El Crimen de Ayer
José Fernández Bremón
Cuento
«Felices los que hallan siempre la moral en armonía con su conveniencia, porque nunca tendrán remordimientos». Así reflexionaba anoche cuando falto de asunto de actualidad para la revista, me dirigí en busca de mi amigo Damián, a quien salvé la vida hace dos meses consiguiendo apartar de su ánimo la manía del suicidio.
—¡Oh amigo mío! —le dije con el acento más suave que pude dar a mi voz—, ya sabes que no deseo tu muerte, pero como al fin y al cabo la vida es corta y miserable y pudieras persistir en la idea de poner punto final a la tuya; sin que esto sea inducirte al suicidio, vengo a rogarte que, si continúas decidido a morir, lo hagas esta misma noche en mi presencia, para darme un asunto dramático y conmovedor con que impresionar mañana a los lectores.
»En estos tres últimos días no ha tenido la bondad ningún marido de hacer la vivisección de su mujer culpable; no se ha determinado a fallecer ningún hombre eminente; ni siquiera se han atrevido los imitadores a asaltar un simple tranvía, a ejemplo de lo ocurrido en provincias hace poco; el cometa que han visto algunos en el cielo no dirige la proa hacia la tierra; todo funciona con monotonía insoportable; felices los revisteros que pudieron anunciar el incendio de Roma por Nerón y la derrota del Guadalete. El mundo ha degenerado, amigo mío. Ya no sucede nada. En ti confío únicamente.
—Mucho siento —contestó Damián con benevolencia— no poder complacerte; pero tus argumentos en contra del suicidio me convencieron.
—Sin embargo, acaso pude equivocarme —repliqué—. Medítalo con calma, amigo mío.
—Comprendo tu situación —repuso Damián—, y voy a darte asunto.
—¡Ah, buen amigo! —dije abrazándole—. ¿Te decides a morir? ¿Te sacrificas a la curiosidad pública?
—No hay necesidad: voy a referirte un hecho que conmoverá seguramente a los lectores. Enciende el cigarro y eschucha.
Dominio público
3 págs. / 5 minutos / 9 visitas.
Publicado el 11 de julio de 2024 por Edu Robsy.