Textos más populares esta semana etiquetados como Cuento disponibles publicados el 19 de noviembre de 2020 | pág. 2

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etiqueta: Cuento textos disponibles fecha: 19-11-2020


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Máscaras

Manuel Payno


Cuento


Llegó por fin el carnaval, llegó el día de alboroto y de locura, en que las viejas se vuelven mozas, las muchachas ancianas, y los rostros de máscara se cubren, como si fuese necesario, con otra máscara. Citas, proyectos amorosos, declaraciones, pequeñas venganzas y graciosos chascos, todo tiene lugar en estos días en que la costumbre autoriza ciertas acciones y ciertas palabras, que no se dirían sin rubor si faltase la careta.

¿Pero no es, por ventura, todo el año día de máscara? ¿Qué amante habla a su querida sin careta? ¿Qué muchacha no se pone todo el año la careta para engañar a su novio? ¿Qué cortesano deja de usar en palacio la careta? ¿Cuándo les ha faltado careta a los jesuitas, a los mayordomos de monjas, a los hermanos de la Santa Escuela, a los cocheros de Nuestro Amo, a los que salen en las procesiones con su escapulario y su estandarte?

Cuando veas venir, lector querido, un hombre de semblante humilde, de ojos bajos y de voz suave y meliflua que te habla de los deberes del matrimonio, de la educación de los hijos, del cumplimiento de los deberes sociales, si eres casado, si tienes hijas bonitas desconfía de él y di: ¡Cáspita!, este hombre tiene careta.

Cuando se te acerque un político y te hable de libertad, de amor a la patria, de sacrificios nobles y desinteresados, no te mezcles en sus proyectos, porque no te hará más que instrumento de algunas miras que oculta debajo de estas palabras que inspiran honradez, y di: ¡Cáspita!, este hombre tiene careta.

Cuando un vista, un administrador de aduana marítima, un guarda, un colector de diezmos, digan que han aumentado las rentas, que han sido destituidos por honradez, y que están pereciendo de hambre porque en esta nación no se recompensa el mérito, no te creas de sus primeras palabras, y di para tus adentros: ¡Este hombre puede tener careta!


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Jueves Santo

Manuel Payno


Cuento


La historia que en todo el mundo cristiano se recuerda en esta semana, no es la narración de un héroe fabuloso y sanguinario, sino la del humilde, la del justo que cambió los destinos de la humanidad.

Desde las más remotas y oscuras edades, los sacerdotes y los filósofos formaron sus sistemas religiosos y los enseñaron a los pueblos, los que los fueron variando, corrompiendo y transmitiendo a otros.

La guerra o las necesidades de las gentes, los obligaban a formar colonias y a establecerse en lugares lejanos, y a ellos llevaban sus dioses, sus creencias y sus costumbres. Pero pasaron siglos tras de siglos. El mundo oriental se fue poblando, y del mundo oriental pasaron unas razas al occidental y comenzaron a formar naciones civilizadas y pueblos que han hecho mucho ruido en la historia; pero ninguna de estas razas, ninguna de estas naciones, ninguno de estos pueblos guerreros o civilizados, conoció en toda su extensión ni los elementos de la vida moral, ni los derechos claros y naturales del hombre, ni los principios fundamentales de las constituciones de los pueblos. Años y años se perpetuó la esclavitud que cambió sólo de formas y de martirios; años y años estuvo recibida como un dogma la teoría de la desigualdad del hombre ante las leyes; años y años practicado y ensalzado el despojo, la violencia y la guerra.

Fue de un lugar silencioso, oscuro, quizá desconocido de la mayor parte de los poderosos de la tierra, de donde nació una doctrina tan sencilla, tan perceptible, tan fácil, tan completa, que lo mismo la puede entender el campesino ignorante, como el político profundo; lo mismo aprovecha en su observancia al magnate que gobierna una nación, como al último de los ciudadanos que obedecen.

«No hagas a otro lo que no quisieses que te hicieran.»

«Amaos como hermanos los unos a los otros.»

«Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.»


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Costumbres Políticas

Manuel Payno


Cuento


¡Ya soy de oposición!

¿Qué es la oposición en México?… ¿Es moda, es costumbre, es virtud?… La oposición es oposición y existe de hecho.

¿Qué objeto tiene la oposición? ¿Va animada del bien, quiere siempre el progreso cuando triunfa, adopta las buenas ideas del gobierno que derribó y mejora la posición de los ciudadanos?…

La oposición es oposición y existe de hecho, y plegue a Dios que no existiera de hecho. Preguntemos a los mineros de Guanajuato qué tal les parece la oposición que hace Paredes. Que digan los que están temiendo ser machucados por una bala, qué tal es la oposición. ¡Oh!, magnífica es la oposición, particularmente para los pobres que mueren en el campo de batalla por influjo de las balas de la oposición, o se quedan a perecer porque la oposición no les ha dejado cara en que persignarse.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Apología Histórica de las Narices Largas

Manuel Payno


Cuento


La que no tiene ocho líneas a lo menos de elevación en su base, y veinte del nacimiento a la punta, no merece en rigor el nombre de nariz, ni ocupar jamás una página en la historia de la humanidad.

De las facciones que no tienen movimiento, la nariz es la más interesante, porque es el órgano de un sentido, lo que la oreja al oído, y además una facción de la cara, como dice el vulgo. Cuando por primera vez vemos una persona, reparamos sobre todo en la expresión de sus ojos, que comprende ceja y pestaña; en su boca, facción también de movimiento, y luego en la nariz. Es indudable que a primera vista una nariz chata no previene a favor del sujeto que la tiene. La nariz larga produce un efecto cómico, predispone a la risa; pero no disgusta, no repugna.

De las narices largas las hay aguileñas, de caballete, y de punta de tomate.

El célebre Bacon de Verulamio, el filósofo superior a su siglo, tenía nariz larga de caballete, que es una eminencia en menos de la mitad de su longitud.

El erudito y sabio Barthélemi, autor de los viajes del joven Anacarsis, tenía nariz larga aguileña. Se llama así a esta figura de nariz por su semejanza con el pico encorvado del águila, razón por la cual se dice también nariz de loro, nariz de cotorra.

Tan aguileña, tan encorvada era la nariz de Gaspar Guzmán Pimentel, conde duque de Olivares, que de frente le ocultaba parte del bigote.

El sabio jurisconsulto del siglo XVI, D. A. Covarrubias y Leyva, tenía la nariz larga de punta de tomate, llamada así porque la punta es casi esférica, formando una bola como postiza y bastante encorvada. Entre las gentes de curia, entre escribanos, y procuradores antiguos, abundan las narices de punta de tomate.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Era Bueno

Manuel Payno


Cuento


Era bueno el monje Wenesth porque no alzó jamás los ojos a ver a una mujer, y fue modelo de humildad y de virtudes; era bueno Sully, porque cuando salió del ministerio tuvo que empeñar sus alhajas para comer; era bueno el Cid, porque combatió con los moros como cristiano y como un caballero; pero no quiero hablar de todos los que han sido buenos en el mundo, porque sería cosa de nunca acabar, y porque con sólo recorrer la historia podremos tener una lista abundante de buenos; sino de esas dos palabras repetidas por todas las bocas de todas las clases de la sociedad, principalmente en épocas de agitación, de reformas, de revoluciones y de paz, de atraso y de adelanto, de progreso y de retrogradación, de justicia y de injusticia; en una palabra, en una época como la presente, que se parece a las pasadas, y que servirá de modelo a las venideras. ¡Qué desgraciados seríamos si no pudiéramos decir era bueno! ¿Qué podría suplirse a estas palabras que ayudan a expresar los deseos de cada uno? El ladrón dice: era bueno que no hubiera luna, porque su claridad nos impide salir a quitar una capa. El caminante dice: era bueno que no saliera el sol para que no me tostara los sesos. El niño dice: era bueno que no hubiera escuela, y que una peste se llevara al otro mundo a todos los maestros. El joven dice: era bueno que todas las muchachas me quisieran; era bueno que los sastres no fueran tan careros ni embusteros; era bueno que muriera un pesado marido que me amaga con su garrote; era bueno que cargara Satanás con una vieja setentona que estorba mis amores con la sentimental Matilde. ¡Oh!, los jóvenes repiten con tanta frecuencia el era bueno, como los americanos la palabra dollars, según dice mistress Trollope. ¿Y los viejos? Los viejos no dejan tampoco de la mano el tema.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Hiala, Nadir y Bartolo

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Feliz el que cubriendo su cabeza
con la holanda sutil del blanco lecho,
fija la mente en mágica belleza,
se aduerme el alba en plácido reposo:
y mil veces feliz y más dichoso
si bebiendo en la copa del beleño,
visita las mansiones encantadas
que con oro y azul fabrica el sueño.

Soledades.

¡Oh, Nadir! Estás cautivo, y el feroz sultán Ismael no soltará jamás los nudos de tus cadenas. Tú tienes fértiles territorios, él posee grandes Estados; están en linde y deben confundirse, y con tu muerte, él los hereda como hermano de tu padre; triste catástrofe.... ¡Oh, Nadir, me inspiras compasión!

—¡Oh, virgen hermosa! Tú no puedes ser sino Híala; tus acentos me revelan algo de más celestial que las vulgares bellezas del serrallo; tus ojos de gacela me manifiestan quien tú eres. Tú sufres como yo; tú, como yo, eres prisionera; si mi cárcel es el estrecho recinto de una torre, también es prisión tuya ese jardín en que vagas. Tenga el Sultán un deseo, y ese ámbito se estrechará hasta....

—¿Hasta qué?

—Hasta el recinto de su camarín, hasta el cerco de su lecho. ¡Oh, Híala, me inspiras compasión!

—Resolución de mujer, es palma contra el siroco; se dobla, y finge que cede; pero al fin cumple siempre el gusto suyo y triunfa de la fuerza. Quien viene a verte en la torre de los Siete Sellos, algún poder tiene, y quien te habla desde un ajimez, alto cien codos del suelo, algo tiene de las propiedades de las aves, y el poder y la belleza sólo se rinden al placer. ¡Oh, Nadir, qué inadvertido eres!

—Las aves también se prenden, y la burla que en su loca vanidad hacen de las redes, la pagan a caro precio, sacudiendo los hilos de alambre de su jaula y lastimándose contra ellos; al poder y la belleza los vence más poder y mucha astucia. ¡Oh, Híala, qué inadvertida eres!


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Cacería de Venados en Orizaba

Manuel Payno


Cuento


¿Queréis gozar de un espectáculo nuevo y sorprendente? ¿Queréis admirar la agilidad y la destreza en manejar un caballo y un lazo? Pues bien, venid al Nuevo Mundo, a estas tierras cubiertas de un cielo purísimo y bordadas de una eterna primavera; colocaos en una eminencia de las lomas inmediatas a Orizaba, sufrid por unos momentos el sol de los trópicos, y observaréis cómo se hace la caza de los venados en estas regiones. Entre tanto os describiré como pueda, el cuadro.

Son poco más de las doce del día, el sol lanza perpendicularmente sus rayos, la atmósfera está diáfana, el cielo azul y transparente, está salpicado de una que otra nubecilla de oro; y del campo tranquilo y silencioso, sólo se levanta de cuando en cuando una delgada y graciosa columna de polvo rojo que se deshace y se pierde en el viento.

Por la izquierda veis una loma cubierta de verdes matorrales, donde se abrigan esos insectos zumbadores que llaman chicharras: detrás de esa loma hay otra más lejana que en la parte alumbrada por el sol es de un verde cerrado, mientras en la de la sombra es de azul oscuro: detrás de esta loma hay todavía otra más alta, de forma más caprichosa y con las tintas verdes y azules más desvanecidas y suaves. A la derecha veréis allá a lo lejos otro cerro eriazo y sin vegetación, a cuyo pie se observan unos cuantos árboles y una pequeña casa. Por en medio de estas lomas se abre paso el camino y lo divisaréis torcido, caprichoso, enroscado muchas veces como una gran serpiente perderse entre la bruma encendida del horizonte de los trópicos.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Vida y Costumbres de los Salvajes

Manuel Payno


Cuento


Los españoles, al entrar en plena posesión de lo que antes se llamaba Nueva España, creyeron por algún tiempo que su conquista había terminado. A medida que los nuevos exploradores de las costas del sur y norte fueron penetrando por los desiertos, y nuevos colonos estableciéndose, conocieron que sólo dominaban absolutamente una parte pequeña del país, y que les quedaba todavía mucho que luchar con las tribus que se habían retirado hacia el norte, o que originarias de las orillas del Missouri, Mississippi y Arkansas, mudaban sus aduares y se aventuraban en lejanas expediciones guerreras. Mucho tiempo los nuevos colonos de todo ese inmenso territorio que se extiende desde las costas en la desembocadura del Bravo hasta las de Californias, fueron víctimas y sufrieron los ataques de los bárbaros, sin que a pesar de la actividad que desplegaron los conquistadores en los primeros tiempos, tomasen medidas radicales para contener el mal, hasta que fue enviado don José de Gálvez como visitador de Nueva España. Gálvez visitó las Floridas y la Louisiana, y uno de los primeros se atrevió a atravesar esas vastas y desconocidas praderías. Después de haber recorrido las orillas del Mississippi y de los ríos de Tejas y Bravo, llegó a la capital del antiguo imperio de Moctezuma, con la satisfacción de haber dado cima a uno de los viajes más peligrosos y útiles que pudieran imaginarse. En efecto, Gálvez estudió las costumbres de las diferentes tribus salvajes, estableció presidios y misiones, formó reglamentos y dio a los jefes de esas nacientes colonias instrucciones sabias para mantener la paz y ejecutar la guerra.


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Costumbres y Trajes Nacionales

Manuel Payno


Cuento


El aguador

Tilín, tilín.

—¿Quién es?

—Yo.

—Allá van: Lorenza, abre esa puerta.

Tilín, tilín.

—Lorenza, ¡que rompen la campana!

—Voy allá, tía Gregoria; estoy dando su champurrado al niño Paquito, y quitando el almidón a las faldas de la camisa del niño Juanito.

Tilín, tilín.

—Allá van, allá van.

—Lorenza: con mil diablos, ¿abres la puerta, o no?

A esta interpelación de la cocinera, hecha con una voz agria y decisiva, Lorenza sale con el niño Paquito en los brazos, lleno de champurrado de los pies a la cabeza, y dirigiéndose al portón pregunta antes de levantar el pestillo:

—¿Quién es?

Una voz trabajosa responde:

—El aguador.

—¡El aguador! —exclama Lorenza—: el aguador, ¿y toca como si fuera el amo de la casa?

—Déjese de chanzas, siñía Lorenza —responde éste—, y abra bien el portón, que vengo desde la pila de Santo Domingo, y no puedo más con este maldito chochocol.

—Entre el niño, no sea que se quebre la cintura.

—Seré como ella, que no más carga al niño todo el día, y no hace otra cosa —interrumpe el maestro, y abriendo con garbo la puerta se introduce por el corredor y llega a la cocina, dejando en su tránsito un reguero de agua, y señalando en los ladrillos sus nobles y anchas huellas.

La cocinera se apresura a destapar el barril del agua, y a reñir con el maestro aguador.

—Buenas horas son de venir, ñior Tribucio, por poquito nos deja sin guisar hoy. ¿Qué le había sucedido?

El aguador sin darse por entendido se dirige hacia el barril, y exclama:

—Ave María Purísima: buenos días, tía Grigona.

—En gracia de Dios concebida: los tenga usted muy buenos, ñior Tribucio.

—Destápeme pronto el barril.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Pretendientes del Café

Manuel Payno


Cuento


En una noche de estas que tienen los días de la semana, en que a los filarmónicos del salón de la ópera italiana no les place repetirnos la tan celebrada Lucrecia de Borgia o Beatrice de Tenda y en que los artistas dramáticos de los corrales de Nuevo México y Principal no están de humor para representarnos la famosa comedia de magia La pata de cabra, o algún vaudeville francés lleno de galicismos, me envolví en una senda cuanto vieja capa, me dirigí


con el ceño hasta la frente
y el sombrero hasta los ojos,
 

a uno de esos espléndidos cafés llenos de cristales, de espejos, de bujías y de cuadros dorados, y como cosa muy natural en estos tiempos, no tenía un real de plata con que tomar chocolate, me contenté con oír las acaloradas conversaciones sobre política, literatura y bellas artes que se suscitan noche con noche en parajes semejantes.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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