Textos más populares esta semana etiquetados como Cuento publicados el 14 de diciembre de 2020 | pág. 2

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etiqueta: Cuento fecha: 14-12-2020


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El Último Fauno

Clemente Palma


Cuento


A José S. Chocano


Todo lo había invadido la religión cristiana desde hacía mucho tiempo. Los dioses del Olimpo habían renunciado honrosamente a la inmortalidad en la Tierra. El orgulloso Júpiter ¿para qué había de vivir si no había de reinar? Y lo mismo Venus, Saturno, Diana y Marte. Toda la excelsa raza abandonó la Tierra; unos dioses se embarcaron en el navío de Argos y fueron a cruzar los negros mares del abismo; otros fueron a llorar su destierro, sentados en el carro de la Osa, recorriendo el amplio camino de la Vía Láctea; y no pocos ocuparon un sitio en la barca de Carón, el viejo bogador de la Estigia.


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Hijo Pródigo

Clemente Palma


Cuento


A don Miguel de Unamuno


Néstor, el pintor Néstor, tan conocido por sus extravagancias, nos refirió un día en su taller la idea que había concebido para pintar un gran cuadro, El hijo pródigo, que fue excomulgado y, sin embargo, obtuvo un gran éxito por la maestría en la ejecución, la novedad y rareza de la factura, y, sobre todo, por la extravagancia o humorismo de la composición, que agradó hasta el entusiasmo a los exquisitos del arte, a los gourmets del ideal, a los hijos trastornados de este fin de siècle que, fríos e impasibles ante los lienzos del periodo glorioso del arte, vibran de emoción ante las coloraciones exóticas, los simbolismos extrañamente sugestivos, las figuras pérfidas, las carnes mórbida y voluptuosamente malignas, los claroscuros enigmáticos, las luces grises o biliosas y las sombras fosforescentes, en una palabra, ante todo lo que significa una novedad, una impulsión será que mortifique el pensamiento y sacuda violentamente nuestro ya gastado mecanismo nervioso. Y de todo esto había en El hijo pródigo.

Figuraos que el hijo pródigo era, ni más ni menos, Luzbel, el Ángel Caído, el Maligno, cuyas maldades provocaron la cólera del Padre Eterno y el terror y la execración de la Humanidad; ese Maligno, que llevó visiones infamemente voluptuosas a los ojos del anciano San Antonio en su retiro de la Tebaida, que enciende las malas pasiones de las hombres y atiza en el alma de las mujeres las pequeñas perfidias y las bajas que turba los cerebros, que juega inicuamente con los nervios y produce las exacerbaciones más concupiscentes, las irritaciones más libidinosas.


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Última Rubia

Clemente Palma


Cuento


Cuento futuro


A don Antonio Rubió y Lluch


El oro se había agotado absolutamente en las entrañas y en la superficie de la tierra. Era tal la escasez de este precioso metal que sólo uno que otro erudito tenía noticias de que hubiera existido. En un museo de Chicago había dos monedas de diez dólares, guardadas en una urna de cristal, que se consideraban como una de las más valiosas curiosidades. En otro museo de Papeete (Tahití), se conservaba un idolillo primitivo, tallado en la extinguida substancia; en París, Tombuctú, Río de Janeiro, Estocolmo, guardaban los museos, con extrema vigilancia, dos luises, una moneda de 50 paras, una de 10.000 reis y una de 20 kroners respectivamente. Si no hubiera sido por todos estos museos la antigua palabra oro, auro, en esperanto, habría sido una palabra inútil, aún para expresar el recuerdo de una substancia que, repito, sólo conocían unos cuantos eruditos. En cambio, la elaboración del diamante se había perfeccionado tanto, que por cincuenta francos se conseguía en el año 3025 uno del tamaño de una naranja.


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Historia Vulgar

Clemente Palma


Cuento


Un joven médico francés me refirió una historia trágica de amor, que se quedó vivamente grabada en mi memoria y que hoy refiero casi en los mismos términos en que la escuché.

Hela aquí:


Ernesto Rousselet era un muchacho que intimó conmigo en virtud de no sé qué misteriosas afinidades. Era lorenés y de una familia protestante. Fui el único amigo a quien amó y con quien tuvo verdadera intimidad. Era, sin embargo, de una educación, de un carácter y de un modo de pensar muy distintos a los míos; más aún, completamente opuestos. Ernesto era un puritano: por nada del mundo dejaba de ir los viernes a los oficios y los domingos a oír la lectura de la Biblia en una capilla luterana. A veces le acompañaba yo, y, a pesar de mi espíritu burlón, no podía menos de respetar la honradota fe de mi buen amigo. Ernesto era serio, incapaz de una deslealtad, y su alma noble de niño grande se transparentaba en todos sus actos y brillaba en la mirada de sus grandes ojos azules, en sus francos apretones de mano, y en la dulzura y firmeza de su voz. Nada de esto quiere decir que Ernesto fuera bisoño y meticuloso, ni que se asustara con las truhanadas propias de los mozos, ni que fuera un mal compañero de diversiones. Cierto es que a muchas asistía sólo por complacerme. Uno de los grandes placeres de Ernesto era hacer conmigo excursiones en bicicleta, de la que era rabioso aficionado.


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Cuento de Marionetes

Clemente Palma


Cuento


A una amiga

I

Momo, Arlequín y Pulcinella, grandes chambelanes de S.M. Pierrot IV, hacían inauditos esfuerzos para distraer la inmensa e inexplicable tristeza del rey.

—¿Qué tiene su majestad? —era la pregunta que, llenos de estupor, se hacían unos a otros los cortesanos. Fue en vano que las sotas de oros, de copas, de espadas y de bastos, ministros del rey, intentaran mil diversiones para disipar su misteriosa congoja: el gorro de Pierrot ya no se agitaba alegremente haciendo sonar los cascabeles de oro. Ni Colombina cuando saltaba en su jaca blanca, a través del aro de papel, lograba conmover la apatía del pobre monarca.

—No hay duda de que el rey está enamorado… ¿pero de quién? —se preguntaban los palaciegos.

Pierrot subía todas las noches a la terraza y pasaba allí largas horas contemplando el cielo y sumido en incomprensible éxtasis. Pasada la medianoche iba a su alcoba a acostarse; en el vestíbulo encontraba a Colombina, quien le aguardaba con la esperanza de que Pierrot la arrojara el pañuelo al pasar. El rey parecía ignorar hasta el uso de esta prenda, y cruzaba ante la hermosa con la mayor indiferencia. Toda la noche se la pasaba Colombina llorando como una loca, y al día siguiente formaba un escándalo en palacio, azotaba a sus perros sabios, abofeteaba los pajes, consultaba la buenaventura los gitanos, hablaba de incendiar el palacio y comerse una caja de cerillas, se desmayaba cada cinco minutos, y concluía por encerrarse en sus habitaciones, en donde se emborrachaba con champaña y kirschenwasser.


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Leyenda de Hachisch

Clemente Palma


Cuento


A don Benito Pérez Galdós

I

Leticia tenía unos ojos negros de los que siempre fluía una mirada cariñosa e interrogadora de animal doméstico. ¡Qué hermosa era! ¡Qué delicioso bienestar me producía el verla cerca de mí, mientras yo llenaba cuartillas de papel en mi mesa de trabajo! Alta, delgada, pálida, extremadamente pálida, venía a sentarse frente a mí con un libro sobre las faldas, en el cual leía, en tanto que no se oía más que el febril galope de mi pluma sobre las cuartillas. Cuando en mi trabajo se abría una solución de continuidad y levantaba la cabeza, me encontraba con la mirada dulce de Leticia que intentaba indagar la causa de mi interrupción… Otras veces entraba furtivamente en mi gabinete, y recostándose sobre el espaldar de mi sillón, leía los cuentos de amor que yo escribía. El perfume de sus cabellos me denunciaba la presencia de mi amada, pero entonces fingía yo no haberla advertido, y escribía en el papel una frase de amor de aquellas que a ella, sólo a ella decía, una de aquellas solicitudes ardientes y apasionadas que sólo a ella dirigía. Al verse descubierta, Leticia enlazaba sus brazos a mi cuello y me besaba en los ojos y en los labios… ¡Pobre reina mía!


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Publicado el 14 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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