Para que Almuerce el Rey
Silverio Lanza
Cuento
Una noche de invierno, en Madrid, y en la plaza de Oriente...
Es una crueldad que las noches de invierno sean largas, y aunque á esto obligue la variedad de declinaciones del Sol, aprovecho este momento para protestar de la marcha de los astros.
Hacia las cuatro de la madrugada de una noche de invierno, una mujer joven, flaca, mal peinada y mal vestida, mostraba á un niño cubierto de andrajos, la estatua ecuestre del buen rey Felipe IV.
He dicho buen rey con permiso de Quevedo, y, además, porque siempre hablo con respeto de los reyes.
—¿Ves ese? pues también fué rey; pídele dos céntimos y verás como no te los da.
Seguía el rey Felipe IV apoyado en los estribos para defenderse en la empinada del caballo, empinada que tanto maravilla á las gentes, y que, aunque nada tiene de particular, dícese que fué invención de Galileo (?).
—No te los da tampoco. Ya ves que hemos pedido limosna á todos los reyes de la plaza. Pues no han chistado. Para pedir son buenos, pero para dar... Y tú, ¿qué dices?
—Tengo frío.
—Hijo de mi alma. Ven, que te abrigue.
Y quitándose la loca un mugriento pañuelo de seda que llevaba al cuello, cubrió con el la cabeza y los hombros del pálido niño.
—Tienes frío porque tienes hambre. Y tu, ya lo ves, desde que empezó la noche estamos pidiendo y... nada. Los reyes no dan; conque, ya ves. ¿Qué dices?
—Vamos á casa. Tengo sueño.
—Tienes sueño porque tienes hambre.
—Tengo mucho sueño.
—Sí, sí. A casa... A casa. A casa no se puede ir porque está cerrada la casa. ¿Abrirá la puerta el sereno? ó no la abrirá... Y tampoco cenaras en casa.
—Hay pan.
—Pero no está en remojo.
—No importa.
—Sí; no importa; y parece piedra como ese rey que está ahí de espaldas. ¡Qué grande es!
—Y ¿por qué les pides si son de piedra?
Dominio público
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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.