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etiqueta: Cuento fecha: 19-11-2020


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El Baile de Máscara

Manuel Payno


Cuento


I

Una pieza sucia, estrecha, con una candileja opaca y seis o siete figuras escuálidas y meditabundas, es la imagen de la vida ordinaria, sembrada de pesares, falta de luz, melancólica. Es la realidad.

Un salón alumbrado por numerosas arañas y candelabros, un salón donde bullen mil imágenes animadas, donde la seda, el terciopelo y los brocados relucen a la claridad de las bujías, donde todo es animación y movimiento, es la imagen de esos momentos que hay en la vida, en los cuales el corazón rebosa de esperanzas, y la mente de halagüeños pensamientos. Es la ilusión. Y ¿qué otra cosa son las dichas de la vida más que una ilusión efímera, volátil, superficial, como lo es la de un salón de máscaras? Mas sea lo que fuere, el incentivo de la curiosidad, la alegría general, el panorama que presentan los dominós, los moros, los romanos, los caballeros cruzados, etcétera, la abundancia de luz, los calzados blancos de las damas, los brazos torneados, los diamantes fulgurando en unos cuellos mórbidos y en unos dedos pequeñitos y redondos, las caretas mintiendo un peregrino rostro, la costumbre, en fin, de entregarse en los tres días del carnaval a la diversión, a las aventuras, a los lances amorosos, completa enteramente la ilusión; y aunque nuestro teatro no tuvo ninguna clase de adorno, se comprende entonces bien el encanto de un baile de máscaras en la antigua Venecia, y aún hoy en algunas otras partes de la Italia.


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La Vida de Provincia

Manuel Payno


Cuento


Carta a Fidel


Dans cette province reculé où je suis riche et considéré de tous, heureux près d’une femme que j’aime, possesseur d’une maison et de beaux jardins, entouré d’une bibliothêque de chefs d’oeuvre, je me prends à regretter parfois mes miseres à Rome, mes folles amours à Rome, ma vie de parasite et de mendiant, mais à Rome.

Memorias de Marcial, escritas por él mismo
 

Satírico, clásico, poético y polígloto Fidel:

Hace algún tiempo que registro con avidez El Siglo XIX, El Diario del Gobierno, La Hesperia y El Cosmopolita, y en ninguno de estos periódicos encuentro ni tus maliciosos y satíricos artículos de costumbres, ni tus poesías osiánicas, ni tus leyendas mexicanas, ni tus fandangos. ¿Qué te ha sucedido, Fidel? ¿Por qué de insoportable parlanchín y de infatigable escritor, has pasado a ser el más silencioso y apático de los hombres? Mientras tengas lengua y dientes, habla; y mientras encuentres a la mano una proclama con el reverso blanco, un mal cañón de avestruz, y una poca de tinta, escribe. Si no tuviera yo una que otra vez noticias tuyas, diría que te habías muerto.

En cuanto a mí, nunca me ha atosigado más la manía de hablar y escribir que ahora. No hablo porque no tengo con quién, razón muy sencilla; pero mientras vivas te escribiré cartas, hasta que con ellas llenes las mil bolsas de tu elegante paleteau. Y no te asombres si en las tales cartas te hablo de química, de física, de mineralogía, de constitución, de federación, de derecho civil, de cánones, de botánica, de poesía y de historia, porque ya sabes que en este siglo, querido Fidel, lo único que se necesita es tener mucho atrevimiento y bastante pachorra para arrostrar con tanto crítico imprudente, que salen como los búhos, de la oscuridad de su gabinete para atacar la gloria y reputación de los genios.


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Catur y Alicak

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


O DOS MINISTROS COMO HAY MUCHOS

Podrá el triste ser retirado de su tristeza, pero nunca el malvado de su maldad.
Sentencia árabe.

Caleb cabalgaba gentilmente en un magnífico asno egipcio, dirigiéndose por el camino que, desde Esbilia, derecho guía a la ciudad de Córdoba, morada entonces del Califa.

A proporción que la distancia del camino se abreviaba, el asno mostrábase muy ligero y andarín, como si el olor de una gran población y famosísima corte le anunciase el próximo encuentro de algunos individuos de su numerosa familia.

El asno, digo, picaba tan sereno y con un pasitrote tan reposado y suave, que el jinete, entregándose a su fantasía, iba diciendo en sus adentros de esta manera:

"En las escuelas de Cuf pocos igualaron, y ninguno descolló, sobre la reputación mía: sé con puntos y comas las Suras del Alcorán, las decisiones de la Zuna y los dichos de los Cadís.

"Mis versos se cantan por las hermosuras del harén, mis apuntes de historia el Visir los lee; nadie puede afrentarme por mis acciones, y para mayor fortuna, los buenos me quieren y los malos me odian. ¡Oh, buen Alá! ¡Cuán bien hice de aplicarme al estudio y no imitar al imbécil Catur! Y ¡cuánto mejor me fué el seguir los principios del justo que no la perversidad de Alicak! ¡Oh, buen Alá, qué dicha tan completa me espera!"

Por mucha recreación que Caleb tuviese con sus locos pensamientos, al entrar por una alameda que sombreaba la senda por donde caminaba, le sacó de su cavilación una voz que de este modo iba cantando:

Cada cual busca su igual:
tal para cual, tal para cual,
fortuna sentada adentro
al saber que un necio llega,
sin duda vendrá a mi encuentro;
que el leño al leño se allega,
y todo busca su centro.
Cada cual busca su igual,
tal para cual, tal para cual.


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Estudios Filológicos

Manuel Payno


Cuento


¡Éste no es país! ¡Estamos en un abismo! ¡No tenemos remedio!

No os canséis, lectores: los idiomas varían mucho, y todos los días es necesario hacer estudios de las lenguas, y particularmente de la castellana, que pretendemos hablar. Día vendrá con el tiempo en que trabajo costará a los habitantes de México el entender El Quijote de Miguel Cervantes. Por ahora con lo mal que hablamos y peor que escribimos, nos la vamos pasando perfectamente, que al fin lo mismo es decir calle sólida, que calle solitaria: así nos entendemos, y maldita la necesidad que hay de distinguir la Z de la S, pues lo mismo da matar un venado que contraer el santo matrimonio. Lo que es forzoso aprender, como los muchachos el Todo fiel, es el estilo de moda y las frases de la época.

Hay tiempos en que todo está excéntrico: si un albañil se cae de un andamio, es por la posición excéntrica que guardaba el edificio: si llueve y México se convierte en otra nueva Venecia, no son los patriotas capitulares los que tienen la culpa, sino la posición excéntrica de las nubes: si un pobre marido es víctima de las maquinaciones de un pisaverde, no tiene más remedio sino sufrir, hasta que toda la casa salga de la posición excéntrica en que se halla.

Otras veces todo está compacto: desde el ministerio, formado por cuatro personas distintas, pero con cuatro opiniones diferentes, hasta la prensa, cuya libertad suprime un bando militar y que con semejante medida queda perfectamente compacta. Los novios no se pueden casar, porque como antes habían sido compactos, ya la carga les pesa un poco. Si se trata de un día de campo, es menester que la comida, los vinos y el baile sean una misma cosa; mejor dicho, que todo esté compacto: medida que elevada a una grande escala, no agrada mucho a las madres de familia.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Las Vendutas

Manuel Payno


Cuento


Dejemos un momento esa eterna charla política; abandonemos a los hombres que tienen más patriotismo y más talento que nosotros, el cuidado de turbar la tranquilidad pública y de hacer la revolución; olvidemos las injurias que hicieron a los edificios y al honor nacional los voluntarios americanos, y no pensemos más que en divertirnos y pasar la vida alegremente: al fin, para lo poco que dura… no vale la pena el echarse encima cuidados que Dios no manda… Pues dicho y hecho, al teatro… al teatro… ¿y a qué? A ver un drama cadavérico, o una comedia por la milésima vez… y a pesar de esto, algunos actores no saben el papel; otros hablan tan despacio como si estuvieran en agonía; otros chillan descompasadamente, y lloran hasta inspirar cólera… ¡Oh!, ¡pero el baile!… Eso sí, las formas graciosas y esbeltas de las muchachas, su gallardía… nada dejan que desear… pero ¿y esas piruetas tan monótonas?… Todas las noches pararse en las puntitas de los pies; todas las noches dar vueltas a derecha e izquierda; todas las noches una música tan detestable: es gana, lo único que es posible es fastidiarse en este México, que con tanta justicia detestan nuestros elegantes que se han educado en París.


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Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Pésame

Manuel Payno


Cuento


—Vamos, ¿es posible que no haya usted sabido la noticia tan infausta, amigo mío?

—¿Cuál?, diga usted

—¡Amigo mío! Don Nabor Alcayata ha muerto. ¡Pobrecito! ¡Dios lo tenga en su gloria! ¿No me ve usted de luto riguroso?

En efecto, el hombre que me hablaba estaba vestido de negro, o más bien de color de ala de mosca, y su gran frac de agudo faldón, su pantalón de tapabalazo, y su sombrero cónico en forma de shakó, indicaban perfectamente bien que si no pertenecía a esa sabia y bienaventurada generación de liones, sí era un buen vividor y seguro concurrente a los pésames, a los bautismos, a los velorios, a los días de santo, y a toda función donde hay algo que meter debajo de las narices.

—¿Con que me acompañará usted a dar el pésame a la señora doña Canuta, por la muerte de su esposo? —me dijo el viejo enlutado.

—Hay la dificultad —le contesté—, que no estoy de luto riguroso.

—En efecto, el chaleco es de raso negro, y ya sabe usted que las cosas que tienen lustre no son a propósito; pero eso se remedia muy pronto. En dos pasos va usted a su casa y se pone un traje, así como el mío, que aunque está un poco usado, es de paño de San Fernando; figúrese usted que el año de… cuando entró aquí el conde de Revillagigedo, me regaló mi padre este vestido que me sirvió para los lutos del… infante… ¡Oh, qué chocolate daban en los pésames en tiempo de Revillagigedo!

Diciendo estas palabras, mi hombre me condujo hasta la puerta de mi casa, y yo con la curiosidad de observar minuciosamente lo que pasa en una casa mortuoria, subí, y en un santiamén bajé con mi vestido negro sin lustre.


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Los Pollitos

Manuel Payno


Cuento


La gallina papujada
pone huevos a manada,
pone uno, pone dos, pone tres, pone cuatro,
pone cinco, pone seis, pone siete, pone ocho.
 

Tapa el bizcocho.

Juego de la infancia

Dijo Voltaire que el mundo era un huevo, y cuanto en él había, puros huevos o productos de ellos. No es mucho, si Voltaire que era un sabio dijo esto, que yo, que no soy más que Yo, ni aspiro a más gloria que la de entretener a mis lectores y revelar algunas verdades, diga que todos en el mundo somos pollos, puros pollos y pollitos.


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Rápida Ojeada sobre los Leones

Manuel Payno


Cuento


Modas

Desde que comenzamos a redactar El Museo, deseábamos una que otra vez dedicar una hoja para hablar de modas; mas día por día se fue quedando este propósito en el olvido. Posteriormente El Liceo ha publicado algunos artículos ilustrados con litografías, y hemos creído satisfecha ya la necesidad del público en esta materia, bien que para algunos sea la variación, decadencia o progreso de una moda, punto de la más alta importancia.

Como probablemente la explicación de la forma de los chalecos, casacas, etcétera, sea obra de algunas líneas, ocuparemos un poco más de papel en hacer varias explicaciones conducentes.

Nuestros apreciables suscriptores habrán oído desde tiempos muy atrás designar a los que acostumbran seguir las imperiosas leyes de la moda, con sobrenombres exclusivos. Se han llamado elegantes, dandys, petimetres, fashionables, pisaverdes, etcétera: ahora todos estos nombres han caído en desuso, y sólo se conocen en París con el pomposo título de leones.


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El Fariz

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Si no existiera la mujer hermosa
fuera un bridón el ídolo del moro.
Mas si los dos al orbe prestan lumbre,
los dos a un tiempo forman un tesoro.

Poesía árabe.

¡Cuán dichoso es el árabe cuando, montado en su corcel, se lanza, desde las rocas en el desierto; cuando los pies de su bridón, sumergiéndose en la arena, levantan el mismo murmullo que el hierro ardiendo mojado en el agua! Vedlo allá cuál nada en el Océano de arena, y cuál hiende las áridas ondas con su pecho del delfín.

Aprisa, aprisa: apenas toca con sus pies la faz de las arenas: aguija, aguija: ya se lanza envuelto en un turbillón de polvo.

Es negro el corcel mío como nube de otoño; blanca estrella como la aurora brilla sobre su frente; da al viento su crin hermosa, como garzotas ondantes, y sus pies cuatralbos vibran centellas de fuego.

Vuela, vuela, bridón mío, el de la estrella blanca; selvas, montañas, abrid paso, dadme lugar.

En vano la verde palma se me brinda con sus dátiles y sombra; yo desprecio su hospedaje.

La palmera avergonzada huye de mí, se oculta en el Oasis, y en el susurro de sus hojas parece que se burla de la temeridad mía.

Sus altas rocas, custodios de la frontera del desierto, vuelven sobre mí su faz negra y torva, repiten la carrera de mi caballo, y parece que me amenazan así.

"El insensato, ¿dónde va? Su cabeza no encontrará ya amparo contra los dardos del sol, ni bajo la verde caballera de la palma, ni bajo el blanco pabellón de la tienda. Allí no hay más que una tienda, la bóveda del cielo. Allí las rocas solas pasan la noche; sólo las estrellas viajan por allí."

Yo corro más y más: vuelvo la cabeza y miro las rocas huir avergonzadas de mí, y que se ocultan y bajan sus crestas las unas tras las otras.


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Don Egas el Escudero

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Y LA DUEÑA DOÑA ALDONZA

Fecho es de burlas.

Dueñas, déselas Dios a quien las desee:
mirando estoy dónde las echaré.

Quevedo, Visita de los chistes.

Meterte a sacomano me atreviera;
mas ante Elvira aféitate la cara,
y tal tu dura enjundia me prepara,
que en ti abra cala un espetón siquiera.

Desperdicios de un soneto.

Horas de vísperas eran cuando en largo de la cal de Sant Romant, de Toledo, paso a paso divagaba un escudero en continente reposado, ansí como pavón atildándose en la sombra. Sus calzas de entray atacadas a rico jubón colorado, capa palmilla revuelta al brazo, e gorra aceituni con sendas plumas blancas e negras, bien demostraba que aquel gentil hombre presumía de caballero, bien que el no calzar borceguíes bermejos, tachonados con sendas espuelas, aina decía no haber alcanzado tanta honra.

En cambio requería a menudo la luenga espada que pendía del talabarte, autorizando así la minúscula persona, que no semejaba más que cusibel allegado a senda pértiga.

A poco trecho de casa donde el paseante enclavaba afincadamente los ojos, se abrieron los lienzos de la encumbrada fenestra, e una mano gentil que no cristiana arrojó una letra que el paseante, a guisa de can, que con boca abierta atiende coger la mariposa que pasa, pensó atrapar antesacando el pecho y abriendo los brazos en aspa de Sant Andrés; pero el papel avieso, como fecho de materia liviana, hizo cortes y ruedas, y ruedas y vueltas por el aire, pasando y repasando por entre los dedos del penitente para luego revolar e posarse en lo más alto del dintel de la puerta.


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