El Príncipe Rana
Hermanos Grimm
Cuento infantil
En aquellos tiempos, cuando se cumplían todavía los deseos, vivía un rey, cuyas hijas eran todas muy hermosas, pero la más pequeña era más hermosa que el mismo sol, que cuando la veía se admiraba de reflejarse en su rostro. Cerca del palacio del rey había un bosque grande y espeso, y en el bosque, bajo un viejo lilo, había una fuente; cuando hacía mucho calor, iba la hija del rey al bosque y se sentaba a la orilla de la fresca fuente; cuando iba a estar mucho tiempo, llevaba una bola de oro, que tiraba a lo alto y la volvía a coger, siendo este su juego favorito.
Pero sucedió una vez que la bola de oro de la hija del rey no cayó en sus manos, cuando la tiró a lo alto, sino que fue a parar al suelo y de allí rodó al agua. La hija del rey la siguió con los ojos, pero la bola desapareció, y la fuente era muy honda, tan honda que no se veía su fondo. Entonces comenzó a llorar, y lloraba cada vez más alto y no podía consolarse. Y cuando se lamentaba así, la dijo una voz:
—¿Qué tienes, hija del rey, que te lamentas de modo que puedes enternecer a una piedra?
Miró entonces a su alrededor, para ver de dónde salía la voz, y vio una rana que sacaba del agua su asquerosa cabeza:
—¡Ah! ¿eres tú, vieja azotacharcos? —la dijo—; lloro por mi bola de oro, que se me ha caído a la fuente.
—Tranquilízate y no llores —la contestó la rana—; yo puedo sacártela, pero ¿qué me das, si te devuelvo tu juguete?
—Lo que quieras, querida rana —la dijo—; mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas y hasta la corona dorada que llevo puesta.
La rana contestó:
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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.