Textos más largos etiquetados como Cuento disponibles | pág. 33

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El Príncipe Amado

Emilia Pardo Bazán


Cuento


I

El rey Bonoso y la reina Serafina gobernaban pacíficamente, hacía veinte años largos de talle, uno de los reinos más fértiles y ricos del continente Oceánido, que se llamaba el reino de Colmania. No aconsejo á los lectores, si estudian Geografía, que se molesten en buscar en mapa ni en atlas alguno este reino y este continente, porque hace tantos siglos que ocurrió lo que voy contando que, ó mudarían de nombre aquellas regiones, ó se las tragaría el mar, como aseguran que sucedió con otra muy grande que nombran Atlántida.

Pues, como digo, los vasallos del rey Bonoso eran muchos y vivían felices, porque el rey y la reina tenían el genio más dulce y la pasta mejor del mundo, y ni los agobiaban á contribuciones, ni perdonaban medio de prodigarles beneficios. Colmania gozaba de un clima igual y templado, y era abundante en trigo, en vino, en toda clase de productos agrícolas, con lo cual los colmanienses no tenían que temer la miseria, y andaban alegres como unas Pascuas por aquellas ciudades y aquellos campos, cantando cada villancico y cada seguidilla que daba gusto.


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Dominio público
19 págs. / 33 minutos / 197 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Mujer y Luego Pollo Frito

Pablo Palacio


Cuento


Me es preciso volver al tiempo en que conocí a este hombre, cuando era escribiente y comía en un Casino de Oficiales. Recuerdo que petardeaba la comida. Esa tarde yo estaba frente a él y tratábamos de política. De improviso pude ver que se entusiasmaba y acompañaba su conversación de manotadas. Púsose a hablar del Presidente y nos dijo que era un nadador formidable. Entonces se abrió un gran sitio entre sus vecinos:

—Su modo de nadar era así:


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Dominio público
19 págs. / 33 minutos / 23 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2024 por Edu Robsy.

El Jorobadito

Roberto Arlt


Cuento


Los diversos y exagerados rumores desparramados con motivo de la conducta que observé en compañía de Rigoletto, el jorobadito, en la casa de la señora X, apartaron en su tiempo a mucha gente de mi lado.

Sin embargo, mis singularidades no me acarrearon mayores desventuras, de no perfeccionarlas estrangulando a Rigoletto.

Retorcerle el pescuezo al jorobadito ha sido de mi parte un acto más ruinoso e imprudente para mis intereses, que atentar contra la existencia de un benefactor de la humanidad.

Se han echado sobre mí la policía, los jueces y los periódicos. Y ésta es la hora en que aún me pregunto (considerando los rigores de la justicia) si Rigoletto no estaba llamado a ser un capitán de hombres, un genio o un filántropo. De otra forma no se explican las crueldades de la ley para vengar los fueros de un insigne piojoso, al cual, para pagarle de su insolencia, resultaran insuficientes todos los puntapiés que pudieran suministrarle en el trasero una brigada de personas bien nacidas.

No se me oculta que sucesos peores ocurren sobre el planeta, pero ésta no es una razón para que yo deje de mirar con angustia las leprosas paredes del calabozo donde estoy alojado a espera de un destino peor.


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Dominio público
19 págs. / 33 minutos / 428 visitas.

Publicado el 20 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Tres Senas, Dos Ases

Abraham Valdelomar


Cuento


A mi amigo Rafael Marquina

I

Dos amigos me fueron presentados esa noche bajo la luz violeta del Manhattan, en Nueva York: Archibald Scheefer e Irving Winder. Desde el primer instante, toda mi atención fue dedicada a Irving. Era un tipo de estudio. Bien sabéis cuán difícil es encontrar en un tipo caucásico una cara interesante. Siendo común encontrar en los tipos morenos espíritus pensativos, es raro hallarlos entre los hombres blancos. Sólo en los tipos que han nacido bajo el sol y se han criado en la perezosa molicie de los trópicos o en los arenales, se enseñorea un espíritu. Los climas fríos no dejan pensar a los hombres porque hacen trabajar demasiado a los músculos.

Sin embargo, Irving tenía un raro tipo pensativo. Me pareció tan desoladamente triste, que llegó a preocuparme y me propuse desentrañar el misterio de su tristeza, rompiendo la valla de su madurez. El mozo nos había servido manzanas. En el gran comedor, las mujeres ostentaban sus senos y sus amantes con discreción. Cruzábanse los garçons, oíase a menudo destapar el champagne y la música modelaba a media voz un turkey trot. Invité a almorzar a Irving para el día siguiente, en Coney Island. Iríamos en auto. Nos despedimos. En efecto, a la hora precisa el auto de Irving se detenía en el Wotham Hotel, y juntos con dirigirnos hacia Coney Island. Atravesamos las avenidas congestionadas, los edificios colosales huían a nuestro paso, y por fin, pasado el puente de Brooklyn, entramos en aquella maravillosa avenida de abetos que sombrean la asfaltada carretera que conduce a la playa infantil de Coney Island. Allí elegimos un hotel que da al mar, y en una especie de recodo conversamos largamente lo que os voy a referir.


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Dominio público
19 págs. / 33 minutos / 273 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

La Granja Blanca

Clemente Palma


Cuento


A doña Emilia Pardo Bazán

I

¿Realmente se vive o la vida es una ilusión prolongada? ¿Somos seres autónomos e independientes en nuestra existencia? ¿Somos efectivamente viajeros en la jornada de la vida o somos tan sólo personajes que habitamos en el ensueño de alguien, entidades de mera forma aparente, sombras trágicas o grotescas que ilustramos las pesadillas o los sueños alegres de algún eterno durmiente? Y si es así, ¿por qué sufrimos y gozamos por cuenta nuestra? Debiéramos ser indiferentes e insensibles; el sufrimiento o el placer debieran corresponderle al soñador sempiterno, dentro de cuya imaginación representamos nuestro papel de sombras, de creaciones fantásticas.


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19 págs. / 33 minutos / 365 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Cruz del Diablo

Gustavo Adolfo Bécquer


Cuento


Mi abuelo se lo narró a mi padre, mi padre me lo ha referido a mí, y yo te lo cuento ahora, siquiera no sea más que por pasar el rato. El crepúsculo comenzaba a extender sus ligeras alas de vapor sobre las pintorescas orillas del Segre, cuando, después de una fatigosa jornada, llegamos a Bellver, término de nuestro viaje.

Bellver es una pequeña población situada a la falda de una colina, por detrás de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos.

Los blancos caseríos que la rodean, salpicados aquí y allá sobre una ondulante sabana de verdura, parecen a lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de la ribera.

Una pelada roca, a cuyos pies tuercen éstas su curso, y sobre cuya cima se notan aún remotos vestigios de construcción, señala la antigua línea divisoria entre el condado de Urgel y el más importante de sus feudos.

A la derecha del tortuoso sendero que conduce a este punto, remontando la corriente del río y siguiendo sus curvas y frondosas márgenes, se encuentra una cruz.

El asta y los brazos son de hierro; la redonda base en que se apoya, de mármol, y la escalinata que a ella conduce, de oscuros y mal unidos fragmentos de sillería.

La destructora acción de los años, que ha cubierto de orín el metal, ha roto y carcomido la piedra de este monumento, entre cuyas hendiduras crecen algunas plantas trepadoras que suben enredándose hasta coronarlo, mientras una vieja y corpulenta encina la sirve de dosel.


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19 págs. / 33 minutos / 1.070 visitas.

Publicado el 19 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Elección Municipal

Roberto Payró


Cuento


Aquella mañana, con grande asombro de Pago Chico entero, apareció en el diario oficial, El Justiciero, la siguiente inesperada noticia:


OTRA LISTA DE CANDIDATOS MUNICIPALES

«Con importantes elementos políticos, pertenecientes al partido provincial, acaba de formarse un nuevo comité que en las elecciones de hoy sostendrá la siguiente lista de candidatos para municipales.

Don Domingo Luna
Don Juan Dozo
Don José Bermúdez

Este comité, que funciona en la calle Buenos Aires, número 17, cuenta con numerosos miembros, y aunque formado a última hora puede disputar el triunfo a los demás partidos con bastantes probabilidades de éxito. En cuanto a los cívicos, demás parece repetir que tendrán que comer cola.»
 

¿Qué acontecimientos habían ocurrido? ¿Era la influencia de Bermúdez tan poderosa que su descontento producía la escisión del partido oficial? No debía ser así, pues él mismo se sorprendió al leer la noticia, y lleno de entusiasmo se encaró con su mujer, y golpeando el diario con el dedo, exclamó gozoso:

—¿No ves, china, cómo todavía me necesitan, cómo todavía tengo quien me apoye? ¡Yo también soy candidato, y del mismo partido oficial! ¡Mirá la lista! ¡Aquí estoy con Luna y Dozo, y El Justiciero dice que muy bien podemos triunfar!

—¡Alguna picardía de Ferreiro! Lo mejor será que no te metás —replicó Cenobita, siempre desconfiada—. Cuando menos, te quieren sacar unos pesos pa'l'asao con cuero y la pionada...

—¡Vos siempre agarrás pa lao del miedo! —replicó Bermúdez que se echó inmediatamente a la calle, vibrando de entusiasmo y de esperanza.

Eran las siete, y faltaba una hora para la apertura oficial del comicio.


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19 págs. / 33 minutos / 49 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Matadero

Esteban Echeverría


Cuento


A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores españoles de América que deben ser nuestros prototipos. Temo muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que callo por no ser difuso. Diré solamente que los sucesos de mi narración, pasaban por los años de Cristo de 183… Estábamos, a más, en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la iglesia adoptando el precepto de Epitecto, sustine abstine (sufre, abstente) ordena vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a causa de que la carne es pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y racional que vede lo malo.

Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento, solo traen en días cuaresmales al matadero, los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la abstinencia por la Bula…, y no con el ánimo de que se harten algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siempre a violar los mandamientos carnificinos de la iglesia, y a contaminar la sociedad con el mal ejemplo.


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19 págs. / 33 minutos / 3.214 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Flor de la Maravilla

Arturo Reyes


Cuento


I

Cuando, ya ordenados, sobre el pequeño mostrador, los cacharros de flores, disponíase Rosario la Pinturera á confeccionar las coronas y ramilletes que en el día anterior le encargaran sus numerosos parroquianos:

—¿Me pudiera usté decir, mi morena, cuanto es lo que vale la flor de la maravilla?—le preguntó con acento zalamero, deteniéndose delante del mostrador y mirándola con amartelada pupila, Antoñico Vidondo, más conocido por el Niño del Altozaiio, mozo de no más de veinte y cinco abriles y de regular estatura, de cuerpo fino, nervioso, flexible, de movimientos sueltos y elásticos y de rostro que pregonaba de manera elocuentísima, que algunas gotas debían correr por sus venas, de la sangre más gitana.

Contempló Rosario con desdeñosa indiferencia al que flor tan preciada pretendía y

—Esa flor—le repuso con acento aun más desdeñoso que su mirar—no nace en estos jardines.

—¿Que no nace en estos jardines? pos si ahora mismito la estoy viendo yo de cimbrearse en su tallo, prenda mia.

Y después, y siempre mirando á la gentil ramilletera con mirada codiciosa, medío canturreó, medío recitó, con ritmo dulce y quejumbroso como el de una canturía oriental.


Porque aromas cual las flores
y cómo las flores brillas,
á tí te deben llamar
la Flor de la Maravilla,


Rosario sonrió ligeramente, pero después, como arrepentida, exclamó anulando el efecto de su sonrisa con lo desabrido de su voz:

—Vamos, hombre, no me venga usté á mi con coplitas, que se pone usté siete veces más pesao que los chopos en cazuela.

No se desconcertó el Niño por la poco galante salida de Rosario, y después de poner en libertad un suspiro, patente de la robustez de sus pulmones.


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18 págs. / 33 minutos / 40 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

En Casa del Ocultista

Dimitrios Vikelas


Cuento


Capítulo 1

El comedor del doctor en el que los clientes aguardaban el turno de la visita estaba casi vacío. Eran las once de la mañana y el doctor recibía desde las nueve á las once y media. Por la mañana, á primera hora, hacía su visita al hospital y después del mediodía visitaba los enfermos en sus casas. Su numerosa clientela no se limitaba sólo á los habitantes de Atenas, porque su fama de excelente oculista, se había extendido á provincias y hasta al extranjero. Los enfermos acudían á él de todas partes, teniendo muy particular cuidado de llegar puntuales para tomar buen sitio, de manera que era muy raro que alguien se presentase pasadas las once. Por esta razón, la cocinera que desde la cocina situada en el patio abría la puerta tirando un cordón, y mostraba á los visitantes la entrada de la casa, en frente la cocina, v la puerta del comedor, á la derecha, al mismo nivel del patio, en aquella hora cesaba ya de ordinario de ocuparse en recibir clientes para entregarse exclusivamente á la preparación del almuerzo.

Faltaban todavía para ver al médico tres clientes, ó por mejor decir, cuatro; una señora elegante con una niña cuyos ojos estaban cubiertos con un vendaje de tela blanca; un señor de mediana edad, que llevaba anteojos, pero que en apariencia no tenía daño alguno en la vista, y un jóven.

Este último seguía la carrera de letras y se preparaba para sus exámenes. El pobre sufría mucho y tenía constantemente la mano sobre su ojo izquierdo. Le tocaba ya el turno y aguardaba con verdadera impaciencia, de pie, y con el ojo derecho fijo en la puerta del despacho del oculista.

El hombre de mediana edad, era nada menos que el subprefecto de la isla de Santorín. Aprovechando su permanencia en Atenas iba á consultar al oculista gratis, porque ya le había pagado una consulta un año antes, á fin de saber si debía cambiar sus cristales por otros más fuertes.


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18 págs. / 33 minutos / 103 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2017 por Edu Robsy.

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