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etiqueta: Cuento textos disponibles fecha: 29-08-2019


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¡Ilusión!

Rosario de Acuña


Cuento


Aprende en mí, viajero fatigado por las asperezas del camino, pastor que cruzas detrás del esparcido ganado los agrestes riscos de la sierra, campesino que te inclinas afanoso sobre el profundo surco, que acaso no te devuelva el fruto de tu trabajo; artista que terminas con febril emoción la ímproba tarea… Aprende en mí, quien quiera que seas, y que al salir el sol entre sus brumas de oro, resuenen los ecos de mis recuerdos en las profundidades de tu alma.

La aurora, como ráfaga de abrasadora hoguera, como destello de juventud, prendía en el oriente su pabellón de gualda: donde las ramas de un laurel vi sus luces tornasoladas jugando entre las trasparentes gasas del cielo, y ebria de amor, lanceme al océano batiendo sus olas invisibles con las ligeras plumas de mis alas. Allá, muy lejos, se dibujaban sobre la parda tierra las nieblas de la noche y en derredor de mí se vestía la Naturaleza su manto de reina, para saludar con el cántico de bienvenida al astro de la luz.

«¡Oh sol, bendito sea el fecundo beso de tus primeros rayos! ¡Dichosa quien te mira encender la antorcha de la vida en los horizontes de la tierra! ¡Feliz aquel que puede penetrar en las estelas luminosas de tu carro, mandándote la primera nota del himno triunfal con que te recibe el mundo!»

Así canté a los primeros destellos del sol: mis alas batían el aire con rapidez vertiginosa, y a su impulso subía… subía cruzando el etéreo azul del transparente cielo, como el ligero esquife del pobre pescador la intensidad movible de los mares.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Fuerza y Materia

Rosario de Acuña


Cuento


¡Ya vienen! ¡Ya surcan los azules campos del espacio batiendo el aire con sus negras alas! ¡Ya gorjean, alisándose las tenues plumas de su blanco pecho, mientras reposan del largo viaje sobre las toscas barra de la reja! ¡Ya están aquí las golondrinas!

Con cánticos de júbilo los reciben las aldeanas, que en ellas ven anunciadoras de las fiestas campestres que empiezan con las verbenas y finalizan con la vendimia.

Ellas traen al humilde hogar del pobre la paz de los cielos, puesto que con las armonías de su lenguaje indescriptible llenan el ambiente de melodiosos ecos, en tanto que cuelgan sus frágiles nidos en las ahumadas vigas de su techo.

* * *

¡El nido de una golondrina!

¿Qué es el espacio?... ¿Qué es el universo?... ¿Qué es el alma?... Masa inconsciente de inconsciente materia por sí misma llevada a la formación de los cuerpos; torbellino de átomos; infinito de monadas que en la vertiginosa carrera de sus deseos se unen a sus afines para latir en forma de sol, de planeta, de roca, de vegetal, de molusco y de hombre…

He aquí el credo del materialismo: Fuera del átomo no hay espíritu; fuera de la materia no hay fuerza.

* * *

¿Qué es el nido de una golondrina?


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Enemigo de la Muerte

Rosario de Acuña


Cuento


Dedicado a José Anca, médico de Pinto.
 

«El conflicto es importante: estáis en mi presencia porque yo no cuento con bastantes fuerzas para resolver la cuestión; me acordé de vuestros padres, la Soberbia y el Sensualismo, pues donde yo ando están bien esas dos pasiones tan corruptoras como yo, convencidos de que es necesario cese ese estado de cosas en la aldehuela de Cariamor, donde campa por sus respetos el doctor Almalegre, os evocaron a mi presencia, dejando a vuestra iniciativa la presentación: decid quiénes sois y qué podéis hacer para resolver el conflicto.»

Quien así hablaba era la Muerte. Replegando su manto de jirones de miseria, dejaba al descubierto su amarillento esqueleto, sentada en actitud meditabunda sobre áspero guijarro; a su alrededor se veía un grupo de seres fantásticos: los unos, mitad hermosas mujeres, mitad reptiles; los otros, fuertes mancebos terminados en cuerpos de fieras. En lontananza se extendía hermoso valle, cerrado por áspera cordillera revestida de perpetuas nieves; en el fondo del valle, desparramadas sus casas entre florestas y robledales, se alzaba la aldea de Cariamor, que, escondida entre uno de los repliegues del Pirineo y defendiéndose de los fríos de sus neveras por rocosos taludes y frondosos bosques, gozaba de todas 1as dulzuras del Mediodía y de todos los vigores del Norte.

A este pequeño rincón del mundo, llegó un doctor, que, sin saber por qué, aunque es de presumir que por mucha sabiduría, se había encerrado en el valle, y hacia veinte años asistía a sus habitantes.


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Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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