El Corredor Veloz
Aleksandr Afanásiev
Cuento infantil
En un reino muy lejano, lindando con una ciudad había un pantano muy extenso; para entrar y salir de la ciudad había que seguir una carretera tan larga que, yendo de prisa, se empleaba tres años en bordear el pantano, y yendo despacio se tardaba más de cinco.
A un lado de la carretera vivía un anciano muy devoto que tenía tres hijos. El primero se llamaba Iván; el segundo, Basiliv, y el tercero, Simeón. El buen anciano pensó hacer un camino en línea recta a través del pantano, construyendo algunos puentes necesarios, con objeto de que la gente pudiese hacer todo el trayecto tardando solamente tres semanas o tres días, según se fuese a pie o a caballo. De este modo harían todos gran economía de tiempo.
Se puso al trabajo con sus tres hijos, y al cabo de bastante tiempo terminó la obra; el pantano quedó atravesado por una ancha carretera en línea recta con magníficos puentes.
De vuelta a casa, el padre dijo a su hijo mayor:
—Oye, Iván, ve, siéntate debajo del primer puente y escucha lo que dicen de mí los transeúntes.
El hijo obedeció y se escondió debajo de uno de los arcos del primer puente, por el que en aquel momento pasaban dos ancianos que decían:
—Al hombre que ha construido este puente y arreglado esta carretera, Dios le concederá lo que pida.
Cuando Iván oyó esto salió de su escondite, y saludando a los ancianos, les dijo:
—Este puente lo he construido yo, ayudado por mi padre y mis hermanos.
—¿Y qué pides tú a Dios? —preguntaron los ancianos.
—Pido tener mucho dinero durante toda mi vida.
—Está bien. En medio de aquella pradera hay un roble muy viejo: excava debajo de sus raíces y encontrarás una gran cueva llena de oro, plata y piedras preciosas. Toma tu pala, excava y que Dios te dé tanto dinero que no te falte nunca hasta que te mueras.
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Publicado el 12 de agosto de 2016 por Edu Robsy.