El Sueño
Isidoro Fernández Flórez
Cuento
Antonia está recostada en la mecedora y dormita.
Dentro de un ratito vendrá Julián Medrano por ella para llevarla á la verbena.
¿Quién es Julián? La portera de la casa suele decirlo:
—Un joven muy guapo, muy rico; un señorito á lo chulo, de mucho gancho y muy poca vergüenza.
¿Que si es generoso? ¡Ya lo creo! Allá por Enero envió á su dama dos solitarios para las orejas como dos soles, y ahora ha enviado para ella una caja plana, cuadrada, de proporciones, que debe de ser un señor regalo.
Pero Antonia dormita...
Calle abajo se ha desvanecido el pasacalle de una banda de guitarras que va ya camino de San Antonio de la Florida.
¡Los primeros sones del pasacalle sacudieron el corazón de Antonia con violencia; los últimos llegan hasta ella impregnados de tristeza adormecedora!
Así es que cierra los hermosos ojos, entreabre los frescos y rojos labios, y...
¡Pero no se va en sueños á donde se quiere!
Y ella se encuentra, de pronto, en un país raro, rarísimo, inverosímil, fantástico; que no le es, sin embargo, desconocido.
Sí; ella cree haber estado allí alguna vez.
Ni puede decir de qué color es el suelo, ni el cielo, ni el agua, ni el aire. Porque todo tiene de todos los colores.
Lo que si ve es que tiene delante muchas isletas, y que estas isletas están unidas por puentes de arcos ligeros y estrechos, sobre los cuales caminan figuras estrambóticamente vestidas.
Ni son hombres ni mujeres. O, por mejor decir, no se sabe lo que son, porque todas visten el mismo traje.
¡Pero vaya si se distingue, fijándose! ¡Como que alguno de los que pasan lleva bigotes caídos, muy largos, y una trenza de pelo terminada por otra de seda, que le cae en la espalda!
Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 24 visitas.
Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.