Marca Sola
Javier de Viana
Cuento
A Augusto Murré.
La tarde se acababa. Como la comarca, en toda la extensión
visible, era desoladamente plana, el sol se zambulló de golpe en el
ocaso, no dejando fuera nada más que las puntas de sus crines de oro: lo
suficiente, sin embargo, para avergonzar a la luna, que por el lado
opuesto ascendía con cortedad, sabiendo que sus galas no pueden ser
admiradas mientras quede en el cielo un reflejo de la pupila grande.
La glorieta de la pulpería se ensombreció repentinamente. Hubo un silencio, durante el cual, en un ángulo, veíase encenderse y apagarse una lucecita roja cada vez que el viejo Sandalio chupaba con fuerza el pucho mañero.
De pronto:
—¡Hay que desatar este ñudo!—exclamó Regino.—No puedo seguir viviendo medio augau con un güeso atravesao en el tragadero!...
—Arrempújalo con un trago'e giniebra,—aconsejó el viejo.
—No, ¡es al cuete!
—¡Qué ha'e ser al cuete!... ¡La giniebra li hace cosquilla a las tripas y alilea el alma, espantando el mosqueterío'e las penas!... ¡Métele al chúpis, muchacho, métele al chúpis!...
—¡No viejo!... Hay tierras que con la seca se güelven piedra, y con la lluvia barro, y cuando no matan de sé a las plantas, les pudren las ráices!...
—¡Muchachadas, no más, muchachadas!...
Regino se puso de pie, disponiéndose a salir.
—¿Ande vas?—interrogó el viejo.
—Pajuera, a tomar aire... ¡m'estoy augando aquí!...
—Vamo a tomar aire!... ¡No es la mejor bebida, pero es la más barata!... ¡Y dispués cuando un gaucho anda medio apestao del alma, necesita salir campo ajuera pa que naides les oiga los quejidos!... ¡Vamos p'ajuera!...
Salieron, yendo a recostarse en los horcones de la enramada, donde sus caballos esperaban mansamente que se apiadaran de ellos. Pero el viejo Sandalio era poco sentimental, y Regino tenía llena la cabeza con preocupaciones avasalladoras.
Dominio público
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Publicado el 31 de agosto de 2022 por Edu Robsy.