Don Opando, o unas Elecciones
Serafín Estébanez Calderón
Cuento
En las elecciones, el gobierno que promete, seduce; el que da, corrompe; si amenaza, es tirano; si atropella, esclaviza; quien tal hace no merece el poder; el pueblo que lo sufre no merece ser libre.
(Cierto publicista)
Don Opando era hombre viudo de un ojo, menguadísimo de pelo,
profluente de narices, fertilísimo de orejas, muy arrojado de juanetes,
hendidísimo de jeta y desgarradísimo por extremo del agujero oral, que
se mostraba todavía más dilatado de confines por la sonrisa inefable con
que siempre lo bañaba y embellecía. Las mejillas, por lo mismo que eran
fláccidas y sumamente fruncidas y rizadas, daban a la fisonomía mil
cambiantes y fases diferentes, que echaban noramala al hombre de las
tres caras, aunque en competencia quisiese jugar con punto y medio de
ventaja, además de revelar elocuentemente que en aquella cavidad bien
pudieran acomodarse y vivir sin conocerse ni tratarse dos buenos quesos
manchegos, o dos buenas intendencias, según y conforme fuese el maná o
pitanza que fuera conveniente engullir. En sus piernas, si se salva la
protuberancia descarnada de las rótulas o choquezuelas, nada se miraba
de imperfecto, a no ser por cierta deformidad hija de cierto caso fatal y
fortuito que era de achacar a su señora madre. Fue el caso que, cuando
infante, era D. Opando el más lindo e inequívoco cachorro que hubiesen
abortado los infiernos, y mamá, que quería poner coto a los desahogos
pueriles de su niño de quebrar cacharros, esquilmar las ollas y absorber
las vinajeras del hogar, me lo aseguraba con un hiscal de diez hilos,
atándolo por el tobillo o engarce del pie para sujetarlo y trabarlo, ni
más ni menos que como a un cimbel gracioso y revolante.
Dominio público
46 págs. / 1 hora, 22 minutos / 35 visitas.
Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.