cada pretendiente que se le presentaba planteábale un acertijo, y si no lo acertaba, lo despedía con mofas y burlas. Mandó pregonar que se casaría con quien descifrase el enigma, fuese quien fuese. Un día llegaron tres sastres, que iban juntos; los dos mayores pensaron que, después de haber acertado tantas puntadas, mucho sería que fallaran en aquella ocasión. El tercero, en cambio, era un cabeza de chorlito, que no servía para nada, ni siquiera para su oficio; confiaba, empero, en la suerte; pues, ¿en qué cosa podía confiar? Los otros dos le habían dicho:

— Mejor será que te quedes en casa. No llegarás muy lejos con tu poco talento.

Pero el sastrecillo no atendía a razones, y, diciendo que se le había metido en la cabeza intentar la aventura y que de un modo u otro se las arreglaría, marchó con ellos, como si tuviera el mundo en la mano. Presentáronse los tres a la princesa y le rogaron que les plantease su acertijo; ellos eran los hombres indicados, de agudo ingenio, que sabían cómo se enhebra una aguja. Díjoles entonces la princesa:

— Tengo en la cabeza un cabello de dos colores: ¿qué colores son éstos?

— Si no es más que eso — respondió el primero —: es negro y blanco, como el de ese paño que llaman sal y pimienta.

— No acertaste — respondió la princesa. — Que lo diga el segundo.

— Si no es negro y blanco —dijo el otro, — será castaño y rojo, como el traje de fiesta de mi padre.

— Tampoco es eso — exclamó la princesa. — Que conteste el tercero; éste sí que me parece que lo sabrá.

Adelantándose audazmente el sastrecillo, dijo:

— La princesa tiene en la cabeza un cabello plateado y dorado, y estos son los dos colores.


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3 págs. / 5 minutos / 104 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Viejo Rinkrank

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Érase una vez un rey que tenía una hija. Se hizo construir una montaña de cristal y dijo:

— El que sea capaz de correr por ella sin caerse, se casará con mi hija.

He aquí que se presentó un pretendiente y preguntó al Rey si podría obtener la mano de la princesa.

— Sí —respondióle el Rey—; si eres capaz de subir corriendo a la montaña sin caerte, la princesa será tuya.

Dijo entonces la hija del Rey que subiría con él y lo sostendría si se caía. Emprendieron el ascenso, y, al llegar a media cuesta, la princesa resbaló y cayó y, abriéndose la montaña, precipitóse en sus entrañas, sin que el pretendiente pudiese ver dónde había ido a parar, pues el monte se había vuelto a cerrar enseguida. Lamentóse y lloró el mozo lo indecible, y también el Rey se puso muy triste, y dio orden de romper y excavar la montaña con la esperanza de rescatar a su hija; pero no hubo modo de encontrar el lugar por el que había caído.

Entretanto, la princesa, rodando por el abismo, había ido a dar en una cueva profundísima y enorme, donde salió a su encuentro un personaje muy viejo, de luenga barba blanca, y le dijo que le salvaría la vida si se avenía a servirle de criada y a hacer cuanto le mandase; de lo contrario, la mataría. Ella cumplió todas sus órdenes.

Al llegar la mañana, el individuo se sacó una escalera del bolsillo y, apoyándola contra la montaña, subióse por ella y salió al exterior, cuidando luego de volver a recoger la escalera. Ella hubo de cocinar su comida, hacer su cama y mil trabajos más; y así cada día; y cada vez que regresaba el hombre, traía consigo un montón de oro y plata. Al cabo de muchos años de seguir así las cosas y haber envejecido él en extremo, dio en llamarla «Dama Mansrot», y le mandó que ella lo llamase a él «Viejo Rinkrank».


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2 págs. / 3 minutos / 97 visitas.

Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Federico y Catalinita

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un hombre llamado Federico, y una mujer llamada Catalinita, que acababan de contraer matrimonio y empezaban su vida de casados. Un día dijo el marido:

— Catalinita, me voy al campo; cuando vuelva, me tendrás en la mesa un poco de asado para calmar el hambre, y un trago fresco para apagar la sed.

— Márchate tranquilo, que cuidaré de todo.

Al acercarse la hora de comer, descolgó la mujer una salchicha de la chimenea, la echó en una sartén, la cubrió de mantequilla y la puso al fuego. La salchicha comenzó a dorarse y hacer ¡chup, chup!, mientras Catalina, sosteniendo el mango de la sartén, dejaba volar sus pensamientos. De pronto se le ocurrió: «Mientras se acaba de dorar la salchicha, bajaré a la bodega a preparar la bebida». Dejando, pues, afianzada la sartén, cogió una jarra, bajó a la bodega y abrió la espita de la cerveza; y mientras ésta fluía a la jarra, ella lo miraba. De repente pensó: « ¡Caramba! El perro no está atado; si se le ocurre robar la salchicha de la sartén, me habré lucido». Y, en un santiamén, se plantó arriba. Pero ya el chucho tenía la salchicha en la boca y se escapaba con ella, arrastrándola por el suelo. Catalinita, ni corta ni perezosa, se lanzó en su persecución y estuvo corriendo buen rato tras él por el campo; pero el perro, más ligero que Catalinita, sin soltar su presa pronto estuvo fuera de su alcance.

— ¡Lo perdido, perdido está! — exclamó Catalinita, renunciando a la morcilla; y como se había sofocado y cansado con la carrera, volvióse despacito para refrescarse. Mientras tanto seguía manando la cerveza del barril, pues la mujer se había olvidado de cerrar la espita, y cuando ya la jarra estuvo llena, el líquido empezó a correr por la bodega hasta que el barril quedó vacío. Catalinita vio el desastre desde lo alto de la escalera:

— ¡Diablos! — exclamó, — ¿qué hago yo ahora para que Federico no se dé cuenta?


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7 págs. / 12 minutos / 111 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Hermano Alegre

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Hubo una vez una gran guerra, terminada la cual, fueron licenciados muchos soldados. Entre ellos estaba el Hermano Alegre, que, con su licencia, no recibió más ayuda de costas que un panecillo de munición y cuatro reales. Y con todo esto se marchó. Pero San Pedro se había apostado en el camino, disfrazado de mendigo, y, al pasar Hermano Alegre, le pidió limosna. Respondióle éste:

— ¿Qué puedo darte, buen mendigo? Fui soldado, me licenciaron y no tengo sino un pan de munición y cuatro reales en dinero. Cuando lo haya terminado, tendré que mendigar como tú. Algo voy a darte, de todos modos.

Partió el pan en cuatro pedazos y dio al mendigo uno y un real. Agradecióselo San Pedro y volvió a situarse más lejos, tomando la figura de otro mendigo; cuando pasó el soldado, pidióle nuevamente limosna. Hermano Alegre repitió lo que la vez anterior, y le dio otra cuarta parte del pan y otra moneda de a real. San Pedro le dio las gracias y, adoptando de nuevo figura de mendigo, lo aguardó más adelante para solicitar otra vez su limosna. Hermano Alegre le dio la tercera porción del pan y el tercer real. San Pedro le dio las gracias, y el hombre continuó su ruta sin más que la última cuarta parte del pan y la última moneda. Entrando, con ello, en un mesón, se comió el pan y se gastó el real en cerveza. Luego reemprendió la marcha. Salióle entonces al encuentro San Pedro, en forma de soldado licenciado, y le dijo:

— Buenos días, compañero, ¿no podrías darme un trocito de pan y un cuarto para echar un trago?


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5 págs. / 9 minutos / 125 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Juan se Casa

Hermanos Grimm


Cuento infantil


Había una vez un joven campesino llamado Juan, a quien un primo suyo se empeñó en buscarle una mujer rica. Hizo poner a Juan detrás del horno bien caliente. Trajo luego un tarro con leche y una buena cantidad de pan blanco y, poniéndole en la mano una reluciente perra gorda recién acuñada, le dijo:

— Juan, no sueltes la perra gorda, y, en cuanto al pan, desmigájalo en la leche. Permanece sentado aquí sin moverte hasta que yo vuelva.

— Muy bien — respondió Juan; — todo lo haré como dices.

El casamentero se puso unos pantalones remendados, llenos de piezas, se fue al pueblo vecino, a casa de un rico labrador que tenía una hija, y dijo a la muchacha:

— ¿No te gustaría casarte con mi primo Juan? Tendrías un marido bueno y diligente. Quedarías satisfecha.

Preguntó entonces el padre, que era muy avaro:

— ¿Y cómo anda de dinero? ¿Tiene su pan que desmigajar?

— Amigo — respondióle el otro, — mi joven primo está bien calentito, tiene en la mano su buen dinerillo, y pan, no le falta. Y tampoco cuenta menos piezas — así llamaban a los campos y tierras parcelados — que yo — y, al decir esto, dióse un golpe en los remendados calzones. — Y si queréis tomaros la molestia de venir conmigo, en un momento podréis convencemos de que todo es tal como os digo.

El viejo avaro no quiso perderse tan buena oportunidad, y dijo:

— Siendo así, nada tengo en contra del matrimonio.

Celebróse la boda el día señalado, y cuando la desposada quiso salir a ver las propiedades de su marido, empezó Juan quitándose el traje dominguero y poniéndose la blusa remendada, pues dijo:

— Podría estropearme el vestido nuevo.


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1 pág. / 2 minutos / 118 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Doncella Sin Manos

Hermanos Grimm


Cuento infantil


A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:

— ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.

«¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?», pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:

— Dentro de tres años volveré a buscar lo que es mío —y se marchó.

Al llegar el molinero a su casa, salió a recibirlo su mujer.

— Dime, ¿cómo es que tan de pronto nos hemos vuelto ricos? En un abrir y cerrar de ojos se han llenado todas las arcas y cajones, no sé cómo y sin que haya entrado nadie.

Respondió el molinero:

— He encontrado a un desconocido en el bosque, y me ha prometido grandes tesoros. En cambio, yo le he prometido lo que hay detrás del molino. ¡El manzano bien vale todo eso!

— ¿Qué has hecho, marido? —exclamó la mujer horrorizada—. Era el diablo, y no se refería al manzano, sino a nuestra hija, que estaba detrás del molino barriendo la era.

La hija del molinero era una muchacha muy linda y piadosa; durante aquellos tres años siguió viviendo en el temor de Dios y libre de pecado. Transcurrido que hubo el plazo y llegado el día en que el maligno debía llevársela, lavóse con todo cuidado, y trazó con tiza un círculo a su alrededor. Presentóse el diablo de madrugada, pero no pudo acercársele y dijo muy colérico al molinero:

— Quita toda el agua, para que no pueda lavarse, pues de otro modo no tengo poder sobre ella.


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6 págs. / 12 minutos / 176 visitas.

Publicado el 30 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

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