Los Confines del Cosmos
Arturo Robsy
Cuento
I
—Te digo que es verdad —el demudado rostro del que hablaba expresaba, a la vez que la impaciencia y la fatiga por no ser creído, la extraña agitación que le embargaba y le hacía temblar.
—¡Quita, hombre! Eso que cuentas es más difícil de creer que hacerle pantalones a un pulpo.
—¿Tanto te cuesta admitir que yo he oído voces en la cueva y que no ha sido una sola vez, sino muchas y a diferentes horas?
—Puede ser una cabra que ande por allí perdida. Puede ser una pareja de enamorados...
—Total: que tiene que ser algo distinto de lo que yo te digo, ¿no?
—Es que creer que por allí dentro vive gente es creer mucho, Pedro.
El otro se levantó airado. Dejó unas monedas encima de la mesa para pagar la consumición que habían hecho. Luego contempló meditativamente a su compañero como pensando si aquel zagalón fornido y bizarro podía comprender algo tan hondo y misterioso como lo que él le había contado.
—Bueno —dijo—, yo ya me voy. Pero, si quieres, vente conmigo hasta la cueva, sólo para demostrarme que la cabeza te sirve para algo más que para ponerte fijapelo y brillantina.
—Iré. ¡Vaya que si iré! Y si oigo esas voces que dices y me dan la impresión de ser de hombres que vivan allí dentro, me bajo y te traigo por el pescuezo al que las dé.
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Publicado el 15 de julio de 2018 por Edu Robsy.