Los Borrachos
Antonio de Trueba
Cuento
I
El pintor, antes de pintar el cuadro, prepara el lienzo; y lo mismo debo hacer yo, que también soy pintor, aunque de brocha gorda.
Preparemos el lienzo.
El lienzo en que voy á pintar es uno de los valles más hermosos de Vizcaya.
Entre las razones que tengo para llamarle hermoso, hay dos muy poderosas: la primera que lo es, y la segunda que nací en él.
—Y á nosotros—dirá el lector,—¿qué nos importa que naciera usted en él ó en el infierno, que es tierra caliente?
—¡Pues no les ha de importar á ustedes! Diciendo que nací en él pruebo que sé lo que digo, cosa que no sucede á todos los que hablan ó escriben.
Por medio del valle corre un río no muy cauda loso, pero sí muy claro y muy fresco.
¡Ay, castaños! y ¡ay, nogales, que os miráis en las fugitivas ondas de aquel río! ¡Quién fuera, no ya nogal ni castaño, quién fuera alcornoque, con tal que pudiera mirarse en vuestro espejo!
En la ribera del Sur hay un altito, y allí está rodeada de fresnos y de casas blancas, la iglesia de Santa María, para mí la de más sonoras campanas, la de más hermosas imágenes y la de más santos y dulces recuerdos.
Desde la iglesia al río hay una cuestecita de doscientos pasos.
En aquella cuestecita se encuentra lo siguiente: un cauce que Hoya el agua á un molino y á una ferrería, que medio se ven un poquito más abajo entro los nogales; cuatro ó cinco casas á la derecha, un verde huerto á la izquierda, y por último, el puente, por el cual pasaba á gatas Lorenzo...
—Pero ¡qué Lorenzo ni qué niño muerto, si aún no hornos acabado de preparar el lienzo!
El puente es muy viejo, muy firme, muy alto, muy angosto y muy escueto.
Al otro lado del río hay un cerro muy alto, coronado por una cruz adonde sube el párroco de la aldea durante las rogativas de Mayo para bendecir los campos desde allí.
Dominio público
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Publicado el 23 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.